La emancipación de la mujer y Revolución Socialista de Octubre
La emancipación de la mujer y Revolución Socialista de Octubre
*Ponencia para la conferencia sobre la Gran Revolución Socialista de Octubre
Lorena Vargas
A 108 años de la Gran Revolución Socialista de Octubre nos reunimos para conmemorar un hito que cambió, no solo la historia de Rusia, sino la de toda la clase trabajadora y los pueblos en el mundo, inspirando la lucha contra la opresión del capital, contra la guerra imperialista, por su emancipación. Este evento demostró al proletariado internacional que las cadenas del capitalismo, la esclavitud del asalariado y la barbarie que corrompe a la sociedad de clases dominada por el capital no es eterna ni se trata del fin de la historia.
La Revolución Socialista de Octubre es, además, un punto de inflexión importante para la humanidad, demostrando que el socialismo es la única vía para acabar con toda forma de opresión y romper con el ciclo de la dominación de clases, hacia un futuro comunista. No obstante, deja como legado la necesidad de la organización del proletariado, con el Partido Comunista como su vanguardia, para generar un cambio radical de las condiciones materiales existentes. Esto es, no sólo la necesidad de la organización para la Revolución, sino también para el socialismo-comunismo.
Los objetivos que se propusieron los bolcheviques en 1917 son los objetivos de los comunistas de hoy; por eso, es necesario reflexionar sobre las tareas vigentes que tenemos ante nosotros, pues en México y en el mundo, el capitalismo continúa lapidando a los pueblos, aniquilando la naturaleza y absorbiendo en dinámicas opresivas las vidas de las y los trabajadores. Avanza el reacomodo de las fuerzas imperialistas que aceleran la guerra en diferentes partes del mundo, y en respuesta, los comunistas debemos hacer avanzar la organización de los trabajadores con un programa revolucionario, aclarando que no existen etapas intermedias de transición, y que las llamadas “vías pacíficas” son sedantes para la fuerza de la clase trabajadora, cuya emancipación está únicamente en sus manos.
En este contexto, es esencial destacar los logros de la Revolución Socialista, que sirvan como faros que alumbren el camino de la militancia comunista, para fortalecer las tareas en los frentes de lucha en los que nos desarrollamos día con día, porque la memoria de la lucha obrera también es consciencia de clase. Y de entre todas las memorias, se destaca la de la emancipación de la mujer, pues solo la Revolución Socialista demostró que las mujeres podemos alcanzar la plenitud e igualdad de condiciones que los hombres, no en las mismas circunstancias que bajo la sociedad capitalista, sino en función de la construcción de un mundo nuevo libre del yugo de la opresión de clase.
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La participación de las mujeres en el proceso revolucionario tuvo un papel importante. Desde 1905, la lucha por los derechos de las mujeres tuvo un cobijo amplio entre las obreras, permitiendo, además, desarrollar la experiencia revolucionaria que diera pie a movimientos femeninos relevantes, entre los que destaca el movimiento socialista femenino. Figuras como Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Nadezhda Krupskaya y Alexandra Kollontai fueron clave dentro del movimiento comunista entre las mujeres; pero cabe recordar que su papel no se limitó a la reflexión y organización de las mujeres trabajadoras, sino que se amplió a muchas otras tareas diversas dentro del Partido y tuvieron amplia participación en la toma de decisiones y coyunturas políticas y orgánicas.
La llegada de la Gran Guerra fue un punto crucial que permitió el desarrollo del rol de las mujeres en la producción, pues mientras sus maridos partían a combate, las mujeres tomaron cada vez más presencia en los centros laborales. Y así como se acrecentaba la opresión de las mujeres trabajadoras, también se fortalecía su consciencia de clase. La II Conferencia de Mujeres Socialistas de Copenague de 1910 dejó lecciones importantes para la consolidación del movimiento obrero femenino, entre ellas, la necesidad de luchar contra la guerra y por el pan. En 1917, la huelga del 8 de marzo (23 de febrero) de las mujeres obreras de Petrogrado, en exigencia de alimentos y la caída del zar, inicia la Revolución de Febrero de 1917, abriendo con broche de oro el estallido revolucionario que culminaría el 7 de noviembre (25 de octubre) de ese año.
