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A 100 años de El Estado y la Revolución de Lenin

Ángel Chávez
Responsable de Ideología del Comité Central del PCM

Artículo incluido en El Machete no.10-11. pp. 63-82. 

Introducción

Es bien conocida la frase “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”, pero el alcance de dicha sentencia tuvo, entre otros casos, plena expresión en la elaboración de El Estado y la Revolución.  El texto fue escrito de manera clandestina por Lenin en los meses de agosto a septiembre de 1917, lo que demuestra que aun cuando los bolcheviques se encontraban ocupados en las labores políticas y prácticas propias de una situación revolucionaria, no menospreciaron la labor teórica que es guía para la práctica.

Lenin desarrolla El Estado y la Revolución concibiendo la necesidad de orientar al Partido Bolchevique y a las masas en esos momentos críticos de confrontación clasista. Dicha orientación no podía ser superficial, sino basada en la realidad que se le presentaba y en el legado de la teoría desarrollada por Marx y Engels, por lo que el contexto en que elaboró su estudio sobre la doctrina marxista del Estado no presenta mengua en el nivel teórico, sino un proceder en la investigación de los textos de Marx y Engels, pues varias son las obras que recupera del olvido inducido por los teóricos de la segunda internacional y sus partidarios.

El rigor con que Lenin analiza textos de Marx y Engels tales como El manifiesto del Partido Comunista, el 18 Brumario de Luis Bonaparte, La guerra civil en Francia, Crítica del programa de Gotha y otros le lleva a descubrir la esencia de la doctrina marxista sobre el Estado, misma que recupera al afirmar que éste “es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliable”[1] y que por tanto “el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del “orden” que legaliza y afianza esta opresión”[2].

Alrededor de estas tesis centrales hay otras de igual importancia y que es necesario estudiar atentamente para el correcto direccionamiento de la lucha de la clase obrera que pasa por descubrir, denunciar y confrontar las posiciones reformistas y oportunistas en el movimiento obrero. Algunas de estas tesis son:

– El establecimiento de la existencia de dos etapas en el desarrollo del comunismo: la primera etapa, llamada también socialismo, y la etapa superior, o comunismo.

– La diferencia ente los comunistas y los anarquistas respecto a la concepción del Estado: los anarquistas reivindican su abolición en general sin concebir la necesidad de un Estado proletario para luchar contra los restos de la burguesía. Los comunistas reivindicamos la abolición del Estado burgués, la fundación de la dictadura del proletariado y la extinción del Estado en general en el comunismo.

– La necesidad de la dictadura del proletariado y algunas de sus características.

– El desarrollo del imperialismo ha preparado las condiciones materiales para la revolución socialista. No hay etapas intermedias, sino la lucha por el poder obrero.

No todos estos temas se desarrollarán en extenso en el presente artículo. Se destacarán las características del Estado en la concepción marxista-leninista, y se procederá a exponer que las ideas centrales de El Estado y la revolución se encuentran en textos previos de Lenin; luego se mencionarán los textos que Lenin analiza para la elaboración de su folleto a la par que se demuestra que en La ideología alemana también se encuentran elementos de la teoría del Estado; posteriormente se abordará la cuestión de la democracia y el parlamentarismo y por último se pondrá a la ideología de la revolución mexicana en relación con las desviaciones teóricas sobre la concepción del Estado.

 

 

  1. Anticipos de El Estado y la Revolución

Algunas ideas políticas vinculadas al contenido de El Estado y la Revolución se pueden rastrear en la obra de Lenin años antes de su publicación, por ejemplo en sus análisis de la revolución de 1905 y en su prefacio a la traducción rusa de las cartas de Marx a Kugelmann en 1907. Pero las ideas centrales sobre el Estado se concretan junto con el proceso que va de la revolución de febrero de 1917 a la redacción del folleto entre agosto y septiembre del mismo año. En otras palabras, es evidente que previo a 1917 Lenin ya contaba con un estudio de la cuestión del Estado, pero entre la Revolución de febrero y la de octubre termina por sintetizar y sistematizar lo que denomina la teoría marxista del Estado.

Su aportación, sin embargo, no se limita a la síntesis y sistematización. Es evidente que hay una aportación de Lenin a la teoría marxista al establecer la forma correcta de concebir al Estado. Dicho enriquecimiento fue desarrollado con base en la práctica política de 1905 y 1917, de forma tal que la teoría del Estado plasmada en El Estado y la Revolución forma parte de las tesis centrales del marxismo-leninismo.

Aunque Lenin idea El Estado y la Revolución entre agosto y septiembre de 1917, previamente muestra atisbos que serán desarrollados en su folleto. Por ejemplo a inicios de abril de 1917 en las “Cartas desde lejos”[3] Lenin hace una profunda valoración del proceso revolucionario de febrero-marzo, de donde destaca que se ha cumplido una primera etapa, que por una parte están las fuerzas de los capitalistas y por otra la de los Soviets. En la tercera carta que trata sobre la milicia proletaria Lenin destaca de las milicias obreras que se han formado, elementos que tienen coincidencia con las enseñanzas de la comuna de París que mencionará en El Estado y la Revolución. Esto se refleja cuando anota que, gracias a su instinto de clase, los obreros “han emprendido con acierto el camino señalado por la experiencia de nuestra revolución de 1905 y de la Comuna de París de 1871; han creado el Soviet de diputados obreros, se han puesto a desarrollarlo, ampliarlo y fortalecerlo, atrayendo a él a diputados de los soldados y, sin duda, también a diputados de los obreros asalariados rurales y demás (en una u otra forma),de todos los campesinos pobres”[4].

