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Editorial. Progresismo o Revolución

Hay quienes consideran que el mapa de América Latina se está tiñendo de rojo porque las fuerzas de izquierda han resurgido. Ante tal idea empecemos por decir que en la actualidad el término izquierda no hace referencia las fuerzas anticapitalistas como si pasaba hace cincuenta años; el término izquierda hoy se refiere a un conjunto de fuerzas políticas que incluyen elementos de la burguesía, la democracia cristiana, las gestiones de carácter keynesiano, la socialdemocracia, y organizaciones que se dicen socialistas y comunistas.

Por tanto el Partido Comunista de México para diferenciarse de ese conjunto de fuerzas que incluye a sectores de la burguesía, en lugar del término izquierda se considera una organización revolucionaria y afirma el término de comunista como el elemento que la identifica pues su objetivo no es enmendar o mejorar parcialmente la sociedad capitalista, sino más bien derrocar el actual sistema del poder de los monopolios para la construcción del socialismo-comunismo.

El progresismo como una forma de la socialdemocracia, no tiene por objetivo el derrocamiento del capitalismo, por tanto el mapa de América Latina no se ha pintado de rojo, pues el único cambio es que ahora la explotación se enmascarará con un “rostro humano”, cuestión por demás imposible, pues la humanización del capitalismo es imposible, la sed de ganancias d los monopolios harán que nuevamente, luego de haber usado al progresismo para sofocar la rebeldía, se exprese la cara más cruenta del capitalismo. Sumado a esto hay que advertir que en el contexto de guerra que amenaza con generalizarse y con los atisbos de una nueva crisis económica de grandes dimensiones, los gobiernos progresistas no tienen las posibilidades disminuir la explotación o aplicar una política de gasto público para dar algunas migajas a los trabajadores, que por demás siempre son temporales e insuficientes.

Lo que algunos caracterizan como “giro a la izquierda” en América Latina, es en realidad la recomposición y ordenamiento del poder del capital que busca apaciguar rebeliones populares que hubo en Chile y Colombia recientemente. Por esto es erróneo considerar que los gobiernos progresistas pueden dar condiciones favorables para que avancen los partidos comunistas en su objetivo de derrocamiento del capitalismo y construcción socialista. Esto es evidente en el caso de México, donde el gobierno de López Obrador logró desmovilizar a la clase obrera y los sectores populares y aprobar unas serie de reformas anti obreras y anti populares (tratado de libre comercio T-MEC, reforma laboral, militarización, persecución de migrantes, agresiones a las normales rurales, entre otras); y sumado a esto ha continuado el asesinato luchadores sociales y la Guardia Nacional ha comenzado a reprimir y disparar contra las manifestaciones políticas.

Pero no hay remiendo político que logre contener por mucho tiempo las problemáticas propias de este roto sistema capitalista. El empeoramiento del nivel vida de los trabajadores, la continuidad de la violencia, los feminicidios, la falta de empleo, los recortes a salud y educación, ya están llevando a que la clase obrera y los sectores populares se movilicen demostrando que no todo está bien, y que este gobierno al igual que los anteriores es incapaz de resolver las necesidades del día a día de los más de 50 millones de mexicanos que viven en pobreza y el resto que apenas alcanza a sobre vivir. Por esto en los últimos meses han regresado las protestas a las calles y empresas, trabajadores telefonistas y maestros de educación básica, estudiantes normalistas contra la disminución del presupuesto para sus escuelas y el intento de desaparecerlas, los familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa que han vivido la continuación de la impunidad con este gobierno; comunidades rurales que siguen viviendo la violencia del narcotráfico que tiene el ejército mexicano como socio; las colonias populares que no tienen servicios y que se enfrentan a monopolios de la construcción que los desplazan; y una situación generalizada de empobrecimiento de los trabajadores que ha reducido el consumo de alimentos como la carne y aún de alimentos base como el pan y la tortilla.

Ante tal situación la conclusión es que el progresismo o socialdemocracia no puede resolver los problemas de los trabajares, por tanto, ni MORENA ni los otros partidos burgueses que ya han gobernado son la alternativa política de los trabajadores, de igual forma que Petro no resolverá los problemas de los trabajadores de Colombia, ni Lula los plenas de la clase obrera de Brasil. La salida no puede ser otra que la revolución, la transformación de la sociedad, el derrocamiento de este gobierno de hambre y miseria que al igual que los anteriores ha enriquecido más a los monopolios y empobrecido a los trabajadores. La única salida es el socialismo, y en este camino avanza el PCM llamando a que aquellos que desearon una transformación que no ha llegado  ni llegará con MORENA, se sumen a las filas del partido de la clase obrera, al Partido Comunista que está en camino de fortalecerse para encabezar la transformación que los millones de trabajadores necesitan.

El Partido Comunista de México, en su VII Congreso Nacional profundizará su política de crítica y confrontación contra el actual gobierno de López Obrador y toda expresión del progresismo o socialdemocracia, y buscará fortalecerse para tener la capacidad de impulsar una transformación revolucionaria en México que es urgente y necesaria.

Apoyar al progresismo, optar por la reforma de este sistema social de explotación, es ser cómplice de los padecimientos de clase obrera. ¡Por la Revolución Socialista, un Partido Comunista, Fuerte, Clasista e Internacionalista!

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