Lo que sucede en la pandemia y en la educación: el síntoma está en el capitalismo
Imagen. José Cabezas / Reuters. Pie de
foto original: “Alexander Contreras es
un estudiante universitario en El Salva-
dor que tiene que subirse a los árboles
para conseguir señal y asistir a sus cla-
ses virtuales. Atiquizaya, El Salvador, 17
de abril de 2020.”
Lo que sucede en la pandemia y en la educación: el síntoma está en el capitalismo
Por Jonathan Ninho Rodríguez
El fin último del hombre es alcanzar la felicidad
Aristóteles
A manera de introducción
El presente artículo estará vertido en la recuperación de la tesis platoniana, el cuerpo es quien niega al alma, siendo ésta el medio para poder alcanzar la felicidad, es decir, se ha llegado a dios porqué se tiene el conocimiento. El cuerpo y el alma se trabajarán en la analogía “el cuerpo (Aparato Escolar) es quien niega al alma (estudiante-profesor/a)”, teniendo esto su síntoma de raíz en la base económica del modo de producción burgués.
A su vez, la vida social, en tiempos de pandemia, ha venido a resaltar, por ejemplo, la fetichización de la mercancía, dándose en este fenómeno la conversión del sujeto en objeto. El objeto fetichizado que ha resaltado la pandemia son los dispositivos electrónicos, en especial el celular.
Discurso novedoso desde prácticas educativas tradicionales
En el proceso de escribir sobre la educación, la cultura, el arte, el feminicidio, etc., es necesario situar el contexto económico en el que se encuentra la sociedad, el tiempo en el que se centrará el artículo. La afirmación de concebir a las reformas educativas en cuanto a la mejora de la calidad educativa tan sólo ha sido parte de las expresiones de la discursividad de los gobiernos, para velar la existencia de las clases sociales. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social afirmaba que, durante 2018, en México existían 52.4 millones de personas que se encontraban en situación de pobreza (CONEVAL. 2019). Las cifras, si son separadas de la totalidad social, seguirán ocultando que en tiempos de pandemia la relación que establecen más de 50 millones de mexicanos con la educación la establecen desde las condiciones de pobreza de aquellos y en esto se encuentra una expresión más de las desigualdades materiales bajo el capitalismo.
Mendoza (2020) cita a la doctora Lloyd en su trabajo “Desigualdades educativas y la brecha digital en tiempos de COVID-19” [1]; menciona que entre los factores que condicionan el acceso a una educación de calidad en línea, opción en la que se apostó como primera instancia para llevar educación a los alumnos, se encuentran la clase social, la raza, la etnia, el género, la ubicación geográfica y el tipo de institución al que pertenecen. Podrán seguir intentando negar o velar la determinación económica, sin embargo el fenómeno de la contingencia sanitaria saca a relucir tal determinación.
Los cambios en la superestructura –en particular en el Aparato Escolar–, y sin importar qué partido político (electorero) esté en el ejecutivo, seguirán respondiendo a los intereses del capital. Por lo cual los cambios en materia educativa son de corte cosmético. Y en parte redundan en seguir apostando por situar a un elemento del proceso educativo como el culpable, por ejemplo quien imparte clase, velando con ello a la Autoridad Escolar (orientadora, director/a) y quien le vigila en lo que respecta al cumplimiento del programa de estudios; también tal Autoridad está obedeciendo a una instancia mayor, la Secretaría de Educación Pública (SEP). Aquí no termina la determinación de las imposiciones en Educación, pues los países adheridos a la ONU deberán de aplicar y desarrollar las “sugerencias” de los Organismos Internacionales [2].
