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Federico Engels. Prólogo a Escritos de juventud

Imagen. Internet. Wenceslao
Roces.

 

 

 

Federico Engels.
Prólogo a Escritos de juventud.

 

 

 

Por Wenceslao Roces*

Federico Engels nació el 28 de noviembre de 1820 en Barmen, centro de la industria textil, en la Renania, que hoy forma parte, con Elberfeld, del gran centro industrial de Wuppertal. La familia Engels, prestigiosa familia del patriarcado de la ciudad, era, como casi toda la población, fanáticamente pietista. El padre, fabricante acomodado dueño de una fábrica de encajes, lo mandó a estudiar al Instituto de Segunda enseñanza de Barmen y, más tarde, a otro establecimiento de enseñanza secundaria en Elberfeld. Engels era un estudiante excelente y desde muy pronto reveló sus capacidades literarias. A los 13 años escribía versos y narraciones. A los 17 años, en una fiesta escolar, leyó una poesía en griego, escrita por él. Cultivaba también la música y dibujaba muy buenas caricaturas.

Engels pensaba dedicarse a la ciencia o a la literatura, pero un año antes de que terminara sus estudios de bachillerato, su padre lo destinó a trabajar en su oficina y, un año más tarde, en 1838, lo envió como meritorio al negocio de exportaciones de un amigo suyo en Bremen.

Los trabajos de oficina no eran demasiado fatigosos para nuestro joven y no le impedían dedicarse a sus aficiones literarias y cultivar su inteligencia y su vocación política.

Al principio, hubo de librar una tenaz lucha religiosa contra los dogmas de la Iglesia en que había sido educado, pero no tardó en sobreponerse a estos prejuicios para distinguirse en las luchas literarias y filosóficas de su tiempo, sostenidas por los alemanes que militaban en la ascendiente oposición de la burguesía.

Fruto de sus nuevas concepciones, en el que despertaba ya el combatiente del mañana, fueron las “Cartas del Wuppertal”, publicadas a comienzos de 1839 con el seudónimo de “Friedrich Oswald”, bajo el cual dio a conocer casi todos sus trabajos juveniles. En estas cartas pinta Engels la situación de los obreros textiles de Elberfeld y describe con patéticos rasgos la espantosa miseria en que vivían las clases bajas. Sin embargo, Engels aún no veía entonces en la degradación física e intelectual de los trabajadores la consecuencia ineluctable del modo de producción capitalista, sino el fruto de la difusión cada vez mayor del “misticismo” y del alcoholismo y del hecho de que las fábricas fuesen explotadas por sus dueños de un modo tan irracional.

Al mismo tiempo que se sobreponía a los prejuicios religiosos, fue operándose en él, gracias sobre todo a la influencia de la crítica de la religión por los jóvenes hegelianos y al movimiento literario que se conoce bajo el nombre de la “Joven Alemania”, una trayectoria de radicalización política, de la que son testimonio las cartas a sus amigos, sobre todo las dirigidas a los hermanos Graeber y los muchos artículos publicados por él en el mismo sentido en la revista dirigida por Gutzkow, “Telegraph für Deutchland”.

En el momento de fortalecerse las corrientes de oposición de la burguesía alemana, coincidiendo con la muerte del viejo rey y la ascensión al trono de Federico Guillermo IV, en 1840, Engels era ya un demócrata revolucionario convencido, uno de los más activos publicistas en la lucha contra las supervivencias del feudalismo, contra la monarquía, contra la nobleza, contra la religión y contra la filosofía reaccionaria, especialmente contra el pensamiento de Schelling.

En 1841 se traslada a Berlín para cumplir su año de voluntario en el arma de artillería. Allí, se une al círculo de escritores jóvenes que se llamaban a sí mismos “los libres”, club de ateos neohegelianos y republicanos entre los que se destacaban los hermanos Bauer, Max Stirner y Eduard Meyen.

Por entonces, comenzó a colaborar también en la “Gaceta Renana” dirigida por Marx, y en los  “Anales Renanos” de Arnold Ruge. Su panfleto sobre “Schelling y la Revolución” (1842) era la primera obra salida del grupo neohegeliano en la que se desplegaba la bandera del ateísmo. Sus artículos y estudios se distinguen entre los escritos de entonces por su recia intransigencia en las ideas. El joven escritor rebelábase decididamente contra toda componenda con la monarquía y veía en la representación popular, en la libertad de prensa y en las libertades democráticas, el preludio de una revolución que en su carrera arrollaría, como lo había hecho la Gran Revolución  francesa, a la monarquía y a la república.

