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Sobre la huelga política general

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Ángel Chávez Mancilla

Secretario de la Comisión de Ideología del CC del PCM
Director de El Machete.

Artículo publicado en El Machete no. 6. pp. 61-70

 

“la disputa de la vanguardia del movimiento obrero no es un problema de cantidad en las marchas, sino de claridad en los objetivos, de ardua labor cotidiana en los centros de trabajo para organizar y concientizar. Con programa y estrategia para el derrocamiento de los monopolios y la toma del poder para la clase obrera.”
Marco Vinicio Dávila

Ha pasado casi medio año del V Congreso nacional de nuestro Partido y cada día la dinámica de la lucha de clases confirma la tesis, aprobada en él, que describe el desarrollo de la tendencia a la insumisión expresada en la movilización creciente de los sectores populares y de la clase obrera. Las grandes manifestaciones de protesta ante el caso de los 43 normalistas desaparecidos por el Estado en Iguala, los enfrentamientos entre profesores de la CETEG y la Policía Federal, las marchas de las enfermeras, los paros de labores en empresas como Tamsa, la protesta de los petroleros en contra de los despidos y, más recientemente, la movilización de masas del proletariado agrícola en San Quintín, Baja California, son ejemplos de los choques clasistas que demuestran la tendencia a la insumisión.

Estos combates de clase contra clase nos deben hacer reflexionar sobre las formas de lucha que la clase obrera y las capas populares adoptan, la importancia de estas y la relación que guardan con el trabajo político de nuestro Partido. La forma de lucha del proletariado que aquí nos ocupa es la huelga política general. La importancia de tratarla radica, además de la necesidad de aclarar sus características primordiales, en explicar la situación en que se desarrolla un proceso de huelga nacional y la importancia del trabajo comunista como factor consiente que ha de colaborar en el desarrollo de las acciones de masas y su encaminamiento hacia el socialismo.

Entre las formas de lucha de las que se puede servir la clase obrera, Lenin se refiere a la huelga como “el medio de lucha específicamente proletario”[1] y el medio para poner en movimiento a las masas. Es el medio de lucha específicamente proletario dado que en la huelga la clase obrera se opone a la burguesía ejerciendo su poder económico, el cual radica en el mismo elemento que hace de la clase obrera el sector de vanguardia en la lucha anticapitalista: el lugar que ocupa en la producción como generadora de valor, que le confiere ser el productor de las riquezas.

La huelga también es la forma de lucha específicamente proletaria porque surge únicamente con el desarrollo de la producción capitalista llegada al punto de la gran producción fabril, lo que requiere la concentración de centenares o miles de trabajadores en un centro de trabajo determinado. La contradicción entre obrero y patrón deviene en lucha huelguística con la gran industria y no antes: por ejemplo, en las condiciones del trabajo artesanal, donde la concentración de trabajadores es muy baja y hay un control directo por parte del dueño del taller, quien también participa en la producción y supervisa de manera directa al obrero; igualmente es el caso de los pequeños talleres artesanales, donde permanecen reminiscencias de la Edad Media ya que los pocos trabajadores ahí empleados sostienen un vínculo con el patrón a costa de posteriormente pasar de aprendices a oficiales y, todavía después, a maestros, lo que implica ser capaz de fundar su propio taller. Es decir, en ningún otro modo de producción es posible la huelga como instrumento de lucha sino en el capitalismo, pues hasta antes del capitalismo no existe el divorcio entre los trabajadores y los medios de producción, las grandes masas de trabajadores libres del yugo feudal y completamente desposeídos, ni el trabajo asalariado como forma principal de la producción.

Entonces, con la producción a gran escala, la confrontación entre obreros y patrones toma la forma de la huelga, por lo que “las huelgas, por provenir de la naturaleza misma de la sociedad capitalista, significan el comienzo de la lucha de la clase obrera contra esta estructura de la sociedad”.[2] De esta manera la huelga se presenta como un fenómeno necesario e inevitable dentro de la lucha de clases propia del capitalismo que, conforme desarrolla las grandes fábricas y empresas, asimismo desarrolla la necesidad de la clase obrera de oponer una resistencia colectiva al conjunto de la clase burguesa encarnada en los monopolios internacionales.