Las reformas educativas en el país siguen concentrándose en lo administrativo, lo académico sigue estando en stand by. El desarrollo de la pandemia no ha creado los problemas en la Educación, pero sí los ha agudizado [3]. Por ello es necesario situar el contexto en el que se encuentran esta situación, el imperialismo como fase última del capitalismo y, por lo cual, la llamada era de las tecnologías electrónicas no representan un modo de producción distinto al capitalismo. Las reformas educativas siguen respondiendo a las preguntas ¿por qué se sigue reprobando en matemáticas? ¿Por qué no se aprende? Resultando de tales interrogativas unas propuestas positivistas. Haciendo de la Educación “la república de los números”, pero no se pregunta ¿cómo al sujeto-alumno le preocupa el número sin importar el cómo se haya aprobado?
[1] Texto proveniente del libro “Educación y Pandemia. Una visión académica”, por el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM.
[2] De tal afirmación se expresa en lo impuesto en dos procesos internacionales en 1990, la Conferencia Mundial de Jomtiem y el Proceso de Bolonia, ambos auspiciados por el FMI. Véase: Rodríguez, N. (1917). “II.5 Más allá del origen etimológico de las competencias” en La praxis elemento sustancial de la Pedagogía Materialista (En la Universidad del Siglo XXI). Ed. Revolución. Pp. 114-127.
[3] La idea de que la pandemia no ha creado los problemas en la docencia es tomada por lo expuesto por Ángel Díaz Barriga en su conferencia, “Reinventar la Docencia en el Siglo XXI”, dada el 26 de noviembre de 2020.
La “república de los números”, recuperada por Díaz-Barriga en el menoscabar lo académico, no sólo conlleva hacer del número un dios, implica seguir reproduciendo las tesis de Delors –eliminación del saber pensar–; la alienación del sujeto conlleva, sexenio tras sexenio, continuar evitando recuperar al sujeto como pensante, como sujeto con la capacidad de transformar la realidad material también.
– Examina ahora, amigo, si compartes mi opinión en lo siguiente […] ¿Te parece a tí que es propio de un filósofo andar dedicado a los que llaman placeres, tales como los propios de comidas y de bebidas?
– En absoluto, Sócrates –dijo Simmias (Platón. 2015: 39).
En el diálogo anterior entre Sócrates con Simmias, para, efectos del presente escrito, la separación del alma (alumno-docente) del cuerpo (Aparato Escolar), no se entiende sin situar al capitalismo como modo de producción dominante. Vía los diversos aparatos ideológicos del Estado (prensa hablada o escrita, religión, familia, política, educación) el capitalismo se ha reproducido en la reproducción de su funcionamiento. Y esto en el terreno educativo se manifiesta en que quien toma las clases se preocupe por la calificación, dejando de la lado el aprendizaje, y quien enseñe se centre en lo pedido por el criterio administrativo, perdiendo de vista desarrollar el pensar y la crítica en el sujeto aprendiz.
Se concuerda con Ángel Díaz Barriga en cuanto a que la pandemia no ha creado los problemas sociales, sino sólo los ha evidenciado. Cassini –recuperado por Ángel Díaz– en su escrito establece dos tipos de lectura, la vernácula y la académica; la primera es aquella que las generaciones actuales leen más gracias a la tecnología, sólo que esta lectura es más común, no es interesante y tampoco es seria. Pero, ¿cómo desde la docencia se puede desarrollar el pensar de quienes reciben clase si como adulto se publica, por ejemplo en redes sociales, sin leer el contenido? ¿Cómo desarrollar el pensar si sólo se mira el encabezado?
Siguiendo con la interrogante ¿cómo desde la docencia poder despertar el pensar? ¿Cómo saber transmitir un uso adecuado de las redes sociales y no limitarse a compartir las llamadas fake news? ¿Cómo hacerlo? Si justo no se enseña a buscar la felicidad, ésta pensada en el sentido de Aristóteles –es decir llegar a dios–, es decir la búsqueda del saber, es porque esto se entierra por la búsqueda de la satisfacción de los imaginarios impuestos en la reproducción alienante del sujeto. Reproduciendo como fin último de la escuela capitalista el saber-hacer sin saber qué se aprendió, pese haber obtenido un 10 de calificación; o en el caso de quien imparte la materia su fin último es ser docente de calidad por cumplir con lo administrativo, relegando lo académico a otro plano entre quienes imparte clase.
