DE EDUARD BERNSTEIN AL NUEVO REFORMISMO-REVISIONISMO
Por Miguel Urbano Rodrigues
Traducción: Red Roja
Después de la proclamación del imperio alemán, Bismark sintió la necesidad de afrontar sin represión la combatividad de la clase trabajadora. Se aprobaron leyes que mejoraban sensiblemente la calidad de vida de los trabajadores.
El Partido Social Demócrata alemán, el SPD era marxista y una referencia para todos los partidos revolucionarios de Europa. Una vez legalizado, creció mucho en una época en la que Alemania llegó a ser la segunda potencia industrial mundial.
A finales del siglo XIX, uno de sus principales dirigentes, Eduard Bernstein, formuló una tesis que se distanciaba del marxismo, defendiendo que era posible alcanzar el socialismo por medios pacíficos a través de sucesivas reformas progresistas en el marco institucional. Según él, el “movimiento es todo”, lo demás, casi nada. Deformaba a Marx, preconizaba un regreso a Kant y aremetía contra la dialéctica hegeliana.
Rosa Luxemburgo le respondió con una crítica demoledora al igual que Lenin. Pero en el SPD, la tesis revisionista de Bernstein dividió al partido y obtuvo la adhesión de una minoría. El mismo Kautsky, que al principio se distanció de Bernstein, evolucionó hacia sus posiciones. Este último, al comienzo de la I Guerra Mundial se negó a condenar el militarismo prusiano. Lenin, que había sido admirador suyo, empezó a llamarle ‘el renegado Kautsky’.
EL MANIFIESTO DE CHAMPIGNY
La Revolución de Octubre y las victorias alcanzadas por la Unión Soviética en la guerra civil y en la lucha contra las potencias de la Entente, Estados Unidos y Japón, contribuyeron a que durante varias décadas, Bernstein fuera olvidado.
Sin embargo, después de los acontecimientos de Checoslovaquia, el Partido Comunista Francés (PCF) adoptó, en diciembre de 1968, un programa que rompía en la práctica con el marxismo sin afirmarlo explícitamente.
Fue el entonces secretario general Waldeck Rochet quien lo hizo público en un documento conocido como “El Manifiesto de Champigny”. Inspirado en la tesis de Bernstein, el Manifiesto defendía cara a una futura construcción del socialismo una estrategia diferente de la que el Partido de Lenin siguió, primero en Rusia, y después en la Unión Soviética. Según el PCF, era posible, por medios institucionales, alcanzar el socialismo sin necesidad de una ruptura revolucionaria. ¿Cómo? La lucha de masas sería el instrumento de conquistas que gradualmente debilitarían el poder de las grandes empresas, socavando al capital monopolista. La alteración en la correlación de fuerzas llevaría pacíficamente la sociedad hacia el socialismo.
Champighy fue el prólogo de campañas contra la Unión Soviética en las que participaron intelectuales de prestigio mundial como Althusser y Roger Garaudy, ambos miembros del Comité Central del PCF. En el contexto de intensos debates ideológicos, tesis fundamentales de Marx y Engels fueron puestas en cuestión. Estos filósofos, así como Nikos Poulantzas, cuestionaron el concepto tradicional de clase, arguyendo que en la segunda mitad del siglo XX se había producido en el sector servicios una proletarización de parcelas significativas de la población, que derribó fronteras sociales. Cuadros de profesiones liberales – médicos, ingenieros, arquitectos, abogados, etc. – integrados en el sistema capitalista eran como los asalariados víctimas también de mecanismos de explotación que los habían proletarizado alejándolos de la burguesía. La evolución de la Historia demostró que esa teoría era un fantasía sin base científica.
Cabe también recordar que Gorbatchov, invocando a Lenin, condujo al PCUS y a la URSS, con “el nuevo pensamiento” de la perestroika, al desastre y al capitalismo.
El citado Manifiesto creó el ambiente que abrió las puertas al llamado Eurocomunismo. Los tres mayores partidos comunistas, el francés, el italiano y el español, se contaminaron y dirigentes como Georges Marchais, Enrico Berlinguer y Santiago Carrillo desempeñaron un papel importante en el terremoto ideológico que alcanzó a esos partidos y gradualmente al movimiento comunista internacional.