Habiendo hecho esta observación, Lenin llama a fortalecer las milicias obreras, a derrocar el poder de la burguesía e imponer el Estado proletario que elimina los órganos de represión de la burguesía, tales como el ejército permanente y la policía, e imponer el nuevo Estado compuesto por milicias de obreros armados. En otras palabras, una de las diferencias existente entre el Estado burgués y el Estado que instaurarán los obreros: “Necesitamos un Estado, pero no como el que necesita la burguesía, con los órganos de poder –en forma de policía, ejercito, burocracia- separados del pueblo y en contra de él […] empleado la palabra de Marx, ‘demoler’ esa maquinaria del Estado ‘ya hecha’ y sustituirla por otra, fundiendo la policía, el ejército y la burocracia con todo el pueblo en armas”.[5]

En esta misma carta delinea también la diferencia entre la concepción de los anarquistas y los comunistas respecto al Estado:

Necesitamos un poder revolucionario, necesitamos (para cierto periodo de transición) un Estado. En esto nos distinguimos de los anarquistas. La diferencia entre los marxistas revolucionarios y los anarquistas no sólo consiste en que los primeros son partidarios de la gran producción comunista centralizada, y los segundos, de la pequeña producción dispersa. No, la diferencia precisamente en la cuestión del poder, del Estado, consiste en que nosotros estamos por la utilización revolucionaria de las formas revolucionarias de Estado en la lucha por el socialismo, y los anarquistas están en contra.[6]

Estas citas demuestran que las ideas centrales de El Estado y la Revolución ya estaban, en esencia, claras en la mente de Lenin; es decir, ya había asimilado las enseñanzas de Marx y Engels respecto al Estado. La preocupación que tenían el Partido Bolchevique y él sobre las tareas a realizar en ese contexto de abierta lucha de clases llevó a que en otros textos presentara nuevamente las idea, por ejemplo en su texto “Las tareas del proletariado en la presente revolución”, parte de las tesis de abril, en que desde la primera tesis sostiene que debe pasar el poder a manos del proletariado, pues la primera parte de la Revolución ha dado el poder a la burguesía y se la tarea es ahora que el proletariado gane el poder. En el mismo sentido, en el texto “La dualidad de poder”,[7] sostiene que existe una dualidad de poderes, pues la burguesía tenía el poder pero no era tan fuerte como para disolver la organización de las masas populares armadas que eran los Soviets. Esto hace más evidente que la cuestión de la toma del poder del Estado era crucial en ese contexto.

En el mismo texto plantea que: “El problema del poder del Estado es el fundamental en toda revolución. Sin comprenderlo claramente no puede ni pensarse en participar de modo consciente en la revolución y mucho menos en dirigirla.”[8] Este fragmento destaca la importancia que Lenin le asigna a la claridad teórica respecto a la doctrina marxista sobre el Estado. La misma idea continúa presente y pocos días después escribe “Las tareas del proletariado en nuestra revolución[9] en que en el punto “11.El nuevo tipo de Estado que brota en nuestra revolución” presenta varias de las características del Estado proletario que habrá de desarrollar en El Estado y la Revolución, por ejemplo:

El marxismo se distingue del anarquismo en que reconoce la necesidad del Estado y el poder estatal durante un periodo […] El marxismo se distingue del socialdemocratismo pequeñoburgués y oportunista de Plejanov y Kautsky y Cía. en que el Estado que considera necesario para esos periodos no es un Estado como la república parlamentaria burguesa corriente, sino un Estado del tipo de la Comuna de Parías […] De la república parlamentaria es fácil volver a la monarquía , ya que queda intacta toda la maquinaria de opresión: el ejército, la policía y la burocracia. La comuna y los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos, etc., destruyen y eliminan esa máquina […] La república parlamentaria burguesa dificulta y ahoga la vida política independiente de las masas, su participación directa e la edificación democrática de todo el Estado de abajo arriba. Con los Soviets de diputados obreros y soldados ocurre lo contrario.[10]

Es probable que Lenin considerara que tales adelantos de la teoría del Estado contenidos en los textos citados no fueran suficientes para poner en claro las tareas del proletariado en la revolución, esto a causa de las desviaciones acerca de la doctrina del Estado que se habían difundido previamente por los deformadores del marxismo. Al respecto Lenin menciona: “cuanto más rápidamente nos desembaracemos de los prejuicios del pseudo marxismo, del marxismo desnaturalizado de los señores Plejanov, Katsky y Cía.[…] más fácil le resultará al pueblo pronunciase a favor de la república de los Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos”[11]

Este fragmento expresa que Lenin ya está apuntando a la necesidad de un folleto específico para abordar la cuestión del Estado, con una amplia exposición de los fundamentos teóricos retomados de la obra de Marx y Engels. A la base de esta labor teórica, hay que recordarlo, subyace la necesidad de dar la correcta orientación política a las masas de obreros, soldados y campesinos que habían formados los Soviets: la toma del poder.

Lenin insistió constantemente al respecto. Por ejemplo, en junio del mismo año redactó “¿Ha desaparecido la dualidad de poderes?”, texto que inicia con las siguientes líneas: “No. La dualidad de poderes continúa. El problema cardinal toda revolución, el problema del poder del Estado, sigue pendiente en una situación indefinida, inestable y de manifiesta transición”[12]

 

  1. El análisis de Lenin de los textos de Marx y Engels

El texto de Lenin es muy didáctico y preciso en la recuperación de citas de la obra de Marx y Engels, lo que es de gran utilidad para evitar y combatir la tergiversación de la teoría de marxista. Pese a esto, El Estado y la Revolución no es una exposición o debate bizantino academicista sino un texto de confrontación. La polémica con las desviaciones permite a Lenin delimitar claramente la teoría del Estado, que la práctica ha demostrado correcta. La apelación a múltiples citas permite constatar que la esencia de la teoría desarrollada por Marx y Engels había sido tergiversada, únicamente recuperada a cabalidad por Lenin.

De El Manifiesto y Miseria de la filosofía rescata Lenin que Marx y Engels ya concebían al Estado como expresión del antagonismo de clase, y la necesidad de la dictadura del proletariado para poder centralizar los instrumentos de producción en manos del Estado, entendido como “el proletariado organizado como clase dominante”[13]. Lenin sitúa que en el 18 Brumario de Luis Bonaparte Marx y Engels enriquecen su concepción del Estado al platear que “Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina en vez de destrozarla”, de donde se sigue que el proletariado no sólo tiene que conquistar el poder político y sustituir el Estado burgués por el Estado proletario, sino que además la dictadura del proletariado es el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases.

Siguiendo con el análisis de los textos de Marx y Engels Lenin identifica que “[p]ara 1852 no plantea todavía el problema concreto de saber con qué se va a sustituir esta maquinaria” [14]. Esta cuestión encontrará respuesta en los análisis que éstos hagan de la experiencia de la Comuna de París 1871, de donde se recupera la lección de que el proletariado no debe sólo apoderarse de la maquinaria burocrático-militar del Estado sino romperla y sustituirla por los trabajadores armados, siendo partícipes de la administración.

Otros textos que Lenin recupera son, de Engels, las polémicas con los anarquistas, el  prólogo a La guerra civil de Marx, “La cuestión de la vivienda”, y las críticas al proyecto de programa de Erfurt que envía a Kautsky en junio 1891. Del propio Marx, un texto central que analiza Lenin es la “Crítica al programa de Gotha”, donde se expone que en la transición del capitalismo al comunismo hay una primera fase de la sociedad comunista que denominamos socialismo, y una segunda fase o fase superior que es el comunismo.

Es interesante destacar que Lenin reconoce que hay una etapa madura, y otra que no lo es, en los textos de Marx y Engels, y la ubica en 1844 con textos como Miseria de la filosofía y el Manifiesto Comunista[15]. Menciona que en esta etapa los padres del marxismo ya cuentan con los elementos generales sobre la concepción del Estado. Otro texto que data de la misma época es La ideología alemana, escrita por Marx y Engels entre 1845-1846. Es comprensible que Lenin no citara este texto que era desconocido para 1917, pero es de importancia destacar que también en este libro se presentan los trazos generales sobre la concepción marxista del Estado. Hay que hacer presente que La ideología alemana, como síntesis de la doctrina materialista de la historia, al abordar el problema del Estado constata que todo fenómeno político, al formar parte de la realidad histórico-social, tiene su marco explicativo más general en la doctrina del materialismo histórico.

En La ideología alemana ya se encuentra la tesis de que la maquinaria de Estado se ha perfeccionado con cada revolución: “cada nueva clase instaura su dominación siempre sobre una base más extensa que la dominación con anterioridad a ella, lo que, a su vez, hace que, más tarde, se ahonde y agudice todavía más la contradicción de la clase no poseedora contra la ahora dotada de riqueza”.[16]

También se  encuentra la  tesis de que es la toma del poder del Estado por parte del proletariado al mismo tiempo el camino rumbo a la desaparición de las clases y el Estado, es decir rumbo al comunismo:

Toda clase que aspire a implantar su dominación, aunque ésta, como ocurre en el caso del proletariado, condicione en absoluto la abolición de todas las formas de sociedad anterior y de toda dominación en general, tiene que empezar conquistando el poder político”[17] En el mismo sentido: “la revolución comunista está dirigida contra el modo anterior de actividad, elimina el trabajo y suprime la dominación de las clase al acabar con las clases mismas.[18]

De igual forma se destaca que el Estado es un órgano de dominación de clase que se apoya no sólo en las “instituciones coercitivas de cualquier género” a que hace referencia Lenin (como las cárceles, etc.) sino que Marx y Engels declaran que todas las instituciones existentes en la sociedad tienen también el sello de clase[19], por lo que no son neutras, son elementos que junto con los destacamentos armados (ejército, policía) y la burocracia someten a la clase explotada.