A fines de 1842, se instaló en Manchester, centro de la industria textil, pasando a ocupar un puesto en la oficina de una empresa de hilados y tejidos que aún existe y en que la mitad del negocio pertenecía a su padre. De aquí en adelante, y no precisamente por los intereses industriales de Engels, se separaron los caminos de éste y los seguidos por los elementos radicales de Berlín (los “Libres”). Los berlineses se entregaron a la negación anarquista del Estado. Una parte de ellos se desplazó del campo de la lucha política real hacia la órbita de una crítica abstracta y puramente ideológica. Por el contrario, Engels, que ya en Alemania se había impulsado hacia el comunismo por Moses Hess, abrazó esta ideología. No se encerraba en la oficina de la fábrica, sino que recorría los sucios barrios obreros de la ciudad, donde encontraba a los trabajadores y veía por sus propios ojos la miseria en que vivían. Estudió el movimiento cartista inglés y conoció a algunos de sus dirigentes (Harney, Leach, Wat y otros). Estudió el socialismo owenista y trató a los primeros revolucionarios proletarios alemanes que acudían a Londres, a los dirigentes de la “Liga de los Justos” y de la Asociación de obreros alemanes dirigidas por aquéllos (Shapper, Moll, etc.). Además de las obras de los grandes utopistas, de Weitling y los representantes de las distintas tendencias socialistas extendidas en Inglaterra, Francia y Alemania, Engels estudió las obras inglesas de economía política y leyó una enorme cantidad de libros y documentos oficiales sobre la situación de la clase obrera inglesa. Sobre estos temas publicó artículos en diferentes periódicos y revistas de Alemania, en la “Gaceta Renana”, el “Republicano Suizo”, los “Anales Franco-Alemanes” y el “Vorwärts!”.

A este periodo corresponde el estudio titulado “Esbozo de crítica de la economía política”, en el que Engels examina los fundamentos del moderno orden económico desde el punto de vista del socialismo y bajo el imperio de la propiedad privada.

En Manchester nació también el libro redactado por él, a su regreso a Alemania, en Barmen, con el título de La situación de la clase obrera en Inglaterra, considerado en justicia como uno de los mejores libros de la literatura socialista internacional. Esta obra, que constituye una poderosa acta de acusación contra el capitalismo y la burguesía, provocó gran sensación en la opinión pública de aquellos años. En su crítica de las principales corrientes destacadas en el movimiento obrero inglés, condena a los owenistas, que sólo veían en el proletariado una clase sufrida, y no como lo era, una clase llamada a revolucionar el mundo. Y, además, porque en sus doctrinas se rechazaba la lucha política.

Engels cifró la importancia que el poderoso movimiento que sacudió a casi toda la Inglaterra industrial durante el verano de 1842 en la conciencia de que, en su transcurso, el movimiento iba adquiriendo en favor de la revolución, ya comprendiendo cada vez más que era imposible llevarla a cabo por la vía pacífica, en el hecho de que los cartistas se curaran de la ilusión de una “revolución legal” y de que el proletariado rompiera resueltamente con el radicalismo burgués. Criticaba resueltamente a los “simples” republicanos, porque la república sería, a su juicio, tan formal y tan teológica como la monarquía. Para Engels, no sería más que un “paso de transición hacia el futuro”. Una vez conquistada la república, la clase obrera inglesa levantaría la nueva bandera del socialismo. Sólo reconocía como “verdadera revolución” a la “revolución socialista”, que adoptara el carácter de una lucha violenta entre pobres y ricos.

Las ideas de Engels durante este periodo adolecen todavía de cierta vaguedad. Al lado de los elementos esenciales del socialismo científico, sus trabajos de 1843 a 1845 presentan todavía las huellas de un comunismo “filosófico”. Él mismo confiesa que contribuyó al “comunismo igualitario y limitado” de los dirigentes de la “Liga de los Justos” con una buena dosis de “soberbia filosófica y limitada”. La teoría comunista no se hallaba todavía, en aquel tiempo, indisolublemente unida con el movimiento de clase del proletariado. No era, tal como él lo veía, una doctrina de clase, sino una teoría filosófica, encaminada a la emancipación del hombre. La teoría comunista se hallaba, para él, por encima de la revolución socialista.

El fundamento filosófico del “verdadero socialismo”, que tantos estragos causaba, era el materialismo contemplativo de Feuerbach. El paso definitivo al comunismo revolucionario, proletario, sólo podía darse para Engels, después de haber superado totalmente la filosofía feuerbachiana. Pero este paso lo dio ya bajo la influencia de Marx.

