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El Arca de Noé y la lucha de clases

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Por Pável Blanco Cabrera
Primer Secretario del CC del PCM

El auge de la Perestroika fue el de la contrarrevolución; ideas oportunistas previas se llevaron a sus últimas consecuencias en favor del capitalismo y del imperialismo. Así por ejemplo la idea de la coexistencia pacífica, ya de por si conflictiva para la estrategia revolucionaria del proletariado, fue llevada a sus últimas consecuencias con la teoría de la Nueva Mentalidad.

El argumento presentado para ello fue que el mundo con la amenaza de guerra nuclear tendría que avanzar al fin de la Guerra Fría, con el sacrificio de la URSS y los países socialistas. Es verdad que los datos en ese momento eran escalofriantes pues el armamento almacenado daba para destruir no una, sino varias ocasiones el planeta Tierra. Así se llegó a Reykiavik, a la disolución del Pacto de Varsovia, a la entrega de la RDA al imperialismo y finalmente al triunfo de la contrarrevolución en la URSS, lo que impuso un retroceso temporal a la construcción socialista y a la lucha de los pueblos.

Mijaíl Gorbachov explicaba que al ir los seres humanos en una misma nave, en un “Arca de Noé”, era responsabilidad de los comunistas evitar el naufragio, porque las consecuencias de una guerra nuclear afectarían a todos, independientemente de la posición ideológica y política. Pero el rendir banderas no trajo la paz. Vivimos en esos mismos años la invasión a Panamá, la primera guerra del Golfo, y después las agresiones a Somalia, a Yugoslavia, a Afganistán e Iraq, así como decenas de conflictos y agresiones que llevaron la guerra, la destrucción y la barbarie a los pueblos. Hoy mismo en el Mundo la capacidad destructiva en caso de estallar una guerra interimperialista es una amenaza verdadera a la extinción de los pueblos, y en absoluto cesó la producción de armas de destrucción masiva, existiendo hoy otras más letales y aterrorizadoras, lo mismo que presupuestos militares desorbitados.

Coloco este acontecimiento de la historia para expresar que la idea del interés general, prescindiendo del antagonismo socioclasista, no lleva precisamente a un punto de superación del conflicto, de distensión, o de mejoramiento del género humano, sino por el contrario, para la clase obrera internacional y para los pueblos del Mundo a partir de entonces se abrió una perspectiva muy negativa, de barbarie imperialista, de retrocesos en las conquistas y derechos, y un fortalecimiento de la dictadura de clase de la burguesía.

Esto lo recordamos frente al canto de sirena de las clases dominantes en este momento de pandemia mundial por el Covid-19. “Es hora de cerrar filas”, “es hora de la unidad nacional”, “gobierno y pueblo unidos”, “pongamos de lado nuestras diferencias”. Cualquiera puede contraer el virus, pero no lo afrontamos en las mismas condiciones los explotados que nuestros explotadores.

Desde el ángulo más general el sistema capitalista demuestra que las ganancias están en primer lugar que la vida de los trabajadores o las capas intermedias de la población. Aquí en el capitalismo impera la ley de la selva, el sálvese quien pueda, el individualismo, es decir los valores de la burguesía, lo que impone barreras al carácter colectivo que debería tener la respuesta. Impera el lucro, la especulación, que acompañando la apropiación privada de lo socialmente producido expresa que la inmensa mayoría, es decir los trabajadores y oprimidos son sacrificables, prescindibles. Los monopolios ni están dispuestos a perder ganancias, ni a invertir si no se garantiza recuperar. La industria farmacéutica es un ejemplo claro de ello, las investigaciones, las patentes, todo se va retrasando o gestionando en función de las ventajas que se pueden obtener; no les interesa atender problemas de salud, curar enfermedades, prevenir: les interesa acrecentar su capital. Y lo mismo pasa en otros sectores.

Hoy mismo existe una competencia para ver quien encuentra primero el medicamento para el Covid-19; tal prisa no es para acudir a ayudar a los pueblos, sino para ejercer el control, obtener ganancias, siempre obtener ganancias. Y pueden recurrir a cualquier artimaña en aras de ese objetivo, como EEUU frente a las investigaciones alemanas o chinas.

Esos que apelan a la colaboración interclasista son los que continúan políticas de bloqueo contra Cuba, Irán, Gaza; los que promueven campañas de xenofobia antichina. Sandeces que inician por Trump, pero que tienen por corifeos a varios gobiernos, como el de Bolsonaro. Es decir, si de parte de los partidos de la clase obrera, de las organizaciones revolucionarias, se pensara que hay que provisionalmente hacer de lado las diferencias; por parte del imperialismo, de los monopolios, no habría un segundo de tregua, sino un avance en sus posiciones.

