El potencial de los consultorios de farmacia y el Covid-19
El potencial de los consultorios de farmacia y el Covid-19
Por Diego Ernesto, Médico integral
comunitario y Héctor Maravillo,
Matemático y Economista
Los momentos de crisis permiten observar con mayor claridad las contradicciones subyacentes en la sociedad. Y si se analizan con cabeza fría, también dan luz sobre la manera de superar estas contradicciones.
Actualmente, uno de los mayores problemas a los que se enfrenta nuestra clase es la crisis de salud en la que estamos inmersos. El peor escenario es que el contagio de Covid-19 sea de tal magnitud que el número de enfermos que requieran hospitalización y terapia intensiva supere el número de camas y equipos disponibles (respiradores artificiales). Esto resaltaría la barbarie de ver morir a personas que podrían haber sobrevivido en caso de contar con más infraestructura sanitaria o utilizar de mejor manera la infraestructura existente. Dado el deterioro y desarticulación el que se ha sumido el sistema de salud pública, es muy probable que sea ese escenario en el que viviremos próximamente.
Ahora bien, a la crisis sanitaria derivada de la pandemia por el Covid-19 se le suma la saturación crónica del sistema de salud mexicano. La falta de personal de salud, el desabastecimiento de medicamentos y equipo de trabajo, la insuficiente infraestructura para la atención cotidiana salta a la vista. Es decir, que también habrá más muertos y mayor deterioro de la salud por otras enfermedades, que no podrán ser atendidas adecuadamente. Por ejemplo, la gran mayoría de los respiradores artificiales necesarios en las Unidades de Cuidados Intensivos ya están siendo utilizados por enfermos de otras patologías, diferentes a las del Covid-19, además de lesionados por accidentes, etc. Y llegado el momento terminarán decidiendo a quién atender y a quién dejar a su suerte.
Ante este contexto, nos gustaría abordar un tema particular, menos visible pero igual de importante: las contradicciones en el primer nivel de la atención a la salud.
El primer nivel de atención a la salud es el primer contacto de los pacientes con el sistema de salud. Allí se va, por ejemplo, cuando se tiene una infección, un accidente de trabajo o para una consulta cotidiana de atención a la diabetes, hipertensión arterial, etc. Básicamente, todo aquello que no requiere hospitalización o intervención mayor. Por muchos años, las clínicas del IMSS y el ISSSTE, así como los centros de salud, fueron el núcleo de este nivel de atención. Con los años fueron saturándose y volviéndose ineficientes, sobre todo debido a las privatizaciones y desatención consciente del gobierno mexicano. Pronto, asistir a una consulta implicaba perder un día de trabajo. Así que los trabajadores evitaron este sistema, sólo asistían cuando implicaba mayor costo (exámenes de laboratorio, atención especializada, medicamento caro) o en caso de requerir alguna operación.
El primer nivel de atención pública rápidamente fue desplazado por empresas privadas. Comenzaron a crecer como hongos los consultorios adyacentes a farmacias (CAF), de empresas como Dr. Simi, Farmacias Benavides, Farmacias del Ahorro, Farmacias GI, etc. Aunque el costo de una consulta es entre 30 y 50 pesos, muchas veces, resulta mejor para un trabajador pagar el precio a perder un día de salario esperando consulta en un centro de salud o en el IMSS. Además, debido al desabasto de medicamentos, podía encontrarse en la situación de una vez perdido el día en el sector público no encontrar medicamentos.
Debido a que el objetivo de estos consultorios privados es obtener ganancia y no cuidar de la salud de las personas, su calidad es mucho peor que la del sistema público. En este tipo de consultorios privados, los médicos tienen pésimas condiciones laborales lo que disminuye su calidad profesional. No cuentan con apoyo de enfermería, y la falta de experiencia en procedimientos de enfermería de muchos médicos recién graduados hace que se cometan errores iatrogénicos. En la mayoría de estas clínicas falta equipamiento, e incluso algunos consultorios carecen de condiciones sanitarias mínimas (no hay esterilizadores, no cuentan con ventilación ni iluminación natural). No existe un historial clínico; son obligados a recetar ciertas marcas y a cumplir cuotas de recetas con medicamentos innecesarios. En la mayoría de los casos no existen reportes de enfermedades de notificación obligatoria a las autoridades regionales de la Secretaría de Salud.
Pese a ello, el crecimiento de los CAF se disparó. Pasaron de ser 2,956 consultorios adyacentes a farmacias en 2008 a ser más de 16 mil en 2016.[1] Sobre todo, después de que entró en vigor el acuerdo que prohibió vender antibióticos sin receta. La mayor parte (43%) de la población asiste a instituciones privadas para servicios ambulatorios (de primer nivel), mientras que los que asisten a centros de salud son el 21% y a clínicas del IMSS un 26.5%.[2]
¿Qué ocurre (y volvería a ocurrir) ante la pandemia con esta situación?
