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Triunfo de la 4T, ¿derrota de la derecha?

Armando Cruces Arce

 

Con la calificación de la elección presidencial por el Instituto Nacional Electoral (INE), y la decisión del propio INE de definir el reparto de curules y escaños, con lo que la conformación del Congreso quedará con una “aplastante” mayoría del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), se cierra el escenario del “cambio” de gobierno y se abren nuevos, todos, sin duda, inéditos.

El gobierno en turno, con base en la aplastante mayoría electoral que logró, se apresta a cambiar, en algunos casos drásticamente, con el entramado gubernamental que la burguesía había cedido construir, por presión y como producto de la lucha de clases, de la movilización juvenil y de amplios sectores sociales (obreros, campesinos, de colonos, de mujeres, etc.).

Ese entramado social, económico y político, construido, como se señaló antes, bajo presión de la lucha de clases y la movilización popular, en poco ayudó, sin embargo, a resolver los agudos problemas de la desigualdad social, le precarización del trabajo y en general a mejorar sustancialmente, dentro de los marcos del capitalismo, las condiciones de vida de las masas trabajadoras.

Era un entramado jurídico/político/social que se ajustaba perfecto a la reproducción del sistema, la burguesía, los monopolios y los capitalistas estaban muy contentos con ese sistema, creado perfectamente a sus intereses, sistema que sólo ha generado pobreza, desigualdad y acentuado la explotación.

Sin embargo, las condiciones del mercado mundial y las crisis recurrentes del capitalismo, que han tenido sus expresiones más agudas en los conflictos en el medio oriente, con la agresión sionista contra el heroico pueblo palestino, la guerra imperial entre Rusia y Ucrania, así, como las contracciones cíclicas del sistema reflejadas en constantes vaivenes en los flujos de recesiones e inestabilidad financiera, han obligado a la burguesía mundial, a través de sus emporios monopolistas, a modificar, en algunos casos drásticamente, sus sistemas de gobierno, pero sin alterar, para nada, el sistema de producción, es decir, sí cambios, pero dentro del marco de producción de capital.

Dos grupos preponderantes han intentado liderar estos cambios a nivel global, cambios que se han producido también en aquellos países que juran y perjuran que siguen en el campo “socialista”.

 

En Europa, tanto la ultraderecha, con posiciones e ideología claramente fascista, y la socialdemocracia, luchan por conquistar gobiernos, para, con acuerdo con los monopolios y las burguesías nacionales socias de ellos, imponer cambios y formas de gobierno. Si se observa con atención, ambas corrientes proponen los cambios, en “nombre del pueblo”.

En nuestro continente, una supuesta “ola de izquierda” u “ola roja” ha tomado preminencia para liderar estos cambios. La prensa burguesa en asociación con los voceros orgánicos de la socialdemocracia, intentan fijar la idea de que “la izquierda” ha tomado muchos de los gobiernos de la región, por tanto, que el avance de la democracia es incontenible.

Sin embargo, ni en Chile, Colombia, Bolivia, Venezuela, Panamá, la llegada de estos gobiernos ha significado una transformación verdadera, profunda, en beneficio de la mayoría trabajadora. Por el contrario, esos gobiernos han generado mayor concentración de la riqueza, más pobreza y desigualdad. Es decir, la supuesta democracia que presumen estos nuevos gobiernos no es garantía de combate a la desigualdad y la explotación.

En todos ellos, la flama de la revolución está aún ausente. La socialdemocracia campea feliz, intentando recomponer el entramado de gobierno que permita la reproducción del capital sin contratiempos, porque si observamos el comportamiento de sus economías, encontraremos que mientras el pueblo trabajador carece casi de todo, o mantiene sus mismas condiciones de desigualdad, los monopolios y sus socios burgueses nacionales presentan exorbitantes ganancias.

Lo anterior significa que las promesas de “gobernar para y con el pueblo”, han quedado sólo en eso, en vanas promesas y sobre todo que la socialdemocracia (vestida con ropajes de izquierda, populista, o popular), ha engañado a las masas trabajadoras, y ha llevado hasta el límite la nefasta colaboración de clases, en beneficio del capital.

