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Sobre la teoría leninista del imperialismo

Pável Blanco Cabrera
Primero Secretario del Comité Central del PCM
Artículo publicado en El Machete no.8 pp. 25-30.

Al cumplirse el centenario de la obra de Vladimir Ilich Lenin El Imperialismo fase superior del capitalismo, es necesario reflexionar sobre su importancia y vigencia, su utilidad como clásico del marxismo-leninismo para los combates contemporáneos de la clase obrera por la Revolución y el socialismo.

Con el riesgo de repetir, reiteramos que Marx, Engels y Lenin, así como todos los comunistas que aportan a la teoría revolucionaria de nuestra clase, no escriben con interés de acumular trabajos literarios que engalanen su currículo, sino con un propósito militante, en función del interés de la lucha de clases, para responder a encrucijadas, a interrogantes, a nuevas realidades y fenómenos inéditos, sin perder jamás el norte del objetivo final. La teoría en el marxismo-leninismo es inseparable de los propósitos prácticos de la Revolución Proletaria.

Es necesario enfatizar que Marx y Engels efectuaron sus investigaciones sobre el modo de producción capitalista en una fase en que la concentración y centralización aún no engendraba el monopolio, y que ese merito correspondió a la generación inmediata de marxistas, algunos de los cuales erraron en su análisis, en tanto que Lenin enriqueció  la crítica a la economía política.

En El Capital y la investigación de Marx y Engels de crítica a la economía política se sientan las bases de la concepción materialista de la historia, de los modos de producción y en específico del modo de producción capitalista. Insistimos, por límites históricos concretos, Marx y Engels sólo abarcan en su desarrollo al capitalismo de la libre concurrencia.

El capitalismo de los monopolios comienza sobre el año 1860 y sobre el año 1900-1903 el capitalismo entra de lleno en su fase imperialista, con tres rasgos cualitativos distintivos sobre el capitalismo premonopolista o del libre cambio.  En primer lugar es un capitalismo monopolista, en segundo lugar es capitalismo parasitario y en descomposición y en tercer lugar es capitalismo agonizante.

La teoría comunista tenía que seguir enriqueciéndose a la muerte de Marx y Engels, y desarrollar aquello que los maestros del proletariado no pudieran por la temporalidad de sus vidas. Esa tarea correspondía a la II Internacional, pero como sabemos ya se encontraba corroída por el oportunismo, el revisionismo y el reformismo. Es más, es alrededor del tema del imperialismo donde la II Internacional entra en bancarrota. Fue Lenin por razones políticas, entendiendo que es la teoría la que guía la acción, quien emprendió la tarea de rescatar al marxismo y llevarlo a un escalón superior.

Es el estudio del imperialismo, como fase superior y última del capitalismo, el que permite a Lenin y el Partido Bolchevique trazar una estrategia frente a la guerra, de estrategia revolucionaria para romper al sistema imperialista en su eslabón más débil, de alianza del proletariado con los pueblos oprimidos, y demarcar en definitiva del oportunismo de Kautsky y todos los teóricos de la II Internacional en descomposición que se habían colocado en una actitud filo-imperialista al considerarlo un factor de progreso y desarrollo.

Los estudios de Lenin sobre la monopolización inician mucho antes de los años en que fue publicado El Imperialismo, fase superior del capitalismo. Sus trazos pueden encontrarse en El desarrollo del capitalismo en Rusia, pero es hasta 1916 donde presenta sus conclusiones. Es en 1914-1916 que con rigor estudia a Hegel y otros filósofos, de lo que resultaría los dos tomos de sus Obras Completas que se conocen con el nombre de Los Cuadernos Filosóficos, y también todo lo relativo al estudio del desarrollo del capitalismo en Los Cuadernos del Imperialismo. Sus notas, reflexiones, glosas marginales, dan ejemplo del énfasis que puso en esa tarea, que llevó a una polémica aguda con el oportunismo.

Ese enriquecimiento de la teoría permite una acción acertada de los comunistas rusos en contra de la primera guerra imperialista y las tareas de la Revolución en el eslabón más débil de la cadena imperialista. Orientan la acción de la Internacional Comunista, y después de los partidos comunistas y obreros. Se trata sin duda de un texto clásico del marxismo-leninismo y un arma de lucha del proletariado, de plena vigencia.

