Claves Para Entender Al Gobierno De López Obrador
Por: Héctor Ramírez Cuéllar
Un amigo, miembro de Morena, me dijo que yo criticaba mucho a López Obrador porque no tomaba medidas de corte anticapitalista, ignorando que él no era partidario del socialismo, sino que estaba impulsando una gran transformación, la cuarta, en la que el objetivo principal era combatir la corrupción. Efectivamente, conozco al presidente de México desde el año de 1988 en que fuera candidato a la gubernatura del estado de Tabasco, he seguido su trayectoria política al lado, primero, de Cuauhtémoc Cárdenas, después en el seno del PRD y más tarde como jefe de gobierno de la ciudad de México.
En este largo recorrido, jamás López Obrador ha manifestado su simpatía por el socialismo, ni por la izquierda marxista, en ninguna de sus expresiones, jamás ha planteado su adhesión a las causas históricas de los obreros y de los campesinos pues él se ha declarado siempre “defensor del pueblo, ” considerado a éste como un categoría abstracta olvidando que “el pueblo”, así concebido no existe, ya que el “pueblo” es una categoría sociológica concreta que está compuesto por distintas clases sociales , dos básicamente, los propietarios de los medios de producción y los que venden su fuerza trabajo a ellos y que por esta causa nodal están en pugna permanente, aunque a veces ésta sea imperceptible para los observadores superficiales y que según este criterio formalista lo mismo pertenece al “pueblo” Carlos Slim, empresario favorito de este gobierno, que uno de los obreros que han resultado damnificados en la ciudad de Tula, Hidalgo.
El concepto vago e impreciso del “pueblo” ha permitido a López obrador y a muchos políticos de su estirpe observar y practicar, una permanente actitud conciliadora, equilibradora, ante los representantes de las clases sociales, los trabajadores urbanos y rurales, por un lado y los burgueses, por el otro, no ha impulsado la lucha entre ellos sino la adopción de una relación armónica, pacifica, tolerante, ”humanista”, “cristiana”; ello explica claramente la diferenciación que hace “entre los buenos y malos”, “tratando siempre de justificar a los “capitalistas honestos” que “pagan bien sus impuestos” y condenar a quienes no lo hacen, a las actitudes egoístas de la “clase media” y la división entre liberales y conservadores, discrepancia que dejó de existir hace más de cien años.
Desde el punto de vista ideológico y clasista, ¿cómo se puede considerar a López Obrador? Se trata de un político que proviene de una familia acomodada, es un nacionalista porque se inspira en la línea política del general Lázaro Cárdenas, solo que sin asumir ninguna actitud radical ante los grandes problemas nacionales, hombre de pensamiento liberal, que atiende a las tesis de Benito Juárez sin tomar en cuenta las grandes diferencias económicas y sociales que nos separan desde la época de la Reforma hasta nuestros días, con una actitud progresista frente a algunos problemas nacionales, un evangélico profundo y legalista y por lo tanto un dogmático fundamentalista que aborda la vida de México y su evolución con un enfoque de carácter religioso y moralista en donde se presenta como un dirigente providencial, que detenta la verdad absoluta y que está por encima de las clases sociales, y de los partidos políticos, incluyendo a Morena que es concebido solo como un “instrumento de trabajo” que se puede manejar libremente.
Existe un error fundamental en la concepción que tiene el Presidente sobre la realidad nacional, al considerar que el problema fundamental es la corrupción imperante y que eliminada ésta, casi en forma automática se resolverían muchos de los problemas nacionales. No, la contradicción básica, de naturaleza estructural, es la que se origina entre la absoluta mayoría de la población, sobre todo la que produce plusvalía, que está conformada por los obreros, los campesinos y los miembros de la minoría privilegiada que operan y usufructúan los medios de producción , contradicción que está estudiada en forma sistemática, por los especialistas del INEGI y del Coneval, que siguen siendo las dos instituciones que examinan, con mayor rigor metodológico, la diferenciación de las clases sociales. Precisamente, por la gran contribución teórica e informativa que realizan para el estudio de los grandes problemas nacionales, es que pende sobre ellas el peligro de su desaparición o por lo menos el debilitamiento de sus funciones.
Aunque el capitalismo ha evolucionado en el mundo y en nuestro país, ese sigue siendo el antagonismo esencial, el cual se ha manifestado, otra vez, con dramático realismo, en la presente crisis económico social pues en este periodo el número de pobres ha aumentado en casi 3.8 millones , mientras se han beneficiado enormemente el 1 % de la población, a la que pertenecen el señor Slim y los integrantes del Consejo Asesor Presidencial, a quienes les asignado, en forma directa, muchos de los contratos de bienes y servicios de gobierno federal, durante la presente administración, mientras, por otra parte, desaparecieron más 2 millones de pequeñas y medianas empresas. Los estudios de la revista Forbes y de Blomberg, que, desde luego, no se pueden considerar de izquierda, así lo confirman.
El crecimiento de la pobreza, en sus distintos grados y manifestaciones, no ha sido documentada por ningún órgano de la derecha sino por el INEGI, que ha publicado, en forma regular, los resultados de las encuestas Ingreso Gasto y por el Coneval, que recientemente divulgara, con abundancia estadística, el comportamiento de la pobreza. Los propios resultados de la epidemia de coronavirus, que indican que hay más de 5OO mil fallecidos, los ha producido también la Secretaria de Salud, que así está desmintiendo las cifras que proporciona el doctor López Gatel. Estos informes se dieron a conocer cuando el presidente insistió en que la base de la cuarta transformación era la erradicación de la corrupción y que este fenómeno ya no existía por lo menos en Palacio Nacional. Si estas conclusiones fueran verídicas entonces la pobreza hubiera disminuido, pero, al contrario, ha aumentado, como lo confirman dos dependencias del propio estado mexicano.
La corrupción, en síntesis, es una manifestación propia de las relaciones capitalistas de producción, que asumen distintas formas y modalidades, desde las más simples, como los pagos irregulares que recibe los policías de crucero, hasta los que detentan los grandes inversionistas, contratistas, banqueros, que se benefician con el gasto público, con las obras de infraestructura que se realizan en forma conjunta entre el gobierno y los particulares, con las adjudicaciones directas de las distintas dependencias federales y se trata, por lo tanto, de un fenómeno inherente a la naturaleza de ese modo de producción y por ello su lucha radical en contra, nunca la podrá realizar, con éxito, un jefe de estado, aunque sea un santo redimido, sino, las clases sociales que están vitalmente interesadas en cambiar esta situación.
Esta permanente transferencia de valor de las distintas capas de trabajadores hacia los diferentes grupos de la burguesía industrial, bancaria, comercial y agrícola está reflejada en las leyes de ingresos y de egresos de la Federación, en las revisiones de la Cuenta Pública que anualmente realiza la Auditoria Superior, en las propuestas legales que envía el Presidente al Congreso y en los estudios que elaboran muchos especialistas de las instituciones de educación superior. Se confirma que lo que pierde un productor de riqueza, en el otro extremo de la escala social, lo acapara un propietario de medios de producción.
Este drenamiento incesante de recursos, es decir, de riqueza que genera el trabajo humano, de unas clases sociales a otras y ha sido y es la causa central de la pobreza y de la desigualdad ,y por lo tanto, también, de la corrupción, que es congénita a ella y ha existido siempre en la historia de México, en mayor o menor media, asumiendo distintos grados, las que dicta la lucha de clases y su agudización más extrema se ha presentado cuando han estallado las crisis financieras más graves y cuando ha estado desmovilizada la clase obrera y campesina, como está ocurriendo en este momento.