EL MARXISMO LENINISMO FRENTE AL LOPEZOBRADORISMO: SOBRE EL CARACTER DE CLASE DE MORENA, LAS ACUSACIONES DE IZQUIERDISMO, Y OTRAS CUESTIONES
EL MARXISMO LENINISMO FRENTE AL “LOPEZOBRADORISMO”: SOBRE EL CARACTER DE CLASE DE MORENA, LAS ACUSACIONES DE IZQUIERDISMO, Y OTRAS CUESTIONES
Enrique Cedillo
El pasado 1ro de julio se confirmó la decisión que los monopolios habían tomado desde mucho antes y que los comunistas habíamos anticipado a cabalidad: la elección de Andrés Manuel López Obrador como nuevo presidente de México, así como la victoria holgada en general de la nueva socialdemocracia de MORENA, que para la siguiente administración gozará de mayoría parlamentaria y la gubernatura de buena parte de los estados de la república que estaban en disputa. El proceso electoral, como habíamos previsto con base en el análisis de las circunstancias concretas, se desarrolló con una tranquilidad inusual y sin mayores contratiempos. No terminaba aún la jornada cuando los candidatos de las coaliciones opositoras declaraban su derrota y reiteraban las tendencias: AMLO obtenía la presidencia con un cómodo margen de ventaja que anulaba cualquier posibilidad de otro resultado.
Estaban profundamente equivocados aquellos que suponían que los comicios no serían pacíficos, que existía la posibilidad de un fraude a gran escala o algún tipo de choque violento contra el proverbial “PRIAN” (identificado erróneamente como origen y no administrador en turno de las contradicciones capitalistas), al que muchos incluso ya dan por derrotado. Por el contrario, era necesario prestar mínima atención al desarrollo de los hechos para entender la política de conciliación que MORENA ha venido conduciendo tiempo atrás con aquellos que apenas hace unos meses eran “la mafia del poder”, y el respaldo que éstos a su vez han dado al proyecto obradorista. En torno a elementos discursivos demagógicos como el combate a la corrupción[1], el lopezobradorismo, a tono con los demás movimientos socialdemócratas latinoamericanos representados en el Consenso de Nuestra América, ha logrado exitosamente, a beneplácito de la burguesía, distraer la atención de los conflictos centrales de la época del imperialismo, garantizando la continuidad del proyecto político-económico de las administraciones anteriores y la prevalesencia de los intereses monopólicos que rigen la región. Estos intereses están abiertamente expresados en la composición de cuadros con que MORENA recibe la estafeta del estado burgués: el oligarca y antiguo lavador de dinero de Pinochet, Alfonso Romo (quien ha asegurado al capital extranjero que hará de México “un paraíso de inversión”), Esteban Moctezuma (cuadro político durante el zedillismo, represor del zapatismo, íntimamente ligado a Grupo Azteca), Víctor Villalobos (representante de Monsanto), Olga Sánchez Cordero (representante del Grupo Norte, ligado a BANORTE)[2] y un largo etcétera, sin mencionar al torrente de personajes venales emigrados del resto de los partidos burgeses, hoy en franca bancarrota, que ahora militan con el otrora enemigo.
Es decir que, a pesar de la derrota electoral del “PRIAN”, los intereses que éstos han representado siempre siguen intactos, fortalecidos incluso, pues el proceso se ha presentado como un “giro a la izquierda” y, haciendo eco de la victoria foxista en 2000, como “consolidación de la democracia”, desmovilizando a la clase obrera (que ya muestra una clara tendencia a la insumisión) haciéndole creer que ha obtenido una victoria importante. Este fenómeno no es nuevo, ha venido sucediendo no sólo en América Latina sino en otros lugares del mundo en las últimas décadas[3], por lo que la posición que adoptamos los comunistas frente a la nueva socialdemocracia no obedece meramente a la reciente coyuntura electoral. Lo que se ha presentado como una victoria popular, como “el triunfo de la izquierda”, es en realidad un movimiento estratégico del capital para reafirmarse y consolidar sus dinámicas de explotación y acumulación bajo otro nombre, con otros colores. Esa victoria, decidida antes y reafirmada por el voto popular, no dependía tanto de los comicios como de la aceptación del discurso político, que llamaba a la unidad nacional (unidad en abstracto, desprovista de contenido de clase) en contra, por un lado, de la percibida amenaza trumpista al norte y, por el otro, contra los desacreditados partidos antes hegemónicos, cuyos patrones y autores intelectuales no han titubeado en sacrificar.
