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De la rebeldía a la revolución: César Vallejo

Daniel Orizaga Doguim
Militante del PCM región Valle de México

Artículo publicado en El Machete no.6 pp. 115-118.

 

“Voy sintiéndome revolucionario y revolucionario

por experiencia vivida más que por ideas aprendidas”

César Vallejo

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En el principio, el documento: un rostro que puede ser de César Vallejo (1892-1938) acompaña a los trabajadores textiles en un acto sindical. La fotografía tomada en Vitarte, cercana a Lima, Perú, muestra en tonos pardos, a la izquierda del hombre con el sombrero y un diario, a Manuel Caracciolo Lévano, bravo dirigente anarco-sindicalista que conoció persecuciones, encierros y decepciones. Combatiente de la guerrilla durante la época de la ocupación chilena, delineó el programa que buscaba unir a obreros y campesinos organizándolos por las reivindicaciones proletarias, una posterior constante del socialismo sudamericano. Aunque ganó puestos electoralmente, como la alcaldía de Lurín a los veintiséis años, en 1888, fue traicionado tanto el Taita Cáceres como por Nicolás de Piérola, y prefirió la cercanía de panaderos, cultivadores y obreros, hasta lograr que las jornadas de ocho horas fueran reconocidas en 1919. Lo curioso no es que Caracciolo se encontrara allí, sino la coincidencia con el mayor poeta moderno de la lengua castellana en un periodo de transformación que lo habría de llevar hacia el marxismo-leninismo.

Si la sospecha es cierta, la imagen podría haber sido tomada entre la primera década del siglo pasado y principios de la segunda (excepto en el periodo del 6 de noviembre de 1920 al 26 de febrero del año posterior, en el que estuvo encarcelado, “acusado por incendiario y disturbios políticos”, según los apuntes biográficos de su esposa Georgette Philippart). El también dramaturgo, periodista y cuentista saldría definitivamente hacia Europa en 1923. Pero desde la fotografía se podría comenzar a documentar al simpatizante en cuerpo entero. Julio Portocarrero fue un obrero textil amigo de Vallejo. Junto con otros seis del Comité Ejecutivo llegaría a constituir la célula inicial del Partido Socialista del Perú el 7 de octubre de 1928,  afiliado a la III Internacional; entre 1937 y 1940 fue secretario general del Partido Socialista del Perú. Portocarrero vivía en Vitarte y le daba hospedaje a Vallejo cuando paraba en ste pueblo del valle de Ate, que protagonizó huelgas textiles en 1896, 1911 y 1915. El lugar, a sólo diez kilómetros de la capital, era prácticamente una “company town” de la Fábrica de Tejidos de Vitarte, administrada por la compañía W. R. Grace & Company de los Estados Unidos y fundada en 1890. La empresa fue la constructora de casas habitación, la escuela, la botica y hasta de la iglesia local. Familias enteras eran contratadas para así ejercer mayor control sobre los obreros, bajo la amenaza constante del despido en conjunto. Además, la tienda (el Tambo) propiedad de la empresa era la única distribuidora de insumos en la zona, lo que obligaba a los trabajadores a comprar sólo allí a precios excesivos.

El propio poeta fue testigo de la barbarie al terminar su secundaria, como cuando trabajó en Quiruvilca, región minera. Además, fue cajero en la Roma, en el valle de Chicama, donde los indios eran “enganchados” para laborar en las haciendas azucareras Aunque él mismo era un empleado privilegiado y con buen pago, llegó a ver a los cerca de cuatro mil peones siendo destrozados  por más de doce horas diarias en los campos de caña (en 1913 renunció para volver a sus estudios formales) y quedó “marcado” por ello. Es probable que estas experiencias hayan impactado al autor de Trilce al grado de tomar estos hechos como material para El tungsteno (1931), una narración de agitación política que parece acontecer en la década de 1920.

Publicada en Madrid (ciudad en la que Vallejo arriba el último día de 1930) por la Editorial Cenit, la novela breve pudo haber sido esbozada incluso desde 1921, aunque tuvo su forma final hasta diez años después. En 1927 se publicó un avance de “Capítulo de una novela inédita” en la revista Amauta (aparecida en 1926) con el título de “Sabiduría”.

En el texto, los mestizos se apropian con tretas baratas de vastas tierras de los soras, pagan salarios de miseria y humillan y ofenden de manera descarada a los habitantes de la población local. La ficticia Mining Society de Nueva York, sintetiza la política de explotación real de los minerales, en este caso del elemento conocido como tungsteno o volframio, estratégico y codiciado hasta nuestros días por la industria armamentista. La fabricación de armas ante la inminente entrada de los Estados Unidos a la Gran Guerra requería de este escaso material. Vallejo trasladaba así la acción de lo fabril al sector minero (en Quivilca), en el contexto de un indigenismo que en la época incluía luchas antioligárquicas y anti-imperialistas.

