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La Internacional Feminista. Falsa alternativa para las mujeres trabajadoras

Lorena Vargas, miembro del CC del PCM

 

El pasado 8 de marzo, en los marcos de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, a través de redes sociales se hizo difusión del comunicado del Encuentro para la fundación de la Internacional Feminista, que aglutina a unas 50 mujeres funcionarias y exfuncionarias de la vida política en los respectivos gobiernos de sus países de origen. Entre las mujeres que convocan a la creación de esta “Internacional Feminista” están representantes de países de América Latina y también de países europeos; por parte de México nos encontramos con nombres como Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México; la senadora de Morena Citlali Hernández Mora; Nadine Gassman Zylbermann, presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, y Verónica García Cantú, Coordinadora del Feminismo de la 4T.

El perfil que comparten estas mujeres es de carácter “progresista”, los gobiernos para los que trabajan o trabajaron forman parte de la tendencia “progresista” y “de izquierda”. Este encuentro se llevará a cabo el próximo 30 de marzo y 1 de abril en la Ciudad de México, y, según la convocatoria, sus objetivos son, en primer lugar, crear una ruta de trabajo hacia la articulación de fuerzas políticas que impulsen la lucha frente a los ataques por razones de género, la lucha por la representación social y política, así como la lucha ideológica feminista frente al sistema patriarcal. Aunado a esto, la convocatoria afirma que las mujeres que forman parte de este encuentro internacional cargan la bandera anticapitalista en defensa de los derechos de las mujeres en su conjunto, sosteniendo que son el capitalismo y el patriarcado los sistemas que mantienen la desigualdad de las mujeres en general con relación a los hombres.

Algunos medios comparan a esta Internacional Feminista con la Federación Internacional de Mujeres (FDIM) nacida en 1945, una organización internacional que al terminar la Segunda Guerra Mundial aglutinó a mujeres trabajadoras, comunistas, socialistas y antifascistas por la paz en el mundo. No obstante, la intención de esta llamada “Internacional Feminista” está más lejos de las mujeres trabajadoras de lo que sus convocantes quieren hacer pensar.

Es cierto que algunas de las corrientes feministas se reivindican “socialistas” y “marxistas”, y también es cierto que muchas mujeres de la clase trabajadora se sienten identificadas con el feminismo; esto no quiere decir que estas perspectivas del feminismo sean propiamente correctas, ya que en su esencia se conserva la confrontación de las mujeres con los hombres por razones de género, mientras que la cuestión de clase queda en un segundo plano, es decir, una expresión de la ideología burguesa. Eso es lo que caracteriza el feminismo en primer lugar, un movimiento que divide a las mujeres trabajadoras de los hombres trabajadores por el objetivo principal que es llevar a las mujeres de la clase burguesa al poder.

La verdadera intención de la llamada Internacional Feminista no busca mejorar las condiciones de las mujeres de la clase trabajadora; tal es su carácter que entre las convocantes no se encuentra ninguna mujer que se desenvuelva en el ámbito sindical, que sean representantes populares o de los pueblos originarios. Al contrario, los nombres de las mujeres que firman la convocatoria forman parte de la estructura de la democracia burguesa en sus respectivos países que reproducen las prácticas de violencia, negligencia y explotación contra las mujeres de la clase. Entre las firmantes se encuentran la ministra de la Igualdad de España, Irene Montero; la ministra del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género en Venezuela, Diva Guzmán; la ministra de la Mujer de Chile, Antonia Orellana; la ministra de la Igualdad Racial de Brasil, Anielle Franco; la exministra de las Mujeres, Género y Diversidad de Argentina, Eli Gómez Alcorta, entre otras. Todas ellas forman parte de un bloque progresista y feminista, que se ha colgado de las principales demandas de las mujeres proletarias para mantener la gestión capitalista que les favorece por su posición de clase, mientras el conjunto de la clase trabajadora padece el alza de precios en los productos de consumo básico, escasez de recursos, bajos salarios, desempleo y violencia.

