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En el Recuerdo de “Mí General” Calles

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

 

El nombramiento de Olga Sánchez Cordero, como presidenta de la Mesa directiva de la Cámara de Senadores, ocurrido hace pocos días, fue no solo acordado sino anunciado también de una manera pública, en las oficinas de Palacio Nacional por parte del Presidente de la República, en el momento en que proporcionaba la información relativa del nuevo secretario de Gobernación. Esta burda intromisión solo fue ratificada por el pleno de la Cámara de Senadores, casi una semana después, por lo que se trata de una clarísima violación al principio de autonomía de ese órgano legislativo, pues esta designación la llevó a cabo el titular del Poder Ejecutivo, quien solo la impuso de una manera arbitraria y contraria a uno de los elementos principales de la democracia representativa capitalista que existe en nuestro país, demostrando así el profundo desprecio que tiene por la separación de poderes y al funcionamiento adecuado a los órganos constitucionales que nos rigen.

Esta trasgresión al orden legal existente, demuestra la extrema debilidad con la que funcionan las instituciones políticas, sobre todo en una etapa en que se consideraba que el presidencialismo absorbente y despótico había sido superado en nuestro país, con el advenimiento al poder de la llamada Cuarta transformación, o que por lo menos estaba en vías de serlo, para avanzar hacia un nuevo periodo en la que comenzarían a cobrar una mayor vigencia los principios de la democracia clásica.

Esta vulneración del orden legal existente no fue realizada solamente por el Presidente de la República sino también por el senador Ricardo Monreal, dirigente del grupo mayoritario de Morena, pues no se cumplieron ni siquiera con las formalidades más elementales para el nombramiento de Sánchez Cordero pues SOLO a posteriori se puso en marcha el mecanismo legislativo que existe al respecto, donde al nombramiento del Presidente de la Mesa Directiva se decide y aprueba en una sesión plenaria de la Cámara de Senadores, la cual, una vez efectuada, en esas condiciones de sometimiento y de simulación, resultaba  vana a hasta trágico cómica, pero preocupante a la vez,  pues indica que el proceso de concentración del poder político en manos del Presidente sigue su marcha en forma indetenible, como se manifiesta todos los días en el marco de un sistema de contrapesos y de equilibrios que no existe por lo menos hasta la instalación de la XLVI legislatura del Congreso de la Unión.

Por medio de los órganos de la prensa mercantil, estuvimos informados que un día antes de que se diera a conocer la designación de Sánchez Cordero, en las oficinas de Palacio Nacional, Monreal se reunió con López Obrador y ahí se acordó ese nombramiento, lo que motivó que el dirigente parlamentario decidiera cancelar una reunión con la bancada de Morena, en la cual aún, no se tomaba ningún acuerdo al respecto y que también, había entre sus integrantes, cuatro senadoras que aspiraban a ese cargo, Bertha Alicia Caraveo, Imelda Castro, Marichel Villegas y Ana Lilia  Romero, las cuales, solo aceptaron el nombramiento que se había realizado a sus espaldas a regañadientes y solo una de ellas manifestó su disgusto, por este tratamiento humillante de que habían sido objeto todos los miembros de ese órgano legislativo. Después ya no se registraron discrepancias y “todos y todas” apoyaron unánimemente a la nueva Presidenta quien no tiene experiencia legislativa sino solo es “una gran amiga” del Presidente de la República, que le “ayudó mucho” durante su estancia en la Secretaria de Gobernación.

En las filas de los legisladores de MORENA se confunde fácilmente la disciplina partidaria con la sujeción mecánica, la lealtad al Presidente con la abyección y la entrega incondicional, incluso antes de que él tome una decisión, sin examinar, siquiera, los asuntos, sobre los cuales ellos deben dictar la última palabra, y que forman parte, además, de sus atribuciones legales, que ellos son, por lo menos desde el punto de vista formal, los representantes políticos del pueblo, aunque claro, pertenecen a un partido, menosprecian el hecho de que ha costado un gran esfuerzo político por parte de las organizaciones de izquierda y otras por elevar, mantener y hacer respetar la autonomía de los órganos colegiados y por hacer que superen sus fallas y deficiencias y por conformar un auténtico sistema de partidos políticos que sea realmente representativo de las clases sociales.

Al redactar este breve comentario, me hizo recordar la etapa del maximato en la que el general Plutarco Elías Calles, denominado jefe Máximo de la Revolución, nombraba desde su domicilio de la calle de Anzures, a los miembros del gabinete y a los líderes de las Cámaras del Congreso de la Unión. Y todos le decían: “muchas gracias, señor y agachaban suavemente la cabeza, en señal evidente de sumisión total”.

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