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Los marxólogos e intelectuales críticos de escritorio ante el Covid-19

Fotografía: Martin Jay; internet

 

Por Jonathan Ninho Rodríguez

El presente artículo iniciará con una tesis del dramaturgo comunista Brecht, “tú y yo no somos nosotros”. El marxista académico, el crítico de escritorio pese a recuperar ciertas tesis de Marx, ellos y nosotros, los marxistas-leninistas, en definitiva no somos nosotros, ellos y nosotros no sólo tenemos diferencias teórica-metodológicas; en la praxis en lo particular las tenemos, pues en la praxis sólo la tienen desde (su) imaginario lacaniano, intentando negar al Otro (socialismo real) para según ellos crear nuevas alternativas, pero que no saben  cómo dar esas presuntas alternativas. Veremos en las líneas siguientes que ellos seguirán quedándose en la construcción de lo simbólico, llámenle transmodernidad, populismo, decolonalidad del saber, etc., que en lo concreto-dado (ya no desde Lacan) seguirán siendo una rémora del capitalismo.

Marxistas críticos, lacanianos de izquierda, teóricos de la Escuela de Frankfurt, seguirán teniendo como referente la revisión de la obra de Marx. Por tomar un ejemplo, una de sus principales tareas y puntos a decisión desde el inicio de la Escuela de Frankfurt fue:

La revisión minuciosa de los fundamentos mismos de la teoría marxista, con el doble propósito de explicar los errores pasados y preparase para la acción futura. Así comenzó un proceso que inevitablemente condujo a las regiones más pobremente iluminadas del pasado filosófico de Marx (Jay, M. 1978: 25).

Dando como resultado el revisar los principios marxistas para dar pie a velar la tesis 11 de Feuerbach (de Marx), esto es quitar lo que Marx había puesto como el punto del cual se habían olvidado los filósofos hasta ese momento, la transformación del mundo. La revisión de los críticos de escritorio en su discursividad ha invertido la tesis 11, para regresar a interpretar al capitalismo sin querer transformarlo. Revisionismos que no sólo no recuperan a la violencia revolucionaria. Revisionistas que apuntan una y otra vez a discursear sobre un sujeto, no el proletariado; quién sabe quién ha de ser el sujeto o sujetos para transformar el orden de cosas existentes.

El propio Martin Jay (1989) evidencia a su propia corriente como críticos de café y cigarros cuando el intelectual radical se identifica estrechamente con las fuerzas del cambio en un esfuerzo por dejar atrás su torre de marfil y corre el riesgo de no lograr ninguna de estas imperfecciones. Entre los extremos de la solidaridad acrítica y la independencia tenaz debe de hallar un camino intermedio o fracasar. No siendo otra cosa que estos izquierdistas de café, critican a la derecha y también al comunista; no se meten en problemas y se quedan en la fauna del agnosticismo.

Intelectuales de la Teoría Crítica como marxólogos o los llamados lacanianos de izquierda. Su crítica es hueca, para ello se refieren a Los manuscritos económicos-filosóficos, de 1844-1848. Marx hace una crítica de la concepción que tuvo Feuerbach y Hegel sobre la enajenación del sujeto en las relaciones sociales de producción. El sujeto tiene una pérdida de sentido de la crítica, esto es como resultado de una práctica vacía. Es decir en Hegel no existe relación coherente de la realidad con la teoría, lo mismo en los marxólogos que conciben a la transformación social como una categoría ya no acorde al presente; centrando su crítica en el neoliberalismo, haciendo de aquella un sinónimo de interpretación de las coyunturas, sean políticas, culturales y /o sociales.

Marx critica el planteamiento de Hegel sobre la historia, que reduce ésta al autodesarrollo de la idea absoluta; es decir, el sujeto de carne y hueso es velado por lo abstracto, por el pensamiento. Para Hegel –dice Marx– la renovación de la enajenación del sujeto es la enajenación del pensamiento abstracto, es decir absoluto.

¿Cómo se da la separación del sujeto con el objeto en el capitalismo? La máquina es fundamental –dice Marx– para entender el proceso de enajenación del sujeto.

La simplificación de la máquina y del trabajo se aprovechan para convertir en obrero al hombre que hombre que todavía no lo es, al hombre futuro, al niño, del mismo modo que el obrero se convierte en un niño abandonado. La máquina se acomoda a la debilidad del hombre con el fin de convertir al hombre débil en máquina (Marx, K. 1968).

La negación de lo simple o de lo uno es en Marx la relación de la máquina con el obrero, se presenta una síntesis de lo que debería ser el trabajo como proceso de racionalización del sujeto. En el capitalismo se trabaja, pero lo producido no es del productor directo; el sujeto en el proceso de producción se ha objetivado, el sujeto ha pasado a ser una cosa, una mercancía. A lo que en Hegel no es el extrañamiento del sujeto como sujeto objetivo, sino en oposición en sí y para sí, de conciencia y de autoconciencia, de objeto y de sujeto, dentro del pensamiento mismo.