Engels conoció por primera vez a Marx en noviembre de 1842, en la Redacción de la “Gaceta Renana”, en Colonia, cuando regresaba de su país a Inglaterra. El primer encuentro fue “muy frío”, pues Engels seguía figurando todavía entre los más activos partidarios de los “Libres” berlineses, contra cuya turbia actuación libraba entonces Marx una enconada lucha. El segundo encuentro con Marx se efectuó a fines de septiembre de 1844 en París, donde Engels se detuvo en su viaje de Inglaterra a Renania. El “Esbozo de crítica de la economía política”, publicado a comienzos del año, había producido en Marx una gran impresión. Entre él y Marx se habían cruzado cartas muy interesantes y en París pudieron comprobar que se hallaban plenamente identificados en todos los problemas teóricos. Así se selló aquella profunda amistad y alianza de trabajo y de lucha para toda una vida. Llegaron al acuerdo de luchar unidos contra los hermanos Bauer y sus partidarios y surgió la primera obra escrita en colaboración por ambos, La sagrada familia, publicada en marzo de 1845 y de cuyos veinte pliegos Engels sólo contribuyó con pliego y medio en total. Los capítulos más importantes, que atestiguan el paso de Marx a un nuevo círculo de ideas y, principalmente, al comunismo de las relaciones sociales de producción, el paso al socialismo proletario y al papel histórico del proletariado, fueron escritos por Marx cuando ya Engels había marchado de París.

Entre tanto, Marx, quien había sido expulsado de París y que en febrero de 1845 se trasladó a Bruselas, había podido sentar, superando definitivamente el materialismo de Feuerbach, los fundamentos del materialismo histórico. En abril de 1845, al trasladarse Engels a Bruselas para estar cerca de Marx, éste pudo mostrar ya a su amigo, “desarrollado y acabado en sus rasgos fundamentales”, el sistema de concepciones que va unido en justicia al nombre de Marx y que abarca los principios del comunismo científico.

Engels, incorporándose sin reservas a las ideas de Marx, se situó definitivamente en el terreno del comunismo científico, en el punto de vista del proletariado. Y ambos convinieron en “elaborar en detalle” el modo de concebir recientemente fundamentado y exponerlo en forma polémica contra los representantes seudorradicales de la filosofía neohegeliana y contra los ideólogos pequeñoburgueses que predicaban el “verdadero socialismo”. Surgió así, en el curso de más de un año de trabajo, la formidable obra titulada La ideología alemana. En esta obra, que quedó largo tiempo inédita por falta de editor, se establecen los fundamentos del materialismo dialéctico y se ofrece una minuciosa exposición de la concepción materialista de la historia. Los capítulos dirigidos contra el “verdadero socialismo” fueron casi en su totalidad escritos por Engels, quien critica implacablemente a los representantes de esta corriente, por entonces muy extendida en Alemania, burlándose de ellos, poniendo en solfa su espíritu pequeñoburgués y demostrando que estos ideólogos despojan a la idea socialista de todo su contenido revolucionario concreto. Práctica y políticamente, estos autores sirven a la reacción e impiden o tratan de impedir el desarrollo de la lucha de clases del proletariado.

A mediados de agosto de 1846, traslada Engels el centro de gravedad de su trabajo de partido a París. Aquí se ve con Heine y con Cabet, organiza a base de los miembros de la “Liga de los Justos” un Comité de Correspondencia comunista y despliega una gran actividad de agitación y propaganda entre los trabajadores obreros residentes en París (artesanos). En los círculos secretos y en asambleas públicas desarrolla con energía una lucha en dos frentes: de una parte, contra los partidarios de Weitling, con quien Marx y sus seguidores habían roto ya en Bruselas y, de otro lado, contra los secuaces de Proudhon, cuyas teorías reaccionarias propagaban algunos, entre los obreros alemanes establecidos en París.

En la primavera de 1847 recibió Engels la visita de Moll, emisario de los “Justos” de Londres, quienes, influidos por la crítica de Marx y Engels y conscientes de su falta de preparación ante la crisis revolucionaria que se acercaba, habían  reconocido a comienzos de año la exactitud de las nuevas concepciones sostenidas por aquéllos. Moll invitó a Engels a colaborar en la proyectada transformación radical de la “Liga de los Justos” en calidad de delegado al Congreso de Londres, que para estos fines se convocaría en el mes de julio. En este Congreso, en que Engels representaba también a Marx, ausente, llevó a cabo la total reorganización de la Liga que ahora adoptaba el nombre de “Liga de los Comunistas”, después de haber desterrado de su estructura orgánica todos los resabios sectarios y de haber expulsado de ella a los recalcitrantes weitlingianos.