 

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En México, donde gobierna López Obrador, el hombre que insiste en que la lucha de clases no es un factor determinante en este país, es destacable como cobertura llamados a cerrar filas mientras protege el interés de los grandes monopolios, por citar algunos TV Azteca, Telmex, Televisa, etc., etc.

Lo más elemental, que indicaría contar con el conjunto de la infraestructura de salud, estatal y privada bajo control público, se regatea en favor de los monopolios cuando se establece con ellos convenios que aumentaran los beneficios de hospitales privados. ¿Cuánto será el costo social por arrendar al sector privatizado de la salud un porcentaje de sus camas y trabajadores?

El capitalismo es incompatible con la vida, pero hoy es muy evidente, cuando en nuestro país y en todos donde impera ese sistema, el lucro, la ganancia, la rentabilidad capitalista son priorizados por encima de la vida. Ahora mismo en España miles de trabajadores son lanzados a la producción, sin importar los riesgos del contagio, porqué el capitalismo de ese país no puede estar un día más sin obtener ganancias. O en México, donde el gobierno socialdemócrata de Obrador apuesta por la ley de la jungla para regular el conflicto capital/trabajo. ¿De qué unidad nacional, interés general, bien común, nos hablan? Si los trabajadores son dejados a su suerte, sin su salario íntegro, mientras con los vacíos legales manejados a propósito de la patronal todas las empresas capitalistas aprovechan para perder lo menos posible, sea amparándose en que la ley solo les indica entregar el salario mínimo, pero inclusive modificando las relaciones obrero/patronales en su beneficio. Millones de trabajadores autónomos son condenados al contagio, por no poderse quedar en casa, pues dependen de la jornada diaria para su subsistencia y la de sus familias. En tanto los fondos estatales son reservados para rescatar a los monopolios.

Por cierto, hay que preguntarse dónde quedó el discurso ideológico metafísico de que el dinero se reproducía a sí mismo, en la esfera de las finanzas, desentendido del proceso productivo. Queda clarito como el agua que el capital existe por la explotación del trabajo, por la extracción de la plusvalía. El “sórdido secreto de la explotación capitalista” aparece con toda su fuerza, y por ello los monopolios están resueltos a sacrificar las vidas de los trabajadores, a pesar de que criterios objetivos de la salud recomiendan la extensión de la cuarentena más allá de unas pocas semanas.

Quédense en casa, y cierren filas alrededor del Gobierno, ese es el mensaje, la orientación desmovilizadora, en tanto en total silencio las tres partes han aprobado ya el T-MEC; en tanto la mayoría legislativa del partido de gobierno aprobó la reelección parlamentaria; en tanto las distintas fracciones del capital, los distintos grupos monopolistas, no dejan de moverse buscando acuerdos estrictamente en su favor para afrontar los costos de la pandemia; y lo peor que está por venir: el estallido de una nueva crisis económica del capitalismo, de consecuencias mayores a la de sobreproducción y sobreacumulación iniciada en 2008.

En realidad pareciera decirse a la clase obrera: “quédate en casa, cállate la boca, no protestes, no luches y asume que tendrás que cargar con los costos de la pandemia y lo que venga”. Mucho hablan de una tregua, pero mientras los de abajo son enviados al confinamiento, los de arriba se mueven con impunidad para decidir, imponer, ganar y resguardar sus intereses.

Por supuesto que estamos ante un problema objetivo.

Los comunistas valoramos en nuestro VI Congreso, realizado en Agosto del 2018, los rasgos que caracterizan el actual periodo de la lucha de clases, en lo internacional y nacional. En absoluto se modifican, pues al contrario se muestran más descarnados:

1.- Los antagonismos interimperialistas. Después del VI Congreso estos se acentuaron, en disputas comerciales y arancelarias, y adquirieron relevancia con el capítulo Huawei. Cada acuerdo que entre las partes logran para superar una disputa no hace sino preparar un siguiente episodio de mayor agudeza. Desde diciembre que en China se dio el primer brote del Covid-19, por sus contrapartes no hubo espíritu de colaboración, sino reproches, ataques, culpabilizándola. No hay tregua en la disputa interimperialista, y la confrontación no hace sino encontrar nuevos escenarios para materializarse, a veces sorda, otras ruidosamente. La disputa diplomática ahora es cerrada por la campaña sobre la nacionalidad del virus –campaña de la que Trump recula momentáneamente por la desastrosa gestión que su administración hizo en los EEUU, con más de medio millón de contagiados.

