¿LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES SE DEBEN ANULAR?
HÉCTOR RAMÍREZ CUELLAR
Desde el punto de vista procesal, las elecciones presidenciales del pasado 2 de junio han entrado al periodo de las controversias y de las disputas legales en las cuales el principal protagonista seria el Tribunal Federal Electoral quien deberá resolver en forma definitiva e inatacable, sobre la validez de elecciones . El INE ha documentado que las diferencias cuantitativas son muy grandes a favor de la candidata oficial y de que por lo tanto nada se puede hacer en contra de la validez general de los comicios, no obstante que en este proceso, ilegal y accidentado, se han presentado 432 impugnaciones por parte de los partidos y los candidatos, a las cuales no se les concede ninguna gravedad e importancia.
La principal deformación en la que ha incurrido el INE consiste en que establece una separación en el proceso electoral propiamente dicho y las resultados finales, menospreciando el hecho de que se trata de un proceso único, lleno de irregularidades, que se inició desde hace un año y medio, por lo menos, en el cual el Presidente de la República adelantó los tiempos electorales y designó a su sucesora en el cargo, propiciando que lucha por la sucesión presidencial se efectuara al margen de la legalidad constitucional imperante, ya que todos los partidos y candidatos, en mayor o menor medida, actuaron al margen de las normas, los requisitos, los plazos que establecen las leyes de la materia. Por lo tanto, las elecciones del 2 de junio forman parte culminante de proceso amañado y violento, ya que todas las normas legales se atropellaron e ignoraron, forma pública y reiterada, y el INE y el Tribunal nada hicieron, en forma efectiva, por detener este abandono total de la aplicación de las estipulaciones que existen en ese campo y que se desacataron en forma evidente, a la vista de todos los ciudadanos.
Tanto el INE como el Tribunal aplicaron a táctica de “dejar hacer “ el gobierno y su aparato de control y no aplicaron ninguna medida efectiva y concreta, que reflejara que existía una autoridad electoral que tenía como función esencial cumplir y hacer cumplir las leyes de la materia, permitiendo la simulación y el engaño, lo que en realidad constituyo un claro signo de debilidad política e institucional, de sometimiento al Poder Ejecutivo, lo que a su vez produjo como resultado político general una gran inequidad e parcialidad a favor de Morena, es decir, del aparato estatal.
Desde el momento en que el Presidente hizo pública su simpatía por su sucesora, todas las dependencias gubernamentales federales, los gobernadores de los estados, los Presidente municipales y por supuesto, Morena, comenzaron a actuar ilegalmente para cumplir con los deseos del jefe máximo e indiscutido, se ignoraron los plazos, las modalidades y los requisitos que en esa materia existen y de esa forma se inició y llevó a cabo campaña política electoral abierta y sistémica, a favor de la señora Sheinbaum.
En este contexto, el propio Marcelo Ebrard denunció una serie de graves irregularidades que se cometieron en las llamadas elecciones internas de Morena , las cuales jamás fueron resueltas o aclaradas por los órganos de ese partido. Este actitud fue muy perniciosa : ninguna impugnación, ninguna crítica, que proviniera no solo de parte de los grupos y personalidades del partido en el poder sino también incluso de actores políticos ajenos a este, fueron examinadas o aclaradas y los órganos electorales, en el mejor de los casos, solo dictaron las llamadas medidas cautelares, que eran o fueron simples recomendaciones, que no tenían ninguna efectividad jurídica ya que jamás fueron cumplidas por lo que el Presidente siguió actuando todos los días, en forma sistemática, en contra del orden legal vigente, hasta este momentos, es decir, incluso después del día de las elecciones.
En esta etapa, en la cual todavía no termina el proceso electoral, el Presidente está interviniendo de una manera pública y reiterada, sobre los resultados de los comicios, las actuaciones políticas que deberá tener su sucesora, el nombramiento de los miembros su gabinete, es decir, está tratando de influir en la composición y en la orientación de la nueva administración, todo ello cuando el Tribunal ni siquiera ha iniciado el examen sobre la validez de los resultados electorales, anticipándose así a sus calificaciones finales.
En este proceso se presentaron las siguientes transgresiones importantes a las leyes de la materia: realización de campañas electorales anticipadas y contumaz actitud personalizada del Presidente, intervención constante en asuntos que no son de competencia, lo que vulneró la equidad en la contienda, a favor de los candidatos de Morena, erogación de grandes sumas de dinero en actividades propagandísticas, injerencia de funcionarios públicos en los actos de designación y proselitismo en apoyo a los candidatos del nuevo oficial. Si los miembros del TRIBUNAL analizaran en forma conjunta estos delitos, si tomaran en cuenta que se cometieron de una manera constante, en abierto desafío a las autoridades de la materia, si parten de la premisa de que las medidas cautelares fueron despreciadas por las autoridades involucradas, si no se han rendido informes sobre los enormes gastos campaña de la candidata triunfante, si se desea sentar un precedente político importante para que en el futuro los partidos y los ciudadanos se ajusten a las normas establecidas, la anulación de esas elecciones tendrían un gran significado y trascendencia ya que se estaría defendiendo en la práctica el estado de derecho que dice que rige en nuestro país.
Los resultados cuantitativos de las elecciones presidenciales se explican en gran parte pero no de una manera completa, por el efecto acumulativo que constituyeron estas irregularidades y que desde hace más de año y medio se estaban conformando, Morena consolidó un ventaja política considerable, mientras el resto de los partidos todavía ni siquiera tenían candidatos designados y cuando estos nombramientos se dieron y se iniciaron formalmente las campañas electorales, el partido hegemónico tenía un gran posicionamiento político y propagandístico en las elecciones ya que entre otros factores, en el seno de Morena se habían formado poderosas estructuras clientelares en las que se manifestó claramente la alianza partido gobierno.