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La tecnología contra el hambre en manos del capitalismo

Fotografía: internet

 

Por Víctor Manuel

Después de la desintegración de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, el bloque imperialista tuvo luz verde para hacer y deshacer en el mundo. Se decía en ese entonces que sin el enemigo número uno de la humanidad –el bloque socialista–, por fin el mundo llegaría a un estado de paz y progreso. Hoy vemos que ese progreso tan vociferado jamás ha llegado y, de hecho, está lejos o es imposible de realizarse. Los representantes mundiales el capitalismo cacareaban que sólo el desarrollo del capitalismo acabaría con el hambre y podría cubrir las necesidades de los trabajadores sin necesidad de suprimir a la burguesía. Por otra parte, vemos que la ciencia y la tecnología siguen desarrollándose rápidamente, son constantes las noticias donde la invención humana ha desarrollado nuevas técnicas, equipos y métodos para combatir problemas importantes que aquejan al género humano. Uno de esos problemas es la hambruna.

Tomando cifras de informes de la ONU, éstas establecen que el número de hambrientos crece por tercer año consecutivo. Las causas de ello para la ONU son: los conflictos o la desaceleración económicos. Esta noticia demás plantea: el número de personas subalimentadas o que sufrieron una carencia crónica de alimentos durante el año pasado ascendió hasta los 821 millones, 6 millones más que las registradas en el anterior informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo que se ha presentado en Roma [1]. Y los principales países donde se concentra la mayoría de hambrientos son: Afganistán, Etiopía, Nigeria, El Congo, Sudán del Sur, Sudán, Siria y Yemen [2].

Pareciera que el problema es que el mundo no crea el suficiente alimento para acabar con el hambre, sin embargo eso está sumamente alejado de la realidad. Después de la llamada revolución verde, la producción de alimentos en el mundo se incrementó de manera acelerada. La misma ONU reconoce que las cadenas de producción alimentaria producen suficiente comida para alimentar a todos los habitantes del mundo. No solamente eso, sino que además existen en el mundo 2,000 millones de personas, incluidos niños, que sufren obesidad. Para complementar las cifras alertó que en el mundo se desperdician mil millones de toneladas de alimento cada año [3].

Esta contradicción sólo puede resplandecer en el capitalismo. Por una parte vemos hambruna, y por la otra vemos desperdicio de comida y sobrealimentación a una franja de la población.

De hecho, pese a que estamos acostumbrados a pensar que no hay suficiente alimento para el mundo, se produce tres veces más alimento del que se necesita para alimentar a la población mundial. De acuerdo con cifras de la FAO, alrededor del 30 por ciento de los alimentos se desperdician desde que se producen hasta que llegan a la mesa de los consumidores [4].

El artículo titulado ¿Se ocupa la biotecnología de las necesidades de los pobres?, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), estipula que con la modificación genética y la biotecnología es posible crear cultivos resistentes a las plagas y presiones ambientales; se puede introducir más nutrientes; se puede producir cultivos en suelos de poca calidad en las tierras marginales; y además brinda la posibilidad de reducir el uso de plaguicidas, así como aumentar la eficiencia de los fertilizantes. [5]

Las soluciones que suelen ofrecerse son, hasta cierto punto, risibles e ineficientes (o al menos para acabar de raíz con el problema). Estas soluciones van desde crear granjas caseras, inculcar a los niños responsabilidad al momento de consumir alimentos, tomar medidas contra el calentamiento global (un argumento muy usado para querer justificar la “escasez de alimento”), mayor crédito a los pequeños agricultores y granjeros, etc. Si bien es cierto que muchas personas en verdad tienen la preocupación y el ánimo de tomar medidas contra el hambre, también es cierto que este tipo de medidas se han querido impulsar desde hace décadas sin obtenerse resultados para acabar con el hambre, es decir, son sólo paliativos.

Como se ha visto, la humanidad o, es mejor decirlo tal cual, los capitalistas y sus representantes en el Gobierno, son quienes tienen al alcance la tecnología suficiente para poder alimentar a la población mundial. ¿Entonces cuál es el problema? Como comunistas sabemos que el problema es el sistema capitalista, ese sistema que sólo ofrece artículos y servicios fundamentales (alimentos, salud, agua, drenaje, etc.) a quién tiene el dinero para pagarlo. Los capitalistas prefieren que se pudran los alimentos y/o guardar en almacenes sus artículos durante las crisis económicas, antes que darlos a los pobres. La mayoría de quienes poseen esos alimentos son los capitalistas que explotan mano de obra en la agricultura.

