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Represión contra la protesta antirracista

Foto: Twitter*

 

Represión contra la protesta antirracista

 

Por Cristóbal León Campos

El mundo observa como en los Estados Unidos se desarrollan jornadas de protesta en contra del racismo estructural del capitalismo en el interior del imperio. Miles de seres humanos movilizados por la rabia y el sentimiento de dolor e injusticia que ha revelado el asesinato del afroamericano George Floyd, asfixiado literalmente bajo la rodilla del policía blanco neofascista Derek Chauvin en la ciudad de Minneapolis. Las movilizaciones de repudio al racismo y en defensa de los derechos de la población negra se han expandido a las principales ciudades estadounidenses, llegando a las puestas de la Casa Blanca y cuya luz fue apagada por vez primera después de trece décadas sin que ello sucediera. La fuerza del reclamo popular se ha demostrado con diferentes actos. El despliegue represivo no se ha hecho esperar y desde la primera jornada de protesta se han podido ver imágenes de agresiones de policías y de la Guardia Nacional en contra de los y las manifestantes, así como también, acciones de resistencia y enfrentamiento a la brutalidad represiva. El encono ha llevado a más de uno a pensar que asistimos al derrumbe del que alguna vez fuera llamado el imperio más poderoso de la historia de la humanidad.

La decadencia moral que desde décadas atrás presenta el imperio estadounidense, se intensifica en el sentir global al ver las imágenes, difundidas por los diversos medios de comunicación, que muestran la exaltación del ánimo en las protestas y la caída vertiginosa de las caretas que encubrían un sinfín de aspectos antihumanos en la realidad de los Estados Unidos. La brutalidad represiva es la única respuesta dada por el presidente Donald Trump hasta la fecha, ni una sola mención al diálogo, al respeto de los derechos humanos o si quiera de compromiso gubernamental para la erradicación del racismo. La única respuesta de Trump ha sido la criminalización de la protesta y el incremento gradual de la represión, llegando al grado de decretar un toque de queda inmediato en todos los Estados Unidos y anunciar el despliegue de “miles de soldados fuertemente armados” para despejar las calles. El mensaje transmitido en cadena nacional dejó ver y escuchar el tradicional tono prepotente, arrogante y desvergonzado de Trump, ya días atrás había amenazado a los manifestantes diciendo que “si hay saqueos, comienza el tiroteo”, frase que acompañó con la descalificación al alcalde demócrata de Minneapolis, Jacob Frey, de quien refirió lo siguiente: “o el muy débil alcalde de la izquierda radical actúa de manera eficiente y controla la ciudad, o enviaré a la Guardia Nacional y haré bien el trabajo”. La alusión a lo que llama izquierda radical se suma a la criminalización de la protesta y a su intensión de equiparar al movimiento antifascista con el terrorismo, revelando de manera consciente o no la simpatía que Trump tiene por el fascismo y su abierta intolerancia ante quienes no comulgan con sus ideales e intereses.

Las expresiones de Trump no están lejos del comportamiento del imperialismo estadounidense en el contexto internacional. A pesar de la pandemia del COVID-19, y ahora de las movilizaciones antirracistas, el imperio continúa con sus maniobras injerencistas e intervencionistas sobre Venezuela; para lo cual ha desplegado centenares de militares en Colombia, violando la soberanía de esa nación. Ha recrudecido el bloqueo sobre Cuba e Irán y prosigue con la guerra comercial y política con China y Rusia, por decir algunos ejemplos. La respuesta interna en su nación tiene la misma lógica de guerra, las desigualdades al interior de los Estados Unidos son precisamente manifestaciones de ese continuo coloniaje que nunca se ha extirpado del todo, del cual depende el racismo y la discriminación sobre la población afroamericana, latina y nativa. Las respuestas de Trump van encaminadas a satisfacer los intereses burgueses tanto en su país como a nivel global. Él mismo ha dicho, en su intervención en cadena nacional, que frente a las protestas buscará proteger la propiedad privada. Y esto aunque tenga que pasar por encima de la vida de miles de afroamericanos, asesinados cada año en los Estados Unidos y desde luego también la respuesta va encaminada al sostenimiento del sistema capitalista cuya raíz es justamente la propiedad privada.

Las formas represivas son una muestra de la actitud de la derecha neofascista en el mundo, por ejemplo, muchos manifestantes estadounidenses han sido heridos por balas de goma en los ojos, igual que lo ha hecho el régimen de Santiago Piñera en Chile y con el asesoramiento del imperialismo. La evocación de la conjura de la izquierda radical, en evidente referencia al comunismo, es también una estrategia reforzada en las últimas fechas por los sectores ultraconservadores, ya no sólo haciendo alusión de Venezuela y Cuba; también, como en el caso de México con gobierno reformista, queriendo evitar cualquier indicio de inclinación hacia posturas económicos-sociales profundas. La represión al movimiento antirracista es la continuidad de la agresión a todo tipo de reclamos sociales, económicos, políticos y culturales de los pueblos del mundo. Más aún en el marco de los efectos desastrosos para las economías que ha tenido el COVID-19, implementado de forma adelantada estados muchos más represivos para afrontar los futuros movimientos venideros de reivindicación social.

El gobierno de Trump vive uno de sus momentos más álgidos. La cercanía de las elecciones de noviembre pone el dedo en sus acciones, que se aprecian como una apuesta por el autoritarismo y la brutalidad. La política de guerra antihumana del imperialismo se desborda en casa paso o expresión que da. Se le puede denominar tigre de papel, pero en todo caso uno con dientes de sable. Herido por su descredito moral y por la crisis económica puede apostar por un panorama aún mucho más sombrío, como lo es el de la guerra en escala continental y por la guerra del colonialismo interno que tiene entre otras armas justamente el racismo y la segregación.

Ante estas medidas neofascistas de Trump al interior de Estados Unidos y en el mundo, las movilizaciones deben pugnar por generar consciencia de clase y popular para ir desmembrando cada uno de los pilares estructurales del capitalismo que oprime; promover la organización independiente; y la generación de un programa de lucha que dé lugar al proyecto emancipador definitivo con perspectiva antirracista, proletaria y humana. A su vez, los pueblos del mundo debemos hacer eco de la justa lucha antirracista que se desarrolla y extenderla, para poner fin a ese mal que afecta a todos los países y oprime a millones de seres humanos en todo el orbe.

 

*Las imágenes presentadas en el cuerpo del presente artículo han sido retomadas de internet con el fin de complementar, diversificar y desdoblar las posibilidades comunicativas de los contenidos presentados en El Machete, sin ningún fin de lucro y como parte de una plataforma gratuita y libre.

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