Vemos pues cómo estos intelectuales velan la crítica (hecha por Marx) a la propiedad privada, el fenómeno más importante para entender la sociedad capitalista; por medio de ésta es donde el sujeto se siente extraño en la actividad social que se realiza, al considerar el producto del trabajo que se enfrenta al propio productor de la mercancía, el proletario. Tal extrañeza sufrida en el proceso de producción, a intelectuales como Enrique Dussel justamente se les hace extraña, pues en su imaginario, en la construcción de su Ideal de Yo, asumen como negaciones de la vida tanto al neoliberalismo como al socialismo real. Por lo que Dussel en su imaginario niega al socialismo real para desde su narcisismo pequeñoburgués decir que el enemigo es la modernidad y como la modernidad lo es, el comunismo también es parte de esa modernidad, y así la humanidad debe de apuntar a la transmodernidad. El SARS-CoV-2 existe, aunque es diminuto; el imaginario de Dussel  (su transmodernidad) es eso, eso sólo debe de atenderse en un diván para que en la sesión entre Enrique Dussel y un analista diluciden al simbólico.

Teniendo el caso de Jorge Alemán, que critica al socialismo real, reivindica a Trotsky, tiene como referentes políticos a Pablo Iglesias y a Iñigo, de PODEMOS, siendo a este último personaje a quien se le acuña la consigna de ese partido socialdemócrata: “ni de izquierdas ni de derechas”. Así la negación de la propiedad privada de los medios de producción no está en el radar y en la coyuntura de la pandemia que atraviesa el mundo el cerrar filas, el dejar de lado las diferencias, cuadra de cabo a rabo.

 

Fotografía: Jorge Alemán; internet.

 

En las entrevistas hechas a Jorge Alemán acerca de su pensar ante el covid-19, ha puesto en duda el fin del capitalismo; dice él, la pandemia ha mostrado poder descubrir subjetividades. Esa idea ya la tenía hace dos años en la presentación de su libro Horizontes neoliberales en la subjetividad. En una de las presentaciones de su libro estuvo Pablo Iglesias, mismo personaje que en algunas ocasiones ha entrevistado en su canal de YouTube. Jorge negó y niega tener como referente al socialismo real al descubrir significatividades. En lugar –dice Jorge– de atribuirles significantes a sujetos muertos, criticando al marxismo, es hora de mirar a otras alternativas. Ya pasaron años de esa presentación de ese texto, ¿PODEMOS no ha sido lo mismo que el PSOE? La historia absuelve a unos y a otros desnuda sus discursillos simbólicos.

La socialdemocracia en lo general, tal como en el populismo visto desde Laclau, a partir de la pandemia articula las demandas de estas prácticas –desde el discurso en un punto– y apela a la unidad cuando un virus ha golpeado a la humanidad. Laclau niega al sujeto histórico para apostar por la construcción de tejidos sociales, apelar a la construcción de sensibilidades críticas (como recupera Luciana Cadahia). En esas visiones es claro que frente a la unidad olvidar las diferencias es una necesidad. Solo omiten algo, un detalle casi insignificante en sus argumentaciones, ¿en las categorías que usan estos intelectuales, a la cuestión económica, a la ley del valor, qué se le hace?

Cadahia, recuperando a Laclau, está en lo correcto; ambos trabajan desde lo discursivo, buscando la alianza, la identificación, es decir –dicen ellos– respetar las diferencias singulares (desconociendo la clase social). Entonces en ese respeto a las singularidades de las subjetividades humanas, la ley de la cuota de ganancia se deje intacta; entonces sí vamos al llamamiento de dejar de lado las diferencias cuando taxistas, choferes de autobuses, plazeros, trabajadores del comercio, obreros a diario, van a dar a las filas del ejército industrial de reserva, mientras las transnacionales aumentan su cuota de ganancia. Pero claro, estos intelectuales del populismo no recuperan esto último en su discurso.

Laclau y la argumentación del populismo en su propuesta teórica en la lucha ideológica con las fronteras antagónicas, convoca a nuevos sujetos; es decir, otra vez estos intelectuales de escritorio apuestan a construir su simbólico, pues desde su imaginario las contradicciones antagónicas no están en las condiciones materiales existentes y sí sólo en lo discursivo. Por ello PODEMOS, bajo la consigna de Iñigo, se promueve ni de izquierdas ni de derechas.

Marx en el Prólogo a la primera edición del Tomo I de El Capital, se expresa, “aquí solo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadora de determinadas relaciones e intereses de clase” (Marx, K. 1982). Es decir: se es sujeto en cuanto se es expresión de las relaciones e intereses de clase, y no que el sujeto aparece en lo ontológico en la medida que existe el capital. En el tomo III se indica que:

[…] los principales agentes de este modo de producción, el capitalista y el asalariado, sólo son, en cuanto tales, encarnaciones, personificaciones de capital y trabajo asalariado, determinados caracteres sociales que el proceso social de producción estampa en los individuos; productos de esas determinadas relaciones de producción (Engels, F. 1981).