Como el Estado es la forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de una época, se sigue de aquí que todas las instituciones comunes tienen como mediador al Estado y adquieren a través de él una forma política.[20]

En La ideología alemana también se tocan algunos elementos subjetivos de la dominación de clase por medio del Estado. Marx y Engels señalan que:

En efecto, cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que dominó antes de ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad, es decir, expresando esto mismo en término ideales, a imprimir a sus ideas la forma de lo general, a presentar estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta.[21]

Este fragmento permite comprender que el proceso de dominación ideológica en que están ahogados los oportunistas que pese a decirse marxistas o revolucionarios hacen apología al actual Estado burgués a su democracia y su parlamentarismo, es algo que no lograrán superar puesto que únicamente la ciencia del marxismo-leninismo puede clarificar y orientar correctamente a la clase obrera respecto a la naturaleza del Estado.

 

  1. Sobre el parlamentarismo y la democracia

En El Estado y la Revolución Lenin destaca que con la dictadura del proletariado se da la abolición del parlamentarismo, cuestión que alarma no solo a la burguesía sino a los que, aún diciéndose marxistas, en la realidad siguen sometidos a la ideología burguesa. Al respecto Lenin recupera el análisis de Marx sobre la Comuna de París y la idea de que “La Comuna debía ser, no una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo”. De aquí Lenin deriva la afirmación de que se debe dar la abolición del parlamentarismo, pero advierte que esto no es equivalente a la abolición de las instituciones representativas, sino que:

Las instituciones representativas continúan, pero desaparece el parlamentarismo como sistema especial, como división del trabajo legislativo y ejecutivo, como situación privilegiada para los diputados. Sin instituciones parlamentarias no pueden concebirse en la democracia, ni aún la democracia proletaria; sin parlamentarismo sí se puede y debe concebirse.[22]

En los tergiversadores del marxismo y los teóricos liberales el tema de la desaparición de la democracia genera aún más terror que la abolición del parlamentarismo debido a que la ideología burguesa difunde que su forma de democracia es la única existente y válida, y el pensamiento de éstos se circunscribe a la ideología burguesa. Al respecto de la democracia Lenin, recuperando la teoría de Marx y Engels, plantea que “la destrucción del Estado es también la destrucción de la democracia, que la extinción del Estado implica la extinción de la democracia”[23]. Es decir, afirma que en la primera fase del comunismo denominada socialismo se debe destruir la democracia burguesa y fundar la democracia obrera; y que en la fase superior del comunismo se extinguirá el Estado en general y con este la democracia.

Para comprender mejor el proceso de destrucción de la democracia burguesa durante la primera fase del comunismo Lenin explica: “La democracia no es idéntica a la subordinación de la minoría a la mayoría”, y refiriéndose a la democracia burguesa, “Democracia es el Estado que reconoce la subordinación de la minoría a la mayoría, es decir, una organización llamada a ejercer la violencia sistemática de una clase contra otra, de una parte de la población contra otra”[24]  Luego refiriéndose a la democracia proletaria que se establece en el socialismo menciona que ha de ser “Democracia para la mayoría gigantesca y represión por la fuerza, es decir, exclusión  de la democracia para los explotadores, para los opresores del pueblo: he ahí la modificación que sufrirá la democracia en la transición del capitalismo al comunismo”[25]. Es decir en el socialismo se requiere una democracia distinta a la que actualmente existe, una democracia proletaria que ha de ser establecida por el Estado proletario.

La negación a aceptar que la democracia obrera es necesaria va de la mano con la renuncia a la dictadura del proletariado, pues la dictadura el proletariado no es sino la democracia de los obreros. Por esto Lenin menciona que marxista es quien no sólo reconoce la lucha de clases sino la necesidad de la dictadura del proletariado, tesis a la cual han renunciado múltiples Partidos Comunistas, alejándose por tanto del marxismo. La renuncia al reconocimiento de la democracia obrera y la dictadura del proletariado por parte de los Partidos Comunistas es  muestra de un debilitamiento ideológico y la penetración de la ideología burguesa que les lleva a la oposición a reprimir al enemigo de clase.

Otras formas de renuncia a la tesis de la desaparición de la democracia burguesa se expresan tras las consideraciones de que los avances en la democracia burguesa son al mismo tiempo avances rumbo al socialismo, o bien que se puede llegar al socialismo no por el derrocamiento del Estado burgués sino por medio de él, por medio de la democracia y el parlamentarismo. Esto se traduce en los programas de algunos Partidos Comunistas bajo la consideración de que previo al socialismo se requiere una etapa intermedia de mayor democracia. Al mismo tiempo estas ideas ignoran que la democracia en el capitalismo está supeditada a los marcos de la explotación capitalista, por lo que está al servicio de los monopolios y no de los trabajadores.