Hablamos de resistencia conjunta pues la huelga implica la participación de la colectividad de cuando menos una parte de los obreros de un mismo centro de trabajo, pues la oposición individual al patrón no tiene más destino que el fracaso. Pero la misma resistencia obrera al jefe pasa por diferentes etapas de desarrollo que Marx y Engels mencionan de manera temprana en el Manifiesto del Partido Comunista: “Al principio, la lucha se entabla por obreros aislados, después por los obreros de una misma fábrica, más tarde por los obreros de un mismo oficio y localidad contras el burgués […]”[3]. El desarrollo de la lucha de la clase obrera también presenta un avance en medida que enseña a los obreros a pensar por el interés de los demás trabajadores, a pensar en sí mismos como clase y a su vez en todos los patrones como otra, a pensar también en la clase capitalista.

Más allá del éxito inmediato (que se convierte en triunfo efímero mientras no se destruya al sistema capitalista para siempre), la enseñanza de la unidad y de la acción colectiva como clase contra la clase de los capitalistas es el resultado que deja la huelga a los obreros. Dicha enseñanza, junto con las circunstancias de privaciones, las necesidades de la organización, el compromiso y el riesgo que las acompaña, hacen que las huelgas sean “escuela de guerra, escuela en la que los obreros aprenden a librar la guerra contra sus enemigos por la emancipación del pueblo y de todos los trabajadores”[4].

Otra enseñanza que las huelgas dejan a los trabajadores es la verdadera naturaleza del Estado. Aún con toda la propaganda que el gobierno del Estado se paga para convencer a la clase obrera de que trabaja en su favor (y pese a las posibles migajas que pueda soltar por medio de acciones populistas), el gobierno no puede continuar engañando a los obreros una vez que estos se enfrentan su patrón y ven que el Estado los reprime a ellos para defenderlo a él. En los conflictos obrero-patronales el Estado se muestra como aparato de dominación de la clase burguesa: su verdadera función es resguardar los intereses de los monopolios. Como experiencia reciente se tiene la represión a los jornaleros de San Quintín, que luego del paro de labores se manifestaron bloqueando vías de tránsito primordiales, lo que les valió (en no más de cuatro días) una represión brutal que dejó más de 200 presos, los cuales fueron liberados gracias a la persistencia de las manifestaciones. Es seguro que estos obreros no volverán a ver al Estado como defensor de sus intereses, sino como su enemigo de clase, pues está al servicio de quienes los explotan.

Habiendo establecido la importancia y las características comunes a toda huelga, pasemos ahora a las diferencias. Si bien toda huelga implica la confrontación entre la clase obrera y la burguesía, es posible que una huelga sea movida por motivos económicos y no alcance a vislumbrar más que un triunfo inmediato (como el aumento de salario, prestaciones, jornada de trabajo, etc.). En ese caso estamos ante una huelga económica que es limitada: se dirige contra los efectos del sistema capitalista y se presenta bajo la forma de estallidos espontáneos, pero pese a esto es un arma fundamental de la clase obrera. Por otro lado, la huelga política representa un avance cualitativo respecto a la económica, pues considera las causas de la explotación y el funcionamiento del sistema capitalista, implica el surgimiento de una lucha política que presenta elementos de consciencia de clase que, por ejemplo, en lugar de buscar una mejora de salario en una fábrica aislada, conlleva la exigencia de una reglamentación de las jornadas laborales en general, pues comprende que la explotación radica en las horas de tiempo de trabajo que el patrón no remunera al obrero después de que este ha producido el valor de su salario diario. En las actuales condiciones políticas y sociales en México, una huelga política sería aquella que levantara como consigna la abolición de la Reforma Laboral, pues esta implica en su conjunto el abaratamiento de la fuerza de trabajo. También una huelga de solidaridad de unos trabajadores para apoyar el proceso de lucha de otros es una huelga política: la conciencia de clase del obrero le lleva a confrontar a la clase capitalista y a afectar los intereses de quien les explota en conjunto, es decir, muestra la confrontación entre el obrero universal y el capitalista universal.