En el 2018 –se expone en un texto de la CEPAL- estudiantes de 15 años de una región determinada participaron, a través de la prueba PISA, en una serie de actividades en las cuales se interactuaba en actividades escolares mediante la tecnología y el uso de las TIC. Entre las actividades estaban:
- Comunicarse con los docentes
- Hacer tareas y buscar material en internet como parte de una investigación
- Realizar seguimiento de contenidos de estudio.
La prueba PISA de 2018 fue el camino que a dichos jóvenes les ha servido para enfrentarse al COVID-19 (OCDE 2019). Aquí es necesario resaltar que la muestra de la prueba PISA sólo sucedió entre la población del nivel medio superior, por lo cual el resto de la población estudiantil no tuvo un camino preparatorio para una situación como la que hoy en día se sigue atravesando como humanidad. De igual manera en el titulado como Gráfico 6 se muestra que en la población estudiantil a mayor nivel socioeconómico y cultural mayor es también la experiencia en las actividades electrónicas, lo que expresa la trascendencia de la desigualdad social, la determinación del aspecto económico. La CEPAL, como un organismo internacional perpetuador de la reproducción del capitalismo, niega la existencia de las clases sociales pero sus propios datos evidencian su equívoco.
En el caso de México se entregaron tabletas a quienes estudian el nivel básico, apostando con ello a reducir la brecha digital, sin embargo la pandemia ha desnudado que la desigualdad material no se elimina reduciendo las brechas digitales. Entre 2015 y 2016 “la SEP entregó 948 mil 133 tabletas a estudiantes de quinto año de primaria en 30 mil 632 escuelas de 15 estados de la república” (Gándara, S. 2017). Con esto se ha intentado reducir la llamada brecha digital, que no la social, mientras el desarrollo de la ley del valor sigue haciendo estragos en la clase trabajadora. Si bien las tabletas fueron entregadas, de nueva cuenta la realidad concreta desnudó al capitalismo: “30 mil 632 primarias en donde los alumnos recibieron las tabletas podrían no tener electricidad” (Gándara, S. 2017).
El fetichismo del dispositivo electrónico
Con la conectividad a internet desde el celular, el capitalismo vía los medios de comunicación –ahora redes sociales– ha encontrado la manera de tener al sujeto tanto ocupado como preocupado por satisfacer los deseos del cuerpo (vestimenta, géneros de música, aplicaciones móviles), mientras a su aprendizaje se le reduce a lo captado en sus cuentas de redes sociales, “pues el cuerpo –Aparato Escolar enraizado en el capitalismo– nos procura mil preocupaciones…” (Platón. 2015). A la escuela se le cargan los problemas de la infancia, de la juventud, de la mala calidad educativa, lo cierto es que el problema de raíz está fuera de las aulas, está fuera del proceso educativo. El síntoma primero está en el Gran Otro [4] (el capitalismo), ese mal que atraviesa a la totalidad social.
[4] La tesis del Gran Otro es recuperada de Lacan, no obstante, se sitúa al capitalismo como raíz de las contradicciones materiales existentes, esto es dando el giro materialista a la categoría.
De acuerdo con CEPAL/UNICEF (2020):
(…) el 51,2% de niñas, niños y adolescentes que viven en zonas urbanas en América Latina reside en hogares con algún tipo de precariedad habitacional. Dos de cada diez viven en condiciones de precariedad habitacional moderada y tres de cada diez enfrentan situaciones de precariedad habitacional grave. Es decir, más de 80 millones de niñas, niños y adolescentes de zonas urbanas enfrentan algún tipo de privación en sus condiciones habitacionales y unos 18 millones residen en hogares con precariedad habitacional grave.