Terminado el Congreso, Engels se trasladó nuevamente a Bruselas, donde tomó parte activa en el trabajo de la organización total clandestina de la “Liga” y apoyó a Marx en su actividad para fundar una federación legal de obreros alemanes.

En sus numerosas cartas, Engels traza un análisis profundo de la situación política en casi todos los países europeos, bajo las condiciones de la crisis revolucionaria que prevalecía en Europa, y formula la “política del partido” es decir, la táctica de los comunistas, invocando siempre la posibilidad y la necesidad de que la futura revolución democrático-burguesa, al desarrollarse, se trueque por sí misma en la revolución socialista-proletaria y poniendo de relieve, además, el papel decisivo que en ello correspondería al proletariado y a su vanguardia, el partido comunista.

Engels formula claramente la idea de la hegemonía del proletariado en la revolución popular y postula la necesidad de una alianza combativa de las clases revolucionarias, del proletariado, la pequeña burguesía y los pequeños campesinos, bajo la bandera indiscutible del proletariado industrial de las ciudades, que es –sostiene Engels– el núcleo de toda moderna democracia.

Estas perspectivas son también las que Engels desarrolla en otro documento importante; en el proyecto redactado por él para lo que más tarde será el Manifiesto Comunista, en los Principios del comunismo escritos en París a comienzos de octubre de 1847 como proyecto de programa para la nueva Liga de los Comunistas. El Manifiesto del Partido Comunista redactado enteramente por Marx y que quedará para siempre en la historia, fue la declaración programática que prevaleció, muy diferente del proyecto de Engels, aunque en algunos de sus puntos coincida sustancialmente con él.

Estamos en las cercanías de la revolución de 1848, mejor dicho del conjunto de revoluciones bautizadas con esta fecha y extendidas por toda Europa, con vistas a las cuales se escribió el Manifiesto Comunista.

A comienzos de abril, Marx y Engels se trasladan a Alemania, a Colonia, donde se establecen; Marx es designado director de un gran periódico que ha de crearse, la “Nueva Gaceta Renana”, en recuerdo de la “Gaceta Renana” de la que fuera redactor-jefe. La “Nueva Gaceta Renana”, cuya redacción está integrada exclusivamente por dirigentes de la “Liga de los Comunistas”. Engels se establece en Barmen, su ciudad natal, y en una serie de viajes reúne dinero y coloca acciones para el nuevo periódico.

El 1 de julio de 1848 aparece el primer número de la “Nueva Gaceta Renana”. “La redacción –escribirá Engels en un artículo publicado en 1884– era pura y simplemente la dictadura de Marx, cosa perfectamente natural, indiscutible y aceptada de buen grado por todos nosotros”. “A su certera mirada y a su segura actuación se debió, ante todo, el que aquel periódico se convirtiera en el más famoso del tiempo de la revolución”, en el “órgano insuperable del proletariado revolucionario”, como lo llamó Lenin.

Fuera de los tres meses y medio que Engels tuvo que refugiarse en el extranjero para esquivar una detención, fue él el encargado de redactar una parte considerable de los materiales del periódico. La única exposición viva y actual de la primera batalla del proletariado de París, de la insurrección de Junio, salió de su pluma, al igual que los importantes artículos e informes sobre las guerras de Schleswig-Holstein, Italia y Hungría. A él pertenecían también la mayoría de los artículos contra los nuevos fantoches elevados al poder por los sucesos de Marzo en Alemania, sobre la Asamblea Nacional de Francfort y la de Berlín, sobre las “derechas” y las “izquierdas” de aquel Parlamento.

En sus artículos, Engels, al igual que Marx, luchaba contra las ilusiones democráticas y sentimentales de una “reconciliación general de los pueblos”, de una República federal europea, de la “paz eterna” predicada por los filósofos, y ambos preconizaban la unión de los pueblos revolucionarios y oprimidos contra el baluarte más poderoso de la reacción, contra la Rusia Zarista, y contra las ciudadelas del movimiento reaccionario, los Habsburgos, los Hohenzolers y los Romanov, por la ayuda combatiente de toda la democracia occidental en apoyo de la lucha de Polonia por su independencia.