Para aquellos que se engañan pensando que dado que existe democracia no vivimos bajo la dictadura de la burguesía habrá que recordarles que “[l]a república democrática es la mejor envoltura de que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar esta envoltura, que es la mejor de todas, cimienta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática, hace vacilar el Poder”[26]. Y por si quedara duda Lenin menciona más delante en su obra que: “La democracia es una forma de Estado, una de las variedades del Estado. Y, por consiguiente representa, como todo Estado, la aplicación organizada y sistemática de la violencia sobre los hombre”[27]

Para cerrar el tratamiento de la democracia que se hace en El Estado y la Revolución mencionemos que el texto también presenta elementos sobre el centralismo democrático, cuya comprensión es útil no solo para comprender la forma de organización bajo la dictadura del proletariado, sino también el funcionamiento de los Partidos Comunistas. La cuestión se plantea de la siguiente forma: ante la experiencia de la Comuna de París se desarrolla un debate. Por una parte, los anarquistas consideran que la forma de organizar la sociedad debe ser a partir del federalismo, pues según ellos éste asegura la libertad de los miembros de la sociedad. Por otra parte, se acusa que el proyecto de la comuna que Marx y Engels reivindican quiere romper “la unidad de la nación”. Contra los primeros el marxismo opone la organización centralizada, argumentando que de hecho la máxima expresión de libertad no ha sido con el federalismo, sino con el centralismo; a los segundos antepone que el centralismo como lo comprenden los burgueses (centralismo militar y burocrático) sí se rompe, pero que surge uno más desarrollado, el centralismo democrático.[28]

Colocándose de lado de Marx y Engels, Lenin destaca que “Engels no concibe en modo alguno el centralismo democrático en el sentido burocrático con que emplean este concepto los ideólogos burgueses y pequeñoburgueses, incluidos los anarquistas. Para Engels el centralismo no excluye, ni mucho menos, esa amplia autonomía local.”[29] Por tanto el centralismo democrático es posible y es la expresión del Estado obrero que niega las lacras de la burocracia que arrastra el Estado burgués.

Pasando ahora a la cuestión organizativa de los Partidos Comunistas, éstos suelen ser acusados de autoritarios. En México, tanto más por el desarrollo del neozapatismo, que plantea que la organización política deber ser totalmente horizontal y excluir cualquier liderazgo o dirigencia por persona alguna. También se critica, sin comprenderlo, al centralismo democrático como centralismo y que de democracia no tiene elemento alguno. A quienes piensan así podemos decirles lo mismo que dijo Lenin sobre Bernstein al referirse a las comunas proletarias formadas en la Comuna de París: “no le cabe sencillamente en la cabeza que sea posible un centralismo voluntario, una unión voluntaria”[30]

Los críticos del centralismo democrático no alcanzan a concebir el centralismo más allá de su expresión en la sociedad burguesa que excluye la autonomía. Pero seamos caritativos, el centralismo democrático como la aceptación voluntaria de un poder central que permite el mantenimiento de la autonomía, siendo expresión del nuevo mundo que surgirá puede ser difícil de comprender para el hombre forjado en el mundo burgués, tal vez menos para la clase obrera que su papel en la producción les ha enseñado que la cooperación es necesaria para la producción de las mercancías, y que dicha producción está ajustada a un plan central. Por esto es que los Partidos Comunistas con la aceptación del centralismo democrático no sólo responden a las necesidades de la organización que la lucha de clases les impone como vanguardia de la clase obrera, sino que también la aceptación del centralismo democrático en los Partidos Comunistas hace de sus militantes expresión de la construcción del hombre nuevo que ha de surgir en el socialismo.

 

  1. La ideología de la revolución mexicana y las desviaciones en la concepción del Estado

En la polémica que entabla Lenin en El Estado y la Revolución, menciona que la tergiversación del marxismo se da fundamentalmente en dos direcciones: una, la que considera que el Estado puede ser un órgano de conciliación de las clases, y la otra –la de Kautsky— que considera que el Estado es un órgano de dominación de clases pero no acepta que la liberación de la clase oprimida debe pasar por la destrucción del Estado burgués.[31] En este parte del texto nos referiremos principalmente a la primera desviación, pues en México ha tenido un fortalecimiento con la llamada “ideología de la Revolución mexicana”.

Para abordar el tema partamos de lo que se nos presenta en la realidad. Hay ideas expresadas por las masas de trabajadores que se presentan de manera cotidiana y a las que debemos prestar atención ( hay que saber leer en cada acción y palabra de nuestra clase su desarrollo político), pues expresan la dominación ideológica de la burguesía y por tanto una falsa concepción sobre la cuestión del Estado, por ejemplo cuando se dice: el problema es el gobierno corrupto; los policías son para cuidarnos pero son mal empleados cuando nos reprimen; el Estado puede beneficiar a los trabajadores pero requiere que se cambien los gobernantes y demás funcionarios de éste, el problema es la falta de democracia, etc.

Los comunistas en las disputas políticas debemos empapar a las masas de la lectura marxista de la realidad, incluida la concepción sobre el Estado, confrontando con los elementos socialdemócratas que argumentan que no se puede pensar que éste actué totalmente a favor de una clase y en contra de otra, y argumenta que el Estado debe solamente suministrar servicios y elementos administrativos, de donde se deriva que el problema es la privatización de los tales servicios. Habrá que responderles que la privatización de los servicios es una clara expresión del interés de la burguesía por conseguir mayores ganancias, pero aún cuando los servicios están en manos del Estado, éste no los proporciona de forma gratuita sino que están financiados por los impuestos de los trabajadores, y que si el Estado emprende una obra pública con los impuestos de los trabajadores, no es con el interés puesto en éstos, sino en el de los capitalistas. Por ejemplo, cada nueva carretera o vía publica se hacen pensando en la distribución de las mercancías o el desplazamiento dela mano de obra que requieren los industriales.