El hacinamiento de los sujetos de la clase trabajadora implica el obstáculo de no contar con un espacio físico para estudiar, pues tienen que tomar sus clases, hacer las actividades escolares, bajo el ruido de la cocina y de la preparación de los alimentos, el uso de la televisión por algunos miembros de la familia, o en compañía de hermanas o hermanos que también toman clases de manera virtual. Lo escrito anteriormente no es igual a sustentar las tesis populistas de dar a los que no tienen. Dicha condición de precariedad en el estudiante de la clase trabajadora, es decir su limitante económica, está ligada a sólo intentar seguir su imaginario, principalmente en cuanto a las reacciones dadas a sus redes sociales, a las páginas de los sujetos a quienes sigue. El sujeto, ya para entonces, no sabrá que está alienado y ha fetichizado a su dispositivo electrónico, y que éste último ha hecho del sujeto su apéndice.
El discurso tecnológico, la era del progreso tecnológico, detrás de lo aparentemente concreto-real, en realidad oculta los fenómenos también silenciados tanto por los gobiernos como por los medios masivos de comunicación: por ejemplo, la tecnología –y su uso– como negación del sujeto.
“(…) el cuerpo […] nos colma de amores y deseos, de miedos y de fantasmas de todo tipo, y de una enorme trivialidad, de modo que ¡cuán verdadero es el dicho de que en realidad con él no nos es posible meditar nunca nada!” (Platón. 2015: 43).
Al uso de la tecnología, y en lo particular del celular, se le acuña socialmente con un carácter místico, incluso llamándole a los dispositivos móviles “aparatos inteligentes”. Marx se cuestiona ¿de dónde emana el carácter misterioso de la mercancía?:
“Lo que hay de misterioso en la forma de mercancía reside, por tato, simplemente en que refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como si se tratara del carácter objetivo de los mismos productos del trabajo, […].”
De aquí pareciera que el valor se valoriza a sí mismo, cuando es el sujeto quien le atribuye a su celular la inteligencia. El sujeto se hace objeto al ocupar el celular y considerar que este último es quien, solo, “realiza” las funciones. Marx continúa:
“(…) como cualidades sociales nacidas de la naturaleza de estas mismas cosas, haciendo con ello, consiguientemente, que también la relación social entre los productores y el trabajo de todos aparezca como una relación entre objetos existente fuera de aquéllos (Marx, K. 2015: 72-73).”
La presunta inteligencia del celular parece –en la reproducción de ese deseo social– que brota de sí, desde el propio celular, relevando a segundo plano al sujeto que usa su celular. Ya en esto el sujeto se ha asumido como apéndice de su dispositivo electrónico. Tal tesis expuesta se puede vislumbrar con la contingencia sanitaria. Se supuso que a las y los estudiantes las clases de manera virtual les resultarían más simples por el hecho de “estar pegados a su celular” antes, durante y después de las clases. Se suponía tal hipótesis, pues, quienes reciben la clase están más actualizados que quienes imparten las mismas en cuanto a funcionamientos en materia de dispositivos electrónicos. No obstante, con el transcurrir de las clases desde el encierro, se ha puesto en entredicho el planteamiento supuesto.
Y no sólo ha cuestionado la hipótesis, sino que incluso ha negado a la misma. En este escrito se recuperó la tesis de Cassini –ahora se está leyendo más, pero el contenido de la lectura es vacuo–, sin embargo tanto la reproducción material como ideológica del capitalismo, vía sus aparatos ideológicos, evidencian que la reproducción material del modo de producción burgués se consolida en cuanto hacer objeto al sujeto. La inteligencia se atribuye exclusivamente al dispositivo electrónico. Y esto concatenado a su reproducción ideológica: intentar mostrar –principalmente por medio de fotos de perfil en las redes sociales– lo que no se es, pero se quiere ser, y no llegará a ocurrir. Sumando a esto, el compartir lo inmediato dándose relaciones de inmediatez. A primera instancia el joven tiene más relación con la tecnología electrónica con respecto a quien le imparte determinada materia, pero no es el joven quien en última instancia usa al objeto, pues el uso del celular cae sobre el sujeto.
