Las dos caras de Tolstoi: la utopía del siglo XIX
Lorena Vargas
Militante de la FJC
Artículo publicado en El Machete no. 10-11. pp. 211-217
La situación política, social y económica que se desenvolvía en el siglo XIX —el desarrollo del capitalismo industrial en Europa y su incipiente desarrollo en la Rusia de los zares[1]—, fue algo que sin duda no podía pasar desapercibido por los exponentes de la literatura de ese siglo, ya sea porque permeaba directamente en sus vidas, ya sea porque se mostraban críticos respecto al modo de vivir que llevaban las sociedades. De esta misma manera, Lev Tolstoi, como muchos otros representantes de una de las épocas más agitadas de Rusia, expone en sus obras cada uno de los aspectos negativos de un modelo político y social, el cual reflejaba la imposición de los intereses de una determinada minoría, la aristocracia, sobre los menos afortunados, el proletariado y el campesinado. Si bien muchas de sus obras reflejan estos malestares de la época –además de muchas otras cuestiones que son peculiares en la obra de Tolstoi–, también se hace presente la curiosa línea filosófica que sigue el autor y además se vuelve manifiesta a lo largo de sus textos.
Tomando como ejemplo el cuento Demasiado Caro[2], Tolstoi plantea un escenario que no se aleja demasiado de los problemas que denuncia, y que además pone como antesala a la forma en que se administraban los cargos públicos en el antiguo régimen, durante los siglos XVII y XVIII; periodo en el que el capitalismo se encontraba en su etapa manufacturera. Es necesario mencionar que la Rusia zarista fue el último gran estado absolutista en caer, en un momento en que el capitalismo a nivel mundial se encontraba en su fase imperialista.
El argumento del cuento discurre en el pequeño reinado de Mónaco, gobernado por un rey, conformado por un consejo, un pequeño ejército y no más de unos miles de habitantes. El alcohol y el tabaco eran productos que contaban con impuestos, de los cuales el rey se beneficiaba, y además, el pequeño reino contaba con una casa de juego que, sin importar cuánto ganara o perdiera un habitante o un extranjero, también beneficiaba únicamente al rey. Puesto que era muy raro que este lugar tan pequeño fuera el escenario de crímenes la única sentencia era la pena de muerte que se traducía en ser enviado a la guillotina. Sin embargo, un día al cometerse un homicidio y no contar con las herramientas que eran necesarias para la ejecución, el rey y su consejo deliberan la posibilidad de rentar dichas herramientas, pero al darse cuenta que ello implicaría un gasto que el rey no quería hacer, recurre a medidas cada vez más absurdas para evitar perder su propia riqueza sin ya tomar en cuenta el crimen que el hombre sentenciado a muerte hizo, ni las implicaciones que su decisión tendrían en su reino.