Si analizamos más detenidamente el contenido de las frases antes mencionadas encontramos que las siguientes ideas son las que subyacen:

  1. La falsa idea de que el Estado es neutral y se encuentra por encima de las clases sociales como si fuera un árbitro de la lucha entre éstas.

Esta concepción en México fue ampliamente difundida como una parte de la ideología de la Revolución mexicana, argumentando que el Estado surgido como producto de la Revolución mexicana podía expresar los intereses tanto de obreros y campesino como de la burguesía. Esta idea dañina para la clase obrera llevó en más de una ocasión a que masas obreras se pusieran a la cola se su enemigo en lugar de confrontarlo.

El discurso de que el Estado buscaba el progreso de la nación o del pueblo mexicano llevó a formular una política de colaboración clasista en que más de una vez los obreros fueron llamados a no exigir aumentos salariales para fomentar el desarrollo de la industria nacional y por tanto del país. Por país y nación el Estado se refería a los empresarios que fueron en todo momento los que se beneficiaban con mayores ganancias.

El Estado surgido de la Revolución democrática burguesa de 1910 no podía expresar el interés de las masas de trabajadores en medida que estaba al servicio de la burguesía. Los oportunistas sostenían esta idea argumentando que hubo concesiones favorables del Estado para la clase obrera, olvidando que éstas siempre fueron producto de la organización y lucha de los trabajadores, con lo que revelan que su aspiración es una gestión socialdemócrata, de bienestar social o política keynesiana.

La esencia de esta errónea concepción sobre el Estado sigue presente cuando se critica no la dominación de clase sino la corrupción, cuando se critica no al Estado como maquinaria de dominación sino a la voluntad de las personas que lo gestionan; cuando se piensa que el Estado debe trabajar a favor de todo el pueblo en lugar de comprender que es el órgano de dominación de los monopolios; cuando se levanta un discurso patriota o nacionalista sobre la colaboración de todos los mexicanos en lugar del discurso clasista que llame a destruir el sistema Estatal dominante actualmente.

Estas concepciones también han retrasado el avance de la lucha de los trabajadores, aún cuando aumenta el número e intensidad de las protestas, y el Estado deja de responder a la dinámica “movilización-concesión” reprimiendo a los trabajadores. Piénsese en las jornadas de lucha contra la reforma educativa. Esto se debe a que creer que el Estado puede ser neutro o conciliar los intereses de las clases lleva a que los trabajadores no conciban que la defensa de sus intereses de clase pasará por la confrontación violenta contra el Estado, y que la única forma de cambiar radicalmente la sociedad de explotación en que vivimos es el derrocamiento del actual Estado para implantar la dictadura de la mayoría de trabajadores sobre la minoría de empresarios.

En todos estos casos se niega que el Estado es un órgano de dominación burguesa y se piensa que también puede estar a favor de los trabajadores, ignorando el carácter reaccionario de la burguesía y abriendo la puerta a la posibilidad de colaborar con un gobierno en el terreno del capitalismo. Contrario a esto, los comunistas reafirmamos que no existe poder transitorio entre el capitalismo y el socialismo, que se necesita acabar con el Estado burgués.

 

  1. El desarrollo de la democracia burguesa como un avance hacia el socialismo

Cuando las masas de trabajadores conciben que el Estado es un aparato a favor de todo el “pueblo”, ya están pensando que les puede ser favorable. Entonces surge la idea de que la actuación del Estado en contra de los trabajadores es un efecto proveniente de la falta de democracia. La lógica es la siguiente: con mayor democracia el Estado se inclinará a favor de la mayoría, entonces se pone como objetivo la obtención de mayor democracia en el país. Esto nuevamente es una falsa concepción que desconoce el carácter de clase del Estado.

Pero pasa que dicha lógica atraviesa también a organizaciones que se hacen llamar comunistas y postulan que con la expansión de la democracia por medio del parlamento se puede transformar el Estado y ponerlo al servicio de los trabajadores. Tal idea expresa un enaltecimiento de la democracia burguesa y la renuncia a la necesidad de destruir la maquinara del Estado burgués e implantar la dictadura del proletariado.

La crítica a estas concepciones erróneas no debe confundirse con izquierdismo, una cosa es usar todas las formas de lucha y por ende, si las circunstancias son convenientes, participar en el parlamento, y otra cosa es considerar que por medio de éste se realizará el cambio revolucionario.

De igual forma otras organizaciones que se denominan comunistas consideran que si bien se debe destruir el Estado burgués, una condición de posibilidad para esto es que el país tenga mayor democracia, y por tanto apoyan a sectores de la socialdemocracia y la burguesía que consideran progresista. Ejemplo de lo anterior son las organizaciones socialistas y comunistas que además de apoyar a Andrés Manuel López Obrador en 2006 y 2012 se lanzaron a exigir el “correcto” funcionamiento de la democracia cuando su candidato perdió las elecciones[32].