La tecnología no es el mal. El síntoma del mismo está en quien hace de la tecnología un medio para tener al sujeto-alumno ocupado en intentar satisfacer su imaginario, descuidando al alma (sujeto) al quedarse con lo efímero de lo compartido en Facebook; y sin darse cuenta de que pese a tener un celular propio no podrá ver la clase a plenitud porque algún otro miembro de la familia está usando la única computadora de escritorio en casa. Así, el “entretenimiento” que provee el celular oculta la desigualdad material con el imaginario de verse completo por tener lo que el resto de sus compañeros tiene: un celular.
En el Gráfico 4 se puede observar cómo, acerca de los países de la región, la desigualdad material desmonta los discursos oficiales. Los datos, por ejemplo, evidencian al posmodernismo como una corriente teórica idónea para encubrir las desigualdades socioeconómicas, para esconder la necesidad de apostar por un tipo de sociedad que no está dentro de los parámetros de la sociedad capitalista (sea del sur, europea o norteamericana). En promedio alrededor de un 57% de los estudiantes de los siete países analizados cuentan con este tipo de dispositivo en el hogar. Pero las diferencias –se indica en el texto de la CEPAL–, en el caso de cada uno de los dispositivos, son bastante significativas según la condición socioeconómica y cultural de los estudiantes. Entre un 70% y un 80% de los estudiantes del cuartil socioeconómico y cultural más alto (cuarto cuartil) cuentan con una computadora portátil en el hogar, frente a solo un 10% o un 20% de los estudiantes del primer cuartil. En el referido texto de la CEPAL se escribe respecto a las desigualdades expuestas en tiempos de pandemia:
La desigualdad en el acceso a oportunidades educativas por la vía digital aumenta las brechas preexistentes en materia de acceso a la información y el conocimiento, lo que —más allá del proceso de aprendizaje que se está tratando de impulsar a través de la educación a distancia— dificulta la socialización y la inclusión en general (CEPAL. 2020).
La CEPAL reduce las desigualdades entre los unos y los otros a “materia de información y el conocimiento”, cuando tales desigualdades son efecto, no causa; efecto de la división de la sociedad en clases sociales, pese a que desde la academia se niegue tal tesis. No es sólo que la desigualdad social, en el acceso a la información, “(…) dificulta la socialización y la inclusión en general”. Más allá de la creación de la categoría de socialización, propuesta por Durkheim, está la circunstancia fundamental de la reducción del sujeto a ser objeto, la negación del sujeto como sujeto creador al darse la conversión objeto-sujeto impuesta por la fetichización del aparato electrónico.
“Pues si no es posible conocer por medio del cuerpo nada limpiamente […]. Y mientras vivimos, como ahora, según parece, estaremos más cerca del saber en la medida en que no tratemos ni nos asociemos con el cuerpo (Platón. 2015: 44).”
El Gran Otro incrusta en el sujeto diversos imaginarios –hay buffet en ello– y en consecuencia se persigue alcanzar ese imaginario (ser Messi, tener el cuerpo de Scarlett Johansson, tener los seguidores en Instagram de alguna de las Kardashian), pero ¿y el saber? Entonces se ve al cuerpo (Aparato Escolar) como el espacio en donde se conseguirá o adquirirá un papel o las habilidades y destrezas que se ocuparán en el mercado laboral.
El discurso oficial, por vía de las estadísticas, intenta rehacer lo concreto-real y establecer que la desigualdad material se está diluyendo con reducir la brecha digital. En las propias estadísticas presentadas en escritos de organismos internacionales (CEPAL, OCDE, etc.) con relación al uso de la tecnología digital del sujeto en la educación, al no evidenciarse la fetichización del dispositivo electrónico también está en aquellas la reproducción alienante en el sujeto. Así, a la base económica se le deja intacta con el sólo desear lo que no se es, pero se quiere llegar a ser y sin que se pueda llegar a serlo. Los imaginarios se construyen y los Aparatos Ideológicos reactualizan los mismos, alienando al sujeto al separarlo de lo social.
“El reflejo religioso del mundo real sólo podrá, en efecto, desaparecer cuando las relaciones de la vida práctica del trabajo representen para los hombres, cotidianamente, relaciones claramente racionales entre sí y hacia la naturaleza (Marx, K. 2015: 79).”