Así, el cuento expone la avaricia de un rey y su clase que no les permite cumplir con sus propias leyes ni abogar por el bien de su reino; al contrario, se manifiesta una actitud individualista típica de la sociedad burguesa sustentada en la premisa “de algo hay que vivir”. De ahí que al “reyecillo” solo le interesara la manutención de sus cortesanos y funcionarios, o sea, sostener el aparato estatal del antiguo régimen y a la clase aristocrática parasitaria. Ahora bien, la crítica que Tolstoi realiza, no sólo en este cuento, sino en muchos otros y también en varias de sus más grandes obras, se dirige completamente al contexto social y político que él está viviendo, marcando con gran agilidad y genialidad todos esos aspectos negativos que bien pueden ser confrontados e incluso pueden extinguirse mediante una plena organización por parte de la clase explotada —en el caso de Tolstoi, es sabido que tenía un gran apego a la vida campesina de la Rusia del siglo XIX—. Sin embargo, esta crítica y posible solución parece que sólo puede hallarse en una mera teoría, en algo completamente fuera del alcance de los verdaderos intereses que Tolstoi expone en su obra, pues al final de este cuento, el rey opta por dejar libre al criminal para que no le cause más molestia, e incluso le paga una pensión para que no vuelva más, y a su vez, este criminal comienza una nueva vida fuera del reino y acude de vez en vez a la casa de juego que, como se mencionó antes, era uno de los principales sustentos de la riqueza del rey. En otras palabras, el rey y el criminal hacen un pacto por los intereses de ambos de manera que todo se arregla de una manera más pacífica, además de que muestra al criminal con una actitud de “no resistencia”, de la cual Tolstoi hace alarde en sus obras y por ende, forma parte de su doctrina. El caso del criminal también es un reflejo de las diversas condiciones negativas que presentaba su realidad social: una brutalidad generada por el monarca que estaba por encima de todo el reino, y a costa del bien de los que eran gobernados, el rey podía disfrutar de todo lo que quisiera. Con ello vemos que las difíciles condiciones que desembocan en la disolución de la sociedad tienen su principal causa en las costumbres del pueblo que consiste en pensar en sí mismos y luchar contra los demás, o en otras palabras, una guerra social está declarada[3].
Es en este punto en que podemos mencionar ciertas contradicciones en el pensamiento de Tolstoi, las cuales pueden resumirse en su idea de denuncia social contra el gobierno y su posición a la “no resistencia”. Estas contradicciones, que no son exclusivas del autor, sino del pensamiento mismo que sostenía la sociedad de ese tiempo, limitan su vínculo con la praxis de tal manera que podemos considerar a este autor como un auténtico utópico de la realidad social[4]. Si bien el autor pretende mostrarnos –al menos en este cuento– una cruda y dura crítica de la sociedad de su tiempo que se encuentra en un proceso de desarrollo hacia el capitalismo, se limita tan sólo a denunciarlo y, entre palabras y renglones, a señalar que los humanos no deben seguir estas costumbres y al contrario, desligarse de todo tipo de actitud que nos dañe como individuos, es decir, que minimiza la verdadera lucha contra la superestructura al abogar únicamente por los intereses del sujeto[5]. Pretender que existe un estricto vínculo de estas magnas obras con la praxis, e incluso con la filosofía misma[6], es desentenderse de estas contradicciones que son resultado del momento histórico y de la constante lucha ideológica entre el naciente capitalismo ruso y la clase obrera.
Sin embargo, el otorgar un enfoque crítico al pensamiento de Tolstoi nos da pauta también a tener en cuenta los siguientes puntos:
- Las obras de este autor tienen relevancia para el ámbito político desde dos posturas: la liberal[7] (que bien pueden servir estos textos para fomentar una educación sustentada en una ideología individualista). y la revolucionaria[8] (por el contexto en que Tolstoi se desenvuelve, el cual corresponde a los preliminares de la primera Revolución Rusa en 1905).
- El hecho de que la obra de Tolstoi se preste a ser interpretada por dos posturas tan contradictorias nos habla del nacimiento de un modo de vida intransigente, es decir, que la ética emergente que se desliga de una postura autoritaria y de una radical está dirigida, sin duda alguna, a la idea de que la humanidad no debe pervertirse para que exista un pleno desenvolvimiento del ser humano tal y como es, en su estado natural[9].
- Citando a Lenin:
“…todo intento de idealizar la doctrina de Tolstoi, de justificar o suavizar su “no resistencia”, su invocación del “espíritu”, sus exhortaciones al “autoperfeccionamiento moral”, sus teorías de la “conciencia” y el “amor” universal, su prédica del ascetismo y el quietismo, etc., etc., causan el daño más directo y profundo…”[10]
Tolstoi, a pesar de su crítica, no pretende que sus lectores reflexionen acerca de un progreso ni de una lucha revolucionaria para cambiar su modo de vida, sino que predica sobre un retroceso respecto de los vicios de la sociedad, una completa abolición de estas actitudes sin transformar en lo más mínimo al contexto con el que el individuo se ve obligado a interactuar.