Estas organizaciones tienen una falsa concepción sobre la burguesía, pues no existe ya sector alguno de ésta que pueda ser considerado progresista en medida que se ha pasado a la fase monopólica y se encuentra en la pirámide imperialista. También tienen una falsa concepción sobre la democracia en el capitalismo, ignorando que este funciona a favor de los monopolios y no de los trabajadores. El resultado de esta política es postergar la revolución socialista como objetivo programático e implantar la idea de la necesidad de una etapa intermedia previa al socialismo, llevando a la clase obrera a la colaboración con la burguesía y apoyando su institucionalidad.

 

  1. La expropiación y gestión económica del Estado como un avance al socialismo

Otra errónea idea sobre el Estado, igualmente vinculada a la ideología de la revolución mexicana, es la que concibe que se avanza hacia el socialismo cuando un Estado ejecuta procesos de expropiación y nacionalización de industrias, argumentando que se está dando la socialización de la riqueza generada por las industrias nacionalizadas.

Esta concepción ignora que en estos procesos el Estado funge como el capitalista que gestiona el desarrollo de las industrias para acelerar la concentración de capital. El Estado, mientras gestiona la riqueza de las empresas expropiadas no deja de ser burgués, sino más bien es utilizado por la burguesía para instaurar su dictadura de clase. Si el Estado pertenece a la burguesía, la riqueza generada por las industrias nacionalizadas en última instancia tiene el objetivo de fortalecer a la burguesía y la dictadura de ésta misma sobre los trabajadores.

Si no se derroca el Estado burgués no se podrá transformar la base económica capitalista, y toda expropiación dentro de los márgenes del capitalismo tiene en última instancia el interés de fortalecer la base económica capitalista y el desarrollo monopólico. Por esto no es extraño que las empresas, una vez desarrolladas como grandes monopolios, regresen a manos de la burguesía.

Además, esta concepción lleva a que los trabajadores apoyen la gestión del Estado burgués, que además de usar el discurso del “bienestar de la nación”, suele utilizar el discurso “anti imperialista”, concibiendo el imperialismo como un centro imperialista y no como la fase superior del capitalismo, arrastrando a los trabajadores a apoyar la gestión burguesa y el crecimiento de los monopolios con base en el país.

El fenómeno de expropiación y creación de empresas por parte de Estados con base capitalista que presentaron algunos de los procesos progresistas (así como el llamado “socialismo del siglo XXI”) se experimentó en México desde los años treinta y con más fuerza en los cuarenta. Dicho proceso dio por resultado que se contemplara como ícono a Lázaro Cárdenas, porque durante su gestión como presidente se dieron expropiaciones de empresas extranjeras para crear empresas “nacionales” como la Comisión Federal de Electricidad y Banco de Comercio Exterior (1937), Ferrocarriles Nacionales de México y Petróleos Mexicanos, mediante la expropiación de 17 empresas con inversión extranjera (1938).

Esta tendencia continuó las décadas siguientes con la creación de empresas como Altos Hornos de México (1942), la empresa Guanos y Fertilizantes de México (1943), Sosa Texcoco (1944), Industria Petroquímica Nacional (1949), Diesel Nacional (1951) y Constructora Nacional de Carros de Ferrocarril (1952). Para finales de la década de 1970 se llegó a la existencia[33] de 1155 entidades paraestatales, que participaban en 63 ramas de actividad económica de todo tipo.

En lo político el resultado de este proceso en nada cambió el carácter de clase del Estado mexicano, al contrario, el Estado lo reafirmó reprimiendo las movilizaciones obreras que se daban en las empresas estatales. Por ejemplo las luchas de los ferrocarrileros a finales de los cincuenta terminaron con cientos de encarcelados y decenas de muertos.

En lo económico el resultado fue la generación de grandes monopolios con capacidad de competir en el mercado internacional, el fortalecimiento de la burguesía cuyo alcance se circunscribía a México para convertirla en burguesía imperialista y colocar económicamente a México en un lugar intermedio de la pirámide imperialista.

 

Conclusión

Todos aquellos que siguen sin concebir al Estado como un aparato de dominio, aquellos que creen que es posible enmendarlo, están tomando partido por mantener un Estado opresor de la clase obrera, están tomando partido por lo viejo. Aquellos que no conciben la necesidad de la dictadura del proletariado durante el socialismo, que es la transición al comunismo, y los que no conciben la extensión del Estado en general, no han comprendido cómo la dialéctica se expresa en la realidad histórico-social.

Los capitalistas representan la caduca sociedad burguesa agonizante, y al mismo tiempo son la última expresión de los antagonismos de clase, por lo que representan también la agonía de las sociedades divididas en clases que se ha expresado a través de la historia, pues la revolución socialista enrumba a la humanidad a la desaparición de explotadores y explotados, es decir a la desaparición de las clases sociales.