En dos artículos dirigidos contra la idea del “paneslavismo” democrático propugnada por Bakunin, desenmascaró Engels –no sin incurrir, ciertamente, en algunas concepciones germano-nacionalistas– los designios contrarrevolucionarios envueltos en este plan, con el que, en rigor, se pretendía volver a los polacos, austriacos y sudeuropeos contra los pueblos contrarrevolucionarios, que eran, según Engels, los alemanes, los húngaros y los polacos.

La cobardía y la indecisión de la democracia pequeñoburguesa y de sus representantes parlamentarios permitieron que la pandilla militar pudiera ahogar la revolución, en los pocos lugares en que, como en Dresde, llegó a estallar.

El 25 de septiembre, el día en que debía reunirse allí el Segundo Congreso de los demócratas renanos, fue decretado en Colonia el estado de sitio. Engels tuvo que huir de la ciudad y refugiarse en Bruselas, donde fue detenido por la policía y expulsado a las pocas horas por la frontera francesa. Desde París se dirigió a pie directamente hacia Suiza, excursión que describe en uno de sus artículos más deliciosos.

El 15 de marzo de 1849 regresó a Colonia y reanudó su trabajo de redactor en la “Nueva Gaceta Renana”.

El 7 de febrero, Marx y Engels hubieron que comparecer ante el tribunal del jurado de Colonia, acusados de injurias a funcionarios, gendarmes y otros agentes de la reacción. Fueron absueltos y sus discursos de defensa constituyen un documento extraordinario de análisis del proceso revolucionario y de valerosa condena de las fuerzas de la contrarrevolución. Su consigna era la República “roja”, la República “social”, la que los insurrectos de Junio proclamaran valientemente al proletariado de París.

La sublevación, que estalló sobre todo en Baden y el Palatinado, fue sangrientamente aplastada. La derrota de los obreros renanos sellaba la suerte de la “Nueva Gaceta Renana”. Su último número, simbólicamente impreso en tinta roja, se publicó el 18 de mayo de 1849. Marx y Engels trataron en vano de mover a las “izquierdas” del Parlamento de Francfort a tomar una serie de medidas revolucionarias, entre ellas la abolición de todas las cargas feudales que pesaban sobre la tierra, para incorporar a los campesinos al movimiento.

Todo fue en vano. El 19 de junio, Engels se incorporó en Offenbach al cuerpo de voluntarios de Willich (La campaña por la Constitución del Reich, t. V de esta edición), pero estas tropas fueron vencidas después de afrontar algunas valientes batallas. Y el 12 de julio Engels cruzaba la frontera de Suiza, rumbo ya a la emigración.

El ejército revolucionario húngaro había capitulado ante los invasores rusos. La contrarrevolución triunfaba en todas partes. Pero la esperanza en el futuro no había muerto en la conciencia de los grandes revolucionarios. Engels consideraba como la más importante tarea del movimiento el abordar profundamente las más importantes enseñanzas de los años de la revolución y curar al proletariado de las ilusiones democráticas imbuidas en él por los demócratas pequeñoburgueses, para sentar las bases de un partido obrero independiente.

A ello se encaminaba la Alocución del C.C. de la Liga de los Comunistas de marzo de 1850, documento en el que se desarrolla la teoría de la táctica del proletariado en la revolución democrático-burguesa.

Las ideas fundamentales de la Alocución fueron desarrolladas por Engels en una serie de artículos publicados en la “Nueva Gaceta Renana (Revista político-económica)”, redactada por Marx en Londres y en la que Engels publicó, entre otros, su gran estudio histórico sobre La guerra de los campesinos en Alemania.

En noviembre de 1850 se reintegró Engels a su puesto en la fábrica de tejidos “Ermen y Engels”, de Manchester. En la ejecución de este plan incluía también considerablemente el deseo de prestar una ayuda material a Marx, quien vivía en Londres, privado de recursos económicos, consagrado a sus trabajos de investigación, sobre todo en torno a su obra maestra El Capital. El día en que Marx terminaba de corregir las pruebas de imprenta del primer tomo, el 16 de agosto de 1867, escribió a su amigo Engels aquellas emotivas palabras, recogidas en su correspondencia: “Solamente a ti debo el haber podido dar cima a esta tarea. Sin los sacrificios que por mí has hecho, jamás habría sido capaz de realizar los inmensos trabajos de los tres volúmenes”.

