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Reseña de Luis Hernández Navarro La pintura en la pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales, México, FCE, 2023 

 

 

Por: Ángel Chávez

 

“El régimen burgués, educó y educa a sus hombres en la existencia de pobres y ricos como producto de una “justa y divina división de los hombres”. Ya el mundo es así, dirán; toda la vida habrá ricos y pobres porque si se acaban los pobres ¿quién trabajará? Si se acaban los ricos ¿quién le pagará a los pobres?” Estas palabras del profesor José Santos Valdés en 1942, retratan la situación actual de la educación, pues retratan la esencia de clase de la educación bajo el capitalismo, de hecho los argumentos a favor de la supuesta “necesaria existencia” de los ricos y explotadores, son los mismos que usan hoy los sectores más reaccionarios.

Ante tal situación cabe preguntarse ¿es posible que dentro de la sociedad capitalista se eduque a los alumnos con una ideología diferente? A tal cuestionamiento el libro de Luis Hernández Navarro responde: y que eso ocurre en las escuelas normales rurales, y da pruebas de ello al describir la trayectoria de lucha de algunos de los más insignes egresados de estas escuelas, hombres que ejercieron como maestros, pero también como organizadores comunitarios, dirigentes campesinos y sindicales, y cuando los explotadores no dejaba otro camino, también como guerrilleros. 

El libro de Luis es ventana a una galería de luchadores sociales forjados en el normalismo rural, hombres y mujeres que forman parte de lo que él ha llamado la “estirpe de los indómitos”, aquellos que consagran su vida a transformar la sociedad, a luchar por mejores condiciones de vida para el pueblo, aquellos que anteponen el bienestar colectivo al beneficio personal aun y cuando el costo de esto es el despidos, la desaparición, tortura y hasta la vida misma. 

Entre los personajes que aparecen en las páginas del libro están Arturo Gámiz y Lucio Cabañas, maestros y dirigentes campesinos que derivaron en guerrilleros. Misael Núñez Acosta, formado en la normal rural del Mexe y luego en Tenería, quien fue dirigente sindical del magisterio, pero también organizador de la clase obrera en el corredor industrial de Ecatepec y las colonias populares aledañas; Proceso Díaz Ruiz, egresado de la normal rural del Mexe, Hidalgo, imparable luchador contra el “charrismo” sindical, primer de Manuel Sánchez Vite, luego contra Carlos Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo. Ezequiel Reyes Carrillo, que estudió en la Normal de Tenería, luego cuando egresó pasó por Veracruz y Michoacán, y llegó al Estado de México donde ayudó a la organización obrera y la disidencia magisterial. Aristarco Aquino, quien además de ser maestro aportó en la organización de las comunidades indígenas en Oaxaca, organizador del comunalismo.

Al describir las condiciones de vida y el proceso de concientización que tuvieron los normalistas rurales que derivaron en luchadores sociales, Luis Hernández hace un recorrido por la historia del normalismo rural, refiriendo episodios como la creación de la primera normal rural en Tacámbaro, Michoacán en mayo de 1922; la visita de Lázaro Cárdenas a la comunidad donde el pueblo le dice que requiere maestros que se adecuen a las condiciones de pobreza en que viven los campesinos; el cierre de más de la mitad de las normales rurales bajo el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz como escarmiento de haber participado en el movimiento estudiantil de 1968; y el trágico episodio de los 43 normalistas de la normal de Ayotzinapa, Guerrero en 2014. 

Además, el libro contiene un capítulo dedicado a las mujeres ligadas a la escuela rural mexicana, titulado “La mitad del cielo”, ahí habla de las maestras que impartieron la educación socialista en los años treinta del siglo pasado y que por tal motivo fueron vejadas; pero también se refiere a la no alejada represión de las normalistas rurales de Teteles Puebla que fueron reprimidas por el gobierno de Miguel Barbosa (de Morena) y tuvieron dos caídas en su lucha. Y sin dejar de lado la cuestión artística, también se dedica un capítulo a José Hernández Delgadillo, pintor y militante cuyas obras se han esparcido no solo en galerías de importancia mundial, sino también en los muros de distintas normales rurales y otras escuelas; la enseñanza que nos deja al respecto es que una obra como la de este artista necesariamente está vinculada con una concepción política de emancipación del pueblo, de ahí que este pintor militara en organizaciones marxistas. 

El verdadero sujeto de esta historia es el normalismo rural, y los personajes de los que habla son el medio, por esto no hay fanatismo en el reconocimiento que hace a estos hombres y mujeres, pues en el libro se explican las condiciones materiales, políticas y sociales en que se forjaron, una constante común de estos personajes es la vida precaria en el campo; y el proceso de concientización política que tuvieron durante su paso por las normales rurales donde aprendieron marxismo y valores distintos a los que exalta al capitalismo: la fraternidad, la honestidad, la justicia, y un pensamiento, critico, analítico y reflexivo. 

El paso por las normales rurales como un acontecimiento central de muchos luchadores sociales, pero al ir más atrás y preguntarse por los artífices de la escuela rural mexicana la respuesta, si bien implica el contexto político de la posrevolución y luego su impulso durante la educación socialista, y aunque se menciona a José Vasconcelos quien fue el primer Secretario de Educación Pública, al presidente Lázaro Cárdenas y Narciso Bassols que fueron impulsores de la llamada educación socialista,, pero el autor exhuma también a otros hombres: los maestros Raúl Isidro Burgos, nombre que lleva la normal de Ayotzinapa, y José Santos Valdés, quien en 1935 redactó el manifiesto que da origen a la FECSM. Pero va aún más allá de personas en lo individual, el autor señala que la Escuela Rural Mexicana “fue obra de los docentes, sobre todo del pueblo” y el normalismo rural es una de las “hazañas pedagógicas del magisterio”. De esta forma el autor ejemplifica de forma práctica la máxima de que la historia la hacen los pueblos.

Este libro es una historia que alienta la actividad política actual, bien puede funcionar como texto de educación política para los normalistas rurales y demás estudiantes, y como un aliciente para los actuales militantes y luchadores sociales donde se encuentran ejemplos a seguir de vidas consagradas a la lucha. Por tanto, al igual que “Lejos de ser un lastre del pasado, las normales rurales son una necesidad para otro futuro”, la lectura del presente libro es necesaria para construir otro futuro. 

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