Queremos reflexionar sobre dos cuestiones que implican al movimiento comunista internacional contemporáneo y al propio proceso revolucionario en nuestro país.

El imperialismo en su definición más concreta es la fase monopolista del capitalismo, pero encontramos que se le identifica por varios partidos comunistas, y en un espectro más amplio en la lucha general de los pueblos, con la política exterior de un centro imperialista dado, de manera muy concreta con el centro imperialista norteamericano. Ello conduce a varios problemas de estrategia, y en consecuencia a varios errores que contribuyen a derrotas de la clase obrera, de la lucha de los pueblos y a perpetuar la dominación imperialista. Recapitulando, el imperialismo es la fase superior y última del capitalismo, es el capitalismo de los monopolios, es dominante desde principios del siglo XX y en consecuencia se formó ya el sistema mundial imperialista.

Hay quienes aluden que existen países que tienen una formación económica social atrasada, menos desarrollada, o inclusive que se encuentran con características imperantes de modos de producción anteriores, pero los datos económicos objetivos son contundentes, pues aún en países como Haití, se consolidó ya el capitalismo y existen y se han formado monopolios: una cuestión distinta es ubicar cuál es su lugar dentro del sistema imperialista, su lugar en la pirámide. Otras posiciones aluden relaciones feudales o semifeudales, por ejemplo en Perú o algunas regiones de México, pero en ambos países es constatable el desarrollo del capitalismo, de los monopolios. El propio poder de los monopolios en los últimos 20 años se viene intensificado: el proceso productivo en el campo, con la explotación agrícola controlada por monopolios de esa rama.

El lugar común de la lucha antiimperialista, insistimos, es el enfoque contra el imperialismo norteamericano. Es cierto que EEUU tiene hoy el lugar dominante en la cúspide de la pirámide imperialista, pero no fue así siempre y tampoco lo será en el futuro, si estudiamos el curso de las contradicciones interimperialistas. Hasta la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra ocupaba el lugar dominante en el imperialismo. Los resultados de la guerra permitieron a los Estados Unidos desplazar a Inglaterra, consolidándose con el Plan Marshall, y además con los acuerdos que lograron convertir al dólar en equivalente universal desplazando otras monedas, así como con políticas crediticias y hegemonía sobre los organismos financieros industriales. En los últimos años el capital chino, y las alianzas que articula como BRICS y otros mecanismos, se encuentra en franca disputa para desplazar a los EEUU que aún en alianza con la Unión Europea se encuentra en declive.

Si cometemos el error de restringir la lucha antiimperialista a la lucha contra el centro imperialista norteamericano se incurrirá en el embellecimiento de otros centros imperialistas. La socialdemocracia latinoamericana, por ejemplo, considera en concreto que es mejor la inversión y las alianzas económicas con la Unión Europea que con los Estados Unidos. Sectores de la izquierda, inclusive varios partidos comunistas, consideran que la multipolaridad es un factor progresivo, cuando lo que eso significa es tomar partido por el centro imperialista China-Rusia. Nosotros consideramos que lo correcto es atenernos a la posición leninista de no tomar partido por ninguno de los bandos de tiburones imperialistas que disputan el mundo.

Otro error, resultado de la tergiversación de la teoría leninista del imperialismo, es la cuestión de los países dependientes. El propio desarrollo capitalista transformó las condiciones de esos países en un siglo. China, India y Brasil ya no son los países que eran hace cien años, ni siquiera hace medio siglo, y si estudiamos con precisión encontraremos que la situación no es sólo distinta, sino que está en constante evolución. El enfoque marxista-leninista de la interdependencia nos permite una mejor comprensión de esa relación dialéctica. Un asunto más, concatenado con esta misma cuestión, es la consideración de que el imperialismo es sólo una política exterior de los países que se encuentran en la cúspide o en la disputa por ella. Queremos subrayar que imperialismo es el capitalismo de los monopolios, lo que significa que la lucha antiimperialista es la lucha contra cualquier monopolio, sin importar su nacionalidad.