Aunque aquí se presenta una exposición un tanto mecánica de las huelgas económicas y las políticas, en la realidad la predominancia de los elementos de tal o cual tipo de huelga es lo que permiten que las podamos caracterizar como una u otra, pues el alcance y la importancia de la huelga son factores que también se deben estudiar en cada caso concreto.[5] Así pues, también ocurre que toda huelga económica tiene una importancia política, toda huelga política trae consigo demandas económicas, las huelgas políticas pueden verse trabadas y perder su repercusión política, o bien que las huelgas económicas puedan derivar en auténticas huelgas políticas. En los periodos de múltiples choques clasistas agudos y de huelgas de masas, es seguro que la huelga económica derive en una huelga política y muestre que las dos están interrelacionadas. La represión contra el movimiento obrero también puede convertir una lucha económica en una lucha política, pues la mano dura del Estado que defiende los intereses de la burguesía lleva a que la conciencia de clase de los obreros se desarrolle y, además de las mejoras económicas, se opongan al origen mismo de la explotación y desafíen al capital. No obstante, la lucha política completa es la lucha por el Poder y la tarea de los comunistas es contribuir para que la clase obrera ejerza su papel histórico y tome el Poder para, armada de él, enterrar al Capital.

La huelga política general implica un desarrollo cuantitativo de las huelgas económicas y el paso a la huelga política, que, debido al gran número de estallidos huelguísticos, se expresa como una huelga política de confrontación directa y violenta contra la burguesía. Así pues, en circunstancias del surgimiento de huelgas de masas, el desarrollo de la lucha lleva a que la huelga política general sea una expresión de lucha necesaria de la clase obrera en la que ya no se lucha por una cuestión económica específica de tal o cual fábrica, sino que (por ser política) implica la lucha por los intereses de toda la clase obrera y los demás sectores populares. Pero no debemos mistificar las condiciones para el desarrollo de una huelga política general: hay que considerar que este proceso se presenta con un conjunto de condiciones específicas basadas en la situación material de los trabajadores, tales como el empeoramiento de las condiciones económicas del proletariado por una situación de crisis económica, el que el proletariado no quiera seguir aguantando las condiciones a que se le somete, un aumento de la represión y de la explotación en la que se encuentran los trabajadores, etc.

Por esto no debemos considerar la realización de la huelga general como lo hacían los anarquistas a quienes Engels criticaba por mistificar el proceso de estallido de la huelga general: “En el programa bakuninista, la huelga general es la palanca de que hay que valerse para desencadenar la revolución social. Una buena mañana, los obreros de todos los gremios de un país y hasta del mundo entero dejan el trabajo y, en cuatro semanas a lo sumo, obligan a las clases poseedoras a darse por vencidas o a lanzarse contra los obreros…” En la concepción anarquista se debía de crear la organización política que la clase obrera entera requeriría y recaudar fondos para hacer una huelga general. Engels argumentaba que la burguesía impediría la organización y preparación de tal acto, es decir, que está lejos de ser posible y, por otra parte, que si se tuviera la capacidad para tal grado de organización la clase obrera llegaría a su objetivo revolucionario sin necesidad de la huelga general.[6]

Los bakuninistas criticados por Engels perdían de vista la realidad objetiva y consideraban a la huelga como la única forma de lucha, despreciando la organización política de los trabajadores o el uso de los espacios parlamentarios. Los comunistas no esperamos a que se llegue a la organización y politización clasista de la totalidad de los obreros, pues sabemos que esta no va a llegar bajo el capitalismo ya que las condiciones de explotación en que se mantiene al proletariado impiden que este, por sí mismo, se forme una conciencia de clase y comprenda su papel histórico, de ahí la importancia de los comunistas como factor consciente que ha de vincular el socialismo al movimiento obrero. Por esto hablamos de la vanguardia del proletariado: aquellos sectores de la clase obrera con una conciencia de clase más desarrollada y, por lo tanto, más conscientes del papel histórico de los trabajadores. La única forma de incidir en todas las capas del proletariado es mediante la toma del Poder, pero los comunistas deben buscar en todo momento la vinculación con las masas obreras y aprovechar que en los periodos de grandes choques clasistas es cuando el Partido ha de crecer de manera más rápida y cuando el proletariado desarrolla su conciencia política de clase de forma más acelerada. Por eso comprendemos la necesidad de la organización del proletariado en primera instancia como la clase llamada a derrocar al capitalismo, sin negar la necesidad de la organización de las demás capas populares, trabajo que nuestro Partido asigna al Frente Anticapitalista, Antimonopolista y Antiimperialista; en segundo lugar, dentro del conjunto de la clase obrera, lo prioritario es la organización del proletariado de los sectores estratégicos, que son a su vez los obreros de vanguardia que con sus acciones han de arrastrar al resto de trabajadores a la confrontación clasista.

