Trabajo y valor humano
Por: Cristóbal León Campos
El trabajo es el motor de las sociedades, a través de él se crean los valores y toman forma las relaciones históricas de producción en las que se ven inmersos millones de proletarias y proletarios en el mundo. Las sociedades están edificadas con relación a la estructura que establece el sistema económico que la rige, no hay hecho material ni intelectual desligado en su totalidad del trabajo y, por lo tanto, de los seres humanos, quienes mediante su fuerza de trabajo son regulados, explotados y ubicados en la pirámide que componen las clases sociales, algo que Karl Marx explicó a lo largo de su vasta obra intelectual, sobre todo en escritos de crítica de la economía política como: Trabajo asalariado y capital (1847), Grundrisse (1857), El Capital (1867), Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 (1932), entre otros.
Las relaciones de producción muestran la centralidad del trabajo para el desarrollo de las sociedades, pero por encima de todo, dan luz sobre el valor del ser humano que a través de su fuerza de trabajo tiene a su cargo la creación social, y esto es indispensable no olvidarlo, ya que uno de los principales efectos de la alienación es justamente la negación o el ocultamiento del papel de la fuerza de trabajo humana para la creación de la riqueza, misma de la que son despojados los proletarios y proletarias. La pobreza y la desigualdad social tienen su fundamento en ese despojo-explotación que se produce por la sustracción del plusvalor por parte del capitalista, dejando en condiciones inferiores a las y los proletarios por la inequitativa distribución de la riqueza generada por el trabajo proletario.
Hoy, en pleno siglo XXI, muchas voces condicionadas por el capitalismo, sugieren que las relaciones de producción se han transformado y ya no ocupan un lugar central a la hora de explicar y comprender las condiciones de vida de las clases sociales de una sociedad determinada, pero esto es falso y tramposo; primero, por que fue el mismo Karl Marx quien señaló en su obra Miseria de la Filosofía (1973) que “La historia entera no es más que una transformación continua de la naturaleza humana”, revelando que esa evolución es connatural al desarrollo social, por lo que no es un argumento válido para descartar la teoría materialista de Marx señalar que la constante evolución de las condiciones de vida, pues ese cambio es justamente lo que explica el filósofo alemán como parte de su teoría; y, segundo, las relaciones de producción sin duda sufren modificaciones a lo largo de los años, en términos materiales eso es normal conforme avanza la propia producción humana, pero su lugar central no se pierde, muy al contrario se mantiene y con situaciones como la pasada pandemia de Covid-19 quedó muy en claro que si el trabajo se interrumpe, es decir, si las relaciones de producción se paralizan, las sociedades colapsan y entran en crisis profundas.
Lo que hoy conmemoramos, como cada Primero de Mayo, es el lugar de los y las trabajadoras en la producción y su innegable papel en la generación de la riqueza y las sociedades, este día es para dignificar las luchas proletarias por el respeto a los derechos laborales y por la exigencia de justicia ante tanta explotación, pobreza, despojo, marginación y deshumanización, en este mundo regido por la lógica de mercado y no por la satisfacción real de las necesidades básicas de los seres humanos para una vida plena en igualdad de condiciones para todos y todas; el asunto es la transformación de las relaciones de producción…