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La situación de la mujer en el comunismo primitivo

Imagen: Karl Bodmer, acuarela
Tippi de los Sioux”, 1832-1834.
En wikipedia.org*

 

 

La situación de la mujer en el comunismo primitivo

 

 

por Fernanda Larrainzar,
miembro pleno del CC del PCM

Durante el comunismo primitivo la mujer fue reconocida por su papel en la producción y considerada hasta cierto punto como dirigente, conocer su situación en este periodo histórico permite comprender que la desigualdad de la mujer no ha existido siempre y que, por lo tanto, es una situación que no prevalecerá necesariamente en un futuro. La desigualdad de la mujer nace con la división del trabajo, la aparición de la propiedad privada y la consiguiente aparición de clases sociales antagónicas.

Hoy en día se habla mucho sobre la desigualdad de la mujer, vemos en las calles, en la televisión y en redes sociales una colorida variedad de expresiones políticas, manifestaciones, consignas y demás,  en su mayoría haciendo referencia a la lucha de las mujeres en general, en abstracto, como si fuéramos proletarias y burguesas una sola identidad.  Lo anterior deja en evidencia las diferentes formas de entender el asunto, y para quienes nos planteamos de manera seria luchar por la emancipación de la mujer, es  necesario conocer la raíz de esta desigualdad desde una perspectiva científica para erradicar el problema desde ahí.

No es el patriarcado o el machismo el origen de la desigualdad de la mujer, sino la forma en la que está organizada la sociedad, es decir, el modo de producción, y el cual  genera las condiciones materiales de la desigualdad entre hombres y mujeres. Será en una sociedad futura sin explotación, donde la mujer podrá disfrutar de su libertad total, sólo en el socialismo existirán las condiciones materiales para que mujeres y hombres proletarios obtengan su emancipación como clase.

Si nos interesa la cuestión de la mujer desde una perspectiva clasista, estudiar a Augusto Bebel es imprescindible, quien ha escrito varios textos dedicados al tema, entre ellos “La mujer y el socialismo” en el que desarrolla la siguiente tesis: “Existe una correspondencia particularmente estrecha y orgánica entre la participación de la mujer en la producción y su situación en la sociedad”.

Alexandra Kollontai fue una asidua lectora de los textos de Bebel, y no sólo leyó, también escribió varios textos sobre la cuestión de la mujer. En 1921 impartió una serie de conferencias dirigidas a obreras y campesinas, miembros o simpatizantes del partido comunista que posteriormente se dedicarían a desarrollar el trabajo de la mujer. A continuación se exponen las ideas principales de una de estas conferencias.

La época del comunismo primitivo tuvo lugar hace varios centenares de miles de años,  parece tan remota que es difícil imaginarla, aquí no existía la propiedad privada, los hombres erraban por pequeños grupos, no había ninguna diferencia entre la situación del hombre y de la mujer, ambos realizaban las mismas tareas y deberes. En las sociedades cazadoras y recolectoras no había grandes diferencias entre las cualidades corporales del hombre y de la mujer, poseían una fuerza y agilidad  más o menos equivalentes. Incluso el nacimiento de los hijos sólo causaba una breve interrupción de las ocupaciones habituales de las mujeres.

Las mujeres no dependían del hombre, ambos tenían la entera necesidad de la colectividad, y quien no se doblegaba a ella perecía de hambre o era devorado por algún animal. La igualdad y la solidaridad en el seno de la colectividad aseguraban la cohesión necesaria para la sobrevivencia. La mujer no conocía ni esclavitud, ni dependencia social, ni opresión, no existían las clases sociales, la explotación del trabajo o la propiedad privada.

La situación de la mujer cambió en el transcurso de las siguientes fases del desarrollo de la humanidad, por razones geográficas y climáticas las tribus adoptaron la forma sedentaria o nómada, y ya no se dedicaron exclusivamente a la caza y a la recolección, aparecieron  entonces nuevas formas de organización económica y social.  Las tribus que se establecieron en regiones arboladas se convirtieron en campesinos sedentarios, y las que se establecieron en regiones de estepa se convirtieron en ganaderos.

En estas tribus la situación de la mujer era distinta; en la sociedad que se dedicaba a la agricultura la mujer gozaba de igualdad de derechos y ocupaba una posición dominante; existía un sistema matriarcal. Matriarcado es una palabra griega que designa el predominio de la mujer, indica que ella perpetúa la tribu, en contraste, el patriarcado hace referencia al predominio de los derechos del padre.

Ahí donde la mujer era la principal productora gozaba de reconocimiento, incluso fue ella quien descubrió la agricultura de cierta forma, ya que durante la caza las madres y sus lactantes fueron dejados atrás porque eran incapaces de seguir el ritmo de los demás miembros de la tribu y estorbaban en la persecución de la caza. Así fue obligada a procurarse su propio alimento, para ella y sus hijos,  mientras esperaba buscó hierbas con granos comestibles, al triturarlos con sus dientes una parte cayó al suelo y al cabo de un tiempo notó que habían germinado y que funcionaba mejor si antes removía la tierra. Este saber se afianzó en la conciencia de la colectividad hasta que se tradujo en una práctica cotidiana.

Pronto se hizo costumbre que si el clan había dejado a las madres y a los hijos en un terreno cercano a un río, debían regresar a donde la hierba crece. Empezaron a relacionar esta idea con los dioses y a creer en la sabiduría de las mujeres. La mujer comprobó mediante la experiencia, que entre más poroso fuera el suelo resultaba mejor la cosecha, en cuclillas grabó con ramas, puntas y piedras los primeros surcos en el campo. Tal descubrimiento dio al hombre la posibilidad de cesar la peregrinación a través de la selva y evitar el peligro constante de ser devorado por los animales.

