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Los Sindicatos Clasistas ante la Reforma Laboral

 

 

Características de la Reforma Laboral; X Entrega

 

 

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

La creación de sindicatos de clase, orientados por las tesis del sindicalismo revolucionario, no la pueden emprender los gobiernos, ni las dependencias oficiales, entre ellas, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, sino solo los trabajadores que han progresado en la formación y en el fortalecimiento de su conciencia de que es una clase explotada, que tiene derechos y facultades para combatir esta condición social y económica y que, por lo tanto, está en aptitud de emprender cambios que requiere la sociedad capitalista.

Para lograr este objetivo tan elevado e importante se necesita una nueva corriente sindical y obrera de izquierda, socialista, comunista, cuyos integrantes tengan un conocimiento profundo del desarrollo del capitalismo en la actual etapa, de su manifestación concreta que como modo de producción tiene en México, que aumente la tasa de sindicalización haciendo que se incorporen a las distintas organizaciones muchos trabajadores que están en la informalidad, que luchen contra los monopolios y las formaciones pro monopólicas predominantes en nuestro país, que abandone el sectarismo y el izquierdismo retórico, que promueva la prensa obrera y los centros de investigación y estudio de los problemas del trabajo y que tenga una valoración puntual del estado en que se encuentra el sindicalismo en el momento presente. Y esto no lo va a hacer el grupo que detenta el control de la Secretaría del Ramo y si lo hace será con la finalidad de fomentar un reformismo alentado desde el poder.

La legislación puede ser avanzada y progresista, pero esta no es la causa principal de la aparición y consolidación de los sindicatos de clase, porque ningún gobierno burgués puede impulsar un movimiento social que sea capaz de modificar de raíz la sociedad capitalista ni, por lo tanto, provocar su derrumbe e instaurar un gobierno del proletariado. Ninguna clase social o grupo que está en el poder se suicida, o lo deja en forma voluntaria o pacifica sino siempre tratará de mantenerse o de perpetuarse en el usufructo de los privilegios que otorga la dominación de clase. Ahí tenemos el caso clarísimo de López Obrador, quien ya designó en vida a su sucesor en la Presidencia de la República, el señor licenciado y desde luego su paisano, Adán Augusto López.

Por ejemplo, el gobierno que encabezó el general Lázaro Cárdenas jamás se propuso la instauración de la sociedad socialista sin que simplemente apoyo e impulsó las luchas de los trabajadores, pero siempre dejando intactos los rasgos esenciales de la sociedad dividida en clases sociales.

Los sindicatos patronales siempre han existido en la historia del capitalismo, surgieron desde la etapa de la primera Revolución industrial cuando emergen las primeras organizaciones de obreros. Se trató de grupos e individuos que solo se propusieron en el mejor de los casos, mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los obreros industriales, en las fábricas en las cuales prestaban sus servicios, promovieron algunos cambios políticos limitados, como el cartismo en la Gran Bretaña, la conquista de algunos puestos en el Parlamento, el suavizamiento de las normas reglamentarias del trabajo en las empresas, la reducción de las largas y extenuantes jornadas de trabajo, para implantar después la jornada laboral de ocho horas, el mejoramiento de las condiciones sanitarias, la construcción de viviendas para los trabajadores y la prestación de servicios médicos, la prohibición y reglamentación del trabajo de las mujeres y de los niños, y otras modificaciones de esta naturaleza las cuales no transformaron los aspectos fundamentales del régimen capitalista sin solo los “embellecieron” y les quitaron un cierta dosis de virulencia en contra de los trabajadores.

En consecuencia, no puede haber ilusiones, esperanzas, que en realidad solo son vanas expectativas o simples quimeras reformistas, como las que algunos tienen en torno al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, simple y llanamente porque no se propone, nunca lo ha hecho, la realización de cambios sociales profundos sino solo tímidas modificaciones de carácter secundario u operativo, un reacomodo en la política de alianzas entre los grupos que están en el poder, sin frenar, o limitar, por ejemplo el enorme poder que tienen en la economía nacional los grandes monopolios internos y extranjeros y la casi total supeditación al mercado de los Estados Unidos por medio de las llamadas cadenas de valor que en la práctica convierten a México en una colonia modernizada de la gran potencia capitalista.

Ahora estamos en una nueva etapa en el desarrollo del capitalismo, en lo que algunos llaman la cuarta revolución industrial, en la cual la automatización, la adopción de nuevas tecnologías basadas en los progresos de la ciencia, en la robótica, la teleinformática, la superespecialización de las funciones de los obreros, la aplicación masiva de los superconductores o chips, la aplicación de grandes innovaciones como la Cinco G, la creación y uso de nuevas plataformas digitales, en síntesis, la transnacionalización de la producción de mercancías cada vez más sofisticadas, son los elementos determinantes.

Se pretende impulsar el llamado “toyotismo”, es decir, tratar de imponer universalmente, el sistema de organización de la empresa automovilística japonesa Toyota para aplicarla en todos los países del mundo, pero sus promotores se enfrentan con el hecho de que no todas naciones capitalistas tiene el mismo grado de desarrollo y, por lo tanto, no se puede en forma mecánica y a corto plazo implantar estas formas de organización de las relaciones industriales, en las regiones de América Latina y de África, que tienen otra historia en su desenvolvimiento, otros rasgos culturales y sociales y otras formas de valorar la vida humana.

Desde el taylorismo hasta el toyotismo existe un factor común, el uso intensivo de capital, por medio de la creación y aplicación de tecnologías y de nuevas máquinas, es decir, de un incremento notable del capital constante, de una mano de obra especializada al máximo, todo ello con la finalidad suprema de incrementar y sostener la tasas de ganancias particulares de las empresas privadas y la del propio del sistema capitalista en su conjunto para competir con éxito en un mundo en el cual existen grupos regionales compactos que luchan entre sí efectivamente, por el control mundial, como el Mercado Común Norteamericano, hegemonizado por los Estados Unidos, el bloque asiático, encabezado por la República Popular China, el bloque Europeo, liderado por Alemania, en cuya integración México desempeña un papel secundario, subordinado, que por ejemplo, se expresa en el hecho de que las elecciones en las fábricas automovilistas de la región del Bajío están siendo monitoreadas por el gobierno yanqui y la aplicación del apartado laboral del TMEC es una prioridad del Departamento de Comercio y de las comisiones legislativas del Congreso de esa nación. Continuará….

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