2.- La llamada “globalización”, eufemismo para denominar la cadena imperialista, las alianzas y uniones interestatales, naufraga, ya que los mecanismos como la UE, T-MEC, simplemente se evaporaron ante la crisis sanitaria: Italia y España abandonadas a su suerte por la Unión Europea; en tanto que Alemania y Francia han optado por rascarse con sus propias uñas. La adquisición de materiales necesarios para el sector salud en México se realiza a través de un puente aéreo con China, ya que EEUU, el principal socio comercial, no está dispuesto a vender incapaz de satisfacer su propia necesidad. La “globalización”, el fin de las fronteras, la universalización, es una bandera arriada y sin duda la tendencia proteccionista del capitalismo emergerá con fuerza, y con ello la agresividad, el militarismo, la necesidad imperiosa de un nuevo reparto del mundo amparada en la agresividad y la barbarie.

3.- La falsa disyuntiva neoliberalismo/keynesianismo. Cualquier gestión gubernamental en el mundo capitalista, del signo que sea, privilegiará la rentabilidad y ganancia. La socialdemocracia busca enmascarar eso con demagogia. López Obrador dice que el neoliberalismo quedó atrás, pero la industria desnacionalizada sigue en manos privadas, inclusive ampliando la privatización de las responsabilidades estatales frente a la emergencia sanitaria (con el arrendamiento de hospitales privados para ampliar el sistema público), pero de la misma manera puede actuar alguien que defienda las privatizaciones, pero decrete –como el gobierno italiano– la nacionalización de Alitalia. Y veremos el caso de gestiones denominadas liberales que opten por nacionalizaciones y rescates estatales. La esencia en todos los casos es en función de qué intereses de clase. Las nacionalizaciones no perfeccionan al capitalismo, ni lo hacen mejor para los trabajadores, ni los sectores populares, son mecanismos de regulación, de rescate, inherentes a la tendencia de centralización y concentración del capitalismo de los monopolios. La nacionalización, la estatización, tiene un sentido progresivo a condición de que el Poder esté en manos de la clase obrera, y en una perspectiva de socialización de los medios de producción concentrados. Por tanto, una u otra gestión capitalista no resuelven, no dan respuesta a las necesidades de los trabajadores y los pueblos. Su alternancia está definida por los ritmos y plazos de la acumulación y la ganancia, y reiteramos es una falsa disyuntiva, a la que hay que oponer directamente la necesidad y urgencia del socialismo-comunismo.

Unidad de todos los mexicanos, clama la burguesía personificada por el Presidente López Obrador; cerremos filas. Y ya se aprestan para el día después. Y proponen que todo siga igual: la 4T con sus proyectos destructivos al sur-sureste, sus Zonas Económicas Especiales, el Tren Maya, los beneficios de “Sembrando vida” y “Jóvenes Construyendo el Futuro” para los monopolios, la militarización, la política anti-inmigrante. Esa “unidad”, esa colaboración de clases, es decir supeditación del conflicto capital/trabajo a los intereses de la burguesía, ya tuvo en experiencias anteriores resultados negativos para el proletariado. Recordemos durante la crisis petrolera y las devaluaciones de mediados de los años 80 con los pactos de estabilidad; o durante el desarrollo estabilizador con los pactos obrero-patronales; o en la Segunda Guerra y la posguerra con la unidad nacional. Fue la dominación burguesa quien fortaleció sus posiciones, fue la clase obrera quien retrocedió en lo ideológico, político y organizativo.

No caeremos en los cantos de sirena. No nos podemos ir a casa, tenemos el deber de luchar en todas las condiciones y circunstancias, fortaleciendo al Partido Comunista, acrecentando la fuerza organizada del movimiento obrero.

Las condiciones son complejas y son inéditas, pero en otras más difíciles los Partidos Comunistas afrontaron los peligros y cumplieron con su deber.

Este barco, esta Arca, no nos salvará. Hace agua por todas partes. Arroja por la borda a quien sea para preservar su carga. Su mapa de navegación tiene por destino un derrotero contrario al interés de los pueblos. Entonces, amotinarse es un imperativo.

Mantener la insumisión, alentar el conflicto de clase, desnudar al sistema, acumular fuerza para derrocar al capitalismo, es la ruta necesaria para un mundo nuevo, distinto al de la barbarie.

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