Este carácter continuista, si bien nunca fue escondido, tan pronto se obtuvo la victoria fue develado a todas luces. A unos cuantos días de ser electo presidente, AMLO ya se ha reunido con las más importantes organizaciones patronales del país, incluso ha pactado ya nuevos subsidios millonarios al empresariado parasitario e integrado aún más personajes impresentables, como Manuel Mondragón, a su nuevo gobierno, enterrando cualquier ilusión que pudiera haber existido de que el lopezobradorismo, ayer “oposición” y hoy gestor del capitalismo mexicano, trabajaría a favor de las clases pisoteadas. No han pasado dos semanas de la elección cuando los cuadros de MORENA ya han dejado en claro que muchas de las propuestas fueron abiertas mentiras: no se derogará ninguna reforma, notablemente la energética y la educativa, no se cancelará el NAICM, no se perseguirá la corrupción peñanietista, se seguirá regalando dinero a los más ricos, etc.
Por lo anterior los comunistas, a través de nuestro partido de clase, el PCM, llamamos a la abstención activa en el pasado proceso electoral, pues juzgamos que era no sólo más importante sino fundamental develar ante el proletariado lo que el proyecto socialdemócrata es en realidad antes que sumarnos a la romería de la democracia burguesa, detrás de un partido que nos es adverso. Favorecimos el trabajo revolucionario cotidiano de agitación y propaganda, en aras del fortalecimiento del partido de clase, el Partido Comunista, que pueda librar las batallas de reivindicación inmediata que hoy se esperan, ingenuamente, de MORENA. Es decir que los marxistas leninistas elegimos hacer trabajo revolucionario y no hacerle el juego a los monopolios, sin importar qué tan tentador quisieran hacer parecer el espejismo de la victoria. Esta posición fue criticada por otras organizaciones y grupos, marxistas y revolucionarios de nombre pero oportunistas en la práctica, ávidos de festejo, que se sumaron a la cola del lopezobradorismo y tacharon nuestra postura de izquierdista y sectaria (!!). Estas organizaciones, que develan mediante tal posicionamiento su carácter pequeñoburgués, han partido de lecturas erróneas y parciales del marxismo que los llevan a identificar erróneamente el ascenso de la socialdemocracia como un paso hacia el socialismo o la emancipación obrera, o bien que suscriben la teoría pesimista del mal menor. Los argumentos que se han esgrimido contra la postura marxista-leninista y a favor del proyecto obradorista son constantes entre dichas organizaciones, y es necesario confrontarlos para exponer su naturaleza errónea y detener la difusión de consignas políticas no sólo incorrectas, sino contrarrevolucionarias, en el seno del movimiento obrero.