Sólo los capitales privados tienen el suficiente dinero para explotar estas técnicas biotecnológicas y genéticas en agricultura. Los pequeños campesinos, que se limitan a una pequeña parcela, simplemente no pueden competir con las grandes transnacionales. Por ejemplo, en un artículo de Kenny Bruno, se afirma que: “Los cultivos de alta tecnología y de alta inversión no resolverán el problema del hambre mundial. Al contrario, sirven para satisfacer el apetito de Monsanto por controlar la producción mundial de los alimentos[6].

Monsanto es hoy una multinacional manchada de sangre y ejemplo de lo que están dispuestos a hacer los capitalistas en nombre de las ganancias. No por nada Monsanto está prohibida en Polonia, Bélgica, Gran Bretaña, Bulgaria, Francia, Alemania, Irlanda y Eslovaquia [7]. No debemos olvidar que Monsanto fue quien usó glifosato en Argentina: un herbicida de amplio espectro, pero bastante tóxico para el hombre. Su uso produjo severos daños a la salud entre las personas que vivían cerca de los campos rociados con el herbicida. Los daños a la salud pueden ser malformaciones en recién nacidos, abortos espontáneos [8] y cáncer. Pero no sólo el glifosato causa daños, también los provocaron otros de sus productos, como la sacarina (cáncer en ratas de laboratorio), usada por Coca Cola; poliestireno, usado para envases, causa depresión y cáncer; aspartame, químico de sabor dulce usado en sus productos para ingerir y sobre el cual el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos publicó en 1995 un informe que enumera 94 problemas que causa a la salud; la hormona de crecimiento bovina, causante de cáncer de mama, cáncer de colon, y cáncer de próstata en seres humanos, al consumir productos de animales inyectados con esta hormona [9]. En fin, a esto hay que sumarle sus herbicidas, que no son eliminados de los alimentos que vende.

Pese a esto la ingeniería genética o la biogenética no deben verse como el enemigo de la clase obrera, al contrario; el avance de la ciencia en estas áreas le será útil al proletariado. Se debe considerar que la tecnología no siempre acierta, y cuando esto sucede hay que retirarla antes de causar más daño. En el capitalismo sucede lo contrario, a las empresas privadas les urge recuperar su inversión y además generar ganancias, es por ello que siempre preferirán que se vendan sus productos dañinos a retirarlos del mercado y perder dinero en los costos de fabricación e inversión. Sólo en el socialismo la ciencia y la tecnología están de verdad al alcance de las masas.

Son los grandes capitales dueños de muchas patentes que pueden acabar con el hambre, pero que, al estar bajo su control, no permiten que la ciencia desarrolle esa tecnología pues es catalogada como propiedad privada. Es por ello que en un artículo se puede leer: “La ingeniería genética no es sólo una técnica del laboratorio. Es una herramienta formada por una ideología en particular, apoyada por determinados poderes políticos y económicos” [10]. Aunque en sí, abstractamente, la ingeniería genética no es una herramienta del capitalismo, sí lo es concretamente en las condiciones capitalistas, es decir, hoy en día la ingeniería genética está en manos de los grandes capitales y no al servicio del pueblo trabajador.

 


 

[1] Datos tomados de la página de noticias de la ONU, escrito el 11/09/18: https://news.un.org/es/story/2018/09/1441302 (Consultado el 2 de marzo el 2020).

[2] https://news.un.org/es/story/2019/04/1453791 (Consultado el 2 de marzo el 2020).

[3] https://news.un.org/es/story/2019/10/1463701(Consultado el 2 de marzo el 2020).

[4] https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2016_710.html (Consultado el 2 de marzo el 2020)

[5] http://www.fao.org/newsroom/es/focus/2004/41655/index.html (Consultado el 22 de marzo el 2020)

[6] Bruno, Kenny, “El fracaso del “marketing” de Monsanto”, en The Ecologist, The  Monsanto Files. Can We Survive Genetic Engineering?, 1998, vol. 28, nº. 5, pp. 39-45

[7] http://www.semillas.org.co/es/noticias/monsanto-prohibido-en-polonia-b. Consultado el 02/4/22

[8] https://mundo.sputniknews.com/sociedad/201910071088907045-el-veneno-y-los-envenenados-en-argentina-glifosato-soja-enfermedades-y-politica/. Consultado el 02/4/22

[9] https://kaosenlared.net/12-productos-cancer-creados-por-monsanto/. Consultado el 2/4/20

[10] Anderson, Luke. (2001/1999). Transgénicos. Ingeniería genética, alimentos, y nuestro  medio ambiente, Madrid, Gaia, Proyecto 2050.

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