En 1851 y 1852 escribió Engels, supliendo a Marx, para la “New York Daily Tribune”, una larga serie de artículos sobre el tema Revolución y contrarrevolución en Alemania, en la que se contiene un importante análisis sobre las causas de la “mediocridad” a que quedó reducida la revolución, poniendo de manifiesto la capitulación de la burguesía liberal y la cobardía de los demócratas pequeñoburgueses. En uno de estos artículos, desarrolla Engels la teoría de la insurrección como un arte sometido a las famosas reglas que Lenin habría de invocar en Octubre de 1917.

Una parte importante, hacia un tercio, de los centenares de artículos publicados por Marx en la “New York Daily Tribune”, salieron de la pluma de Engels, aparte de los guiones y borradores que enviaba a su amigo para facilitarle el trabajo acerca de ciertos temas. Entre éstos hay que destacar los artículos sobre la guerra de Crimea en 1853-1856, sobre la guerra italiana de 1859, sobre la segunda guerra del opio en China y sobre la insurrección de 1857 en la India. Durante la crisis de 1857, Marx encargó a Engels de allegarle para sus artículos multitud de hechos, cifras, datos y observaciones sobre el mercado del algodón. Y en 1857-1861 Engels escribió para la “Enciclopedia Norteamericana” cerca de 100 artículos sobre temas relacionados con la técnica y la historia de la guerra y ayudó a Marx a redactar una serie de artículos sobre La guerra civil de Norteamérica, para “Presse” de Viena.

Engels, que poseía un talento extraordinario para las lenguas, escribió algunos artículos muy valiosos sobre temas lingüísticos. En 1852-1853 estudió las lenguas eslavas, para investigar principalmente el papel contrarrevolucionario del zarismo ruso y de la propaganda paneslavista. Y la guerra de Crimea le animó a estudiar el persa.

Momento importante en la vida de Engels fue el año 1859, año de la guerra de Italia, en que se destacó en primer plano no sólo el problema de la unificación de Italia, sino también el de Alemania, donde se abrían grandes perspectivas revolucionarias. En dicho año publicó Marx su libro Contribución a la crítica de la economía política y dirigió durante el verano el semanario londinense en alemán “Das Volk”, para el que Engels escribió una serie de artículos sobre la guerra en Italia.

En dos folletos anónimos muy importantes (El Po y el Rin, de 1859, y Saboya, Niza y el Rin, de 1860) expuso Engels la posición del partido proletario hacia los problemas nacionales planteados por la guerra italiana.

En 1865 volvieron a preocupar a Engels los problemas del movimiento obrero alemán, en la lucha contra Lassalle, y su influencia en el partido socialista. El folleto sobre El problema militar prusiano y el partido obrero alemán (1865) es importantísimo.

Contra Lassalle y el lassalleanismo se dirigía el filo político de los diversos artículos escritos por Engels al publicarse El Capital, para dar a conocer este libro. Y el mismo blanco de lucha tenían los estudios escritos por él a propósito de la unificación de Alemania, en la cual Engels postulaba el camino democrático por abajo, en contra de la forma bismarckiana-lassalleana de la hegemonía de Prusia.

Desde fines de 1864, a pesar de residir fuera de Londres, Engels prestó una valiosa ayuda a Marx en las ímprobas tareas de la Internacional. A ruego de Marx, escribió para el órgano londinense del Consejo General, el “Commonwealth”, tres artículos sobre el problema polaco: ¿Qué tiene la clase obrera que ver con Polonia?, en los que abogaba por la posición de Marx en contra de los prudonianos y otros miembros del Consejo General, violentamente contrarios a la consigna marxista de la lucha por la independencia de Polonia.

Hacia mediados de 1869, Engels se trasladó a Londres, después de liquidar sus derechos en la empresa de Manchester. En esta nueva etapa, se ocupó intensivamente de la cuestión irlandesa. Trataba de razonar la tesis sostenida por él y por Marx de que Irlanda era uno de los baluartes de la aristocracia terrateniente inglesa y de que, por tanto, la emancipación nacional de Irlanda constituía la condición previa para revolucionar al proletariado inglés.

Pero, en junio de 1870, el estallido de la guerra franco-alemana le obligó a concentrarse en este problema candente para el proletariado alemán y francés. En la “Pall Mall Gazette” de Londres, se publicaron sus brillantes reseñas sobre la marcha de la guerra. Y, a ruego de Marx, escribió para el segundo Manifiesto sobre la guerra, después de la batalla de Sedan, la parte en que se demuestra que tampoco desde el punto de vista estratégico se hallaba Alemania interesada en la anexión de Alsacia-Lorena.

