Ponencia para el Foro Regional del Noroeste hacia la Convención Nacional Democrática de las y los trabajadores.
Por: Alfredo Valles,
Delegado de la Coordinadora Sindical
Unitaria de México (CSUM)
en Baja California
Buenos días, compañeros y compañeras. Como Delegado de la Coordinadora Sindical Unitaria de México (CSUM), que celebró su Primer Congreso Ordinario en el mes de abril del 2022, extiendo el más afectuoso de los saludos y sinceras felicitaciones por este Foro Regional del Noroeste, una oportunidad como pocas para dialogar entre miembros y organizaciones sindicales y sociales de la clase obrera, de las y los trabajadores.
Desde Baja California vemos con sumo interés la lucha obrera, laboral y popular que se desarrolla en el vecino estado de Sonora. A diferencia de lo que acontece en nuestra franja fronteriza; donde la vigencia de un gobierno socialdemócrata ha sido el marco de una imponente desmovilización de la vieja izquierda, de los otrora combativos núcleos de trabajadores organizados, de un apaciguamiento abrumador y de la preeminencia de males sociales y políticos propios del capitalismo imperialista: narcotráfico, corrupción, sindicalismo de colaboración de clases, violencia contra la mujer trabajadora y los hermanos migrantes, inexistencia de un movimiento obrero organizado, dominación y poder de los monopolios. En Sonora, el STAUS ha llevado a cabo dos huelgas en un periodo de cinco años, se dan pasos para la reorganización de la clase trabajadora y se rechaza la política de paz laboral. Consideramos que al rechazar esta política, es también necesario discernir y evaluar con criterio de clase, realismo y concienzudamente el carácter de clase proempresarial no solo del gobierno sonorense, sino del gobierno federal y de todas las instituciones de Estado.
Como CSUM promovemos y ejercemos lo siguiente. Un sindicalismo clasista bajo una identidad de clase; que mantenga la independencia frente al adversario de clase, es decir, independencia financiera, política, ideológica, cultural y programática, no solo de la patronal, sino también del Estado que le sirve; un sindicalismo solidario, democrático, combativo, de base y, como en mejores épocas, contemporáneo a la par que internacionalista.
Promovemos un sindicalismo unitario, que condense en el entendimiento y en la acción una definición precisa de la denominada “libertad sindical”. Comprendemos que hay gremios, ramas o sectores de la economía en donde la derrota del sindicalismo de protección patronal, y de colaboración de clase, implica horadar, vencer y poner a un lado las viejas estructuras del corporativismo aliado a la burguesía. Corporativismo, por cierto, que tras cinco años de nuevo gobierno no solo prosigue y se desarrolla, sino que se acompaña con desarrollos de sí mismo que revitalizan el control de la burguesía sobre el proletariado bajo los matices del sindicalismo mafia al estilo de la CATEM, del corporativismo asociado a la representación del crimen organizado. No obstante, consideramos que no puede dejarse de lado que la llamada “libertad sindical” ha sido históricamente el modelo sindical de los capitalistas de EE.UU. y Europa; un modelo para pulverizar en múltiples casos la unidad de los sindicatos; un campo de expresión propicio para las fracciones sindicales de la burguesía: para la contrarrevolución; y para la parálisis de los y las trabajadoras.
CSUM considera como su fin último la emancipación de nuestra clase obrera, de los y las trabajadoras, y con ello de sus únicos aliados: los sectores populares. Abonamos con ideas-fuerza y acciones organizadas al propósito de abolir la explotación del hombre por el hombre. La lucha del presente es por reducir la explotación, pero vinculada a la lucha del futuro –no separada de nosotros por barreras infranqueables y el etapismo– es decir, por abolir tal explotación.
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Miremos con objetividad el curso de este país. No es descabellado, ni un despropósito, afirmar que para la clase obrera, para las y los trabajadores, nada sustancial ha cambiado. Al contrario. Podemos en nuestro diálogo colocar sobre la mesa análisis y circunstancias opuestas a esta sentencia, pero debemos tener en cuenta que las particularidades no constituyen ni determinan la generalidad. Hace 5 años la burguesía estaba frente a una crisis política, la probabilidad de la insumisión de los trabajadores era latente, con síntomas. La salida más lucrativa de este escenario ha sido activar el péndulo reacción-socialdemocracia.
