Las Pugnas en el Interior de Morena
Por: Héctor Ramírez Cuéllar
En la medida en que se acerca el momento en el que tendrán que definirse los candidatos presidenciales, las pugnas en el interior de Morena se intensificarán, en el marco de un proceso en el cual no parece haber importantes diferencias políticas, hasta este punto, sino que, solo discrepancias de orden táctico, sobre todo de claro sentido personalista, en la que tendrá que definirse al sucesor de Andrés Manuel López Obrador, teniendo que precisarse si seguirá por el camino ya señalado o bien se rectifica, ya sea inclinándose más a la derecha o a la izquierda; hasta hoy los aspirantes presidenciales, no han hecho planteamientos ideológicos y programáticos importantes sino solo han tratado de constituir una estructura en el interior del partido gobernante que pudiera hacerles triunfar en la encuesta que levantará esa organización política para designar, por ese medio, al candidato de los morenistas.
Los grupos políticos y sociales que crearon Morena fueron muy exitosos desde el punto de vista electoral, ya que, pudieron capitalizar para su beneficio el gran descontento social que había producido la administración de Peña Nieto y lo pudieron transformar en una votación histórica, demostrándose que la gran amplitud y heterogeneidad que tenía esa organización era útil para alcanzar el poder del gobierno, pero una vez logrado este objetivo, no se puede afirmar que ha tenido la misma capacidad, en el marco del ejercicio del poder, en el contexto de una grave epidemia, como la del Covid, que dañó seriamente el crecimiento económico y acentúo y profundizó una serie de rezagos sociales que si bien ya existían con anterioridad, como la pobreza en la que se debate más de la mitad de la población, la injusta distribución de la riqueza, la pésima calidad de la educación que se imparte en los establecimientos oficiales, la existencia de graves carencias en el sistema de salud público, la inseguridad reinante en la mayoría de las entidades federativas y el alto grado de dependencia y de subordinación que tenemos con respecto de la economía de los Estados Unidos, no se han podido detener ni mucho menos revertir, ya que, a cuatro años de distancia de la asunción a la Presidencia por parte de López Orador, la estructura de dominación y explotación económica, social y política, que se construyó durante muchas décadas, después del triunfo de la revolución de 1910, permanece inalterable en términos generales y en algunos aspectos hasta se ha tornado más regresiva y antipopular.
El error político fundamental de los grupos que constituyen Morena fue el haber propiciado o tolerado una excesiva concentración del poder en la persona del Presidente de la República, probablemente porque calculaban que de esta manera los cambios serían más rápidos, pero esto no fue así, ya que, en estos años prácticamente ha desaparecido la división de poderes que de una manera tímida e insatisfactoria se estaba comenzando a lograr desde el momento en que el PRI perdió su calidad de partido hegemónico, la anulación en la práctica de las cámaras del Congreso de la Unión, la sujeción de los líderes sociales y políticos a las instrucciones que dicta el titular del Ejecutivo, la desaparición del movimiento obrero y campesino, la concertación de alianzas con distintos grupos económicos monopolistas, el desconocimiento de la independencia y de la autonomía de Morena como partido político, la implantación de la práctica de las imposiciones y no de las negociaciones con los otros grupos de poder hasta tratar de establecer una sola orientación política en manos de un jefe o caudillo mesiánico y milenarista, como dice Enrique Dussel reproduciéndose como una burda caricatura la gestión gubernamental del general Lázaro Cárdenas.
En estas condiciones, en Morena, no existe corrientes políticas o ideológicas sino solo grupos políticos que de una manera esquemática están considerados como los puros o los duros que están a favor de continuar con la conducción política de la nación bajo los mismos parámetros hasta hoy predominantes y los conciliadores, que demandan una serie de cambios y de modificaciones que permitan hacer avanzar por el camino de las negociaciones políticas con los otros sectores, grupos y clases sociales, haciendo a un lado las imposiciones mecánicas y unilaterales del Presidente para tratar de evitar, de este modo, la generación de un enfrentamiento político de grandes y peligrosas dimensiones.