El sindicalismo pro-TMEC; Viejo sindicalismo contra los trabajadores
Por Alfredo Valles
El martes 8 de junio, la vicepresidenta de EE.UU. Kamala Harris informó que su país invertiría en México 130 millones de dólares, con el consenso del presidente Andrés Manuel López Obrador, para llevar a efecto la reforma laboral de 2019, garantizar la justicia y la libertad sindical. Aquí lo importante es ¿Qué historia tiene detrás este sindicalismo de millones de dólares?, ¿qué tipo sindicalismo apoyará EE. UU. con el propósito de apuntalar al T-MEC?
En 1975 el sindicalista estadounidense Fred Hirsch publicó en español, con el respaldo de la Universidad Obrera de México (UOM), su libro titulado La CIA y el Sindicalismo «Libre» en América Latina, resultado de una conferencia impartida en Ciudad de México por el entonces miembro en activo del Sindicato de Plomeros de San José, California (AFL-CIO). Este libro es por demás útil para saber del actual sindicalismo complementario al libre comercio.
Durante la primera guerra mundial, la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL) apoyó la guerra imperialista y los planes del gobierno estadounidense. Los altos dirigentes sindicales se volvieron socios de aquél y de los empresarios, al tiempo que defensores del modo de producción capitalista en todo el mundo. Antes de la segunda guerra mundial, los monopolios estadounidenses ampliaron sus inversiones en América Latina; para protegerlas, utilizaron el tipo de gestión laboral de la AFL y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Fred Hirsch escribe que para fortalecer a este sindicalismo “defensor de derechos laborales”, anticomunista y cómplice de la patronal, el gobierno de EE.UU. creo al Comité de Sindicatos Libres y al Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (AIFLD, hoy Solidarity Center); lo financió a través de la OSS y la CIA; se apoderó del Congreso de Organizaciones Industriales (CIO) y lo fusionó con AFL; y dividió a la FSM para establecer la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (ICFTU, hoy ITUC/CSI).
Mientras negaban la lucha de clases por medio de su sindicalismo amarillo, los capitalistas incluso se preparaban para organizarla en su beneficio y enfrentar los triunfos proletarios de la revolución socialista en la URSS, sobre el nazi-fascismo y la Revolución Cubana. Por medio de ese sindicalismo colaboracionista se fraccionó a las grandes Centrales Obreras en América Latina –creando nuevos organismos o expulsando a los sindicatos combativos y a los comunistas– así como se apoyó motines reaccionarios y dictaduras militares.
Esta es la historia del sindicalismo que ahora será financiado en México por EE.UU. y que encuentra mayor cobijo en Morena. Se trata de uno dócil a los monopolios, bajo liderazgo socialdemócrata y con un carácter demagógico; diseñado para salvaguardar la exportación de capital, debilitar a los trabajadores al dividirlos en múltiples representaciones, enseñar a ver primero por mayores beneficios para las empresas y, en general, desarmar y tener a raya a la clase. Por eso, no obstante apariencias, este sindicalismo ha sido y es enemigo de la clase obrera.
Se regenera el sindicalismo protector de empresarios con una nueva unidad de contrarios, conformada por el histórico sindicalismo charro y el sindicalismo colaboracionista de la AFL-CIO/OIT. El elemento renovador tiene como propósito nublarle la razón a la clase obrera; rejuvenecer sus ilusiones en la capacidad de las sociedades capitalistas para satisfacer sus necesidades; castrar sus luchas por un verdadero cambio en sus condiciones de vida; y afianzar la contrarrevolución en México, cerrando el paso a la insumisión, a una nueva revolución.
Fred Hirsch fue un sindicalista norteamericano que luchó al interior del AFL-CIO contra el sindicalismo amarillo del gobierno estadounidense, de su propia central y los monopolios de dicho país. Promovió la unidad internacional de la clase obrera y una extensa afiliación de todos aquellos trabajadores no sindicalizados. De manera pública invitó a subvertir el orden de los burócratas, la aristocracia obrera y las cámaras empresariales en el movimiento obrero en EE.UU.; a derrocar liderazgos defensores de la política nacional y exterior de los monopolios.
La clase obrera tiene tareas por delante que la unen más allá de fronteras –en México, USA y Canadá– en contra del T-MEC, pero sobre todo en contra del capitalismo. En estos tres países la clase obrera debe identificar, enfrentar y derrotar todo sindicalismo amarillo financiado para pacificar los centros de trabajo; usurpar esfuerzos genuinos de lucha; y limitar los anhelos de la clase obrera organizada. Obreros y trabajadores necesitan perseverar en una sindicalización masiva, unitaria, combativa, de clase, obstinada en reducir la explotación con miras en abolirla.