Pobreza Laboral: Hoyo Negro Del Capitalismo
Por: Héctor Ramírez Cuéllar
Según las encuestas y las evaluaciones del Coneval, en el tercer trimestre del año 2021, 52 millones de mexicanos, o sean, el 4 0% de la población se encontraba en los límites de pobreza laboral, es decir, se trata de personas que aun teniendo un empleo, trabajando jornadas de trabajo muy prolongadas, no tienen la capacidad suficiente ni siquiera para satisfacer las necesidades básicas de sus familias; en el estudio que elaboró el grupo Observatorio del Trabajo Digno, que encabeza Rogelio Gómez Hermosillo se concluyó que 6 de cada 10 personas ocupadas en alguna actividad productiva, no podían mantener a sus familias, 4 de cada 1O personas no tenían contratos de trabajo, 9 de cada 10 carecían de medios de organización para defender sus derechos; mientras que en año de 2020, según los resultados del INEGI, el 22 % de la población ocupada, no tenía la posibilidad de adquirir ni siquiera los artículos de la llamada canasta básica, indicando que la mayoría de estos trabajadores se encontraban ubicados en los llamados micro negocios, que tienen en promedio 3 empleados.
De los conceptos que suele utilizar tanto el NEGI como el Coneval, con la finalidad, dicen, de tener un panorama más amplio y exacto de la pobreza, considerada como el padecimiento general más grande que sufre la población nacional, el relativo a la pobreza laboral es uno de los más ilustrativos que refleja de la incapacidad estructural que tiene el sistema capitalista y sus representantes políticos y administradores para satisfacer los requerimientos más elementales de los trabajadores y de las familias que dependen de ellos, lo que comprueba que, aun teniendo un empleo, es decir, ser parte de la población económicamente activa, no pueden ni siquiera adquirir los alimentos indispensables, los vestidos más elementales, pagar los servicios públicos normales, que se requieren en esta actual etapa de nuestro desarrollo.
En el lenguaje coloquial se afirma que “se trabaja para vivir”, es decir, para comprar una serie de insumos básicos, entre ellos los alimentos, para sostener a una familia, pero tratándose de la pobreza laboral, en realidad se trabaja para morir, ya que los trabajadores ni siquiera pueden comprar los nutrientes básicos. Por esa razón, entre otras, los padecimientos más comunes de los trabajadores son la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, la desnutrición, la obesidad, es decir, se trata de patologías para ir falleciendo en forma paulatina.
Es decir, se está “trabajando” pero los salarios no alcanzan para comprar los insumos elementales que permitan el mantenimiento y la reproducción de la mano de la mano de obra, contradicción salvaje que incluso afecta la propia estabilidad del capitalismo, que por lo menos demanda que exista la posibilidad de comprar y consumir alimentos que impliquen una cantidad mínima de nutrientes para que no se mueran los trabajadores y que estos puedan recuperar, mediante el descanso, las energías pérdidas durante la jornada laboral y presentarse, otra vez, a siguiente día, a seguir vendiendo su fuerza vital.
En términos generales, los resultados económicos más destructivos de la pandemia se han producido entre las empresas medianas y pequeñas, en los llamados micronegocios, en donde se localizan los participantes de la pobreza laboral. Ellos han sido los más lesionados en sus estructuras operacionales, ya que no disponen de apoyos financieros por parte del gobierno, ni de las instituciones bancarias, ya que son sustituibles, es decir, desaparecen un día algunos, pero aparecen, en un corto plazo, otros, de iguales dimensiones u debilidades. Se trata de establecimientos de carácter familiar, con una capacidad productiva muy reducida, en los que no es factible la suspensión prolongada de actividades, en los cuales la tasa de ganancia es muy baja y, por lo tanto, no pueden retener a sus trabajadores en sus puestos laborales
Ello indica también que existe mucha mano de obra disponible, es decir, florece un gran desempleo, lo que permite a los capitalistas abaratar la mano de obra que contratan para obtener así una tasa de ganancia mayor y que muchos obreros no estén en la posibilidad de mejorar las condiciones vida de sus familias, generándose la necesidad de que varios miembros de estas busquen un empleo y así puedan contribuir al gasto ordinario. Traducido este desfasamiento, en términos prácticos y cotidianos, ello explica que millones de obreros y empleados no desayunan, solo duermen unas cuantas horas pues tienen que destinar mucho tiempo para transportarse a los sitios de empleos, solo consumen un alimento diario, que por lo general es de mala calidad nutritiva y por lo tanto las condiciones económicas y sociales de sus familias son excesivamente precarias que nos recuerdan las existentes en otras etapas anteriores del capitalismo.
La pobreza laboral pone en evidencia la extrema debilidad e insuficiencia que padece la estructura productiva nacional, ya que, no alienta la formalización capitalista de los trabajadores, los cuales, prefieren las ventajas que les otorga la llamada economía informal, ya que les reditúa más ingresos, “tener sus propios negocios”, no pagar impuestos, “no tener horarios rígidos”, corromper a las autoridades para realizar rápidamente trámites de carácter administrativo, “pagar los servicios médicos elementales en las farmacias particulares”, es decir, tienen mayores “libertades” pero estas son más ficticias que reales ya que los miembros de sus respectivas familias están completamente al margen de la seguridad social.
Los datos reafirman que los trabajadores que sufren la pobreza laboral están, en forma total, a merced de sus patrones, ya que con una gran facilidad son contratados, precisamente por la alta disponibilidad de mano de obra que existe en el mercado, pero también son despedidos con esa misma rapidez, sin indemnización alguna, es decir, en estas condiciones volátiles es muy difícil la constitución de organizaciones sindicales, no se pueden suscribir contratos de trabajo, ni siquiera de carácter individual, no tienen empleadores plenamente identificados ni permanentes y, por lo tanto, sus reclamaciones jurídicas ante las autoridades competentes son, en términos generales, rechazadas y congeladas, formando parte del enorme rezago de asuntos pendientes que existe en las Juntas de Conciliación y Arbitraje, que se encuentran en un proceso de transformación, pero que no se dispone de recursos económicos ni humanos para lograrlo.
Aunque en la presente administración, en dos ocasiones consecutivas, se han elevado los salarios mínimos siendo este un hecho positivo en sí mismo, ha resultado insuficiente pues la tasa de inflación aumentó en más de un 7 %, afectando sobre todo los componentes básicos de la canasta familiar, que es un indicador de referencia que se toma en cuenta para evaluar la pobreza extrema. La realidad del sistema capitalista indica que el aspecto más importante es el incremento real de esos salarios, es decir, la capacidad que tienen los obreros para adquirir bienes y servicios, pero al mismo tiempo, el gobierno no está preparado para frenar las alzas de precios, como los del gasto doméstico, que se fijan en el mercado internacional.