Una situación revolucionaria puede surgir independientemente de que las masas obreras y de trabajadores estén organizadas para derrocar el régimen capitalista. En dicha situación, los estallidos huelguísticos de carácter económico (que de por sí son espontáneos y se dan sin la necesidad de que los comunistas intervengan) se multiplican y se desarrollan junto con otras formas de lucha política. En la situación revolucionaria, las huelgas económicas (sea por experimentar la represión, la solidaridad clasista o por el trabajo decidido y constante de los comunistas) tienden a convertirse en huelgas políticas y expandirse a nivel nacional. Es entonces que se la huelga política general se instaura como forma de lucha del proletariado acompañada de múltiples choques violentos con el Estado burgués. Por lo tanto, un proceso de huelga política general se da en circunstancias históricas determinadas y surge como necesaria en situaciones concretas de exacerbación de la lucha de clases: la agudización de la explotación, el empobrecimiento aún mayor del proletariado, el aumento exponencial de las huelgas económicas y su transformación en huelgas políticas, sí como el incremento e intensificación de la represión y de la respuesta de la clase obrera en conjunto aunque sea desorganizadamente.

No hay recetas universales para una huelga política general, pero esto no niega el papel del factor consiente expresado en el trabajo de los militantes comunistas. Cuando la huelga política general surge como resultado del proceso de la lucha de clases en un momento revolucionario, se presenta como un estallido espontáneo de las masas obreras, pero no es la única situación en que se puede desarrollar un fenómeno de este tipo, pues, aún sin haber una situación revolucionaria, con un alto nivel de organización del proletariado (y al enarbolar las reivindicaciones políticas y económicas de las masas) es posible desatarla y así parar las industrias estratégicas de la nación. Aunque, si se hace esto sin una situación revolucionaria, la huelga no desencadena una insurrección generalizada y la lucha por la toma del Poder, pero de cualquier manera es un ensayo y una muestra de la fuerza de la forma de lucha específicamente proletaria cuando es precedida y guiada por la vanguardia de la clase obrera unida en un Partido Comunista. Piénsese, por ejemplo, en las huelgas generales en Grecia llevadas a cabo por el PAME (Frente Militante de Todos los Trabajadores), brazo sindical del KKE (Partido Comunista de Grecia), en contra de las políticas antipopulares de austeridad.

No puede haber un movimiento obrero sólido y encaminado al derrocamiento del capitalismo sin la incidencia del Partido de vanguardia del proletariado en las organizaciones sindicales, tarea que es necesaria pero que requiere de años de trabajo para alcanzar el nivel necesario para dirigir los movimientos espontáneos de masas y gestar las condiciones para acciones políticas organizadas.  El KKE, por ejemplo, lleva más de 20 años de trabajo político entre la clase obrera, en los que ha construido una política sindical clasista por medio del PAME, lo que ya ha rendido frutos y ha permitido efectuar 30 huelgas generales entre el 2009 y el 2014. Es evidente que, además del largo y arduo trabajo de organizar a la clase obrera, tal número de huelgas tiene como condición de posibilidad la pauperización de la clase obrera producto de la crisis económica de sobreproducción que afecta al capitalismo mundial desde el 2008, pero aún con las condiciones de crisis no hubiera sido posible realizar tal número de huelgas generales sin la organización previa de la clase obrera por el KKE.