El Gran Otro se reproduce en la reproducción del reflejo místico del dispositivo electrónico. Dándose la reproducción material en que el sujeto-alumno o sujeto-profesor se centren en la inmediatez de lo pedido por la autoridad pedagógica, se centren en cumplir la inmediatez requerida por la autoridad escolar. En el capitalismo la Escuela se reduce, más allá de su fraseología positivista, a perpetuar las desigualdades ya existentes. Las estadísticas –aquí presentadas– revelan el carácter nítido del capitalismo, su división en clases sociales; y pese a que las desigualdades también están marcadas en el acceso al internet, la burguesía y el proletariado, como clases sociales distintas y antagónicas, confluyen en la reproducción de las relaciones sociales de producción mismas. No son relaciones separadas –lo mismo que la relación del sujeto con su dispositivo electrónico– sino, por el contrario, una reproducción del principio de contradicción.
A manera de cierre
El Gran Otro, categoría propuesta y desarrollada por Lacan, como se expuso en este escrito, tiene carencias en aras de poder comprender las desigualdades materiales entre los unos y los otros, pero a partir de un enfoque dialéctico materialista el Gran Otro en realidad es el capitalismo. Éste, como cualquier otro modo de producción, requiere para propio su mantenimiento de dos tipos de reproducción: la material y la ideológica. La Educación en tiempos de pandemia ha evidenciado el hecho de que la escuela no es la causante de los males educativos. La contingencia sanitaria ha mostrado la conversión del sujeto en objeto. Fetichizando el dispositivo electrónico, los sujetos –sean quienes reciben o quienes dan la clase– se ocupan, se preocupan, por cumplir las demandas del Otro. Los primeros se ocupan de pasar la materia, por cumplir lo pedido en la materia; los segundos se preocupan en cumplir en tiempo y forma con lo requerido por las autoridades educativas, absteniéndose de situar su práctica pedagógica en el propósito de despertar, desarrollar la crítica, así como la reflexión de las y los aprendices.
La relación pandemia-educación, síntoma cuyo origen se encuentra en las contradicciones materiales existentes, ha mostrado que la pantalla no es la escuela. Y que los avances electrónicos son efectos de la inteligencia del ser humano aplicada en la producción de mercancías, llámense éstas dispositivo móvil, tableta, computadora, etc. A su vez, la relación pandemia-educación ha evidenciado que cada reforma educativa se ha centrado en lo administrativo y en continuar minando el saber-pensar para favorecer el saber-hacer. La reproducción capitalista, la solidificación de la “república de números”, es la agonía de la Escuela como un espacio para poder crear, circular y criticar las ideas; es negar a la Escuela como ese espacio en donde se puede sumar a favor de la transformación del orden social dominante.
Referencias bibliográficas:
CEPAL (Agosto de 2020). La educación en tiempos de la pandemia de COVID-19. En: https://www.cepal.org/sites/default/files/publication/files/45904/S2000510_es.pdf
CONEVAL. (31 de Julio de 2019). Consejo Nacional de Evaluación de la Política de
Política de desarrollo social. Consejo Nacional de Evaluación. Mayo de 2020. En: https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/PobrezaInicio.aspx
Gándara, S. (16 de febrero de 2017). La SEP reparte tabletas en escuelas sin red. En: https://www.sinembargo.mx/16-02-2017/3153541
Marx, K. (2015). El Capital. Crítica de la economía política. Tomo I, México, FCE.
Mendoza, L. La educación en México en tiempos de COVID-19. CONEVAL. (julio de 2019); Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Recuperado el Mayo de 2020, de Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (junio de 2020). En: https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/PobrezaInicio.aspx
OCDE. (2019), TALIS 2018 Results (volume I): Teachers and School Leaders as Lifelong Learners, París, OECD Publishing.
Platón. (2015). “Fedón” en Diálogos III. España, Ed. Gredos, pp. 7-141.