En esos países, sin presencia real de la izquierda revolucionaria, los partidos de la burguesía, en coalición con el oportunismo de izquierda, representado por la socialdemocracia, han precarizado los salarios, dejado a millones de trabajadores sin acceso a la seguridad social, han destruido los avances que la lucha popular había logrado y ha permitido que la desigualdad se amplíe, tratando de engañar con dádivas, una supuesta “redistribución del ingreso”.

En nuestro país, que es parte de la esfera de producción global del capitalismo, también se han producido cambios y movimientos. Está por terminar un gobierno que permitió que la reproducción de capital y las ganancias de los monopolios se incrementarán, casi estratosféricamente. Reestructurando el Estado mexicano para beneficio del capital.

La lucha de clases ha tenido su expresión más aguda en este período, pero como siempre, el Estado y el gobierno se han adecuado a las condiciones del mercado, para permitir que las ganancias del capital se obtengan con mayor facilidad, impidiendo la movilización popular, mediante engaños, palabras y promesas incumplidas.

Se está conformando un nuevo modelo político, económico y social, en donde predominan los intereses del capital, a pesar de que se engaña a las masas trabajadoras, afirmando que se gobierna para el pueblo. La estrategia ha sido aplicada con rigor. El ascenso de las ganancias del capital, es decir, el ascenso del capital permite que el reformismo campee a sus anchas en el país.

Así, para que la marcha de la sociedad burguesa se desarrolle con tranquilidad, de manera normal y hasta pacíficamente, como a diario pregona López Obrador, la socialdemocracia ha logrado que la lucha económica, social y política esté dispersa, dividida, golpeando a la organización independiente de la clase trabajadora, permitiendo que la lucha se divida en infinidad de luchas parciales, dispersas, aisladas, impidiendo la conexión entre ellas, en las fábricas, en el campo, en las ciudades, etc.

Se ha permitido por el gobierno socialdemócrata la práctica “espontánea” de las luchas sociales, es decir, pequeños brotes de inconformidad allá, algunas protestas por acá, inconformidades más allá, pero todo sin alterar “la paz social”, porque estas prácticas llevan explicitas la dominación ideológica de la burguesía.

Es importante dejar claro, que, a pesar de los cambios, “profundos” según el oportunismo socialdemócrata, “en beneficio del pueblo” declaran todos sus portavoces, el actual gobierno burgués ha permitido que los monopolios y la burguesía nacional asociada a ellos, mantengan los instrumentos de control social, político y económico, una formidable potencia de clase que permite, regula y facilita la reproducción del sistema de explotación.

La inmensa mayoría del pueblo trabajador, además de sometido por esa potencia social, se encuentra sumiso, privado de los medios que les permitan conocer la realidad del proceso que se produce y el tipo de sociedad que se les está imponiendo.

La desviación oportunista del movimiento social ha permitido que el parlamentarismo, mundo ideal de la socialdemocracia, sean un trampolín para el oportunismo. En esto momentos, quienes en el mundo burgués no encuentran acomodo y fracasan, llevan su frustración, “indignación”, hacía las posiciones de una inexistente izquierda, y logran ahogar las reivindicaciones proletarias en la masa amorfa del campo electoral, que es el reino de la burguesía.

En diferentes momentos, y por diferentes razones, luchas interburguesas, crisis económica, gobiernos corruptos, crisis en las élites políticas, etc., los gobiernos socialdemócratas han logrado conquistar grandes masas de electorado, sin que ello signifique que sus gobiernos cambien el sistema de producción. También estos gobiernos se han distinguido por perseguir y golpear a la izquierda revolucionaria. El “tufo” anticomunista de la socialdemocracia se expresa en todos lados.

En esos momentos, las burguesías nacionales y los monopolios asociados a ellas no han perdido, en realidad quién pierde es el pueblo trabajador, la derecha con sus partidos “tradicionales” no pierde, simplemente no les es funcional a la burguesía y los monopolios para esos momentos específicos.

En México el nuevo gobierno, que por su carácter de clase poco o nada importa que sea una mujer la que lo lidere, prepara una nueva estructura de dominio que le es funcional al aparato de producción capitalista. Y lo hará, nuevamente, a través del falso y engañoso “gobierno para el pueblo”, que sólo esconde la sumisión del movimiento proletario a los designios del capital.

En México la derecha no perdió, quien en realidad perdió fue la clase trabajadora, el movimiento obrero y campesino, quienes, por el oportunismo de la socialdemocracia, carecen de representación real y verdadera, es decir una representación revolucionaria.

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