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Alfonso Cano. Una vida por la paz

Su nombre de pila fue Guillermo Sáenz Vargas. Había nacido en Bogotá, el 22 de julio de 1948 y fue asesinado en zona rural del municipio de Suárez, Cauca, el 4 de noviembre de 2011.

Hacia 1981, Alfonso Cano, ya perseguido sin descanso por los organismos de seguridad del Estado, tras un allanamiento a la casa donde vivía con su esposa y su hijo, fue detenido. Permaneció en prisión un año y medio, hasta la amnistía de Belisario Betancur de 1982, situación que le abrió el camino hacia los campamentos de Jacobo Arenas y de Manuel Marulanda Vélez, pensando en que las vías democráticas de la lucha política estaban cada día más cerradas.

En las FARC, el seudónimo que asume es el de Alfonso Cano, y su actividad guerrillera la desenvuelve al lado de los dos legendarios fundadores del Ejército del Pueblo, llegando a ocupar pronto un lugar en el Secretariado nacional de la organización insurgente y a jugar un papel trascendental, tanto en los Diálogos que se adelantaron con el gobierno de Belisario Betancur, como en los que, años más tarde tuvieron lugar, primero en Caracas (Venezuela), y después en Tlaxcala (México).

Durante los Diálogos del Caguán en el 2000, fue artífice del lanzamiento del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia. Frustrado aquel proceso de negociación de paz, el comandante asumió directamente la conducción de los Bloques Central y Suroccidental de las FARC en desarrollo del Plan Estratégico.

Tras la muerte por causa natural del comandante Manuel Marulanda Vélez en marzo de 2008, Alfonso Cano es designado como comandante de las FARC-EP, hecho que es informado al país en un comunicado público del Secretariado Nacional de la fuerza insurgente, fechado el 25 de mayo.

Desde su posición de guerrillero, comandante, e integrante del Estado Mayor Central, siguiendo la línea estratégica trazada por nuestros fundadores, Alfonso Cano fue uno de los más fervientes impulsores de la salida política negociada al conflicto colombiano. Al asumir la comandancia -lo cual hacía atendiendo rigurosamente al principio de la dirección colectiva- Alfonso multiplica sus esfuerzos por encontrar mediante el diálogo, una salida a la larga y sangrienta confrontación; labor en la que persevera durante los últimos años de su vida, incluso mientras sorteaba los enormes operativos que el enemigo había lanzado sobre su existencia. Uno de los más intensos se desató el 28 de junio de 2011, abarcando extensas áreas de los departamentos de Tolima y Cauca.

Mientras las tropas avanzaban desde las localidades de Planadas, Río Negro y Río Chiquito, en la madrugada del 29 la Fuerza Aérea bombardea la zona, y con comandos helitransportados toman en asalto los sitios donde creían podía estar el jefe rebelde.

Los operativos de persecución y los combates en tierra, más los bombardeos en uno y otro lado, no cesaron en los meses siguientes, sobre todo en el Cañón de las Hermosas, en límites entre Cauca y Huila. En octubre, alrededor de 4000 efectivos despliegan sin resultados un gran operativo de persecución en busca del jefe insurgente, del cual había perdido todo rastro. Pero finalmente, en medio de la llamada Operación Odiseo, que concentraba esfuerzos en Jambaló, Toribio y Suárez, departamento del Cauca, logran capturar herido a Alfonso, luego de un bombardeo en la vereda Chirriaderos. Una vez fue identificado plenamente, el presidente Juan Manuel Santos, con premeditación y alevosía, da la orden de asesinar al hombre con el que venía ya sosteniendo conversaciones para iniciar diálogos de paz.

«Ha sido confirmada la muerte de “Alfonso Cano”. Cayó el número uno de las FARC. Es el golpe más contundente que se le ha dado a esta organización en toda su historia», afirmó Santos desde Cartagena.

La Novena Conferencia de las FARC-EP siguiendo la línea histórica constante del comandante Manuel Marulanda de nunca abandonar las banderas de la paz, había sentado una posición concluyente en cuanto a persistir en la búsqueda de una salida dialogada al conflicto; y empeñado en dar cumplimiento a tal conclusión andaba Alfonso, sobre todo a partir de 2010, cuando comenzaron los contactos para abrir conversaciones con el gobierno Santos. El comandante era el interlocutor principal de esta decisión y el presidente lo sabía. Sin embargo, actuó con esta traición que fue la primera de las que marcó el camino de traiciones  que caracterizaría el proceso que hoy se hunde en el pantano de la perfidia.

En un libro que pronto saldrá a la luz pública, intitulado La Segunda Marquetalia, el cual relaciona hechos que rodearon las conversaciones de paz, la suscripción de los acuerdos y su posterior debacle, se recuerda claramente en el capítulo que lleva por título “El asesinato de Alfonso Cano y la desconfianza frente a la palabra del gobierno”, que:

“El traslado de comandantes de las FARC a La Habana no estuvo libre de desconfianzas y sobresaltos; y no podía estarlo. En vísperas del inicio de los diálogos, por orden del presidente Santos, había sido asesinado en medio de una operación militar, el comandante de las FARC, Alfonso Cano, quien había dirigido personalmente los contactos exploratorios para los diálogos de paz con el gobierno. El mismo presidente Juan Manuel Santos reconoce que ya se habían realizado tres reuniones con ese propósito: una en zona fronteriza de norte de Santander, y dos reuniones en Venezuela, que tuvieron como escenario la isla de La Orchila.

Alfonso alcanzó a intuir la celada que preparaba Santos para quitarle la vida: quieren colocar, aun caliente, mi cadáver sobre la Mesa de Conversaciones -advirtió.

Hoy Santos está tratando de borrar el casete de su protagonismo cobarde y sucio en el asesinato de Alfonso Cano. Muy hábilmente en su libro La Batalla por la paz trata de esconder la verdad tras el humo de sus mentiras. Asume la responsabilidad de lanzar el operativo militar, pero oculta que dio la orden de fusilar a Alfonso en momentos en que éste se encontraba capturado vivo.

Con artes de ilusionismo el tahúr de la perfidia intenta vender la idea que su responsabilidad solo fue esa, la de aprobar el operativo, y nada más. Y entonces agrega -refiriéndose al ejército-: mal podría frenarlos cuando el objetivo de mayor valor estratégico estaba a su alcance. Tenía que elevar la moral de las tropas.

Me dijeron que habían localizado a Cano, un objetivo que veníamos persiguiendo hace años, y fue ahí donde tuve que tomar solo, absolutamente solo, la crucial decisión -asegura Santos refiriéndose al operativo- pareciendo olvidar lo que había dicho en Kansas: Tome la decisión de eliminarlo y así se hizo. Y luego en Bogotá frente al hermano de Alfonso, manifestó: Yo ordené su muerte porque estábamos en guerra y seguimos en guerra.

Queda claro, entonces, que dio la orden de asesinarlo para elevarle la moral a las tropas… No hay argumento más irracional. Tras el bombardeo de la Fuerza Aérea en la veredera Chirriaderos, municipio de Suárez, Cauca, Santos autorizó el fusilamiento de Alfonso Cano en total estado de indefensión, pasando por alto que un capturado en combate se convierte automáticamente en persona protegida. Ese es un crimen de lesa humanidad. Tampoco tuvo el expresidente en su oscuridad mental un momento de luz para ver y entender que a un interlocutor de paz no se le asesina”.

Si un homenaje queremos hacerle hoy al héroe de Chirriaderos y a quienes han caído luchando por el sueño de la concordia, es perseverando en la conquista de sus ideales. Por eso, siguiendo su legado revolucionario decimos: “Todas y todos los que se sientan bolivarianos, vengan con nosotros, que el Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia es una inmensa bandera al viento que sigue en construcción y que podría tener en este momento la posibilidad histórica de dar el salto a la lucha política abierta, siempre y cuando, como dijera Alfonso, LAS CONDICIONES LO PERMITAN.”

Desde las montañas insurgentes de Colombia,

FARC-EP

4 de noviembre de 2019.

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