Berlinguer con su defensa del « compromiso histórico” y de la “cuestión moral” llevó al PCI a acercarse a la Democracia Cristiana al tiempo que se distanciaba de la URSS. El resultado del Eurocomunismo, cuyas raíces se hundían en el browderismo1 norteamericano, fue el opuesto al imaginado por sus ideólogos. El PCI acabó despareciendo después de una metamorfosis de transición. El PCF, que en su apogeo llegó a los 150 diputados, entró en decadencia acelerada por sus derivas derechistas. Hoy no es más que un pequeño partido. El Partido Comunista de España se diluyó en Izquierda Unida y ésta acabó diluida a su vez en el partido populista de Iglesias, Podemos.
EXTENSIÓN DEL REFORMISMO Y DEL REVISIONISMO
La desintegración de la URSS en 1990 y la restauración del capitalismo en Rusia y en las democracias populares del este europeo contribuyeron al agravamiento a nivel mundial de la crisis del socialismo. En una atmósfera de confusión ideológica, los gobiernos y los medios de Occidente promovieron campañas de criminalización de la Unión Soviética que afectaron profundamente a la mayoría de los partidos comunistas. Intelectuales que durante décadas se habían declarado marxistas, derivaron rápidamente a posiciones anticomunistas. Algunos, invocando la revolución técnico-científica, apoyaron a gobiernos de derechas. ¡Toda una desbandada! De la crítica a Marx pasaron al rechazo de Lenin. Las tesis neoliberales del austriaco Silvio Hayek fueron recuperadas y marcaron el rumbo del neoliberalismo.
Ese es el contexto histórico en el que, en el tránsito de milenio, asistimos a la resurrección del reformismo de Bernstein. De las universidades pasó a la dirección de muchos partidos comunistas. En mayo de 2004 se creó en Roma el llamado Partido de la Izquierda Europea. Recibido con simpatía por los gobiernos de la Unión Europea, agrupa actualmente a 22 partidos comunistas (o afines) del Continente, es decir, casi la totalidad. A él se afilió el portugués Bloco de Esquerda, una organización nacida de una fusión de trotskistas y maoístas; hoy es una organización oportunista despojada de toda ideología.
La retórica del Partido de la izquierda Europea no puede ocultar el objetivo de su creación: confundir a la clase obrera de los países miembros y desmovilizar a los trabajadores en la lucha contra el capitalismo. Hago constar que el Partido Comunista de Grecia, el KKE, fiel a los valores y principios del marxismo-leninismo, viene desarrollando, con otros varios, una denuncia permanente del papel desempeñado por el PIE como instrumento ideológico de la burguesía. Ha sido por cierto objeto de críticas en el ámbito del movimiento comunista internacional.
El panorama actual en Europa no es muy optimista. La mayoría de los partidos comunistas adoptaron una política de alianzas incompatible con la tradición marxista. Argumentando que es necesario atender a las apremiantes reivindicaciones populares y contribuir a mejorar los estándares de vida de los trabajadores, han optado por una política de alianzas con partidos de la burguesía. Algunos, como el chipriota Akel participan, y otros, como la italiana Rifondazione y el PCF, participaron o apoyaron a gobiernos de tendencia social-demócrata. ¿Cuál es la consecuencia del giro a la derecha de esos partidos? La respuesta a esta pregunta sería especulativa. Los efectos de las estrategias oportunistas difieren de país a país.
Serpa (Alentejo, Portugal), diciembre de 2016
1Nota de la traducción. Earl Browder fue secretario general del Partido Comunista de los EE.UU. En un libro escrito en 1943 titulado Teheran, tras la conferencia celebrada en esa ciudad entre Churchil, Roosvelt y Stalin, preconiza el final de la lucha de clases y la transformación del PC en una asociación integrada en el sistema político y económico de EE.UU. destinada a apoyar las posiciones progresistas de Roosvelt frente a otras más conservadoras. El PC de EE.UU. se disolvió.
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