Uno de los argumentos erróneos recurrentes es que, al quedar al frente del estado la izquierda burguesa, entramos una nueva etapa de la lucha de clases. Este argumento parte del error teórico de identificar al sistema económico mexicano como “neoliberalismo”, eufemismo al que los comunistas renunciamos desde nuestro IV Congreso por su insuficiencia para describir los fenómenos concretos del capitalismo en fase imperialista, y que la socialdemocracia, como mera izquierda de una misma palestra burguesa, usa como consigna política contra los oponentes dentro de su misma clase, contra las otras facciones del partido del capital. Aunque haya tenido lugar una recomposición de la hegemonía burguesa[4], es decir, un cambio de facción dominante, el poder de clase burgués en sí no se ha visto ni se verá mermado en lo más mínimo. Por el contrario. El proyecto obradorista, que ha sido insistente en tranquilizar a la banca y a los grandes capitales internacionales, ha dejado claro en todo momento su corte liberal pro-empresarial que garantiza la continuidad de la dictadura de clase. Sus medidas para la clase obrera serán meramente asistenciales. Hablar entonces de “una nueva etapa en la lucha de clases” cuando el imperialismo, definido como el predominio en las relaciones económicas de los monopolios y el capital financiero, continúa su marcha intacto, cuando no ha tenido lugar ningún ajuste en la correlación de fuerzas entre explotadores y explotados, es un completo despropósito. Este error es fruto de la falta de comprensión del carácter de clase de MORENA, y el confundir (cosa que el capital ha promovido y conseguido exitosamente) su propuesta de gestión liberal con el programa mínimo de la clase obrera. Sobra decir que este mismo error, que más que una desviación de derecha es un verdadero compromiso del marxismo, es lo que ha llevado a las organizaciones renegadas a sumarse al proyecto obradorista (en palabras de Lenin, el principal error de estas organizaciones radica en “la falta de análisis de clase de los distintos partidos, análisis sin el cual no puede establecerse una táctica que merezca tal nombre.”[5])
Cabe destacar incluso que el mismo López Obrador ha dejado en claro en muchas ocasiones que MORENA no reconoce la lucha de clases[6], y que consideran que la agudización de las contradicciones derivadas de la explotación del hombre por el hombre son en realidad (predeciblemente), “culpa de la corrupción”. Queda claro que relacionar el marxismo con MORENA es el peor de los desatinos, y pretender que la clase obrera encuentre mejores condiciones de lucha desde una plataforma tal es absurdo. El “lopezopbradorismo” no abre la posibilidad de infiltración de una plataforma obrera en el programa burgués, sino que es la coptación directa de las bases proletarias por la ideología burguesa y la imposición de sus intereses, haciéndole creer que este es “el cambio posible en este momento”[7], aprovechando el ánimo pesimista que impera en el movimiento obrero. Este fenómeno lo describe con toda claridad Antonio Gramsci: “El mismo pesismismo y la misma desviación conducen a interpretar de manera errónea la naturaleza y la función histórica de los partidos socialdemócratas en el momento actual, a olvidar que la socialdemocracia, si bien tiene aún su base social en gran parte en el proletariado, por lo que respecta a su ideología y función política que cumple debe considerarse no como un ala derecha del movimiento obrero, sino como un ala izquierda de la burguesía y como tal debe ser desenmascarada ante las masas.”[8]
Por tanto las acusaciones de izquierdismo en contra de la posición marxista-leninista se revelan como absurdas, pues se ha intepretado nuestra negativa de apoyo a un partido burgués liberal sin ninguna plataforma relevante para el proletariado como un rechazo abstracto a la lucha parlamentaria, cuando lo que en realidad se ha favorecido es precisamente el fortalecimiento de un partido de clase que pueda librar eficazmente esas batallas, ya que “sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia.”[9] En “El Izquierdismo, enfermedad infantil en el comunismo”, Lenin argumenta que los Partidos Comunistas están obligados a participar en los parlamentos y sindicatos reaccionarios cuando las circunstancias lo permitan y exijan como complemento al trabajo de base (que es principal), no que los comunistas deban sumarse electoralmente a las filas de la burguesía “de izquierda”, evadiendo la responsabilidad del trabajo revolucionario y el fortalecimiento de su vanguardia clasista. Lenin denuncia la desviación de izquierda que supone para los Partidos Comunistas el rechazo dogmático, en abstracto, de todo compromiso, pero al mismo tiempo advierte que esto se refiere exclusivamente a los compromisos que el partido del proletariado realice a favor de sus propios intereses, no al revés: quienes concertan “con los bandidos de su propia burguesía (…) compromisos dirigidos contra el proletariado revolucionario de su propio país, esos señores obran como cómplices de los bandidos.”[10] Más adelante, Lenin confirma: “Las gentes ingenuas y totalmente inexpertas se figuran que basta admitir los compromisos en general para que desaparezca toda línea divisoria entre el oportunismo, contra el que sostenemos y debemos sostenter una lucha intransigente, y el marxismo revolucionario o comunismo.”[11] Es decir: “Preparar una receta o una regla general para todos los casos es absurdo. Hay que tener la cabeza sobre los hombros para saber orientarse en cada caso en particular.”[12]
Las organizaciones renegadas han caído en la trampa de la izquierda burguesa como opción política para el proletariado por su pesismismo, porque estiman que “en este momento no existe una consciencia revolucionaria”, un factor subjetivo que pueda llevarlos a la toma real del poder. ¡No comprenden que donde no existe la consciencia revolucionaria es deber del revolucionario crearla! Al parecer, hay organizaciones “marxistas” que quisieran encontrar una clase obrera politizada a punto de la Revolución, y como no la encuentran, prefieren confundir al movimiento obrero infundiendo esperanza, por más mínima y acotada que quieran presentarla, en un proyecto diseñado para trabajar en su contra. Olvidan que la consciencia revolucionaria es un factor externo que debe ser aportado al movimiento obrero por el Partido Comunista (este es uno de los argumentos centrales del “¿Qué hacer?”), Partido que no sólo es resposable del programa máximo de la clase proletaria, que es la Revolución Socialista, sino también de su programa mínimo, que es la obtención de las mejores condiciones posibles bajo la dictadura capitalista.Los comunistas deben usar las plataformas reaccionarias no para reafirmar su poder, sino para evidenciarlo, no para reafirmar la ideología burgesa que impera en el movimiento obrero, sino para combatirla: “Vuestro deber consiste en no descender al nivel de las masas, al nivel de los sectores atrasados de la clase. Esto es indiscutible. Tenéis la obligación de decirles la amarga verdad, de decirles que sus prejuicios democrático-burgeses y parlamentarios son eso, prejuicios.”[13]
Suponer que puede empujarse una plataforma revolucionaria a través del partido que los monopolios han elegido para perpetuar sus intereses es, por decir lo menos, ingenuo (un partido además que no ejerce formas superiores de organización, como el centralismo democrático[14], y que, no se olvide, ha negado abiertamente la lucha de clases). MORENA ha sido claro al desmarcarse de cualquier grupo o movimiento mínimamente revolucionario, incluso de los que lo son sólo en apariencia (la postura cobarde y negacionista ante la Revolución Bolivariana, las calumnias al Zapatismo, etc.), por lo que encontrar en su victoria “mejores posibilidades” para los partidos revolucionarios es sumamente cándido. Pretender además que esta victoria aplastante de los monopolios (no sólo electoral sino principalmente ideológica[15]) puede convertirse en una victoria popular (¡a base de “presión” y “crítica”!) es no entender las diferenicas entre la estrategia y la táctica de la vanguardia proletaria, entre su programa máximo y su programa mínimo.
Aunque los comunistas debemos utilizar la lucha parlamentaria y no perdemos de vista que la derrota del Poder burgués, que puede darse solamente por la vía revolucionaria. Lenin: “Sólo los bribones o los tontos pueden creer que el proletariado debe primero conquistar la mayoría en las votaciones realizadas bajo el yugo de la burguesía, bajo el yugo de la esclavitud asalariada, y que sólo después debe conquistar el Poder. Esto es el colmo de la estulticia o de la hipocresía, esto es sustituir la lucha de clases y la revolución por votaciones bajo el viejo régimen, bajo el viejo Poder.”[16]
Debe pues quedar claro que para los comunistas este no es ningún momento de festejo y sí de lucha intensa, donde nuestra tarea inmediata es no sólo evidenciar el engaño de la nueva socialdemocracia sino fortalecer nuestro Partido y preparar a la clase obrera para la insurreción[17], la toma y el ejercicio del Poder real, pues reafirmamos que el imperialismo es una época de revolución social (“No se debe confundir una revolución política social con la época de revolución social. Hablar de época de revolución social implica un periodo de tiempo relativamente largo, en el cuál se han de dar distintas revoluciones político-sociales, que en nuestra época adquieren la característica de ser revoluciones proletarias.”)[18]. Sólo la táctica correcta podrá asegurar el fortalecimiento de la vanguardia revolucionaria del proletariado y así cumplir su misión histórica. Ese trabajo sólo puede darse en la práctica cotidiana, en la agitación diaria, en el trabajo político íntimamente ligado con las masas, y en la elaboración de análisis y consignas correctas. Si no hacemos esto, el movimiento obrero ha de pagar muy caro el festejar victorias ajenas, el haberse permitido adormecer por promesas vacías y héroes de humo.