Siendo entonces que la burguesía lo ha de perder todo como ninguna otra clase dominante antes (pues no tiene oportunidad de pasar a formar parte de la nueva clase dominante para acomodarse en un lugar privilegiado, como los elementos de la nobleza feudal que pasaron a convertirse en elementos de la clase burguesa, o los esclavistas que se convirtieron en señores feudales), su oposición será más férrea que cualquiera otra y expresará la oposición final de los explotadores. Esto responde a que las contradicciones deben desarrollarse para resolverse, por tanto se puede asegurar que la lucha contra los restos de la clase burguesa que deberá enfrentar el Estado proletario será mucho más dura que las pasadas luchas. Esto ya lo había anticipado Marx, lo describió Lenin, y a Stalin en la construcción socialista, le tocó hacer frente a este fenómeno.

Así pues, en el socialismo con la instauración de la dictadura del proletariado se da la más aguda disputa entre el naciente nuevo mundo y los restos del viejo mundo que se aferran a no desaparecer. La humanidad, al instalar el socialismo como fase inferior del comunismo, se encuentra ya en concordancia con la lógica de la historia que ha de llegar al comunismo, en que no han de existir explotadores ni explotados, en que se resuelvan las contradicciones entre el trabajo manual e intelectual, entre la libertad y la necesidad.

Éstas son algunas de las enseñanzas con validez universal que vinculadas a la gran Revolución Socialista de octubre deja Lenin en El Estado y la Revolución.

 

Bibliografía:

Lenin. El estado y la revolución. La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución. Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras,  1985.

Lenin. “Cartas desde lejos”, en Entre dos revoluciones. Artículos y discursos de 1917. Moscú, Progreso, 1974.

Lenin. “La dualidad de poderes”, en Entre dos revoluciones. Artículos y discursos de 1917. Moscú, Progreso, 1974.

Lenin. “Las tareas del proletariado en nuestra revolución”, en Entre dos revoluciones. Artículos y discursos de 1917. Moscú, Progreso, 1974.

Lenin. “¿Ha desaparecido la dualidad de poderes?”, en Entre dos revoluciones. Artículos y discursos de 1917. Moscú, Progreso, 1974.

Marichal, Carlos,  “Auge y decadencia de las empresas paraestatales en México 1930-19802 en Antropología, Boletín Oficial del INAH, México, Nueva época, 2013.

Marx y Engels. La Ideología alemana. México, Ediciones de Cultura Popular, 1977.

 

 

 

 

 

[1] Lenin. El estado y la revolución. La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución. Pekín, Ediciones en Leguas Extranjeras,  1985. p. 7.

[2] Ibíd. p. 8.

[3] Lenin. “Cartas desde lejos”, en Entre dos revoluciones. Artículos y discursos de 1917. Moscú, Progreso, 1974. pp. 6-56. El texto fue escrito entre el 4 y 5 de abril de 1917 y publicado el 7 de abril del mismo año.

[4] Ibíd. p. 32.

[5] Ibíd. p. 34.

[6] Ibíd. p. 33.

[7] Lenin. “La dualidad de poderes”, en Entre dos revoluciones. pp. 71-74. Este texto fue publicado en Pravda el 9 de abril de 1917

[8] Ibíd. p. 71.

[9] Lenin. “Las tareas del proletariado en nuestra revolución”, en Entre dos revoluciones.  pp. 74-108.

[10] Ibíd. p. 87.

[11] Ibíd. p. 88.

[12] Lenin. “¿Ha desaparecido la dualidad de poderes?”, en Entre dos revoluciones. p. 216.

[13] Lenin. El Estado y la revolución…p. 26-27.

[14] Ibíd. p.37

[15] “Las primeras obras del marxismo maduro “Miseria de la filosofía” y “El manifiesto Comunista” datan precisamente de la víspera de la revolución de 1848”. Lenin. El estado y la revolución, p 27.

[16] Marx y Engels. La Ideología alemana. México, Ediciones de Cultura Popular, 1977. p. 53.

[17] Ibíd. p. 35.

[18] Ibíd. p. 81.

[19] Es interesante vincular este elemento con el texto de Luis Althusser Aparatos ideológicos del Estado.

[20] Marx y Engels. La ideología alemana… p. 72.

[21] Ibíd. p. 52.

[22] Lenin. El Estado y la Revolución. p. 58

[23] Ibíd. p. 100

[24] Ibíd. p. 101

[25] Ibíd. p. 109.

[26] Ibíd. p. 16.

[27] Ibíd. p. 123.

[28] Ibíd. p. 67

[29] Ibíd. p. 89

[30] Ibíd. p. 65.

[31] Ibíd. p. 9.

[32] Algunas de las organizaciones socialistas y comunistas que apoyaron a AMLO en 2012 fueron: PCM M-L, PRT, El Militante, La Izquierda Socialista.

[33] “La creación de empresas nacionales aumentó de tal forma: en los años 1920-1940 llegaron a existir 36 empresas paraestatales, entre 1941-1954 unas 144, entre 1955-1970 unas 272 y, finalmente entre 1970-1982 un gran total de 1155” Carlos Marichal, “Auge y decadencia de las empresas paraestatales en México 1930-19802 en Antropología, Boletín Oficial del INAH, México, Nueva época, 2013. p.12.

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