Las expectativas de que una mujer sea presidente: ¿Por qué se cree que habrá un cambio?
Por: Alejandro del Toral
Si uno conversa con la juventud de nuestro país, se podrá percatar que gran parte de este sector social – principalmente el femenino – está expectante de que, sin importar cuál sea el resultado electoral de junio del presente año, por primera vez en la historia de los Estados Unidos Mexicanos habrá una mujer ocupando el poder ejecutivo.
El motivo de estas esperanzas que los jóvenes depositan hacia las candidatas es el mismo por el cual muchos jóvenes votaron en 2018 por López Obrador: el deseo de un cambio. Esta expectativa, en contraste de la que provocó Obrador hace seis años, se sustenta gracias a la creencia de que la llegada de una mujer a la presidencia podría generar un cambio social significativo; promoviendo una agenda que respalde los intereses de las mujeres trabajadoras y de las estudiantes que les permita vivir dignamente y que la violencia que muchas de ellas sufren llegue a su fin. No obstante, ¿realmente la llegada de una persona del sexo femenino al poder ejecutivo puede representar un cambio de vida para la mayoría por el hecho de que sea mujer?
Nuestra experiencia, y la de otros países, nos podría ayudar a responder esta interrogante tan necesaria de hacerse y contestar. Empero, si queremos empezar por nuestro país, nos veremos limitados a causa de que ninguna mujer ha servido en el cargo ejecutivo federal; aunque, para resolver este inconveniente, sería factible analizar las políticas de los partidos sistemáticos.
Durante el sexenio de MORENA, deterioró el sector laboral de muchas mujeres, sobre todo durante el periodo de la pandemia al querer mantener el margen de las ganancias de los empresarios; mientras que, para las jóvenes que se encuentran estudiando, la situación no se diferenció mucho al precarizarse sus centros de estudio y sufrir por dos años un sistema educativo remoto mediocre. Ante este primer vistazo, es importante agregar que los problemas que han sufrido las mujeres durante estos últimos seis años han tenido una íntima relación con su condición sexual como son su condición de clase, existiendo muchos más ejemplos como los siguientes: la militarización del país y la represión en contra de los estudiantes, la crisis de la salud pública y el fallecimiento de cientos de miles de personas – incluyendo médicos, la propuesta de una agenda feminista oficialista que solo ha servido para encubrir los crímenes perpetrados hacia las trabajadoras…
Curiosamente, durante los sexenios de gobernanza del PRI y del PAN, hubo similitudes con las políticas de la socialdemocracia: el incremento de los feminicidios, la disminución del poder adquisitivo de las trabajadoras, el incremento de los abusos sexuales hacia las mujeres, el descenso en los niveles de seguridad en el país producto de la represión y el crimen organizado, entre otros.
Ahora bien, en el caso de los países en donde mujeres han formado parte del poder ejecutivo de sus respectivos Estados, el accionar no ha sido muy diferente: en Argentina, Cristina Kirchner fue la pionera en la decaída de la calidad de vida de los trabajadores argentinos que empezó a mostrar sus primeros síntomas desde 2015 con un descenso en la economía; en Perú, Dina Boluarte llegó al poder tras la destitución de Pedro Castillo en 2022. Desde entonces, el Perú ha estado en una crisis económica, política y social que desembocó en múltiples protestas y en la represión del Estado peruano hacia los trabajadores.
Considerando los ejemplos que se han expuesto y, además, los intereses que ha tenido el gobierno socialdemócrata en turno y los intereses que tuvieron el PAN y el PRI hace años, nos es certero afirmar que el que una mujer aspire al poder y que pueda llegar a conseguirlo, no significará un cambio real para los ciudadanos de este país, ya que solo se ha buscado defender el lucro privado y los intereses de los gestores de este sector económico: la burguesía. Por lo tanto, ¿qué si puede representar un cambio para la vida de los ciudadanos?
El Partido Comunista de México pretende responder esto al apostar no por una gestión distinta del mismo sistema, sino por un sistema distinto que pueda generar un cambio en la vida de todos los trabajadores de México al proveerles la alternativa de la justicia popular y de la creación de un hombre nuevo; como proponía el comandante Guevara. Y, para que este cambio suceda, no importa el sexo de las personas que busquen este cambio, sino sus capacidades, sus cualidades y un indispensable interés por defender una patria socialista: una patria de la clase trabajadora.