Frente al violeta inofensivo para la burguesía, el rojo insumiso de la mujer proletaria
Por: Nancy Pérez
8 de marzo, y de nueva cuenta miles de mujeres salen a las calles bajo consignas feministas, mismas consignas con las que ya, muchas empresas y burguesas lucran.
8 de marzo, y yo no siento “sororidad” por parte de la mujer burguesa empresaria que explota y esclaviza a mujeres obreras, campesinas y artesanas.
8 de marzo y no veo a las empresas que se tiñen de morado pagar un sueldo justo y reducir arduas jornadas a sus empleadas.
8 de marzo y no veo a la niña, hija de obreras, campesinas y artesanas, poder vivir una niñez digna sin tener que vivir carencias.
8 de marzo, sigo viendo y viviendo en la precariedad laboral, teniendo jornadas de 13 horas, 6 o incluso 7 días de la semana.
8 de marzo y veo a mis compañeras madres de familia sin poder ver y convivir con sus hijas, porque salen cada día tan temprano de sus casas mientras las niñas duermen y regresan tan tarde que ya duermen de nuevo.
8 de marzo y veo, camino a mi trabajo, todos los días de 7am a 4pm a dos ancianas, pepenadoras, buscar su sustento diario, porque no tienen las condiciones materiales para vivir una vejez digna.
8 de marzo, y veo, como una compañera de trabajo llora de impotencia por no poder acceder y/o pagar un servicio médico para su hermana que se encuentra moribunda de cáncer.
8 de marzo, nada cambia y no cambiará mientras nosotras, las mujeres obreras, trabajadoras, campesinas y artesanas comprendamos que el cambio no está en resistir, y salir un día del año a marchar, marcha que ya se la saben los gobiernos burgueses y por ende ya premeditan cómo actuar. Ese cambio, mucho menos está en tener a “nuestra primera presidenta”, misma mujer que seguirá perpetuando nuestro pesar. El verdadero cambio está en reconocer que el género nos une, pero la clase nos divide, que la mujer burguesa no es nuestra hermana, sino la cadena que nos esclaviza. El cambio para tener un 8 de marzo, e incluso toda una vida diferente, está en luchar día con día contra este sistema capitalista, y con toda la clase burguesa que nos impide disfrutar y tener una vida digna.
«La mujer proletaria inicia valientemente el espinoso camino del trabajo asalariado. Sus piernas flaquean, su cuerpo se desgarra. Hay peligrosos precipicios a lo largo del camino, y los crueles predadores están acechando. Pero sólo tomando este camino la mujer es capaz de lograr ese lejano pero atractivo objetivo: su verdadera liberación en un nuevo mundo del trabajo. Durante este difícil paso hacia el brillante futuro la mujer trabajadora, hasta hace poco una humillada, oprimida esclava sin derechos, aprende a desprenderse de la mentalidad de esclava a la que se ha aferrado, paso a paso se transforma a sí misma en una trabajadora independiente, una personalidad independiente, libre en el amor. Es ella, luchando en las filas del proletariado, quien consigue para las mujeres el derecho a trabajar, es ella, la “hermana menor”, quien prepara el terreno para la mujer “libre” e “igual” del futuro.»
Alexandra Kollontai. “Los fundamentos sociales de la cuestión femenina”.
¡Proletarias, organicémonos y luchemos!