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Nuestro Partido considera que actualmente la cuestión sobre la huelga política general (HPG) no radica en convocarla o no, pues, dadas las condiciones objetivas y subjetivas actualmente predominantes en México, la HPG sólo podría presentarse espontáneamente como parte del desarrollo histórico de las formas de lucha y la situación de la clase obrera.  Es decir que, dado que la huelga política general no va a surgir por nuestros deseos subjetivos y llamados estridentes, resulta un error levantarla como consigna central en el periodo de lucha presente. Es posible que entonces surjan las preguntas: ¿dónde queda el papel del comunista? ¿Es esto un fatalismo y un colocarse “a la cola” de las masas? Nuestro partido trabaja a partir de la realidad, la cual es que actualmente no hay una organización política revolucionaria a cuyo llamado se genere la huelga general, pero no negamos la necesidad de la organización, pues hace mucha falta y el KKE da testimonio de que el trabajo real entre la clase obrera durante años hace posible una HPG real convocada por las fuerzas clasistas.

La organización y politización de la clase obrera como trabajo del Partido repercute en que los choques clasistas se desarrollen cualitativa y cuantitativamente, lo que va educando al proletariado y a su vez fomenta más choques de clase contra clase que han de ser previos al estallido de una huelga política general. El trabajo obrero-sindical ejercido por años ha de permitir que se efectúen HPG por impulso del Partido aún sin haber una situación revolucionaria y que, en caso de que sí exista dicha situación expresada en una HPG, esta sea orientada por la base organizativa del sindicalismo clasista generado por el Partido. Así pues, el PCM pone los pies sobre la tierra y considera que la cuestión está en hacer el trabajo real entre la clase obrera: el trabajo sindical, la agitación fabril, el apoyo a las huelgas económicas para que se conviertan en políticas, la preparación de las fuerzas del proletariado para combates futuros por medio de la organización y la labor política entre la clase obrera.

Dado que en México no existen las condiciones para convocar y dirigir una HPG[7], la cuestión está en preparar las condiciones para que, ante el surgimiento de una huelga general, ésta se capitalice rumbo al socialismo. Además, el trabajo político del Partido entre la clase obrera repercute a su vez en que ésta madure y las confrontaciones clasistas se desarrollen y, por tanto, contribuye al desarrollo de un periodo de huelga de masas. Por eso nuestro programa afirma: “El Partido Comunista de México considera su deber en primer lugar la unidad de la clase obrera, del conjunto de los trabajadores, es decir de la constitución del proletariado en clase…”. En México hacen falta años de trabajo político entre la clase obrera promoviendo una política clasista, trabajo sin el cual no se dará la constitución del proletariado en clase y los choques clasistas no superarán la espontaneidad y la dispersión que predomina actualmente.

El magisterio es de los sectores de trabajadores mejor organizados a nivel nacional, lo que les ha permitido que, ante los golpes del Estado (tales como la Reforma Educativa), den una respuesta organizada y no actúen de manera meramente espontánea, lo que les posibilita llevar a cabo paros y huelgas a nivel nacional. Sin embargo, hay que ser claros en que una huelga del magisterio, así sea a nivel nacional, no equivale a la huelga nacional, la cual implica el paro de la producción en diversos sectores en todo el país. Esto no niega la importancia del magisterio, pero si nos permite comprender que aquellos que llaman a la huelga nacional sin tener un trabajo sindical desarrollado en realidad buscan montarse en el trabajo político del magisterio para avanzar sus propias consignas y fines.

Sin el trabajo real entre la clase proletaria, no importa que tal o cual organización convoque, la HPG no llegará y, en el caso de que una se diera como expresión espontánea de una situación revolucionaria, ninguna organización tendrá la capacidad de dirigir el estallido. Pero no sólo hace falta el trabajo entre la clase obrera, pues nuestro Partido lo tiene y lo va generando como el primordial desde el 2010, hace falta que se trate de un trabajo político de años entre el proletariado para gestar un auténtico movimiento obrero revolucionario. Por esto consideramos las convocatorias a la HPG que actualmente levantan algunas organizaciones como “huelgas de papel” porque no pasan del panfleto y del cartel. El PCM, que no desestima la HPG, considera que es necesario primero levantar el trabajo real entre la clase obrera, esforzarse por la constitución del proletariado en clase y no considera serio que, sin hacer este trabajo, se convoque a la Huelga General: es más bien un error de elección de táctica política para las condiciones actuales.

