Las cosas ya no son como antes
Por: Carlos Suárez
En nuestra cotidianidad, resulta común escuchar la frase que da título al artículo. La hemos escuchado innumerables veces de nuestros abuelos, de nuestros padres, y seguro también nos ha tocado expresarla al ver determinados cambios a nuestro alrededor.
“Ya no es como antes” dice una mujer mayor del campo al ver que ahora las familias campesinas compran casi todo lo que consumen mientras que antes su consumo era satisfecho en gran parte por lo que producían de forma autónoma.
“Ya todo ha cambiado”, dice un hombre de mediana edad mientras suspira al constatar la pérdida de estabilidad laboral para sus hijos.
“Ahora todo es diferente”, dice una joven al ver cómo sus hermanos menores tienen que pagar en sus escuelas cosas que para ella fueron gratuitas.
“Antes las cosas eran muy distintas”, expresa un hombre mayor al ver que los montes de su comunidad han sido talados para construir planchas de concreto sobre las que se levantan viviendas incosteables para el pueblo trabajador.
Por lo general, expresiones como estás se encuentran ligadas a sentimientos de nostalgia, pesimismo, resignación, tristeza e impotencia. Se anhela la vuelta a tiempos que se consideran mejores; se añora la vuelta al pasado. Estos sentires han llegado a ser tan extendidos en determinadas épocas y lugares que han llegado a constituirse en ideologías políticas y sociales. Ya Marx y Engels hablaban en 1848 del socialismo utópico y del socialismo reaccionario. En la medida en que estas ideologías reflejan un estado real de cosas, prenden en la conciencia de las masas, que se suman al movimiento por revertir el curso de la historia.
Actualmente, algunas corrientes ligadas a la burguesía y pequeña burguesía representan esencialmente lo mismo. Es la nostalgia erigida en filosofía y guía política. Se pretende hacer creer a las masas que es posible un regreso permanente al pasado. Desde el más reaccionario chauvinismo hasta corrientes ligadas a la decolonialidad, todas buscan echar para atrás el curso de los procesos históricos, partiendo de la negación de que existan leyes objetivas del desarrollo material de la sociedad.
Pero el socialismo científico legado por Marx y Engels nos ha permitido descubrir precisamente esas leyes. Detrás de los profundos lamentos del pueblo trabajador, podemos descubrir las leyes objetivas del desarrollo capitalista.
Por un lado, como precondición e indicador del desarrollo capitalista, el trabajador independiente es despojado de sus medios de producción, de su tierra, y termina por convertirse en un trabajador asalariado. El consumo de esa población despojada empieza a ser cubierto por medio del mercado, al que obtienen acceso por medio del dinero que se recibe en la forma de salario, quedando atrás el autoconsumo. Hasta el día de hoy, campesinos en todo el mundo son convencidos por medio de la ideología, de las leyes y de la violencia para ceder sus tierras. En última instancia, se encuentra el asesinato incluso masivo para poder arrancar a los campesinos de sus tierras. Mientras exista el capitalismo, los despojos de tierras serán una constante, que permitirá incorporar más terrenos y más mano de obra a la producción capitalista.
Por otra parte, la acumulación capitalista obliga a la permanente búsqueda de reducción en los costos de producción, incluyendo el costo de la fuerza de trabajo. Es por ello que las condiciones de trabajo y de vida del pueblo trabajador empeoran continuamente en la medida en que sus salarios y sus derechos laborales son reducidos parar favorecer la acumulación. También sabemos que la producción capitalista lleva consigo una creciente dificultad para realizar la acumulación. Precisamente también por ello los golpes contra la clase trabajadora son cada vez peores, lo cual es puesto de manifiesto al ver las diferencias en las condiciones laborales de una generación y otra. Junto a ello, el aumento generalizado de los precios siempre aparece como una salida que los capitalistas emplean para cuidar sus ganancias. Mientras exista capitalismo, las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora en su conjunto seguirán empeorando.
Por último, el desarrollo de las relaciones capitalistas de producción lleva consigo la penetración de relaciones mercantiles en todos los aspectos de la vida social. Cada vez más aspectos de la vida pasan a estar mediados por dinero como condición indispensable para mantener la acumulación capitalista en constante crecimiento. Esta tendencia a la mercantilización permite crear nuevos mercados y extraer mayores ganancias de los ya existentes. Esta mercantilización se extiende hasta el grado de abarcar las relaciones interpersonales, elementos de identidad cultural y valores de uso dados por la naturaleza como el agua y el aire. No es sorprendente, pues, que la proliferación de relaciones mercantiles se desarrolle en el ámbito de los servicios más básicos para la población, incluyendo la educación pública, a la que cada vez tiene menos acceso la juventud de extracción proletaria y popular y en condiciones cada vez más precarias. El desarrollo capitalista sólo puede traer consigo una mayor mercantilización de la vida en todos sus aspectos. Entre otras cosas, esto lleva inevitablemente a una mayor explotación de la naturaleza y, con ello, a una mayor destrucción del medio ambiente también inevitable bajo el capitalismo.