El caso de Claudia Sheinbaum es más que esclarecedor: una mujer en el poder, cuyo partido Morena se encargó de desaparecer las guarderías en 2019 bajo el argumento de contrarrestar a la corrupción, hecho que afectó a miles de mujeres trabajadoras con trabajos informales que no tienen acceso a las guarderías del IMSS y del ISSSTE. En ese mismo sentido, la situación de las trabajadoras en México cada vez recrudece más con el gobierno socialdemócrata: desde la pandemia y los despidos masivos, que afectó en gran medida a las mujeres, hasta la escalada del trabajo informal que afectó el acceso a la salud de millones de mujeres, alrededor de 14.1 millones de mujeres que trabajan no tienen acceso a las instituciones de salud (INEGI, 2022). Por si fuera poco, el 38.7% de las mujeres que trabajan perciben apenas un salario mínimo por jornadas de hasta 48 horas (INEGI, 2022). Además, se ha encargado de reprimir a las movilizaciones de mujeres que denuncian al actual gobierno de México por las nulas acciones para llevar justicia y seguridad en un país donde desaparecen 11 mujeres al día.

Según datos del Gobierno de México, la Política Exterior Feminista de este país se ubica entre los 3 primeros lugares, junto con la de Suecia y Noruega. El Feminist Foreign Policy Index, una asociación internacional burguesa dirigida por empresarias y empresarios de todo el mundo, reunido en Nueva York el 9 de marzo de este año, calificó en tercer lugar a México por su “papel en la erradicación de las diferentes crisis que atraviesan a la vida de mujeres, adolescentes y niñas en toda su diversidad” (SRE, 9 de marzo del 2023). Esto nos da indicios de por qué México ha sido elegido como sede del proceso fundacional de la “Internacional Feminista”.

Lo que pretende esta “internacional” es centralizar la agenda de la política feminista que se desarrolla en todo el mundo a partir de los gobiernos donde están presentes; esto es, extender orientaciones concretas al movimiento de mujeres que se desenvuelve en diferentes partes del mundo, de tal modo que sus demandas y políticas queden alienadas al único objetivo de mantener en el poder a la burguesía en su expresión femenina. Para las nuevas generaciones de jóvenes mujeres, resulta bastante atractivo el discurso antipatriarcal y anticapitalista aún en su forma más ambigua, por lo que no es sorpresa que el conjunto de estas mujeres burguesas usurpen la bandera anticapitalista para conseguir sus fines. Que esta convocatoria sea lanzada el 8 de marzo sólo fortalece la imposición que la clase burguesa ha hecho sobre esta conmemoración, cuyo origen es de clase y socialista; así pues, la burguesía hace lo necesario por ocultar las raíces del 8 de marzo, revistiéndolo de rosa, morado y verde y eliminando con toda intención la palabra “Trabajadora”, para impulsar el Día Internacional de la Mujer a secas.

Las mujeres trabajadoras estamos en franco choque con las mujeres de la burguesía, no debemos consolidar y respaldar una iniciativa que surge de sus filas, donde nos usarán como carne de cañón y continuarán dividiendo nuestros intereses de los de nuestros hermanos de clase. Los problemas que enfrentamos las mujeres proletarias como la desigualdad y violencia, la brecha salarial, la falta de acceso al trabajo, a la educación, y a la salud, son efectos del sistema capitalista que impera en todo el mundo, incluso en aquellos países donde gobiernan mujeres y que se ha demostrado que sirven, al final del día, a los intereses de su clase.

El debate sobre la conciliación de clases ya fue superado desde que las mujeres comunistas y socialistas en 1907 se reunieron en Stuttgart para posicionarse contra la guerra y por la unidad de las mujeres de la clase obrera contra las iniciativas de la burguesía femenina, quienes ya pretendían imponer luchas economicistas sobre la lucha política antiimperialista, que tanto ahora como en ese momento, fue una necesidad para todas y todos los trabajadores.

No nos dejemos engañar: las mujeres trabajadoras tienen la necesidad de la organización independiente de cualquier plataforma que la burguesía intente imponer sobre nuestros intereses; el lugar de las mujeres trabajadoras está junto a sus compañeros de clase, y es sólo el movimiento obrero y el Partido Comunista a la vanguardia lo que podrá catapultar la verdadera emancipación de la mujer.

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