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La Política De Gran Potencia De Rusia

 

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

 

El prolongado discurso que pronunciara el Presidente Vladímir Putin en la Asamblea Nacional de la Federación Rusa ilustra claramente que ese gobierno no se propone iniciar conversaciones de paz para acabar con la guerra de Ucrania ya que pone por encima de todo el mantenimiento de los intereses estratégicos de Rusia y, por lo tanto, no está interesado en otorgar algunas tras acciones territoriales, o políticas que permitan terminar con las hostilidades militares en un corto Plazo. La alocución es la suprema exaltación del ultranacionalismo ruso, es decir, la prevalencia de los intereses nacionales de esa gran nación por encima de todo, como garantía indispensable para alcanzar la paz en Ucrania. No propone hacer ninguna concesión política o económica como una muestra de que quiere la paz, sino, la rendición incondicional de Ucrania, es decir, la derrota política de las potencias capitalistas occidentales que son las que sostienen al régimen de Zelenski.

En la primera parte del discurso, Putin dijo que en el conflicto contra Ucrania, Rusia era la parte agraviada, que si bien había iniciado la guerra del 24 de febrero lo había hecho a la manera de una actitud defensiva, es decir, ya que en los últimos años, particularmente desde la guerra de Crimea había sido objeto de muchass agresiones, provocaciones, sanciones, tanto por parte del gobierno de los Estados Unidos como de los miembros de la OTAN y que, por lo tanto, lo que había hecho Rusia era defenderse de un cerco militar, político y económico crecientemente hostil que estaba amenazando incluso la existencia de Rusia como una gran nación y, por lo tanto, no tuvo más alterativa que lanzar las tropas a Ucrania, cuyo gobierno, dice, era o es la punta de lanza de las grandes potencias capitalistas.

De acuerdo con esta concepción chovinista de gran potencia, Rusia no tiene la obligación política de retirarse de los territorios conquistados desde el año de 2014, en virtud de que los había ocupado en una actitud de legítima defensa, de ayuda y de cooperación, porque la población que vivía en esas zonas era rusa y ante las continuas agresiones del régimen de Kiev, Moscú, sus tropas, habían otorgado una protección incluso de carácter humanitario. Según este criterio, Rusia no realizó ninguna invasión, sino simple y llanamente reintegró espacios, ciudades, aldeas que desde el punto de vista histórico, sociológico, político ya le pertenecían con anterioridad y de esta manera incluso niega la historicidad de la propia Ucrania, que se considera una simple invención de las potencias capitalistas para meter “una cuña” en el interior del espacio europeo de Rusia.

El discurso de Putin es políticamente muy preocupante, ya que, expone una larga relación de factores sociales y políticos que, según él, permitan concluir que Rusia es una gran nación no solo en referencia a los territorios europeos, sino también en su ubicación en la región asiática que tiene una enorme extensión. Por lo tanto, concluye, si esto es así, entonces Rusia necesita de un espacio geopolítico mayor que, el reconocido hasta hoy, espacio que esté acorde con su gran importancia global que le permita desarrollarse y expandirse en la mayor parte de las regiones del mundo. Rusia debe ser respetada por las grandes potencias capitalistas occidentales, en función de las grandes zonas que ocupa, en forma ancestral, que llegan hasta los límites de China y de la India y en el territorio europeo, hasta Alemania, dimensión geopolítica que no admiten los Estados Unidos, ni la OTAN y de ello se deriva su permanente animadversión, la cual se refleja, entre otros elementos, en el desplazamiento de muchas bases, efectivos militares, incluso armas nucleares, en el frente occidental.

De esta manera, esbozando explicaciones muy discutibles del pasado, justifica su expansión hacia las regiones asiáticas, sus nexos con Irán, Afganistán, Corea, incluso los Emiratos Árabes, desarrollando una concepción muy amplia y completa, la cual, de llevarse a la práctica, implicaría una revisión profunda de las fronteras del mundo. Con ello, Rusia se trata de erigir como una superpotencia global, que puede enfrentar y desafiar, e igualdad de condiciones, a los Estados Unidos y a Europa Occidental y de alguna manera pone en revisión del estado actual de sus relaciones con China.

Pero no solamente hace estas consideraciones, que nos recuerdan la época zarista, sino también el Presidente Putin afirma que en Rusia se está desarrollando una distinta civilización humana, alentada y fortalecida en sus valores éticos y espirituales por la iglesia ortodoxa, la cual se basa en el respeto irrestricto a la libertad humana, a la vida, a la defensa de los niños y de los jóvenes, de la familia tradicional, contra las prácticas que realizan algunas minorías sexuales, y también en el respeto a los principios del libre mercado, aunque no menciona en forma específica los conceptos capitalismo, ni sociedad capitalista, ni civilización capitalista. Concluye que la sociedad que se está edificando en Rusia, sobre todo a raíz, de la desintegración de la Unión Soviética, es una sociedad basada en las libertades individuales, en el respeto a la dignidad personal, en la prevalencia de los derechos de los particulares, por encima de los del estado, refiriéndose directamente a los millonarios y a los empresarios que hicieron grandes fortunas en los últimos años y que están sufriendo ahora grandes pérdidas económicas debido a las sanciones impuestas contra Rusia y ya ni menciona a los obreros y a los campesinos, como si estas clases sociales hubieran desaparecido.

Pero Putin no preconiza un estado políticamente débil, sometido a los intereses y a los dictados de los capitalistas particulares, sino a un estado fuerte, sólidamente aliado, relacionado con los grandes generadores de la riqueza, como dice en el nuevo lenguaje, los jerarcas de la iglesia ortodoxa han recuperado muchos de los privilegios perdidos durante la etapa soviética, con los propietarios, gerentes, administradores de las grandes empresas estatales, de las poderosas compañías privadas, pero sobre todo con el sector de las fuerzas armadas. Se ha creado un estado oligárquico, que recuerda, tímidamente, al estado medieval, religioso, y que al emplear términos modernos podemos afirmar que se trata de un régimen de monopolismo de estado en donde las grandes empresas particulares están sólidamente ensambladas con el poder político, en cuya estructura el Presidente de la Federación Rusa, constituye la máxima concentración del poder, en donde en la práctica muchas de las libertades que teóricamente existen están anuladas, por un enorme aparato represivo, pero que está articulación tampoco impide que existan diferencias entre los grupos dominantes.

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