La lucha ideológica y el trabajo de masas
Por Alfredo Valles
Hoy en día una tarea pendiente es la formación, preservación y desarrollo de las cualidades de vanguardia del Partido Comunista. Es decir, que en sus aspectos fundamentales logre reconocer la esencia y la proyección de los fenómenos, de tal manera que pueda brindar a la clase obrera y a los sectores populares un método acertado para obtener algunas de sus demandas sociales inmediatas, siempre en conexión con la única solución de fondo: el socialismo-comunismo.
No obstante, el Partido no se desarrolla en un ambiente quieto y pacífico, todo lo contrario. La burguesía, aunque ahora no se encuentre en una encrucijada en que la clase obrera le dispute conscientemente la conducción de la sociedad, siempre procura ir pasos adelante. Sostiene con millones una campaña anti-comunista, volviendo a esta ideología una cultura ampliamente extendida… El modo de producción alienta el oportunismo por todos los medios.
De tal forma que el Partido Comunista siempre se encuentra asediado por la burguesía. El modo de producción capitalista es terreno fértil para ello y requiere producir, combinar y/o revivir formas de entender y enfrentar la vida que le sean amigables y funcionales. ¿Cómo puede manifestarse esto ahora, con el dominio de los monopolios en México por medio de la Cuarta Transformación y en relación con un abanico opositor burgués que refuerza tal situación?
En parte se manifiesta en la noción de que en el pueblo Andrés Manuel López Obrador es intocable y firme, al grado de que olvidando la dialéctica se puede actuar incluso con la seguridad de que así será por mucho tiempo y no hay mucho por hacer. Más allá de la conclusión equivocada, es claro que durante 30 años la burguesía le volvió un héroe a la medida de sus necesidades, narrando sus aventuras políticas con esmero, ocultando las miserias del personaje y a los verdaderos guionistas de la novela. Desde aquellos episodios en los pozos petroleros en Tabasco, hasta el dicho engañoso del “al diablo las instituciones”. Y para ello invirtió millones de pesos, al calor que sus esfuerzos recompensaban a los mismos explotadores.
En torno a él construyeron una opción política de carácter socialdemócrata, hasta refinarla en un partido tan complejo como la unidad de fracciones burguesas que le tienen como instrumento ante la caducidad de sus viajes estructuras partidarias. El mito del Andrés Manuel patriota, soberanista y popular se alimenta de los recursos billonarios del Estado, de las dádivas, de los presupuestos para publicidad, del pasado “democrático” de sus funcionarios y de la ilusión engordada de que el Estado es una especie de lámpara milagrosa que obedece favorablemente al músico que la hace tocar sus melodías, siempre y cuando este portador sea “noble y bueno”.
Y en medio de este rápido panorama que se pinta puede en un momento llegarse a la conclusión particular de que confrontar ideológicamente a Andrés Manuel, a su gobierno, a su Partido y a la clase para la que gobierna efectivamente, es inútil. Que se requiere un matiz táctico. Un efecto de este tipo por parte del asedio mencionado puede aparecer fraccionado, diminuto, ya en evolución o como germen, pero siempre será algo de alta peligrosidad.
Y una noción de ese tipo puede entonces no oponer combate ideológico a los fundamentos políticos del leninismo en el ámbito de desarrollar al Partido, sino simplemente desconocerlos en los hechos. Y concentrarse en luchar unilateralmente por las demandas económicas de las y los obreros, de los trabajadores. En espera de tiempos mejores. Y así no se molesta al pueblo, pero se establece un vínculo con éste. Las intenciones seguro serían loables, pero no obstante el análisis fracasaría por una poco desarrollada formación político-ideológica. Y hay que subrayarlo: esta historia es vieja, pero poco meditada.
Puede parecer un contrasentido pensar que un Partido Comunista fuerte ideológicamente, que ha llegado a conclusiones colectivas importantes y ha realizado y realiza avances audaces en la comprensión cabal de su pasado esté en posibilidades de enfrentar este tipo de síntomas de la presión burguesa en su contra. Pero cuando se abandona la lucha ideológica contra el enemigo, cuando se sobreestima la gestión economicista unilateral y se subestima la denuncia política, cuando no se escribe para la prensa, o para el órgano teórico, el terreno es propicio para el mal.
Lenin decía que la lucha economicista, que hace de la lucha ideológica un trámite o un equívoco por el sentido que se le otorga, no provee de consciencia de clase, no trastoca la concepción ni el método burgués que predomina en el pensar y el hacer del pueblo. Heinrich Gemcow, en su biografía de Engels, escribe que cuanto más desenfrenadamente la ideología burguesa se dedica a hacer apología de las relaciones capitalistas predominantes, más renuncia en realidad a toda tradición progresista y más se encona su lucha contra el marxismo.
Entonces, siempre es necesaria la vigilancia revolucionaria, que acompañe la tensión favorable a un salto de calidad en la vida del Partido Comunista. Más en un entorno como el de México, que no es tan distinto al de otros lares, y en que las décadas han reducido la lucha obrera y popular a la capitulación de que lo único posible es arrancar mejoras sociales al capitalismo, sin prestar atención efectiva a nada más. Al grado de que ese movimiento pasa sin pudor de las manos de uno u otro aliado burgués, y en aras de la obsesión por lo inmediato se ha liquidado sin remedio lo esencial. Desactivar una lucha ideológica multifacética y colectiva, postergar los elementos asociados a una reivindicación activa de la Dictadura del Proletariado, es ceder a la presión del enemigo con acciones cuestionables que sacrifican el futuro de la lucha en aras del momento actual de la misma.
En el bicentenario de Engels, y el 150 aniversario del natalicio de Lenin, lo importante no es la memoria en sí, sino lograr perseverar en aquellas tareas que resultan determinantes para el Partido. Una de ellas, en vínculo recíproco, es el amplio desarrollo de la lucha ideológica. Heinrich Gemcow, en la biografía mencionada, escribe: “Engels llamó la atención sobre el creciente papel del factor subjetivo para el desarrollo de la lucha de clase del proletariado, no sólo en lo referente a la organización del proletariado y a su dirección por los partidos revolucionarios, no sólo a la orientación estratégica y táctica, sino al mismo tiempo a la educación ideológica y teórica de la clase obrera. Precisamente decisivas, pasaba a primer plano la necesidad de conducir conscientemente la lucha de clase en todos los órdenes. Con ello se elevó extraordinariamente el papel de la ideología”. El Machete es una oportunidad para esto.
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