[1] Remito al lector a mi artículo “La corrupción: falso señuelo” publicado en We’re Magazine: http://weremag.com/2017/11/14/la-corrupcion-falso-senuelo/ (Noviembre, 2017)
[2] Abunda al respecto el artículo del camarada Marco Dávila, miembro del CC del PCM, “Los monopolios detrás de los intereses de AMLO”, publicado en El Comunista número 64 (Febrero, 2018)
[3] Respecto al análisis comunista de la nueva socialdemocracia en AL es fundamental el texto “El PCM y el Consenso de Nuestra América” del camarada Pável Blanco, Primer Secretario del CC del PCM: https://elmachete.mx/index.php/2018/02/13/el-pcm-y-el-consenso-de-nuestra-america/
[4] Declaración del Buró Político del Partido Comunista de México – Sobre el resultado de las elecciones presidenciales: recomposición de la hegemonía burguesa. http://www.comunistas-mexicanos.org/partido-comunista-de-mexico/2186-declaracion-del-buro-politico-del-partido-comunista-de-mexico
[5] V. I. Lenin, “Táctica Pequeñoburguesa”, publicado en Novi Luch no. 4 (Febrero, 1907)
[6] En un mítin reciente en Los Reyes Acaquilpan, Estado de México, AMLO pronunció un duscurso donde desacredita la lucha de clases como “una teoría”: “Muchos teóricos no tratan el tema de la corrupción, se quedaron con la idea que la desigualdad se produce por la explotación que se hace de los trabajadores y que por eso hay desigualdad y pobreza. Pero en México no aplica esa teoría, aquí las grandes fortunas se han acumulado mediante la corrupción.” (sic) Discurso completo: https://www.youtube.com/watch?v=cWyr6vAVgws
[7] Este culto a la espontaneidad, que aboga por “lo que es posible”, la línea de menor resistencia y las reivindicaciones aceptables para el capitalismo y en general la renuncia a la lucha revolucionaria, como base lógica del oportunismo, fue firmemente combatido por Lenin en el “¿Qué hacer?” (1905).
[8] Antonio Gramsci, “La situación italiana y las tareas del PCI” (1926)
[9] V. I. Lenin, “¿Qué Hacer?” (1906)
[10] V. I. Lenin, “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” (1920)
[11] Íbid.
[12] Íbid.
[13] Íbid.
[14] MORENA no ha favorecido a sus militantes de base, sino que ha elegido como sus nuevos rostros a todo tipo de oportunistas, arribistas y malabaristas políticos: Tatiana Clouthier, Antonio Attolini, etc., al mismo tiempo silenciando a las voces “radicales” dentro del movimiento, como fue el caso de PIT II.
[15] “La ejemplareidad y transparencia de las elecciones” “La cordialidad del proceso”, “ La consolidación de la democracia” han sido el centro del discurso oficial desde la victoria obradorista. El estado y sus medios están de plácemes.
[16] V. I. Lenin, “Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes” (1919)
[17] Marco Dávila, miebro del CC del PCM, “Preparar a la Clase Obrera para la Insurreción” https://elmachete.mx/index.php/2018/06/19/preparar-a-la-clase-obrera-para-la-insurreccion/
[18] Ángel Chávez M., miembro del CC del PCM, “El imperialismo: una época de revolución social” https://elmachete.mx/index.php/2017/05/21/el-imperialismo-una-epoca-de-revolucion-social/ (2016)
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