Estas consideraciones cabe mencionarlas para una mejor comprensión de la doctrina tolstoyana, consideraciones que, como se mencionó antes, no son ideas totalmente puras del autor, sino que son producto de un contexto social determinado, las cuales reflejan la psicología de las masas campesinas empobrecidas y del pueblo; sus fuerzas y debilidades, en el periodo que comprende el año de 1861 a 1904.
El cuento Demasiado Caro contiene estos tres elementos que son, de hecho, los más esenciales dentro de su obra vista desde un ámbito filosófico y que además responden a estas importantes cuestiones: ¿cuál es la naturaleza del hombre?, ¿cómo debe portarse el hombre con todo aquello que no es él mismo?, y ¿hacia qué debe dirigirse el comportamiento del hombre?
Sin duda alguna, Tolstoi responde todas y cada una de estas cuestiones a lo largo de toda su obra, con un admirable ingenio y gran aporte estético, y aún así es posible caer en cuenta de que las respuestas a estas preguntas resultan contradictorias entre sí, contradicciones que no deberían ser admisibles para el verdadero estudio crítico de su obra, pues el supuesto vínculo se convierte además en algo falseable y pretencioso. No podemos desatender esta cualidad a la hora de realizar una observación, pues entonces, ¿sería tarea de la filosofía misma abastecer estas doctrinas a pesar de las notables contradicciones de su contenido? ¿o es acaso el deber de la ideología dominante el respaldar esas contradicciones para evitar que la idea de “no resistencia” caiga por completo? Por eso mismo, es necesario realizar un análisis justo del pensamiento y la importancia de la figura y obra de Tolstoi. Hay que tener presente que los periódicos liberales en Rusia, después de la muerte de Tolstoi, intentaron rescatar su obra para sustentar la idolología del individualismo burgués, sin embargo, la obra en sí de Tolstoi significaba una crítica mordaz hacia sus propias posiciones políticas.
Si bien es cierto que podríamos resolver este problema tan sólo retomando los elementos positivos de su obra para dar un estudio más correcto, no podemos negar que esta actividad implicaría la fragmentación de la doctrina tolstoyana para convertirla en algo que no es, sólo por mera conveniencia, una actitud muy común dentro de la ideología liberal que no tardó en hacer dicha actividad con las obras de Tolstoi, y de la misma manera, muchos llamados revolucionarios que olvidaron ser objetivos.
Con ello podemos comprender que Tolstoi no entiende el movimiento obrero y el papel de éste para la transformación de la sociedad pues cabe señalar que su obra contiene no sólo el reflejo de los vicios de la sociedad capitalista y de la ideología tan confundida de sus contemporáneos y de sus principales lectores, sino que tiene en sí misma la idea materializada de una sociedad tan azotada por la práctica de muchas doctrinas que perjudicaron, como bien lo vemos, una visión clara de los problemas reales y sus verdaderas causas, y que en su lugar crearon al hombre utópico, entregado a la humanidad por amor a ella y arrastrado lejos de una sociedad por condena del hombre mismo, y aún así, el hombre utópico se ve entregado numerosas veces a estos vicios, gane o pierda con ellos, como si de su vida, lejos de una sociedad, dependiera una pensión de esperanza y fe para abastecerse a sí mismo. Lenin ubica esta parte negativa del pensamiento tolstoyano, sin embargo, para él la obra de Tolstoi no se reduce solo a esos aspectos reaccionarios y utópicos, por el contrario, su obra es importante porque empuja hacia adelante y proporcionan un material valiosos para instruir a las clases avanzadas.[11]
Bibliografía:
Alfredo Lombardi, Tolstoi y el pensamiento moderno
Federico Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, Buenos Aires, Editorial Futuro, 1965
Lev Tolstoi, obras completas, 4 t., Madrid, AGUILAR, 2003
Lenin, V, Tolstoi, el espejo de la revolución rusa.
