Trabajadores, no temamos luchar por mejores condiciones
Por: Emiliano Zepeda
Bajo el régimen capitalista, las y los trabajadores nos encontramos muchas veces en una situación difícil ante la explotación de la cual somos objeto. Nosotros sentimos en nuestras propias carnes la precarización en sus diversas formas, desde un salario insuficiente hasta el acoso y hostigamiento por parte de la patronal.
Pudiera pensarse que este tipo de problemáticas serían más que suficientes para encender la llama de protesta en la clase trabajadora haciendo que ésta luchara contra sus explotadores, pero esto no es tan sencillo, ya que en dicha cuestión intervienen una serie de factores que muchas veces impiden o hacen que de primera instancia las y los trabajadores no luchen por unas mejores condiciones laborales.
El miedo a ser despedido, el temor a estar en la mira del patrón por ser agitador y luchar por nuestros intereses como trabajadores, el miedo a alguna sanción por protestar (disminución salarial, multas, manchas en el historial profesional, etc.), entre otros.
Todos estos factores pasan por la cabeza de las y los trabajadores, muchas veces haciendo que éstos, en lugar de luchar por sus intereses, se resignen a soportar cada uno de los golpes que la patronal busca asestar para incrementar sus ganancias millonarias.
¿Pero acaso quedarse callado es una opción?, ¿acaso resignarse a una vida de miseria es el camino idóneo para solucionar dichas problemáticas que sufrimos como trabajadores? Si revisamos la historia del movimiento obrero, nos percataremos de que la mayoría de derechos que consideramos naturales (jornada de 8 horas, derecho a la seguridad social, derecho a vacaciones, aguinaldo, utilidades, descansos semanales, etc.), en realidad se consiguieron a base de sangre y fuego, gracias a millones de trabajadoras y trabajadores que lucharon de manera consecuente contra la patronal a pesar de las dificultades de aquellos años y de los miles de obstáculos que hoy no tenemos en primera instancia (ilegalidad, persecución, etc.).
La clase trabajadora de aquellos años, al igual que los trabajadores de hoy, tenían miedo de ser despedidos, de perder su única fuente de sustento por más miserable que ésta sea, a estar en la mira de la patronal e incluso, de perder la vida, y a pesar de ello, su esfuerzo no fue en vano ya que, gracias a su lucha, la clase trabajadora de hoy goza de dichos derechos y muchos más.
Por ende, surgen varias interrogantes: ¿Cómo lo hicieron los trabajadores de generaciones pasadas para vencer ese miedo?, ¿cómo podemos emular su lucha en la actualidad?, ¿cómo podemos iniciar la lucha por mejores condiciones laborales?
Todas estas interrogantes tienen una respuesta en común: unidad de clase.
Si algo nos enseña la historia es que, la fuerza de la clase trabajadora reside en su unidad, un solo trabajador aislado que exija mejores condiciones laborales al patrón tiene posibilidades prácticamente nulas de que lo consiga, al patrón le es muy sencillo evadir dicha exigencia e incluso, le queda muy sencillo despedir al trabajador en caso de que éste sea muy “problemático” para sus intereses. Sin embargo, si van todos o por lo menos la gran mayoría de trabajadores a exigir mejores condiciones laborales, es más difícil que el patrón haga oídos sordos y mucho más difícil es despedir a los trabajadores en protesta. Reemplazar a un solo trabajador le es relativamente sencillo, si tomamos en cuenta que la patronal se beneficia del desempleo; reemplazar a varios en poco tiempo le es más complicado.
Esa es la clave fundamental, la regla de oro al momento de enfrentarse a la patronal, la unidad de los trabajadores en protesta por objetivos en común. En todo centro de trabajo hay problemáticas en concreto que nos afectan a nosotros los trabajadores: un bajo salario, jornadas extenuantes, falta de prestaciones, falta de contrato, hostigamiento y/o acoso, retención ilegal de salarios, atropello a derechos establecidos en la Ley Federal del Trabajo, etc.
La lucha de clases puede tomar distintas formas y tener cierto nivel de algidez en determinado momento. Como toda lucha de clases, la lucha obrero-sindical forma parte de un proceso escalonado que se determine a partir del grado de consciencia de las y los trabajadores. El proceso puede ir desde algo muy básico, desde la redacción de un pliego petitorio en el que se plasmen las exigencias contra la patronal (puede ser empezando con una sola demanda determinada), pasando por la difusión de hojas de denuncia, volantes, etc., la presión en la prensa, hasta finalmente el estallido de una huelga, la cual es un medio muy efectivo que históricamente ha sido utilizado por la clase trabajadora para presionar a la patronal en el cumplimiento de sus demandas. Es una forma de lucha digna de admirar por la convicción de quienes la impulsan, que logran vencer el común miedo a luchar.
Es necesario que nosotros como trabajadores exijamos mejores condiciones laborales, que le pongamos un alto a la patronal, que nos unamos y vayamos en conjunto a exigir lo que merecemos por derecho. Basta de seguir soportando cada uno de los atropellos y la explotación sufrida a manos de la patronal, es momento de pelear unidos como trabajadores por nuestros propios intereses de clase, es momento de dejar de soñar para ser libres en espíritu y pasar a luchar para ser libres en vida.