Engels era ahora miembro de Consejo General de la Internacional. Durante algún tiempo, por su conocimiento del español y otras lenguas, fue Secretario corresponsal para España y Bélgica y mantuvo, desde este puesto, estrechas relaciones con José Mesa, Pablo Iglesias y otras figuras destacadas del socialismo hispano, y poco después mantenía por carta las relaciones con Portugal, Italia y Dinamarca. Al igual que Marx, reivindicaba –desafiando las críticas más enconadas de la reacción– la solidaridad activa de la Internacional con la gran lucha de la Comuna, sobre la que escribió memorables artículos.

Como Secretario corresponsal de cinco Secciones, Engels desempeñó en la Conferencia de Londres de 1871 y en el Congreso de La Haya de 1872 una intensa actividad para evitar que los bakuninistas utilizasen la Internacional al servicio de sus designios y para fortalecer la autoridad y la organización de esta gran central del movimiento obrero. El folleto sobre La Alianza de la Democracia Socialista era, esencialmente obra de Engels.

Desde la guerra franco-alemana, el interés y la preocupación fundamental de Marx y Engels era el movimiento obrero del país convertido ahora en centro del movimiento obrero internacional: Alemania. Engels se hallaba en estrechas relaciones con los dirigentes de este movimiento, Bebel, Liebknecht y otros, y su actividad publicística se consagraba primordialmente a la lucha y a los problemas del movimiento obrero alemán. El partido obrero socialdemócrata de Alemania era el llamado partido “de los de Eisenach”, por la ciudad industrial en que había sido celebrado el Congreso de su fundación. Detrás de él estaban con sus directivas y sus consejos, Marx y Engels, quienes como siempre, luchaban en dos frentes: contra el reformismo nacionalista, oportunista, de los lassalleanos y contra el anarquismo de los bakuninistas y el extremismo de los blanquistas. Entre los escritos dedicados por Engels a estos problemas destaca el estudio sobre la actuación de los bakuninistas en la revolución española: Los bakuninistas en acción (1873).

En toda una serie de escritos polémicos, Engels divulgaba en torno a los problemas actuales, los principios teóricos y tácticos del marxismo. Popularizaba las teorías económicas del Capital de Marx, pero insistía siempre, una y otra vez, en que el programa teórico y táctico fundamental del partido se encontraba en el Manifiesto Comunista.

En todos sus trabajos publicísticos de esta época, especialmente en el prólogo a la nueva edición de La guerra de los campesinos en Alemania, Engels subraya la importancia de la lucha teórica al lado de la lucha política y económica; para el marxismo, estos tres aspectos de la lucha de la clase obrera deben manifestarse como tres formas fundamentales.

En este periodo se puso a la orden del día el problema de la unificación entre el partido de Eisenach y el de los lassalleanos, a condición de que éstos renunciaran a sus resabios de sectarismo. La unificación se llevó a cabo en el Congreso de Gotha de 1875, cuyo programa calificaron Marx y Engels, en documentos de gran importancia, como teñidos de eclecticismo.

En 1877-1878, Engels salió enérgicamente al paso de la influencia que en algunos sectores de la socialdemocracia desarrollaban las publicaciones del profesor Eugen Dühring, que amenazaba socavar las formas fundamentales y los principios del movimiento. Para combatir estas influencias perniciosas, escribió Engels su famoso libro conocido bajo el título de Anti-Dühring, que constituye una de las más importantes aportaciones teóricas del marxismo y en que se educaron ideológicamente muchas generaciones.

La ley bismarckiana de represión contra la socialdemocracia reveló que el partido no se hallaba en las mejores condiciones para hacer frente a estos embates, ni en el terreno ideológico ni en el de la organización. Pero la profunda crisis de los años 1878-1879 fue superada y el papel orientador de Engels brilló con mucha fuerza en los que él llamó “los años de extravío”.

En 1877 escribió Engels para el “Labour Standard” de Nueva York, órgano del partido de los trabajadores norteamericanos, una serie de artículos sobre El movimiento obrero en Europa, en los que, basándose en un análisis concreto del movimiento obrero en los países europeos, explicaba a los trabajadores norteamericanos las ventajas de la táctica alemana establecida a base del marxismo.

Engels y Marx contribuyeron de un modo decisivo, con su ayuda, a la formación del partido obrero francés, por los años 1879 y 1880, y en los años siguientes este partido encontró el apoyo de Engels, en su lucha contra el reformismo de los llamados “posibilistas”, aunque también criticaba constantemente en él la fraseología revolucionaria y el “vehemendismo” de los guesdistas. Tuvo especial importancia en la difusión del marxismo en los países de lengua latina, sobre todo en Francia, la publicación, sugerida por Lafargue, en folleto aparte, de tres capítulos científicos tomados del Anti-Dühring, traducidos por el propio Lafargue y publicados bajo el título Del socialismo utópico al socialismo científico.

Engels proseguía, al mismo tiempo, con gran interés y entusiasmo, sus estudios, comenzados en 1873, sobre las ciencias naturales, trabajo que se publicó fragmentariamente en su obra Dialéctica de la naturaleza.

Al morir Marx, el 14 de marzo de 1883, Engels se quedó como ejecutor testamentario de las obras de su gran amigo y se entregó con un ardor apasionado a la edición de los tomos II y III del Capital, que habían quedado en estado de borrador y que se publicaron en los años 1885 y 1894. Engels hubo de desatender para ello sus propios trabajos, entre otros una Historia de Alemania, que tenía entre manos, pero durante este periodo vieron la luz dos obras relevantes de su pluma: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), basada en el libro de Morgan y para el que Marx había dejado una serie de notas, y El problema de la vivienda (1887).

Una instructiva ilustración de la lucha de Engels por una táctica justa, después de morir Marx, son sus consejos a los socialistas italianos en 1894, año en que en Italia parecía madurar una situación revolucionaria.

Engels prevenía a los socialistas contra una colaboración con la oposición republicana, mientras ésta concentrara su lucha, como hasta entonces, dentro de los marcos parlamentarios; pero invitaba a los marxistas a incorporarse al movimiento de oposición, siempre y cuando que desarrollara un movimiento realmente popular.

En sus actividades políticas de los últimos años, consagradas fundamentalmente a la socialdemocracia alemana, Engels luchó principalmente contra las desviaciones derechistas, reformistas, que consideraba como el peligro mayor, contra el filisteísmo pequeñoburgués, contra las ilusiones democráticas que florecían sobre todo en la fracción socialdemócrata del Reichstag. Pero combate al mismo tiempo tendencias izquierdistas y sus actitudes seudorrevolucionarias. Pero, por encima de todo, prevalecía su ruptura con los oportunistas.

En el prólogo al Problema de la vivienda, escrito en 1887, Engels se manifiesta contra esa especie de socialismo “aguado” que, aun rindiendo culto abstracto a los postulados del socialismo moderno y respetando de palabra la transformación de los medios de producción en propiedad social, aplazan su realización ad kalendas graecas.

En la introducción a la nueva edición de la obra de Marx Luchas de clases en Francia, publicada el 6 de marzo de 1895, pocos meses antes de su muerte y que se considera como el “legado político” de Engels, éste se manifiesta en contra de las luchas de barricadas en los encuentros decisivos del futuro, que considera condenadas de antemano ante la potencia militar de los estados modernos.

Aun bajo la forma amputada en que se autorizó entonces la publicación de su obra, aparece clara e indiscutible la línea revolucionaria de su táctica. Como en el artículo sobre El socialismo en Alemania, escrito tres años antes en torno al camino de la legalidad burguesa, Engels jamás dejó de reivindicar hasta el final de su vida las grandes luchas revolucionarias llamadas a acabar con el orden burgués y a crear la nueva legalidad revolucionaria del socialismo.

Engels murió el 5 de agosto de 1895. Sus restos, por mandato suyo, fueron cremados y las cenizas arrojadas al mar en un día otoñal gris y lluvioso, como a cinco millas de la costa.

En un artículo publicado en “La Gaceta obrera de Viena”, Víctor Adler llamaba a Marx “el más grande teórico de la sociedad moderna” y a Engels “su más grande táctico”.

Desde los años setenta hasta los noventa fue él, realmente, el que dirigió a los viejos partidos europeos así como a los de nueva creación. En las páginas finales de su biografía de Engels, G. Mayer nos dice:

“Bebel y Adler, Guesde y Lafargue, Plejanov y Axelrod, Turati y Anseele, cuando se aconsejaban de él, admiraban siempre la sagacidad con que su fecundo espíritu y su mente clara seguían en cada uno de sus países todos los cambios, todos los procesos, y cómo, hasta el final de su vida, se esforzó siempre y en todas partes por acomodarse tanto a los grandes lineamientos de la trayectoria común como a los factores históricos concretos.”

 

 

*Publicado en Escritos de juventud de Federico Engels. En Obras fundamentales de Carlos Marx y Federico Engels. Tomo 2. Fondo de Cultura Económica. 1981

Portada: dibujo de Eric Héroux. Internet.

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