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Cuca García: la maestra que encendió la revolución femenina en México

Cristina Espitia
A lo largo de la historia de México, hubo mujeres que no esperaron que la justicia llegara: la fueron a buscar con las manos, con la voz y con el corazón. Obreras, campesinas, maestras, comunistas… mujeres que se atrevieron a romper el silencio cuando callar era ley. Desde las fábricas hasta las aulas, desde los barrios hasta las plazas, encendieron una chispa que se volvió conciencia, organizando la rebeldía y sembrando esperanza. Entre ellas destacó una mujer: María del Refugio García Martínez, la inolvidable “Cuca García”, quien convirtió la inconformidad en bandera y la lucha en su forma de vida.

María del Refugio García Martínez “La Cuca García”
Desde los primeros días de la Revolución Mexicana, Cuca entendió que el combate por un país nuevo no se libraba solo con fusiles, sino también con ideas, con organización y sobre todo con la educación. En 1917, decidió sumarse al Partido Socialista Michoacano, convencida de que la verdadera libertad debía liberar no solo a los pobres del yugo de los poderosos, sino también a las mujeres del poder clerical. Fue en esas trincheras donde su voz comenzó a encontrar eco, y donde su nombre empezó a escribirse junto al de tantas que soñaban con un México justo e igualitario.
Al nacimiento del Partido Comunista Mexicano, en 1919, Cuca no dudó en alzar la mano. Allí no solo militó: organizó, formó y movilizó. Creía que la revolución no sería completa si las mujeres seguían al margen de lo establecido para su género. Desde el Consejo Feminista Mexicano, peleó por el salario justo, la educación laica y los derechos políticos y democráticos de las trabajadoras. Sabía que no bastaba con cambiar de gobierno: había que cambiar las raíces mismas de la desigualdad.
En los años veinte, recorrió caminos de tierra y montañas para fundar escuelas donde antes solo había abandono. Enseñó a niñas campesinas e indígenas a leer, a escribir y, sobre todo, a pensar por sí mismas. Lo hizo desde una mirada revolucionaria, convencida de que educar era también un acto de rebeldía y la herramienta más poderosa en la lucha contra el sistema.
En 1922, tras ser despedida por razones políticas, Cuca no se rindió. Con lo poco que tenía, aceptó un puesto como taquimecanógrafa del Consejo de Educación de Michoacán. Poco después, su compromiso la llevó a ser nombrada Maestra Misionera, una de las primeras en el país bajo el programa de José Vasconcelos. Su misión era ambiciosa: levantar escuelas en las zonas rurales, formar docentes y despertar el deseo de aprender, sobre todo entre las mujeres.
A pesar de las presiones políticas, Cuca siguió adelante. Fue recontratada como Maestra Misionera número 89 y se dedicó a impulsar el trabajo de otras mujeres docentes, gestionando sus nombramientos y promoviendo su liderazgo en comunidades rurales.
A lo largo de su vida,  levantó la voz en congresos, marchas y asambleas. Impulsó el Departamento Femenil del Partido Comunista Michoacano, participó en los congresos nacionales de obreras y campesinas (1931-1933), en el Congreso contra la prostitución, y en el Congreso Socialista Femenino de Pátzcuaro (1934). Un año después, fue parte fundamental en la creación del Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM), una de las organizaciones más combativas de su tiempo. Su causa fue clara: el derecho de las mujeres a trabajar con dignidad, a decidir sobre sus vidas y a votar con conciencia.

Mujeres exigiendo por sus derechos civiles, 1939, Número de inventario: 230235, SINAFO-INAH, Secretaría de Cultura.
Cuca no solo soñó con un país distinto: lo ayudó a construir. Su voz sigue viva en cada aula, en cada huelga y en cada mujer que alza la mirada sin miedo. Fue, es y será símbolo de esa fuerza colectiva que no se rinde. Porque si la historia tiene rostro de lucha, sin duda, una de esas caras es la de Cuca García.
Fue más que una maestra: fue una sembradora de conciencia. Llevó la educación a donde el olvido parecía definitivo y enseñó que aprender también era una forma de luchar. Desde las aulas rurales hasta las asambleas obreras, su voz encendió la esperanza de que las mujeres podían transformar su destino y el de su pueblo.
Como militante comunista, no buscó poder, sino justicia; como feminista, no pidió permiso, abrió caminos. Peleó por los derechos de las trabajadoras, por la educación de las niñas y por el voto de las mujeres.
Cuca García convirtió la educación, la militancia y el feminismo en armas de transformación. Fundó escuelas donde no había nada, defendió a las maestras, organizó mujeres y luchó por sus derechos. Su vida demuestra que la revolución se hace con palabra, conciencia y coraje.

 

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