Si bien existen otros aspectos relevantes que son inherentes al desarrollo capitalista, los ya mencionados ofrecen base suficiente para la mayoría de las expresiones del pueblo trabajador que constatan los cambios en la vida social que derivan de este desarrollo. Lo que interesa destacar aquí es que existe una base objetiva para tales expresiones y que corresponde al desarrollo propio del modo de producción capitalista. Dicho esto, pueden pensarse en las alternativas que tiene el pueblo trabajador más allá de la resignación y la añoranza que naturalmente brotan en su conciencia ante lo que parecen problemas sin solución.
Si entendemos las causas de fondo que yacen a toda esta serie de situaciones que merman las condiciones de vida de la clase trabajadora y los sectores populares podemos apuntar a una solución que arranque de raíz la posibilidad de que tales problemáticas sigan siendo una realidad vigente. Ya también Marx y Engels apuntaban desde hace siglo y medio la solución a este conjunto de problemas. Y es que el propio desarrollo del capitalismo va dejando tras de sí las condiciones de posibilidad para su propia abolición y superación.
Así como en el capitalismo crece en amplitud y en grado la explotación de la clase trabajadora, también se produce una creciente socialización de la producción, lo cual quiere decir que los procesos productivos son realizados cada vez más con el involucramiento obligado de un número creciente de trabajadores que, a su vez, se encuentran cada vez más familiarizados con la producción y los conocimientos que permiten realizarla. Al mismo tiempo, la clase capitalista que es dueña de los medios de producción se vuelve cada vez más minoritaria mientras se aísla cada vez más del proceso productivo. A final de cuentas, resulta evidente que es la clase trabajadora la que hace funcionar el conjunto de la economía y de la vida social gracias a su trabajo, mientras que la clase burguesa vive acumulando los frutos del trabajo ajeno sin aportar nada a la satisfacción de las necesidades de la población. Por el contrario, el carácter privado que tiene la propiedad de los medios de producción termina minando el desarrollo de las fuerzas productivas: a fin de salvaguardar las ganancias privadas se erigen toda una serie de prácticas sistemáticas que hacen retroceder el desarrollo tecnológico y su implementación a nivel de la sociedad. El estado actual de las fuerzas productivas permitiría erradicar el hambre y la miseria en el mundo; disminuir el tiempo de trabajo necesario por parte de la población, por lo que la población trabajadora bien podría emplear una proporción mucho mayor de tiempo en el disfrute de su vida y con jornadas de trabajo cada vez más cortas; encontrar la cura a enfermedades que llevan décadas martirizando a la humanidad, etc. Pero todo ello es permanentemente frenado y saboteado de acuerdo con las necesidades de la acumulación capitalista.
Cada vez más, el carácter parasitario y prescindible de la clase burguesa queda en evidencia. Por otro lado, el carácter de vanguardia de la clase trabajadora resplandece también cada vez más. Tal y como la historia lo ha demostrado, la clase trabajadora es perfectamente capaz de echar al basurero a la burguesía y hacerse cargo de dirigir colectivamente el rumbo de la sociedad. Esto es el socialismo-comunismo: la puesta del conjunto de los medios de producción en las manos del pueblo trabajador, con la clase obrera a la cabeza que mejor que nadie puede hacerse cargo de la producción y desarrollarla a niveles insospechados hasta el momento. El socialismo-comunismo también es la instauración del poder obrero, sustentado en la acción de millones de trabajadoras y trabajadores que se hacen cargo de la dirección de la sociedad con sus elementos más probados a la vanguardia en un Partido Comunista.
El pueblo trabajador no tiene por qué quedarse mirando al pasado mientras observa con impotencia el empeoramiento de su vida. La clase trabajadora y los sectores populares tienen un futuro resplandeciente con la guía del socialismo-comunismo. Ya el curso de la construcción socialista en la Unión Soviética puede demostrar lo que es capaz de lograr el pueblo trabajador cuando decide tomar las riendas de su propio futuro y deshacerse de los explotadores que hasta ese momento le han privado de toda alegría. Nuestra tarea inmediata no puede ser otra que la Revolución socialista, único camino para la verdadera emancipación del pueblo trabajador.