La ayuda de la Revolución de Octubre a los trabajadores mexicanos
Pável Blanco Cabrera, Primer Secretario del PCM
Este año el aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre tiene una importancia particular para los trabajadores de México, pues está asociado al surgimiento del Partido Comunista que está por llegar a un siglo de existencia.
El triunfo de la insurrección de los obreros y campesinos rusos el 7 de Noviembre de 1917 abrió la perspectiva de una nueva vida para los explotados y oprimidos de esa nacionalidad, pero también para los de todas las nacionalidades sometidas por el zarismo, que después manera libre y voluntaria conformarían la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El contenido multinacional de la Revolución Socialista de Octubre habla ya de su esencia internacionalista, pero su contenido y forma van más allá, con un carácter mundial, universal, que imprime al principio del internacionalismo proletario la fuerza de los trabajadores del Mundo.
Y es que la Revolución de Octubre creo las condiciones para que el combate al oportunismo y la degeneración de la II Internacional pasara de un reducido número de Partidos y organizaciones a una fuerza poderosa ya en la fundación de la III Internacional, la Internacional Comunista en Marzo de 1919. Y estos dos acontecimientos eslabonados dialécticamente, interdependientes hicieron realidad la consigna de Marx y Engels de ¡Proletarios de todos los países, uníos!. A pesar de su importancia la I Internacional, la II Internacional, aunque venían ampliando su presencia, y de ser realmente internacionales, no alcanzaron un carácter mundial, planetario, lo que si se logró con la Internacional Comunista y el prestigio entre los obreros del Mundo de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
La idea de que la clase obrera estaba en el poder, y que la burguesía y los patrones son prescindibles, innecesarios, impactó a los trabajadores del Mundo, primero con acciones solidarias con el poder soviético frente a la contrarrevolución interna y externa que enfrentaba con una intervención militar conjunta de los principales países imperialistas, el llamado cinturón sanitario, que a decir del anticomunista Churchill buscaba ahogar al niño en la cuna; pero después miles de obreros revolucionarios en todos los países con entusiasmo se entregaban a la tarea de formar partidos comunistas que a semejanza del bolchevique les llevaran al poder, al derrocamiento del capitalismo, al triunfo de lo nuevo sobre lo viejo.
Y ello pasó en los cinco Continentes. En América Latina en 1918 se fundó el Partido Comunista de Argentina y en 1919 en México se dieron los primeros pasos, aunque el Partido quedó formalmente fundado hasta diciembre del 1921.
Y en el origen de la organización comunista en nuestro país está por supuesto la ejemplar obra revolucionaria de Lenin y su partido de nuevo tipo. Más por instinto de clase que por consciencia se formaron colectividades que después aportaran a la fundación del PCM.
A pesar de las complejidades de los primeros años de la sección mexicana de la Internacional Comunista, el aporte cualitativo es que los trabajadores construían su partido revolucionario, su vanguardia, su estado mayor.
El aporte fue ideológico, político y organizativo, y es palpable; lo que despierta admiración y gratitud.
Mientras existió como poder estatal, la URSS fue solidaria con el movimiento comunista internacional, y con el mexicano. Tanto en el plano material como en el ideológico. Y de ello pueden y deben dar testimonio cuadros de dirección del Partido Comunista Mexicano que aún viven; La ayuda del PCUS fue generosa y desinteresada, y nunca se interrumpió a pesar de las polémicas, de lo que dan fe los archivos. Era la contribución de los proletarios de la URSS a la Revolución mundial, en el plano político, ideológico y material, un asunto de principios.
La primera ayuda material fue en 1919, un aporte para la adquisición de una imprenta. Lamentablemente los cuadros mexicanos fallaron, y un amigo del hindú Roy se esfumó con el dinero. Ese ejemplo de solidaridad fue el primero de muchos. Pero lo invaluable fue lo ideológico: la llegada de la teoría revolucionaria marxista-leninista a nuestro país y América, colocando a la clase obrera como el sujeto de las transformaciones radicales, necesarias, imprescindibles. Y con la teoría, la acción, y para ello el Partido, el partido de la clase obrera, el partido de la Revolución, el Partido Comunista, la Sección mexicana de la Internacional Comunista. ¡Que inmortal contribución de la Gran Revolución Socialista de Octubre y de la Internacional Comunista para la clase obrera, para los explotados y oprimidos de México!. La más generosa, trascendente, la más necesaria.
Gracias a ello, y a pesar de los errores y tragedias, de los recovecos, está la posibilidad de una vida feliz para el pueblo de México: una Revolución socialista que ponga fin a la explotación, que derroque a los opresores, que ponga a los trabajadores en Palacio Nacional al frente de la economía, una nueva economía basada en la socialización y la planificación, para resolver los grandes problemas nacionales, la lacerante violencia del capitalismo que rebasó ya nuestra concepción de barbarie. Que en México el hambre, la miseria y la muerte no sean el derrotero permanente, que exista la posibilidad de ponerle fin a la burguesía, neoliberal, keynesiana o socialdemócrata, tiene su base en ese acontecimiento histórico –el más importante de la humanidad hasta ahora- que es el triunfo de los trabajadores hace 102 años, que Lenin y los bolcheviques dirigieron. Esa posibilidad es el Partido Comunista.