Lenin, V, La literatura y el arte, Moscú, Editorial Progreso, 1976
[1]Para ese entonces, la clase explotada estaba representada por proletarios y campesinos, los cuales formaban la gran mayoría de la población en Rusia. Es importante destacar que la burguesía no era en los tiempos de Tolstoi una clase consolidada, es decir, que no estaba en el poder, y el proceso de industrialización aún no se desarrollaba en el imperio ruso, sin embargo, ya estaban sentadas las bases de las relaciones capitalistas para que en un futuro se generara. Es por ello que a quien Tolstoi dirige la crítica es al régimen monárquico de Nicolás I y de sus descendientes hasta su muerte en 1910, 7 años antes de la Revolución Bolchevique.
[2]Lev Tolstoi, obras completas, t. 4, Madrid, AGUILAR, 2003, pp. 495-498
[3]En el texto de Engels de 1845, La situación de la clase obrera en Inglaterra, define este comportamiento como propio de una sociedad capitalista que ni siquiera un burgués puede deja de ver; el incremento de criminales tiene una causa social: se obliga a vivir como bestias al proletariado que termina como un total desprecio al orden social.
[4]En su obra Tolstoi, el espejo de la revolución rusa Lenin menciona que esto sucedió debido a las complejas condiciones e influencias sociales de las clases después de la reforma y anterior a la revolución.
[5]Lenin, “León Tolstoi” en Tolstoi, el espejo de la revolución rusa, pp. 109
[6]El aspecto filosófico es también muy problemático al abordar la obra de Tolstoi, pues si la filosofía admitiese contradicciones en un sistema se estaría apostando por la síntesis del movimiento dialéctico típico del hegelianismo, rechazando por completo la lucha de contrarios que ya es evidente por sí misma en la praxis.
[7]A la muerte de Tolstoi, en 1910, los liberales y la iglesia intentaron reivindicar desde sus posiciones políticas la figura y obra de Tolstoi, sin embargo, Lenin, en su artículo “León Tolstoi”, desmiente las reivindicaciones liberales y clericales mencionando que en realidad la obra de Tolstoi criticó tenazmente aquellas ideologías por el papel que cumplían al formar parte de la opresión que el zarismo infringía al campesinado pobre
[8]Este punto es muy importante, porque con toda razón, Lenin menciona que en lo general el pensamiento y obra de Tolstoi refleja la importancia mundial de la revolución rusa. Él explica que independientemente de lo utópica y reaccionara que puede ser su doctrina, esto no quiere decir que en lo absoluta no sea socialista ni el que en ella no haya elementos críticos, que le sirvan de enseñanza a las clases avanzadas. De ahí que Lenin nos mencione en su artículo “León Tolstoi y el movimiento obrero contemporáneo”: “…lo especifico de la crítica de Tolstoi y su importancia histórica consisten en que, con una fuerza propia tas sólo de los genios del arte, expresa los cambios radicales en la mentalidad de las más amplias masas populares de Rusia en el periodo mencionad (1861-1904), y precisamente de la Rusia aldeana, campesina…”. Lenin, “León Tolstoi y el movimiento obrero contemporáneo” y “León Tolstoi y su época” en La literatura y el arte, Moscú, Editorial Progreso, 1976
[9]Alfredo Lombardi menciona en su texto de 1910 Tolstoi y el pensamiento moderno que Tolstoi “se aleja de los horizontes hacia los cuales se dirigen los pueblos modernos y vuelve atrás, hacia los lejanos desiertos de la prehistoria, a donde cree que existe la salud y la felicidad humana”.
[10]Lenin, “León Tolstoi y su época” en Tolstoi, el espejo de la revolución rusa, pp. 120
[11] Lenin, “León Tolstoi…” en La literatura y el arte, Moscú, Editorial Progreso, 1976, pp. 57