Es erróneo entonces considerar parte de la lucha antiimperialista el enfoque exclusivamente antinorteamericano y además excluir la lucha antimonopolista. Nada ganan los trabajadores con tales visiones distorsionadas, que podrían a llevar a apoyar a monopolios en contra de otros monopolios o a un centro imperialista antagónico al hoy dominante.

México es, como esboza el Programa del PCM, un país de pleno desarrollo capitalista que ocupa un lugar intermedio en la pirámide imperialista con una economía monopolizada, aunque existen organizaciones que consideran que es un país dependiente del imperialismo norteamericano. De estas dos apreciaciones se desprenden dos estrategias distintas, una revolucionaria y otra reformista.

El PCM considera que México ya está maduro para el socialismo, que no hay etapas intermedias, ni tareas intermedias, y que para ese objetivo la centralidad corresponde a la clase obrera en confrontación con el poder de los monopolios. En la otra lectura, de todos aquellos que hoy se encuentran a la cola de la socialdemocracia y de una sección de la burguesía, la tarea es lograr la independencia nacional y ello presupone una alianza interclasista, concepción con la que desde fines de los años 30 del siglo XX han llevado a la clase obrera a perder su independencia frente a la burguesía con la “unidad nacional”.

El criterio de comprensión de la lucha antimonopolista es clave en el presente para la lucha por el socialismo. Es muy importante el estudio permanente de las alianzas y acuerdos interestatales que va configurando el imperialismo, en lo económico, político y lo militar, y evitar la política del mal menor. El capitalismo no regresará a la etapa de la libre concurrencia, ilusión que pregona hoy la nueva socialdemocracia que adopta algunas poses contra determinados monopolios, sobre todo los de nacionalidades distintas a la mexicana. Reiteramos que frente al imperialismo la única opción para la clase obrera y sectores populares es el socialismo.

Una última cuestión. Sobre la teoría leninista del imperialismo llueven argumentos para restarle vigencia, hablando precisamente de los cambios en el mundo en las últimas décadas. No hablamos de los recursos teóricos de la ideología de la clase dominante, sino de quienes se presentan como inscritos en la crítica al capitalismo. No voy a referirme a Negri y su libro Imperio, que fue una moda pasajera de principios de siglo, con mucha alharaca pero que se diluyó simultáneamente con el altermundismo, sino a un asunto de mayor profundidad, y es que de la noche a la mañana, en los años de la contrarrevolución, de mucha confusión ideológica, adquirió carta de nacionalidad el concepto globalización, que fue asimilado acríticamente en las elaboraciones políticas e ideológicas de muchas organizaciones y pensadores que reivindican la lucha por el socialismo.

El Partido Comunista de México en su IV Congreso retiró de sus posiciones la globalización y otros conceptos erróneos, por ser mistificaciones y parte de un discurso que introduce la confusión en la lucha de clases, en la teoría y la práctica política. Con el concepto “globalización” se busca ocultar que vivimos en el sistema imperialista, su carácter bárbaro y además el carácter terminal que tiene, y en consecuencia antesala del socialismo. El discurso de la globalización engendra la ilusión de que vivimos una fase expansiva que abre oportunidades, que es un momento de desarrollo, de comunicaciones que impulsan la democracia donde la “ciudadanía” tiene capacidad de determinar y cuestionar y determinar el rumbo de los gobiernos. Sostienen que en la globalización por encima del proceso productivo se encuentra el mundo de las finanzas, de la capacidad del dinero de ser transferido a velocidad de un lugar a otro y de la no funcionalidad de las naciones y de los propios Estados. Para ellos la comunicación, la virtualidad, conduciría naturalmente a la información, la participación y la democratización del mundo… pero la guerra sobre Yugoslavia, Somalia, Iraq, Afganistán, Libia, Siria, dan al traste con tal ilusión. Los acuerdos entre Estados, la exportación de capitales, los problemas migratorios, la explotación del trabajo, la división internacional del trabajo, nos muestran que la globalización no es una nueva realidad económica, sino un manto discursivo de la ideología de la clase dominante para maquillar al imperialismo, al capitalismo de los monopolios.

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