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Cuba y la importante victoria sobre el COVID

 

Por:  Héctor Ramírez Cuéllar

 

El gobierno cubano ha anunciado que más del 72 % de la población está inmunizada contra el Covid, incluyendo niños y jóvenes, que se reanudan los vuelos internacionales para los turistas extranjeros y que han terminado de manera exitosa los ensayos de la cuarta fase de sus vacunas por lo que está en aptitud de inocular a toda su población y efectuar grandes exportaciones de antígenos a todo el mundo. Además, el pasado día 12 de noviembre declaró que no se había registrado ningún fallecimiento en la isla y que había disminuido en forma notable el número de contagiados.

Estos elementos informativos indican que las cadenas de transmisión del virus se han cortado precisamente como resultado de la vacunación masiva que se ha realizado, después de haber experimentado desde el año pasado y durante varios meses consecutivos una serie de brotes epidémicos muy grandes que hicieron que el gobierno tomara medidas urgentes y drásticas, pero también eficaces pues el sistema hospitalario estaba prácticamente colapsado por el gran número de personas que habían contraído esa enfermedad, al grado de que se tuvieron que establecerse toques de queda, cercos sanitarios muy estrictos no solo en La Habana, sino en las demás ciudades de la isla, abrirse y acondicionarse edificios especiales para tratar a los afectados y otras medidas rigurosas de aislamiento sin las cuales no se hubiera alcanzado las metas y las medidas anunciadas recientemente.

La economía de Cuba tiene como fundamento el turismo internacional y anualmente la visitan miles de personas de muchos países del mundo, pero a partir del mes de enero del año pasado, como sucedió exactamente con otras naciones, el número de contagios creció en forma exponencial y, por lo tanto, fue necesario cancelar viajes, cerrar hoteles, suspender eventos masivos y, por lo tanto, se dejaron de recibir muchas divisas, lo que ocasionó un grave problema en la capacidad de pago del país pues no pudieron financiarse muchas importaciones de alimentos, partes, refacciones, materias primas, lo que provocó también la aparición de muestras de descontento entre la sociedad.

El gobierno, encabezado por Miguel Díaz Canel, a diferencia de otros gobiernos del mundo, que trataron de minimizar los alcances de la enfermedad, que ocultaron datos e informes, que se tardaron demasiado tiempo en tomar medidas efectivas, reconoció públicamente las dimensiones de la tragedia, informó a la población de lo que estaba sucediendo, de las carencias de recursos financieros que se estaba presentando, de las fallas y deficiencias que habían tenido varios funcionarios públicos pues se habían producido varios apagones eléctricos, entre otras fallas en los servicios públicos, asumiendo una actitud crítica, pero también autocritica, tratando ubicar y precisar el tamaño de la epidemia en sus justos términos.

En este con texto, el régimen socialista determinó avanzar por un camino difícil y complicado, pero finalmente exitoso, producir sus propias vacunas, ya que estaba consciente de que no podría adquirirlas en el mercado internacional, que está dominado por las grandes firmas farmacéuticas y puso en marcha un plan de trabajo intensivo en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, el Instituto Finlay en coordinación otras instituciones de salud y de investigación científica y ahora se puede decir que Cuba dispone de cuatro vacunas, la Soberana I y II, Abdala, Mambisa, las cuales terminaron en forma positiva su proceso de diseño, fabricación y de producción y envasado. Abdala tiene una eficacia del 92 %, Soberana II del 91 % y se contempla una tercera dosis de refuerzo. Soberana 11 se aplica para niños y jóvenes.

El proceso fue arduo y difícil pues se llevó a cabo en el marco de las nuevas presiones del Presidente Biden, al grado de que se carecía de agujas de inyección, de envases y de otros insumos indispensables, pero también había una enorme experiencia al respecto pues Cuba desde la década de los setenta produce mucha otras vacunas y medicamentos, contra el cáncer, enfermedades cardiovasculares, sida, hepatitis, meningitis, y realiza exportaciones a más de 30 países del mundo, sorteando muchas dificultades al respecto.

El éxito de Cuba no es gratuito o sorpresivo pues desde la década de los sesenta el país tiene en funcionamiento varios institutos de investigación clínica y epidemiológica, ha contado también con el apoyo de la Organización Mundial de la Producción Industrial de la ONU y sus especialistas, de alto nivel técnico, ha participado en las campañas contra las enfermedades y epidemias que azotan a varios países de África, entre otras acciones humanitarias. También tiene un órgano regulador denominado BioFarma que coordina a esas instituciones y vigila la calidad de sus productos por lo que se puede afirmar que las vacunas cubanas reúnen los estándares internacionales que existen en la materia.

La isla sufre un asedio económico permanente desde el gobierno de Trump y ahora continuado por el de Biden, se han limitado los vuelos comerciales de los Estados Unidos a La Habana, se han congelado las remesas de los familiares que residen en Unión Americana y que se transferían en la isla mejorando así el consumo de sus recipiendarios, se sigue prohibiendo que empresas extranjeras y navíos mercantes de banderas diversas realicen operaciones comerciales normales, todo ello con el deliberado propósito de que Cuba no tenga las divisas que necesita para financiar sus operaciones de comercio internacional e impedir que pueda desarrollar sus programas de investigación científica e innovación tecnológica.

El mercado de las vacunas está controlado por las firmas Pfizer, Biotech, Astra Zeneca, Sinovac, Cansino Gamaleya, Jonhson and Jonhson, ellos fijan los precios, las calidades, los volúmenes de producción, el número de dosis que se deben aplicar, las condiciones a que se subordinan los compradores que son la mayoría de las naciones del mundo, en abierta o soterrada colusión con las autoridades de la Organización Mundial de la Salud, que tardan demasiado tiempo en autorizar nuevas vacunas que, como las de Cuba, pueden competir con ellas, desde luego en condiciones profundamente desiguales. Mientras en los Estados Unidos se dispone de vacunas de sobra y en exceso al grado de que pueden aplicarlas a ciudadanos de otros países e incluso millones antígenos se pierden, en Asia, África y América Latina hay escasez de estos porque los gobiernos no tienen las divisas necesarias para adquirirlas o porque no hicieron sus pedidos a tiempo.

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