Cuando la tribu salía de caza o a la guerra, las mujeres y los hijos eran dejados atrás y para sobrevivir debían protegerse de los animales carnívoros. La experiencia le había enseñado al hombre primitivo que el fuego servía para esta protección, al tallar piedras para la fabricación de herramientas y armas, aprendieron a hacer el fuego. Para las madres era un deber sagrado conservar el fuego para la protección, para los hombres significaba una fuerza incomprensible. El manejo del fuego se volvió familiar para la mujer, aprendió a cocer los recipientes de barro para hacerlos más resistentes, también a asar la carne para conservarla mejor, la mujer dominó el fuego.

Las mujeres fueron las primeras en practicar la artesanía y en construir chozas para protegerse de la intemperie junto a sus hijos, también el hilado, el tejido y la alfarería fueron descubrimientos femeninos. Las líneas que trazaban en los jarros fueron las primeras tentativas artísticas de la humanidad, las mujeres recogían hierbas y aprendieron a conocer sus propiedades, fueron los primeros médicos.

Este saber le era ajeno a los hombres que salían de caza o a la guerra, simplemente no tenían tiempo para dedicarse a la reflexión o a la contemplación, no podían reunir para luego transmitir valiosas experiencias sobre la naturaleza. El hombre temía y respetaba el atributo del saber en la mujer. He aquí la razón por la cual la mujer en el comunismo primitivo, no estaba solamente en igualdad con el hombre, sino que, a causa de una serie de hallazgos y descubrimientos útiles al género humano y que contribuyeron a su evolución económica y social, llegó incluso a superarlo.

El papel de la hembra en la evolución de los antepasados simiescos hacia los homínidos fue fundamental, pues la posición vertical fue esencialmente una conquista de la mujer; cuando tenía que defenderse de los ataques de los enemigos, aprendió a defenderse con un solo brazo porque con el otro sostenía a su hijo, así que tuvo que enderezarse a medias, lo cual desarrolló su masa cerebral.

Durante el comunismo primitivo la agricultura era más rentable que la peligrosa caza y se convirtió en el fundamento económico del clan, la mujer era la principal productora de aquella economía, así que la respetaban y apreciaban altamente el valor de su trabajo. Las manos de la mujer representaban la fuerza viva del trabajo y la fuente de prosperidad, la tasa de natalidad era baja y la maternidad era muy preciada, las madres ocupaban un lugar de honorífico, se le reconocía la capacidad de producir nuevas fuerzas de trabajo, es decir, niños que pudieran trabajar en la agricultura.

Incluso la maternidad era venerada religiosamente, el dios principal era del sexo femenino, Isis de Egipto y Gaïa de Grecia, la madre tierra, fuente de toda vida, fuentes primeras y esenciales de toda riqueza, los primeros sacerdotes, es decir, servidores de los dioses paganos, eran mujeres.

La situación de las mujeres en las tribu de pastores era diferente, en ellas los hombres jugaron un papel protagónico. Ahí donde hubieron condiciones favorables como grandes espacios de estepa, hierba abundante, rebaños de bovinos o de caballos salvajes, así como suficiente cazadores fuertes, capaces no sólo de matar a su presa sino de capturarla viva, la tribu cazadora se convirtió en tribu de pastores. Y eran los hombres lo más indicados para cumplir estas tareas gracias a las cualidades corporales. Las mujeres eran relegadas por su condición de maternidad y aquí hubo una división del trabajo en razón de los sexos.

Las madres tenían la tarea de vigilar el rebaño capturado, debían asegurar también su domesticación, sin embargo estas tareas eran de segundo orden. La riqueza de la tribu se basaba en el número de animales capturados y quien podía incrementar este número era considerado productor principal y fuente de prosperidad.  Es decir, el papel de la mujer en las tribus de pastores fue siempre secundario, su trabajo tenía menos valor por ser menos productivo.

Las mujeres de las tribus de pastores no estaban obligadas a buscar otras formas de subsistencia como en las tribus que practicaban la caza y la agricultura, no sufrían de provisiones, el trabajo de vigilar requería menos inteligencia que el trabajo complicado de la tierra. Las mujeres eran inferiores en fuerza y agilidad, lo que reforzó su representación como un ser inferior, con el aumento del ganado su condición de sirvienta  se reforzaba y se amplió la brecha entre los sexos.

Las tribus nómadas y guerreras que no se dedicaban a la agricultura practicaron el rapto de mujeres de tribus vecinas y matrimonios forzados, lo que contribuyó a reforzar la opresión de la mujer, considerada como botín, a cambio de bovinos o caballos, o raptada para disponer de su fuerza de trabajo, todo esto significó la supresión de toda igualdad de derechos. En estas tribus el hombre era dominante, es decir, existía ya el patriarcado.

Para cerrar su exposición , Alexandra Kollontai concluye: “Hemos visto que la situación de la mujer, durante las primerísimas etapas de la evolución humana, se diferenciaba según los diversos tipos de organización económica. Allí donde la mujer era la principal productora en el sistema económico, era honrada y tenía derechos importantes. Pero si su trabajo para el sistema económico revestía una importancia y una significación menores, pronto ocupaba una posición dependiente y sin derechos y se convertía en la sirvienta e incluso la esclava del hombre”.

 

 

* Las imágenes presentadas en el cuerpo del presente artículo han sido retomadas de internet con el fin de complementar, diversificar y desdoblar las posibilidades comunicativas de los contenidos presentados en El Machete, sin ningún fin de lucro y como parte de una plataforma gratuita y libre.

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