Dentro del partido bolchevique, las mujeres fueron un eslabón importante para el desarrollo y fortalecimiento de las tareas de los comunistas. Las reflexiones en torno al papel de las mujeres en la sociedad burguesa fueron un parteaguas que dio pie a la organización de las mujeres, no sólo por la igualdad de condiciones que los hombres, sino contra el sistema capitalista que oprime a hombres y mujeres de la clase trabajadora por igual. En estos términos, la franca crítica al movimiento feminista emergente del siglo XX marcó una línea divisoria entre los intereses de las mujeres trabajadoras y los intereses de las mujeres burguesas.
En la Revolución de 1917, las mujeres obreras y campesinas tomaron las armas y se unieron a sus compañeros hombres en el derrocamiento al Zar y del Gobierno provisional, tomando el poder en sus manos. Es así, que este evento marca un antes y un después, no sólo para la historia de la clase trabajadora en general, sino de las propias mujeres obreras, demostrando que la Revolución es también escenario de cambios profundos de las condiciones actualmente existentes que nos oprimen a las mujeres en el capitalismo.
Después de 1917, el poder soviético se propone una serie de tareas que continúen en el camino de la emancipación de las mujeres, ampliando todos los derechos sociales, políticos y económicos, que, para la época, representaban lo más avanzado que cualquier sociedad “progresista” y “democrática” del mundo capitalista podía concebir para las mujeres, quienes continuaban atadas a la doble explotación del hogar y del trabajo, con poca o nula participación política y escasa representación sindical.
La Revolución Socialista no solo transformó la estructura económica y política de la sociedad; también permitió que las mujeres asumieran roles activos en todos los ámbitos. En la Unión Soviética, las mujeres obtuvieron derechos que les habían sido negados durante siglos, y participaron activamente en la construcción socialista. Sin embargo, todos los esfuerzos tenían que ser reflexionados ampliamente para atender las demandas concretas, esto es, arrancar verdaderamente de raíz la opresión que sujeta a las mujeres en relación a las libertades y derechos de los hombres.
La victoria de la Gran Revolución Socialista de Octubre transformó radicalmente la situación de las mujeres en Rusia, integrándolas en el movimiento obrero y campesino y promoviendo su participación en la construcción del socialismo. En 1918, se celebró el Primer Congreso de obreras y campesinas en Moscú, donde Lenin destacó el papel de las mujeres en la lucha social. El Partido Comunista Ruso (bolchevique) no solo reconoció la igualdad formal de las mujeres, sino que implementó políticas para liberarles de las cargas domésticas y garantizar su participación en todas las esferas de la vida.
Entre los logros por la emancipación de la mujer se destaca la abrogación de lo que Lenin denominó como leyes discriminatorias. Desde el establecimiento del poder soviético el 25 de octubre de 1917, se realizaron cambios significativos en la legislación que históricamente habían mantenido a las mujeres en una posición de desigualdad. Lenin destaca que, a diferencia de los Estados capitalistas, que no habían logrado abolir tales leyes, el Poder soviético eliminó completamente aquellas restricciones que colocaban a las mujeres en una situación de dependencia. Esto incluye reformas en leyes sobre el divorcio, derechos sobre los hijos y la capacidad de las mujeres para demandar alimentos para sus hijos.
La abolición de leyes discriminatorias no solo tuvo un impacto jurídico, sino que también ayudó a transformar la percepción social sobre el papel de la mujer, pues la plena igualdad de derechos es un paso esencial hacia la emancipación de la mujer y, por ende, hacia el progreso de la sociedad en su conjunto. No obstante, el nuevo poder obrero no se limitó a cambios legislativos, sino apenas como un comienzo, asumiendo un compromiso activo con la emancipación de la mujer.
Este compromiso se reflejó en la política y en la organización social, donde la participación de las mujeres en la vida pública y política fue una prioridad. A pesar de los logros legislativos, el poder soviético asume que la verdadera emancipación de la mujer requiere su participación en la economía colectiva. Es fundamental que las mujeres se incorporen al trabajo productivo, ya que solo así podrán liberarse de las ataduras del hogar y alcanzar una igualdad efectiva con los hombres. La participación en el trabajo no solo empoderó a las mujeres, sino que también contribuyó al desarrollo de la sociedad socialista.