Es infructuoso separar tajantemente la trayectoria intelectual y moral del poeta de Los heraldos negros (1918) que habría de escribir los Poemas Humanos (póstumos 1939). De una impronta católica casi mística que provenía de su madre, cuya presencia se nota en varios de sus poemas, pasa (sobre todo tras su estancia en Trujillo que comenzó en 1913) a la exaltación modernista, al influjo de Friedrich Nietzsche o Soren Kierkegaard y la poesía simbolista francesa, a la admiración de Walt Whitman (con quien llegó a ser comparado). Aunque estuvo en Lima durante el movimiento estudiantil de la reforma universitaria (llegó a la capital del Perú a finales de 1917) y era amigo de Víctor Raúl Haya de la Torre, sólo llegó a simpatizar medianamente con la Alianza Popular Revolucionaria (APRA), de tendencia socialdemócrata, que éste promovió desde 1924.

Sin embargo, el autor de Paco Yunque se inicia tímidamente en el marxismo hasta 1927. Restablecido parcialmente de una convalecencia y con el aliento de una primera visita a la Unión Soviética en octubre del año siguiente rompe definitivamente con el aprismo y crea la célula marxista peruana en un periodo que culmina una primera etapa artística que inició en 1923. Con mayor lucidez se acerca a Marx en el bienio posterior; viaja de nuevo a la URSS y practica sus recientes ideas en los géneros del artículo-ensayo y el teatro.

Junto a un grupo de marxistas peruanos se adhiere públicamente al Partido Socialista para formar una célula del mismo. Es oportuno citar fragmentos de ese comunicado:

La ideología que adoptamos es la del marxismo y la del leninismo militantes y revolucionarios, doctrina que aceptamos íntegramente, en todos sus aspectos: filosóficos político y económico-social. Los métodos que sostenemos y propugnamos son los del socialismo revolucionario ortodoxo. No solamente rechazamos sino que combatimos y combatiremos en todas las formas, los métodos y las tendencias de la social-democracia y de la II Internacional.

Nuestra tarea en París tiene una doble finalidad; la primera, formar militantes capaces, preparados para interpretar la realidad, mediante un conocimiento integral de la ciencia marxista-leninista, que más tarde se pongan al servicio exclusivo de la clase obrera. La segunda finalidad es la de mantenernos en constante comunicación con todos los grupos y centros que se constituyan en el Perú o que se hallen constituidos.

La misma fiebre que lo impulsa a terminar El tungsteno en tres semanas lo llevará finalmente a inscribirse en el Partido Marxista Español… previa expulsión como “indeseable” de Francia. Ése es también el año de un extraño éxito editorial, Rusia en 1931, novedoso libro de crónicas en lengua castellana de un mundo apenas reconocido (volvería a la Unión Soviética una vez más en octubre de ese año). Sin embargo, fuera de ese libro, no logra estabilidad económica con su producción literaria (incluso son rechazados proyectos similares a éste por sus editores). Queda presa del desconcierto pero no abandona sus posiciones: vuelve a París en febrero de 1932 sin dejar de escribir ni protestar contra el fascismo y la rapiña capitalista con violencia. Ésta es tal vez la parte menos apreciada de su obra, representada por Lock out, Rusia ante el segundo Plan Quinquenal o Colacho hermanos.

A pesar de los intentos de los críticos tradicionalistas por delimitar a un Vallejo “puro” o estetizante del “comprometido” o socializante, ni siquiera la más reaccionaria de las lecturas puede opacar que la política es en los poemas de España, aparta de mí este cáliz (1939) la inquietud elemental de su mejor obra: los propios falangistas reconocieron su peligrosa energía, por lo cual destruyeron la primera edición a la caída de Cataluña. En el poemario la guerra civil es cantada desde el gemido fúnebre lejos de lo oportunista y panfletario:

Ruegos de infantería,

en que el arma ruega del metal para arriba,

 y ruega la ira, más acá de la pólvora iracunda.

Tácitos escuadrones que disparan,

con cadencia mortal, su mansedumbre,

desde un umbral, desde sí mismos, ¡ay! desde sí mismos.

Potenciales guerreros

 sin calcetines al calzar el trueno,

satánicos, numéricos,

arrastrando sus títulos de fuerza,

migaja al cinto,

fusil doble calibre: sangre y sangre.

¡El poeta saluda al sufrimiento armado!

(“Los mendigos pelean por España”)

No escribe meramente de oídas. Vallejo participó en la Guerra Civil española en en la fundación del Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española, y calidad de corresponsal Nueva España, junto a Pablo Neruda. y como delegado peruano del II Congreso de Escritores Antifascistas en Valencia, en julio de 1937. Gracias a su esposa se guarda la figura militante de Vallejo: fue ella también quien envió la edición facsimilar de la Obra poética a Fidel Castro.

Hay testimonios, evidencias, pruebas… El fantasma del comunismo de Vallejo puede encontrar su materialidad más allá de las alusiones en sus obras, que han sido sistemáticamente olvidadas por sus comentadores.

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