Notas sobre la militarización II
Por Francisco Olivera
Uno de los argumentos preferidos del actual gobierno en favor del uso del ejército es su eficacia en las tareas de seguridad pública. Desde el uso directo del ejército y marina en patrullaje y combate hasta la abierta militarización de los cuerpos policiacos, el gobierno ha actuado sumando atribuciones a los cuerpos militares. Basta recordar que para 2006 la SEDENA reportó 37,253 elementos desplegados, para 2020 la cifra se elevó a 71,094 elementos del ejército y 18,176 pertenecientes a Marina. En este punto el gobierno de Obrador ha continuado con el camino trazado desde sexenios anteriores
Pero ¿Hasta qué punto es efectiva la política de uso de las Fuerzas Armadas en la reducción de la violencia? Se puede observar en estadísticas del propio gobierno sobre los homicidios y en particular los homicidios dolosos con arma de fuego, aunque es preciso señalar que las cifras oficiales solo se pueden considerar una aproximación al fenómeno. Para tomar las verdaderas dimensiones se tiene que considerar, por una parte: las personas desaparecidas que a finales del 2020 el gobierno calculaba en 77,178 desde el 2006; y los cientos de fosas clandestinas, entre 2009 y 2016 se reportaron 564 fosas, de 2016 a 2019 se localizaron 3,024 y solo en 2020 se localizaron 559 fosas clandestinas lo que solo puede dar una idea de la magnitud del fenómeno.
Los datos oficiales muestran una tendencia al aumento en las cifras de homicidios y violencia. En 2005 el INEGI registró 9,921 homicidios; para 2011 el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indicó que la cifra se elevó a 37,849 de los cuales 11,391 fueron por arma de fuego; para 2017 la cifra llegó a 41,326 con 16,891 por arma de fuego; el último año en 2020 se registraron 43,262 homicidios con 16,891 por arma de fuego. Las cifras de los 3 primeros meses del 2021 no muestran un descenso, con un acumulado de 10,879 homicidios de los cuales 4,836 fueron con armas de fuego.
Los carteles de la droga no han disminuido su capacidad. Se estima que un 80% de las muertes con armas de fuego están relacionadas con el narcotráfico, y pese a una década de la “guerra al narcotráfico” los grandes empresarios de la droga mantiene su negocio, en plena pandemia las cifras de delitos asociados al narcomenudeo aumentaron en México y los reportes del Departamento de Estado de EEUU indicaban que en su conjunto los carteles mexicanos gozan de buena salud, siendo proveedores por ejemplo del 90% de la heroína vendida en EEUU y con una importante participación en la venta de fentanilo, metanfetamina, cocaína y marihuana. Por su parte los informes de la DEA del 2020 señalaban que los 2 principales carteles mexicanos, Cartel de Sinaloa y Cartel de Jalisco Nueva Generación mostraban signos de expansión, siendo poco afectadas por la pandemia, a modo de curiosidad diremos que como buenos capitalistas los carteles mexicanos también aprovecharon la emergencia sanitaria reteniendo envíos de droga e inflando artificialmente su costo.
Como se puede observar el crecimiento del uso de fuerzas armadas no ha resultado en un decrecimiento de la violencia. Y, sin embargo, bajo este argumento y la supuesta incorruptibilidad, se ha fortalecido la participación del ejército en la vida pública; se le ha dado la administración de puertos y construcciones, la vigilancia de proyectos, se le ha asignado el papel de guardia fronteriza a lo largo del país, se le ha encargado la construcción de infraestructura y entregado la función policial.
La lucha de los últimos días al interior de la estructura de gobierno, el cambio de palabras entre militares apoyados por Obrador y representantes del poder judicial refleja la necesidad y presión del ejército para avanzar en la instrumentación de marcos jurídicos y la reestructuración de algunos puntos del gobierno para ganar espacio en las decisiones políticas.
Cualquier observador que escuchara las declaraciones del ejecutivo sobre el papel del ejército en la sociedad podría pensar que el país ha vivido una conmoción de tal magnitud que las actuales Fuerzas Armadas no son las mismas que hace una década, y sin embargo la estructura, los objetivos y las bases continúan siendo las mismas: el ejército continúa siendo el aparato represivo del Estado capitalista.