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Trabajar en una dirección, independientemente de la correlación de fuerzas que hoy impera

Entre la hoz y el martillo: Trabajar en una dirección, independientemente de la correlación de fuerzas que hoy impera

Pável Blanco Cabrera

 

Lo que indiquen las encuestas sobre la popularidad de Obrador al concluir su Sexenio no es equivalente a un gobierno popular. Más aún, ¿es posible un Gobierno popular con un sistema económico como el que impera en México?

Carlos Salinas, el impopular ex Presidente que gobernó entre 1988 y 1994, arquitecto de la política de privatizaciones y reformas estructurales, el arquetipo de la gestión capitalista denominada neoliberalismo, tenía altos índices de aprobación al concluir su mandato, pero se hundió en el descredito al estallar la rebelión indígena del EZLN el primero de Enero de 1994. También tiene aprobación Bolsonaro, y podrían citarse otros ejemplos. Por tanto no hay una correspondencia entre los índices de aprobación y los intereses populares. En este caso de Obrador hay un desencuentro. A días de entregar la Banda Presidencial a Sheinbaum ya no se puede esperar acción gubernamental que modifique un balance político tangible e inobjetable: su gobierno fue antiobrero y antipopular, en lo político, lo económico, lo social y lo cultural; en la política interior y exterior.

Sus programas sociales populistas y asistencialistas palidecen ante las inmensas ganancias de los monopolios en estos seis años, y no atenúan la explotación, por el contrario la temporal paz social que propician es el terreno para intensificarla y obtener mayor plusvalía de la fuerza de trabajo. Mientras los capitales de México han mejorado su posición se desvalorizó la fuerza de trabajo y se pauperizaron las condiciones de vida de la clase obrera y sus familiares, sobre todo con la inflación y carestía de los dos últimos años; no se contuvo la migración de trabajadores mexicanos a EEUU, y no hubo mejoría en lo laboral, ni con nuevas medidas legislativas, ni revirtiendo las contrarreformas laborales de los últimos 40 años.

No varió la ola de violencia iniciada con la guerra del narco de Calderón, y en cifras es mayor la cantidad de muertes y desaparecidos que con Calderón y Peña Nieto.

Sus discursos contra la militarización, la corrupción y por justicia para Ayotzinapa, además de letra muerta se transformaron en su contrario: militarización plena, complicidad con el Ejército criminal frente al caso de los 43 normalistas desaparecidos…y la corrupción campea.

La fanfarronería en Las Mañaneras es la fachada para impedir se visibilice la docilidad con los acuerdos imperialistas como el TMEC, la colaboración con la política antiinmigrante de la Casa Blanca y el alineamiento con la alianza imperialista liderada por EEUU para enfrentar a la contraparte liderada por el capitalismo chino. Solo en la necedad se puede negar que la unidad latinoamericana que propone está inspirada en la de Monroe y no en la de los independentistas del Siglo XIX.

Y si fuera un hombre leal a sus convicciones, que no lo fue ya, no hay espacio para mínimas transformaciones, para políticas populares con una economía capitalista. Por eso toda transformación contemporánea tiene hoy un principio: la revolución social.

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