Buscar por

El revolucionario derecho al odio

Imagen tomada de Internet

 

Por: César Suárez

 

En su obra “La Juventud y la Moral Sexual”, Alexandra Kollontai exploraba la base material del sentimiento del amor, es decir, las relaciones entre seres humanos, que en nuestra época de la propiedad y la división social en clases, son todavía predominantemente relaciones de poder. Sin embargo, Kollontai propone que en el futuro, en el socialismo será (y ya en el presente entre la clase obrera se empieza a dibujar así) una gran relación de camaradería. Y quien estas líneas escribe intuye que el Che llegó a esta misma conclusión cuando afirmó que todos los revolucionarios están impulsados por el más profundo sentimiento de amor.

Pero el amor solo puede ser cuando ambas partes están de acuerdo. Si las partes están en oposición, son otros los sentimientos que brotan. El más común suele ser el odio.

Y de estos se destaca para el interés de este escrito el que se da entre la clase obrera y los desposeídos contra la patronal, sus subalternos y su estado. Se ve siempre en los diversos enfrentamientos a lo largo y ancho del mundo, y de este odio, por ejemplo, dan testimonio artes como el hip-hop cuando habla del odio que sienten los barrios obreros contra la policía, y también la trova o algunos grupos de punk, pero también el cine y la literatura.

¿De dónde se origina este odio? Del conflicto de intereses. Y es que la clase obrera quiere, exige y lucha por tener un salario más alto para vivir con decencia, mientras que todos los que se han pasado del lado de la patronal (es decir, gerentes, supervisores, policías y funcionarios) se esfuerzan por negarle esta exigencia. Y con tal de vencer y convencer a los obreros de que sus demandas no tienen sustento o posibilidad de ser satisfechas les mienten, los humillan o los amedrentan. Todos quienes hemos trabajado para un patrón lo hemos vivido: “es que necesitas demostrarnos que lo vales antes que te paguemos lo que exiges” (que en realidad es lo que necesitamos); “no te podemos pagar horas extras porque no hay presupuesto en el proyecto” (pero el patrón manda a sus hijos a un colegio privado); “los viáticos son un apoyo” (en realidad es un deber del patrón, porque trabajar fuera de la ciudad es orden del patrón); “deja de andar agitando a tus compañeros porque nos metes en problemas” (pero los malos pagos y el exceso de trabajo son un problema para uno).

Lo que subyace en todas y cada una de estas desagradables situaciones es la negación del derecho a ganar lo suficiente para vivir con dignidad, así cuidando el beneficio del patrón. En todos estos casos, este odio está justificado. Tienen a nuestra clase viviendo en la miseria, mientras ellos viven de lujo, con vacaciones, cenas y autos lujosos. Su opulencia se sostiene en la pobreza generalizada que vive nuestra clase. Y aquí es donde surge el odio por los gerentes, supervisores y policías, quienes pertenecen al grupo de los desposeídos, pero entregan sus conciencias, y con ellas su dignidad y orgullo de clase, a cambio de una mayor retribución, y con ello se convierten en enemigos de nuestra clase.

Ahora bien, desde el punto de vista de nuestra clase, todos tenemos vidas, tenemos familias y personas que dependen de nuestro trabajo para vivir. En esto nos parecemos a estos enemigos. Pero ahí terminan las diferencias, porque mientras que nuestra conciencia es la de trabajar duro y esforzarnos sin pasar por encima de otros, ellos sí que lo hacen y se esfuerzan en realidad por hacernos sentir que no merecemos ese vivir-bien-gracias-a-nuestro-trabajo al que aspiramos. Es por esto que no es fácil perdonarlos ni sentir empatía por ellos. Porque eligieron enfrentarse a nuestra clase por su propio beneficio. Decidieron renunciar a la fraternidad con sus hermanos de clase en favor de los patrones, para beneficiarse a ellos mismos.

Y si bien son personas y con esto demuestran de qué está hecha su conciencia, estas confrontaciones y este odio deben superar el escalón de lo personal. Porque su menosprecio suele ser parte de su trabajo y no siempre es algo personal. Este papel que ellos cumplen en realidad es uno más de los obstáculos que nos impone el capitalismo para seguir beneficiando a los patrones, porque solo puede haber beneficio para los patrones a costa del trabajo y sacrificio de nuestra clase. Y como se repite en este periódico un día sí y al otro también, debemos organizarnos con nuestros hermanos de clase, organizar nuestros sindicatos, nuestro Partido, para pasar de los pleitos en las oficinas y las fábricas, al derrocamiento revolucionario de este régimen de parásitos, para construir el socialismo, ese nuevo mundo donde no se humille a nuestra clase para beneficio de unos pocos, sino que se tenga en cuenta siempre el beneficio de la mayoría que con sus manos y su intelecto construye y sostiene este mundo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *