Los comunistas ante las marchas contra la gentrificación
Por Jesús Ramírez Gamboa
Durante el pasado mes de julio, las marchas contra la gentrificación dominaron titulares y conversaciones en la Ciudad de México. La primera se realizó el 4 de julio, la segunda el 20 y la tercera el 26. La mayoría de los medios burgueses, como es habitual, prefirieron realzar los aspectos más polémicos y “negativos” de las marchas, tales como pintas en negocios o mensajes xenofóbicos que se podían leer en algunos carteles. Muy pocos medios realizaron análisis acerca de las verdaderas causas de la marcha, y la revista Proceso incluso reportó que los propios organizadores de la marcha se vieron “desbordados” ante las manifestaciones de indignación de muchos participantes, indignación basada más en un aspecto identitario y patriotero antes que en un análisis profundo de las causas del fenómeno (Proceso, 2 de agosto de 2025). Para comprender realmente el fenómeno, es necesario acudir al marxismo-leninismo.
Desde nuestra perspectiva, no se puede considerar la gentrificación sin atender al asunto más general de la vivienda. Para los marxistas-leninistas, los fenómenos sociales están interconectados y no se pueden comprender plenamente sin atender a tal interconexión y a cómo se desarrollan con el tiempo. En este sentido, el problema de la vivienda, aunque parezca algo reciente, en realidad es ya bastante antiguo. Friedrich Engels ya abordó este tema en su escrito Contribución al problema de la vivienda, de 1873. En él, Engels se refiere a la “penuria de la vivienda” que afectaba a los trabajadores de las grandes ciudades de la época, que se veían desplazados del centro de la ciudad hacia la periferia, que alquilaban habitaciones en estados deplorables y cuyo alquiler era demasiado elevado. ¿Le suena familiar? Las penurias que experimentamos hoy como clase obrera no son nuevas; desde hace más de ciento cincuenta años, nuestra clase ha batallado para encontrar viviendas dignas, viviendas que no consuman todo nuestro salario, viviendas que no estén a horas y horas de nuestros trabajos, escuelas y lugares de esparcimiento. Y desde hace más de ciento cincuenta años, el capital no cesa de negarnos tal derecho, el derecho a una vivienda digna.
¿Qué propone la burguesía para atender el problema de la vivienda en la Ciudad de México? Bastantes cosas, a decir verdad. Después de que se anunciara la segunda marcha, Clara Brugada presentó el Bando 1, una estrategia para combatir la gentrificación que, entre otras cosas, propone: estabilizar las rentas en la Ciudad de México para evitar que aumenten por encima de la inflación reportada por el INEGI durante el año anterior; establecer un Índice de Precios de Alquiler Razonable y Zonas de Tensión Inmobiliaria, para implementar políticas de inclusión urbana y fortalecimiento comunitario; regular la renta de viviendas por medio de plataformas como AirBnb; la creación de una defensoría de los derechos de inquilinos, un organismo público cuya función sería hacer cumplir los derechos de los arrendatarios y de los arrendadores; aplicación de sanciones en caso de incumplimiento, acompañamiento para quienes sufran de prácticas abusivas, como desalojos forzosos; y, finalmente, una propuesta de ley de rentas justas, razonables y asequibles.
Estas propuestas son similares a las que combatiera Engels en su texto de 1873. En aquella época, algunos proponían que los obreros se convirtieran en propietarios de sus casas por medio de pagos a plazos, lo cual era irreal puesto que los salarios eran demasiado bajos y no atacaba la raíz del problema; otros proponían que algunos “filántropos” construyesen viviendas obreras, algo que tampoco atacaba el problema de raíz y que continuaba siendo un negocio disfrazado, puesto que el filántropo seguía extrayendo ganancias de sus inquilinos. Tales propuestas son similares a las actuales, incluyendo a los programas de ayuda a la vivienda por parte del Estado, como el Infonavit o el Fovissste. Pero cuando uno aplica el marxismo-leninismo a tales propuestas, no se puede sino dudar el que tales medidas solucionen el problema de la vivienda.
Por ejemplo, como reporta el académico Máximo E. Jaramillo en su texto Pobres porque quieren, sólo el 4% de los hogares en México reportan recibir ingresos por alquiler; esto significa que todo el ingreso que se paga por rentas va a parar a ese 4% de hogares. En otras palabras, es una minoría bastante pequeña la que recibe ingresos por la actividad de rentar un inmueble. Jaramillo también muestra que el 99% de los ingresos por alquiler son reportados por el 10% más rico de la población. Estos datos son reveladores, porque significan que la cantidad de personas que arriendan un inmueble en nuestro país son pocas, poquísimas, y que casi todos se encuentran entre el 10% de las personas más ricas de la población: 3 de cada diez personas de ese 10% reporta recibir ingresos por una vivienda en renta. Vemos difícil el éxito de las medidas del Bando 1 puesto que, detrás del negocio de la renta de vivienda, hay un pequeño grupo de personas con gran poder económico y grandes influencias dentro de la política a quienes no les interesa ver limitadas sus ganancias, obtenidas de la mercantilización de la vivienda.
Hay, por cierto, una contradicción en juego: la existencia de una demanda cada vez más alta de vivienda y la construcción de poquísima infraestructura destinada a la satisfacción de tal demanda. No es raro ver por la ciudad enormes torres de departamentos en construcción, que prometen en su publicidad delicias tales como roof garden, gimnasios e incluso albercas. Estas construcciones reflejan el hecho de que la mayoría de las viviendas que se construyen son cada vez más caras, lo que se denomina “vivienda de lujo”. Este tipo de departamentos sólo es accesible para un porcentaje muy pequeño de la población; en contraste, la construcción de vivienda de interés social ha caído en el olvido de los gobiernos, que prefieren recibir la “inversión” de las inmobiliarias.