No son los programas sociales, los discursos, las nuevas normas o marcos legales, la existencia de luchas obreras importantes, si bien atascadas en el fango de la legalidad, lo que determina el carácter de un gobierno. Éste se manifiesta no exclusivamente en el discurso sino en los hechos, en la relación entre ejercicio y discurso. “Sacar” a 5 millones de la pobreza no anula los 50 millones de pobres de nuestra actualidad ni la profundización de la pobreza salarial, entre tantos otros fenómenos. Lo que determina el carácter de un gobierno es la clase social a la que en última instancia sirve y representa; el carácter privado o social de los medios de producción; y la preminencia y desarrollo de relaciones de propiedad determinadas. Estamos pues, pensamos, ante la continuidad del capitalismo de los monopolios.
Es verdad que las leyes han mejorado, pero la clase obrera no cuenta hoy con la organización, sapiencia, liderazgos y fuerza de vanguardia suficientemente probada y extendida para poder imponerlas y, sobre todo, ampliarlas. Las mejores leyes no suplantan la óptima organización de clase. El PRI dotó de un entramado de leyes progresistas bajo su periodo, en lo que se destacó Vicente Lombardo Toledano, pero instrumentó esto en relación con todos los mecanismos del poder burgués para imponer una dominación de clase y una estabilidad social adecuada para un multifacético y vertiginoso desarrollo capitalista, mismo que en México hoy en día goza de cabal plenitud. No se trata de que desde arriba se “mejore” el jornal del obrero, no se trata de limitarnos a una política tradeunionista; sino que la clase obrera, las y los trabajadores, transformen por sí mismos el presente y el futuro.
La clase obrera requiere no solo organizarse como clase y poner en pie nuevas organizaciones en su interés, también requiere reconquistar sus derechos políticos. No somos ajenos, ninguno de nosotros, al ideal de la emancipación de la clase trabajadora. Pero esta emancipación hoy, más que favorecida, es cercada y combatida por todos lados: militarización, narcotráfico, libertad ilimitada para la burguesía, monopolio burgués del ejercicio de la política, presidencialismo vigorizado y un Estado rapaz con prestigio social. Para pelear por la emancipación del reino del salario, de la explotación del hombre por el hombre, la clase trabajadora debe pensar, organizarse y actuar como una clase para sí.
Por último, es interés de la clase obrera y los trabajadores en general los acontecimientos en América Latina. En nuestro continente no nos extrañan los abusos y las injusticias laborales, generalmente atribuidos al “neoliberalismo”. Sin embargo, quiero aquí destacar un caso particular, el de Venezuela. Desde hace tiempo, el gobierno bolivariano de dicho país lleva a cabo una ofensiva contra los derechos de la clase trabajadora, al tiempo que emprende negociaciones económicas y políticas con una representación oficial de los EE.UU. y con su propia oposición política; lo que algunos han denominado como un “nuevo pacto de élites”.
El gobierno chavista de Nicolás Maduro, por lo menos, observa una política complaciente con el empresariado, a quien destina subsidios y transferencias millonarias a partir de recursos públicos. En Venezuela no solo se observa un importante deterioro del poder adquisitivo, sino una estela negra resultante de la dolarización de la economía y una constante especulación con los precios de alimentos y productos en general.
En sectores estratégicos de la economía, como las comunicaciones, se presenta la restricción al gasto público, la reducción de plantillas laborales y una intensa campaña de despidos injustificados. En industrias como la siderúrgica, del azúcar o del abasto popular hay un proceso de reprivatización de empresas públicas. La clase obrera, las y los trabajadores, sobreviven como esclavos con bajos salarios, reducción de prestaciones laborales, violaciones masivas a los derechos laborales, restricción de libertades sindicales, vulneración de las contrataciones colectivas y la generalización de la bonificación del salario.
Estos agravios antipopulares tienen un correlato político. La obstrucción de los derechos políticos de la clase obrera, trabajadores y capas populares –como sucede en México– y, sobre todo, la reciente ilegalización y usurpación del Partido Comunista de Venezuela, conocido como PCV o “el Gallo Rojo”, una institución con 92 años de existencia. Hacemos este planteamiento para invitar a que no solo sea la actividad sindical regida bajo criterio clasista, sino también fortalecer el internacionalismo proletario. El enemigo fundamental no es el neoliberalismo, sino el capitalismo en cualquiera de sus gestiones o variantes. La clase obrera tiene un mundo nuevo por lograr.
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