Por una parte, dado el nivel de saturación de las clínicas del IMSS, ISSSTE y los centros de salud, se volverán centros de alta probabilidad de contagio, tanto para los pacientes y familiares como para el personal de salud. La falta de equipo de seguridad, la escasez del espacio y el largo lapso de espera, serán caldo de cultivo para que quien asista con Covid19 pueda contagiar a otros. Algo análogo ocurrirá en las clínicas privadas adyacentes a farmacias, donde la saturación no es tanta, pero en contra parte la capacitación del personal es menor y la falta de equipo de bioseguridad se acentúa, además hay falta de control al no notificar los posibles casos de Covid19.
Tristemente esto se ve corroborado en los hechos. En los hospitales públicos el personal de la salud protesta por falta de insumos y de equipo de seguridad, quienes se ven obligados a improvisar equipo o trabajar sin el indicado. Por lo cual el 10 de abril sumaban más de 300 médicos y enfermeras del IMSS contagiados de Covid-19. En los consultorios privados de farmacias la situación es igual o peor, ya que no se da equipo de bioseguridad a los médicos, más allá de cubrebocas de tela y todo lo demás debe comprarlo con su propio dinero. Esto significó que el pasado 9 de abril muriera por coronavirus el primer médico de consultorio adyacente a farmacia en Tabasco; y quien atendió a más de 60 pacientes antes de presentar síntomas.[3]
La existencia de dos sistemas paralelos de atención primaria, privada y pública, no hace más que sumar los males de cada una. En todo caso, la clase obrera y los sectores populares son los que sufrirán toda esta situación. La burguesía tiene para pagar su boleto a un hospital privado.
Así que es válido preguntarse, ¿qué se necesita hacer para superar esta situación?
El desarrollo de las fuerzas productivas ha generado que proliferen miles de consultorios (privados) distribuidos por todas las colonias populares y obreras. Estos consultorios se encuentran junto a una farmacia, lo que asegura el abastecimiento de medicamentos y están centralizados bajo la dirección de un par de grandes monopolios. Todo esto podría potenciar el primer nivel de atención a la salud. Sería posible, por ejemplo, liberar de su saturación a las clínicas del IMSS y los centros de salud, por medio de la infraestructura y los médicos de los CAF. Dirigiendo allí el seguimiento continuo de padecimientos crónico-degenerativos, la atención de padecimientos leves (infecciones, pequeños accidentes, etc.), sin perder un día de trabajo. Sería posible aprovechar la centralización para establecer un historial clínico y así mejorar el nivel de atención. Y podrían mejorarse las condiciones laborales del personal médico de estas clínicas privadas, al tener un contrato colectivo.
En medio de una pandemia, los CAF también podrían contribuir a reducir el riesgo de contagio, ya sea funcionando como primer filtro para evaluar a los pacientes sospechosos, o para absorber la atención de los servicios ambulatorios de clínicas y hospitales.
Sin embargo, hay un “pequeño” problema que impide utilizar todas las potencialidades que ofrece la existencia de consultorios adyacentes a farmacias: la propiedad privada de estos consultorios. Todos pertenecen a grandes monopolios de la salud, cuyo primer y único interés es asegurar su ganancia a costa de la mercantilización de la salud. Así que ni atención gratuita, ni medicamentos gratuitos, ni historial clínico homologado, ni prestaciones laborales, ni equipo de seguridad, ni nada, en tanto sean privados.
He ahí el problema de fondo, que la salud sea un negocio. Pero también ahí está la solución al problema, la socialización de la salud y su conversión total en salud pública.
Es por ello qué los comunistas proponemos la expropiación de todas las grandes cadenas de farmacias y de sus consultorios privados, y su integración a un sistema centralizado de salud pública. Que atienda a toda la población de manera gratuita y de calidad. Sólo de esta manera será posible dar un salto cualitativo en la atención a la salud de millones de trabajadores en México, y estar preparados para afrontar de mejor manera una pandemia.
Se dirá que es una medida radical. Pero lo cierto es que frente al escenario que nos viene con la pandemia del Covid-19, donde posiblemente tengamos miles de muertos, la medida en cuestión se vuelve necesaria. Ante situaciones extremas, no queda más que tomar medidas extremas.
[1] https://www.eluniversal.com.mx/nacion/sociedad/se-dispara-numero-de-consultorios-en-farmacias
[2] Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018. INEGI.
[3] https://www.tabascohoy.com/muere-doctor-de-covid/
Anexo
Fuente: El Universal, 19 de febrero de 2018
Elaboración propia con datos abiertos de Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018. INEGI.
Elaboración propia con datos abiertos de Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018. INEGI.
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