Pero, si se construye vivienda cada vez más cara, si sólo un pequeño grupo de personas puede comprarlas, y si los trabajadores nos estamos quedando con viviendas baratas, apenas habitables, o nos desplazamos a la periferia de nuestras ciudades, ¿quién está comprando esa vivienda carísima y para qué?
La respuesta es que la mercantilización de la vivienda lleva a ver cada departamento, cada casa, no como un lugar para habitar en el que una persona o una familia pueda construir su vida, sino como un activo financiero; es decir, como un medio para obtener dinero, sin importar qué uso se le esté dando. De hecho, es posible que muchos departamentos de esas flamantes torres estén deshabitados, y lo estarán durante mucho tiempo. Esto es porque quienes compran esta vivienda no la compran para habitarla, y de hecho tampoco para rentarla: la compran para venderla después, sabiendo que en el futuro incrementará el costo de la vivienda. Bajo esta lógica, es mucho más rentable asumir el costo de varios departamentos vacíos durante meses porque el valor del edificio incrementará en el futuro.
Con la aparición de AirBnb y el fenómeno de los nómadas digitales, se le da un giro todavía más macabro a esta lógica. Imagínese usted que es dueño de un edificio de departamentos, en el que durante años han vivido personas que pagaron su renta puntualmente. De pronto, aparece esta app en la que puede anunciar que renta departamentos, una app que es usada por millones de personas en el mundo, muchas de ellas con un poder adquisitivo superior al de sus actuales inquilinos, quienes son miembros, por supuesto, de la clase trabajadora. ¿No sería más rentable vaciar el edificio y poner en renta cada apartamento por cantidades exorbitantes, destinado a personas de mayor poder adquisitivo, que lo habitarán por unos días, si acaso semanas? El resultado lógico de estas condiciones, por supuesto, es la transformación de edificios de departamentos pensados para alquiler a largo plazo, en activos inmobiliarios dirigidos al mercado de la renta temporal, lo que suele implicar el desalojo (muchas veces forzoso) de las personas que originalmente vivían ahí en favor de personas extranjeras, quienes cuentan con mayor poder adquisitivo.
Tenemos que desmenuzar bien esto, porque para muchos de quienes asistieron a las marchas el problema son los extranjeros, como si en algún momento a algún gringo se le hubiese ocurrido venir a vivir a México y con su mera llegada se elevaran los precios de todo. No fue así. La llegada de los extranjeros y la posterior gentrificación de diversas zonas de la ciudad sólo fue posible bajo las condiciones materiales expuestas anteriormente; es decir, es la consecuencia lógica de la renuncia del Estado a la construcción de vivienda de interés social, de la existencia de cárteles inmobiliarios que se dedican a la construcción de “viviendas de lujo” en las que nadie habita con fines de especulación. En pocas palabras, y por más despreciable que nos parezca el gringo de la Condesa que no aprende español, pide salsas que no pican e insulta a los locales: su presencia no es el problema, sino que es un mero síntoma de la mercantilización de la vivienda.
Contrastemos nuestra situación con la de los antiguos países socialistas. En países como la Unión Soviética y la República Democrática Alemana (RDA), la vivienda costaba entre el 3 y el 5% del ingreso mensual (en nuestro país, aunque se recomienda que no supere el 30% del ingreso, en ocasiones lo rebasa y por mucho). En su última década de existencia, la RDA se embarcó en un programa permanente de construcción de vivienda para asegurarse de que cada ciudadano contaba con un lugar donde vivir. Por supuesto, este tipo de construcciones venían acompañadas de sus respectivos parques públicos, jardines de niños, guarderías, escuelas y centros de ocio cercanos. Para muchos comentaristas de internet, las fotos de gigantescos bloques de departamentos en los países del antiguo campo socialista lucen feas, casi deprimentes. Pero, ¿saben qué es más deprimente que un monolito de concreto con espacio para centenares de familias? Vivir con el miedo de un desalojo forzado, marcharse del barrio por culpa de la gentrificación, batallar para pagar la renta cada mes porque no deja de subir. En pocas palabras, más deprimente es no tener derecho a la vivienda.
Con respecto a las soluciones, Engels es muy claro: no hay solución dentro del sistema capitalista. ¿Qué proponemos los comunistas ante esta situación? Para nosotros, es claro que se debe proceder a la desmercantilización de la vivienda, se debe recuperar la visión de la vivienda como un derecho humano fundamental y eliminar la idea de que la vivienda es un negocio. En un primer momento, quizás la eliminación del impuesto predial para quienes tengan una propiedad y un impuesto predial fuertemente progresivo para quienes posean tres o más propiedades podría ayudar a eliminar la especulación inmobiliaria. Asimismo, las medidas más fuertes que se deben tomar son la expropiación de la industria constructura, la expropiación de la tenencia de la tierra, la construcción planificada y racional de viviendas que obedezcan a las necesidades de la población y que además cuenten con tecnologías tales como paneles solares, sistemas de captación de agua y con espacios como parques y áreas recreativas. En pocas palabras, la abolición del modo de producción capitalista y la socialización de la propiedad y de la vivienda son las claves para resolver éste y otros males que nos aquejan a los trabajadores.