Teniendo en cuenta que no se niega la subjetividad del sujeto, sino hacerla pasar como punto de partida para comprender el quehacer social. Las subjetividades se expresan en los sujetos, sean estos burgueses o proletarios, pero lo que omiten los lacanianos de izquierda es que los hombres son (y en lo particular los obreros) y no son (en general) los sujetos de la producción capitalista. Es decir, los hombres no se presentan como los sujetos propiamente dichos de la producción capitalista, sino como los portadores del movimiento del capital. El obrero es portador en cuanto personifica al trabajo, la fuente viva del valor y del plusvalor y por tanto del capital, y el capitalista es portador en cuanto personifica al capital. Es pues el error hermenéutico de Jorge Alemán, como el de Fernández Liria, sólo poner al hombre como sujeto sí, y solo sí, es personificado en la portación del capital.

 

Fotografía: Carlos Fernández Liria; internet

 

La revisión de los marxólogos ha llegado a tal punto que, como en el caso del filósofo español Carlos Fernández Liria (2010), niega la dialéctica en la obra de Marx. Aquí alguna de sus elocuencias en su El orden de El Capital:

  • Soy marxista pero plenamente anti dialéctico.
  • Los marxistas dogmáticos no ven una tercera opción: ser anti dialécticos, sin ser reformista.
  • Cada vez que se habla de dialéctica se está hablando de algo metafísico… la lucha de clases puede ser perfectamente no dialéctica.
  • Soy marxista porqué he leído a Marx y me ha convencido.

Sobre tales gentilezas del marxólogo Liria se hará alusión en El Capital y bajo el siguiente tenor:

[…] la propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto sólo es nuestro cuando lo tenemos, cuando existe para nosotros como capital o cuando es inmediatamente poseído, comido, bebido, vestido, habitado, en resumen, utilizado por nosotros. Aunque la propiedad concibe, a su vez, todas estas realizaciones inmediatas de la posesión sólo como medios de vida y la vida a la que sirven como medios es la vida de la propiedad, el trabajo y la capacitación (Marx, K. 2015: 189).

Así, es bajo la propiedad privada de los medios de producción donde se da la objetivación del hombre; volviendo el trabajo humano en su extrañamiento, el desgarramiento del hombre. Pero como bien apunta Marx el capitalismo vía la propiedad privada ha vuelto al sujeto tan estúpido que pese a ser intelectual no le excluye de lo primero. En esa búsqueda afanosa de sujetos de cambio su estupidez le ha impedido ver que la existencia de subjetividades y las alternativas al neoliberalismo no son sino, tanto lo uno como lo otro, construcciones desde su imaginario para intentar desde ahí configurar lo simbólico en los marcos del orden social existente.

Es en el capitalismo, basado en la explotación del hombre por el hombre, en donde el antagonismo de clase genera y hace cada vez más inalcanzable la brecha entre unos y otros, por más que desde subjetividades se plantee que las clases han desaparecido. Las clases sociales no se tratan de cubre bocas que impidan la entrada del virus al organismo. La explotación del hombre por el hombre sigue teniendo como base a la propiedad privada de los medios de producción.

El modo de producción capitalista contiene una dinámica interna, leyes de desarrollo, con o sin covid-19. Leyes mediante las cuales no solo se mantiene estructurado en el tiempo y en el espacio, conservando los elementos que le dan identidad, sino que tienden a perpetuar sus condiciones de existencia mediante la constante producción y reproducción de sus componentes básicos.

Es cierto, marxólogos. Los comunistas no somos tolerantes. No, tampoco nos unimos al coro de “es hora de olvidar las diferencias, es la hora de la unidad”; para eso están ustedes, que llaman a la crítica del sistema neoliberal, los mismos que critican al socialismo real. Ustedes, quienes dicen no saber qué sigue después del capitalismo, criticando esta o cual gestión neoliberal para dejar intacta la base y tener de qué seguir escribiendo. Nosotros, los comunistas, seguiremos entendiendo que en la historia de la humanidad, como diría Bertold Brecht, la razón está de lado de quienes luchamos por una sociedad sin la explotación del hombre por el hombre; y esa lucha no se reduce a escribir de manera crítica detrás de una computadora, para que los artículos los lean un pequeño grupo de intelectuales. Por lo que, como se empezó este artículo, igual termina: “ustedes y nosotros no somos los mismos”.

 

Referencias bibliográficas

 

Fernández, L. y Alegre, L. (2010). El orden de El Capital. Madrid, España, Akal.

Jay, M. (1978). La imaginación dialéctica. Historia de la Escuela de Frankfurt y el Instituto de Investigación social (1923-1950). España, Editorial Taurus.

Laclau, E. (2012). La razón populista. D.F. México. FCE.

Marx, K. (2015). El Capital. Crítica de la economía política. Tomo I. México, FCE.

……….. (2016). El Capital. Crítica de la economía política. Tomo III. México, FCE.

………. (1968). Los manuscritos económicos-filosóficos de 1844-1848. D.F. México, Grijalbo.

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