Es en esa instancia que el desarrollo de instituciones como comedores y casas de maternidad fueron esenciales para liberar a las mujeres de las tareas domésticas, buscando siempre ampliarlas para atender a toda la población en la Unión Soviética. El cuidado de la maternidad y de los hijos fue siempre una prioridad, colocando como punto de partida la necesidad de elevar la participación de las mujeres en la construcción socialista, sin tener que detener su desarrollo por anteponer las labores del hogar y de la crianza.
Para que las mujeres pudieran participar plenamente en la vida política y social, fue necesario brindar educación y ampliar los centros educativos, con el objetivo de fomentar su conciencia política. Ya que la política debe ser accesible para todos, la organización y movilización de las obreras fue esencial para fortalecer la participación femenina en la organización de la sociedad socialista, para consolidar los logros alcanzados y asegurar que la emancipación no se convirtiera solo en un ideal, sino una realidad. Esto implicó que las mujeres asumieran un papel protagónico en la construcción de las instituciones que apoyaran este objetivo.
Durante las décadas de 1920 y 1930, se organizaron reuniones y círculos de mujeres, donde se les enseñó a leer y escribir, además de proporcionarles acceso a la cultura y la salud. La participación de las mujeres en la política y la economía creció significativamente, y en 1927 se observó un notable aumento en su representación en los Soviets. La colectivización agrícola también impulsó la participación femenina en el campo, con un movimiento emergente de amas de casa que contribuyó a la vida social y productiva.
Durante la Gran Guerra Patria (1941-1945), millones de mujeres asumieron roles tradicionalmente masculinos, trabajando en la economía y combatiendo en el frente. Se organizaron encuentros antifascistas y se creó un Comité de mujeres soviéticas para coordinar esfuerzos en la lucha contra el fascismo. La guerra trajo consigo cambios en la política familiar, con un enfoque en fortalecer la institución del matrimonio y apoyar a las familias numerosas.
A partir de los años 70, se implementaron políticas para mejorar la situación de las madres, incluyendo subvenciones y permisos de maternidad. La Constitución de 1977 reconoció la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito familiar, estableciendo derechos y deberes equitativos. Sin embargo, se mantuvieron ciertas consideraciones para proteger los derechos de las mujeres, reflejando el compromiso del Estado con su bienestar y la importancia de la maternidad en el desarrollo social. Así, la evolución de la posición de las mujeres en la sociedad soviética estuvo marcada por un constante esfuerzo por garantizar su igualdad y reconocimiento.
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La lucha por la emancipación de la mujer está ligada íntimamente ligada a la lucha contra la explotación en general. La eliminación de la propiedad privada es un paso crucial para garantizar que tanto hombres como mujeres puedan vivir sin la opresión del capitalismo. La emancipación de la mujer, en este sentido, es parte de una lucha más amplia por la justicia social y económica.
Reconocer los avances de la emancipación de la mujer en la construcción socialista, es también reconocer las tareas que todavía tenemos pendientes por seguir fortaleciendo. Las y los comunistas luchamos codo a codo por la emancipación de toda la clase trabajadora, pero sin las mujeres en las filas de la lucha contra el capitalismo y contra el imperialismo, la Revolución Socialista simplemente no es posible.
Para nuestros objetivos, tanto mujeres como hombres comunistas tenemos la tarea, no sólo de reflexionar sobre el papel de las mujeres en la sociedad capitalista y su necesaria emancipación en la sociedad socialista, sino también elevar a la práctica aquellas mujeres y hombres nuevos que queremos ser para el mundo socialista.
La Revolución Socialista de Octubre nos deja un legado de lucha y un referente de la construcción del socialismo; más que conmemoración y memoria, es evocar la consciencia de clase en cada uno de nosotros para seguir allanando el camino revolucionario hacia la emancipación de las mujeres y de toda la humanidad.