 Al respecto nuestro Partido, para no ir a la cola de los movimientos espontáneos del proletariado, desde su IV Congreso decidió implementar la política del Giro Obrero que consiste en tener como tarea principal el trabajo entre el proletariado. Además de esto, el Partido (retomando las enseñanzas de Lenin para saber el momento indicado para aplicar una determinada táctica de lucha como la huelga política general) hace estudios constantes sobre la tendencia a la insumisión de la clase obrera con base científica sobre manifestaciones, marchas, huelgas consideradas “legales” por la burguesía, huelgas de hecho, el avance de la contundencia en la confrontación, etc.

Hasta aquí podría parecer que la huelga es la forma de lucha determinante para derrocar al capitalismo, pero pensar tal cosa nos llevaría al campo del anarquismo. El marxismo-leninismo considera que la huelga es una de las formas de lucha más importantes pero no es la única ni la más desarrollada. Al respecto decía Lenin que “la escuela de guerra no es aún la propia guerra” y acusaba que “Las huelgas son uno de los medios de lucha de la clase obrera por su emancipación, pero no el único, y si los obreros no prestan atención a otros medios de lucha, con ello demoran el desarrollo y los éxitos de la clase obrera”[8].  Es decir, las huelgas de masas nos permiten pasar y desarrollar las otras formas de lucha, las potencia, y esto se comprueba en los procesos revolucionarios, por ejemplo: Lenin, al analizar el proceso revolucionario de 1905, observa que hay un desarrollo histórico de las formas de lucha en que:

“Las huelgas pacíficas y las manifestaciones han dejado de satisfacer en seguida a los obreros, que se preguntaban: ¿y después?, y que exigían operaciones más activas”.[9] [Esto hizo que se pasara] “De la huelga y de la manifestación a las barricadas aisladas. De las barricadas aisladas a las barricadas levantadas en masa y a la lucha de calles contra las tropas. Pasando por encima de las organizaciones, la lucha proletaria de masas se convirtió en insurrección. […]  El movimiento de ha elevado de la huelga política general al grado superior.”[10]

No obstante, también sería erróneo considerar (como lo hacen los anarquistas) que únicamente la huelga o la acción armada insurreccional son acción directa contra la clase burguesa. Los marxistas-leninistas, al aceptar el empleo de todas las formas de lucha, comprendemos que en cada periodo hay una determinante que supedita a las demás y entendemos que es posible ejercer la acción directa desde las diversas formas de lucha. La acción directa es “toda acción revolucionaria de los obreros o de sus organizaciones cuando se enfrentan a la burguesía como clase, o a uno de sus destacamentos aislados o al conjunto del Estado burgués.”[11] Por tanto no sólo las huelgas, el boicot, la organización de piquetes, la lucha contra los esquiroles y el control obrero son acción directa, sino que también es posible que, por ejemplo, incluso la lucha parlamentaria se emplee como acción directa. La acción directa también tiene la importancia de unir a las masas obreras arrastrándoles a una lucha común.

Dado que los leninistas estamos a favor del empleo de todas las formas de lucha, también debemos comprender que todas ellas en la realidad se mezclan aunque una de ellas, según el periodo y las circunstancias, pase a ser la predominante. Por ejemplo: la HPG no es una acción que por sí misma desencadene el derrocamiento de un régimen y el inicio de la Revolución. Una HPG convocada sin situación revolucionaria (pues, sin la agudización de las contradicciones de clase, esta no es seguida de una insurrección) tiene una duración muy limitada y, aunque puede generar triunfos políticos, no derrota al capitalismo ni instaura la Dictadura del Proletariado. Por otra parte, una HPG como expresión de una situación revolucionaria es sólo una forma de lucha, que es seguida de la forma más alta: la insurrección armada. En otras palabras: no es posible separar el surgimiento de la forma HPG del de otras.

Por último, el PCM participa en las acciones de confrontación clasista que se desarrollan como producto del golpe al proletariado que fue la Reforma Laboral. Los petroleros, los jornaleros de San Quintín, los profesores de la CNTE y las múltiples luchas huelguísticas de menor magnitud acalladas y ocultadas por el Estado burgués son muestra de la insumisión que se desarrolla y en las que debemos desplegar nuestro trabajo, sin temor a entrar en la lucha y sin temor a la derrota, debemos participar para desenmascarar la política burguesa que se cuela entre el proletariado, para forjar y difundir la auténtica política de la clase obrera: la lucha por el Poder. En este periodo debemos fortalecer el trabajo político en las zonas fabriles, sistematizando los esfuerzos para que el Giro Obrero se concrete, se genere el trabajo para hacer efectivo y no panfletario el llamado a una HPG y para que ante una situación revolucionaria estemos en condiciones de tomar el Poder.

