Felipe Carrillo Puerto, el Bolchevique
Por: Neftalí Ricardo
En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. – Lenin, “El estado y la Revolución”.-
El pasado 3 de enero se cumplieron 99 años del asesinato de Felipe Carrillo Puerto y los homenajes se hacieron presentes. El estado que lo asesinó le lleva flores de la mano de los militares en un acto de cinismo puro. Por otro lado, la socialdemocracia trata de cubrirlo con el manto del progresismo eliminando las ideas de Carrillo Puerto y dibujando una caricatura de un Felipe altruista, buen samaritano, paternalista que exclamó “no abandonéis a mis indios”.
Felipe, desde joven tuvo un espíritu justiciero, pero este no surgió de la nada, ya lo mencionaba Marx, “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.[1] De tal forma, que el compromiso con la justicia social de Felipe surge de las condiciones objetivas de su tiempo.
La explotación en el campo y las fábricas henequeneras, la apropiación de tierras por parte de la burguesía hacendada de la época, la rebelión maya que inició en 1847 en contra de esa misma burguesía y que mantuvo álgida la lucha de clases durante poco más de medio siglo, son entre otros los fenómenos sociales que se desarrollaron durante la juventud de Felipe. A esto por supuesto, hay que sumar la llegada de la literatura marxista a México, la agitación del Partido Liberal Mexicano y el inicio de la revolución mexicana.
Bajo ese contexto Carrillo Puerto y cientos de trabajadoras y trabajadores, pasaron de ser justicieros solitarios a militantes comprometidos con la construcción del socialismo para la emancipación del proletariado del campo y la ciudad. Para esto, se crearon las Ligas de Resistencia Socialista que dirigidas por el Partido Socialista del Sureste servían para establecer una nueva estructura social que permitiera la democracia proletaria. El mismo Felipe las describiría de esta forma: “Las Ligas son un instrumento que está transformando a la clase campesina yucateca, al indio maya, dándole el poder que requiere para llevar a cabo un amplio programa que abrirá el camino de un profundo cambio social”. Como puede verse, más allá de ser un justiciero solitario, Felipe Carrillo Puerto era un militante.
Por otro lado, se ha tratado de borrar la influencia marxista, no sólo de las ideas de Felipe Carrillo Puerto, sino también del propio PSS. Sin embargo, en su segundo congreso realizado en Izamal, Yucatán, el séptimo punto de la agenda era “Determinar las finalidades comunistas que desde el punto de vista agrario, industrial y económico deben perseguir las Ligas de Resistencia”. En la presentación del punto puede leerse: “Hacemos notar que en este tema se trata de forjar la idea al cual tenderán todos los esfuerzos del Partido Socialista; en esta virtud, somos de opinión que deben presentarse resoluciones muy apegadas a la teoría marxista”. Dicha discusión aprobó que la finalidad comunista que se debía perseguir era la expropiación sin rescate de las tierras y la industria y la eliminación de comerciantes intermediarios a los que consideraban un lastre social al nivel de los terratenientes.
Esto nos permite ver que Felipe no actuaba aislado, sino sometido a una estructura partidaria que se encontraba directamente ligada a la clase trabajadora, tal como lo hicieran los bolcheviques en Rusia. El mismo Carrillo Puerto se consideraba un Bolchevique, pues en una carta a José Ingenieros escribió: “Los periódicos que componen lo que usted ha denominado con rigurosa propiedad la Internacional Capitalista de la Prensa, me atacan continuamente llamándome bolchevique y otras cosas. Bolchevique soy porque detesto el régimen capitalista fundado sobre la impiedad de los fuertes y la explotación de los humildes. Yo quiero otra cosa muy distinta de ese régimen, lo que buscamos los revolucionarios de todos los países: mayor libertad, más justicia”.
Bajo esta lógica, es preciso mencionar dos cuestiones: primero, que es un error igualar en ideas y acciones a Salvador Alvarado y Felipe Carillo Puerto, pues el primero fue expulsado del Partido, junto a 6 carrancistas más, por crímenes contra la clase obrera, esto por crear divisiones al interior del partido, lo que denota la lucha interna de éste por alcanzar la unidad ideológica.
El Partido Socialista del Sureste no pudo darte ese salto cualitativo. Esto no quiere decir que no haya habido esfuerzos por instituir el centralismo democrático, ya que en diferentes circulares posteriores al Segundo Congreso Obrero de Izamal puede leerse con claridad como hay una tendencia a dar ese paso. Sin embargo, la influencia de la CROM persuadió al PSS a no adherirse a la Tercera Internacional y de entregar su apoyo incondicional a Álvaro Obregón y su sucesor Elías Calles. Esto ralentizó el desarrollo del partido provocando que las fuerzas del proletariado no pudieran defender la construcción del socialismo durante el golpe delahuertista.
Es en este golpe, en el que la burguesía aprovecha para asestar una letal estocada a la construcción socialista, asesinando a 14 dirigentes socialistas entre los que se encontraba el gobernador Felipe Carillo Puerto. Es importante mencionar que no fue Felipe el único fusilado, perseguido y encarcelado, pues este golpe se da poco más de un mes de publicado el decreto 420 que ordenaba la expropiación sin indemnización de las haciendas de caña de azúcar, henequén y ganado vacuno que se pondrían en manos de las Ligas de Resistencia para su aprovechamiento. No está de más decir, que Salvador Alvarado, participó en las filas delahuertistas poniéndose del lado de la “Casta Divina” que en algún momento dijo combatir.
Hoy, las ideas de Felipe Carrillo y de los cuadros más avanzados del PSS siguen vigentes, pues la clase trabajadora en la península de Yucatán y en todo México sigue siendo explotada, la tierra sigue siendo arrebatada a las y los campesinos con auspicio del gobierno, como antes con la Ley de Deslinde y Colonización de Terrenos Baldío, hoy sea despoja de la tierra bajo los acuerdos de reordenamiento territorial. Los gobiernos estatales, municipales y Federal le brindan a la burguesía los medios para que continúen acumulando capital a costillas del proletariado.
Con proyectos como el Tren Maya, se brinda de infraestructura para el desarrollo del capitalismo y el aumento de la tasa de ganancia de los empresarios. Y por supuesto para defender los intereses de la burguesía el estado, bajo la administración socialdemócrata de AMLO ha ordenado el despliegue de las fuerzas militares por todo el país.
Bajo este contexto, se puede notar porque la burguesía prefiere la caricatura de un Felipe caudillo, que ungido por la razón lucha y muere como un héroe solitario para darle esperanza a los desamparados y niegan al Felipe que se reconocía bolchevique, que organizado en el PSS impulsó como la finalidad del partido el comunismo, el Felipe que invitó a David Dubrowski a su toma de posesión como gobernador y que envió ayuda humanitaria a las y los bolcheviques durante la guerra civil en Rusia.
Hoy nos queda como enseñanza, que es necesario un partido de clase, con unidad ideológica, con un programa claro para la construcción del socialismo comunismo. Hoy la clase trabajadora del campo y la ciudad de nuestro país, ya cuentan con este partido: el Partido Comunista de México.
Participantes del Segundo Congreso Obrero celebrado en Izamal, Yucatán en 1921.
[1] Carlos Marx. “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte” en C. Marx, F. Engels. Obras escogidas en tres tomos. Tomo I. Editorial Progreso. Moscú, 1973. p. 408.