Debemos aprovechar los choques clasistas que se desatan, pues estas turbulencias preparan a la clase trabajadora para cuando se desate la tempestad y facilitan el despertar de su conciencia de clase. “Sólo la lucha educa a la clase explotada, sólo la lucha le descubre la magnitud de su fuerza, amplía sus horizontes, eleva su capacidad, aclara su inteligencia y forja su voluntad”[12]. Estamos en momentos fértiles para que nuestro Partido se nutra de los mejores cuadros de la clase obrera.

Se necesitará mucho trabajo, pero con el esfuerzo colectivo, disciplinado e incansable de los militantes comunistas del Partido podremos cumplir con nuestro papel, unir el movimiento obrero con el socialismo.

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Bibliografía

Carlos Marx y Federico Engels. Manifiesto del Partido Comunista. México, Editorial Revolución, 2014.

Federico, Engels. Escritos de juventud. Trad. Wenceslao Roces. México, FCE, 1981.

Lenin, Vladimir. La lucha armada. México, Ediciones de Cultura Popular, 1975.

Lenin, Vladimir. “Sobre las huelgas” en Obras completas. Tomo IV. Buenos Aires, Cartago, 1957.

Losovski. Marx y los sindicatos. México, Grijalbo, 1969.

Losovsky. Programa de acción de la Internacional Sindical Roja. Madrid, Akal, 1978.

[1] Lenin, Vladimir. “Informe sobre la revolución de 1905” en el compendio La lucha armada. México, Ediciones de Cultura Popular, 1975. p 137. [El texto se incluye en el presente número del El Machete. Nota del editor].

[2] Lenin, Vladimir. “Sobre las huelgas” en Obras completas. Buenos Aires, Cartago, 1957. Tomo IV p. 310.

[3] Carlos Marx y Federico Engels. Manifiesto del Partido Comunista. México, Editorial Revolución, 2014.

[4] Lenin. “Sobre las huelgas”. op. cit., p. 313.

[5] Para una explicación más desarrollada al respecto vid. A. Losovski. Cap. VIII “Marx y el movimiento huelguístico”, pp. 118-138. En Marx y los sindicatos. México, Grijalbo, 1969.

[6] Federico, Engels. “Los Bakuistas en acción” Escritos de juventud. “Los acontecimientos políticos y los abusos de las clases gobernantes facilitarán la emancipación de los obreros mucho antes de que el proletariado llegue a reunir a esa organización ideal y ese gigantesco fondo de reserva. Pero, si dispusiese de ambas cosas, no necesitaría dar el rodeo de la huelga general para llegar a la meta”

[7] Algunos elementos que permiten saberlo son: la tasa de sindicalización, que del 2005 al 2010 se había mantenido en un 10% de la PEA, ha bajado a 8.8 % en la actualidad. De este total poco más de la mitad corresponde a trabajadores del sector privado que implicaría las grandes empresas monopólicas; es decir: un 5% de los trabajadores explotados por empresas está sindicalizado. El resto de los trabajadores sindicalizados corresponden al sector público, del cual destacan por su importancia estratégica los trabajadores de PEMEX. Entre el DF y el Edo. México concentran más del 25% de los sindicalizados a nivel nacional que corresponde a poco más de 1 millón y medio de trabajadores. Además, la mayor parte de los sindicatos tienen política pro-patronal, desde la CTM y los agrupados en el Congreso del Trabajo hasta los llamados “independientes” como la UNT.

[8] Lenin. “Sobre las huelgas”, op. cit., p. 314.

[9] Lenin. “Las enseñanzas de la insurrección de Moscú” en La lucha armada… p. 34.

[10]Ibíd. p. 33

[11] Losovsky. Programa de acción de la Internacional Sindical Roja. Madrid, Akal, pp. 41-42.

[12] Lenin. “Informe sobre la revolución de 1905”, p. 140.

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