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EL PROBLEMA COLONIAL Y BURGUESÍA NACIONAL EN LENIN Y LA INTERNACIONAL COMUNISTA

Héctor Maravillo
Miembro del CC de la FJC

Artículo publicado en: El Machete no. 8, pp. 59-92.

 

El imperialismo, como fase monopólica del capitalismo

La acumulación capitalista, es una de las leyes generales del capitalismo, analizada por Carlos Marx en su obra maestra, que implica la necesidad inherente de los capitales individuales, y del capital social, de reinvertir la plusvalía como capital para poder reproducirse. Con lo cual se “reproduce la relación capitalista en escala ampliada: más capitalistas o capitalistas más grandes en este polo, más asalariados en aquél”. La acumulación capitalista origina el proceso de la concentración de capital, y con ello, el aumento de los medios de producción y el ejército de trabajadores, que el capital individual tiene a su disposición. Junto a este tipo de concentración de capital, idéntica a la acumulación, surge un proceso de concentración de capitales ya formados (centralización), la transformación de muchos capitales menores en pocos capitales mayores. Ambos procesos, la concentración y la centralización de capital, influyen mutuamente aumentando cada uno el nivel de su desarrollo: “la concentración de los capitales, o el proceso de su atracción, se vuelve más intensa en la proporción en que, con la acumulación se desarrolla el modo específicamente capitalista de producción. A su vez, la concentración se convierte en una de las grandes palancas de ese desarrollo. Abrevia y acelera la transformación de procesos de producción hasta ahora dispersos, en procesos combinados socialmente y ejecutados en gran escala” (Marx, El Capital, T. I).

Marx al analizar las leyes del desarrollo del capitalismo, también descubría de su halo ideológico, las bases objetivas sobre las cuales germinaba una nueva sociedad en el seno del capitalismo. Los procesos de concentración y centralización de capital, en cada empresa, rama y en general en la producción y distribución de mercancías, eran la forma en que ocurría la socialización de la producción y el trabajo.[1] Pero durante la fase de desarrollo en la que Marx vivió y estudió, ese proceso no era la característica predominante de economía, sino sólo una tendencia a futuro. En la fase del desarrollo del capitalismo que le tocó vivir y analizar a Marx y Engels, la concentración aún no llegaba a niveles superiores, y “la parte del capital social radicada en cada esfera particular de la producción está dividida entre numerosos capitalistas que se contraponen recíprocamente como productores independientes de mercancías y compiten entre sí” (Ibídem).

Sin embargo, este proceso incesante continúo consolidándose, y algunas décadas después de la muerte de Marx se convirtió en la característica principal del capitalismo, determinando la fase superior de su desarrollo. Muchos teóricos de la II Internacional, e incluso intelectuales de la burguesía, estudiaron las características del capitalismo en el último cuarto del siglo XIX y los primeros años del siglo XX: el papel del capital bancario y las sociedades accionarias, la política imperialista o el surgimiento de nuevas formas de organización empresarial entre capitales (cártel, trust, etc.). Pero por sus propias limitantes políticas e ideológicas, no lograron penetrar en la relación existente entre todos estos procesos, y que concretaban una nueva y última fase del desarrollo del capital, con importantes consecuencias en la estrategia política. Ese papel le correspondío a Vladimir I. Lenin, que luego de dos años de investigación (registrada en los Cuadernos del Imperialismo), logró sintetizar los estudios realizados por la intelectualidad burguesa y oportunista del momento, así como los datos económicos y políticos más importantes de su época, en su obra El Imperialismo, fase superior del capitalismo.

En dicho texto, el imperialismo es definido, por su esencia económica, como el capitalismo monopolista. Lo cual determina el lugar histórico que le corresponde al imperialismo, “pues el monopolio, que nace única y precisamente de la libre competencia, es el tránsito del capitalismo a una estructura económica y social más elevada”, es decir, el tránsito al socialismo. Lenin caracteriza cuatro “manifestaciones principales” o “variedades esenciales” del capitalismo monopolista en su fase imperialista:

  1. “El monopolio es un producto de la concentración de la producción en un grado muy elevado de su desarrollo. Lo forman las agrupaciones monopolistas de los capitalistas, los cárteles, los consorcios y los trusts. (…) hacia principios del siglo XX alcanzaron pleno predominio en los países avanzados, y si los primeros pasos en el sentido de la cartelización los dieron con anterioridad los países de tarifas arancelarias proteccionistas elevadas (Alemania, Estados Unidos), Inglaterra, con su sistema de librecambio, mostró, aunque algo más tarde, ese mismo hecho fundamental: el nacimiento del monopolio como consecuencia de la concentración de la producción.”
  2. “Los monopolios han venido a recrudecer la pelea por la conquista de las más importantes fuentes de materias primas, sobre todo para las industrias fundamentales y más cartelizadas de la sociedad capitalista (…) La posesión monopolista de las fuentes más importantes de materias primas ha exacerbado terriblemente el poderío del gran capital y ha agudizado las contradicciones entre la industria cartelizada y la no cartelizada.”
  3. “El monopolio ha surgido de los bancos, los cuales, de modestas empresas intermediarias que eran antes, se han convertido en monopolistas del capital financiero. Tres o cinco grandes bancos de cualquiera de las naciones capitalistas más avanzadas han realizado la “unión personal” del capital industrial y bancario y han concentrado en sus manos sumas de miles y miles de millones que constituyen la mayor parte de los capitales y de los ingresos monetarios de todo el país. La oligarquía financiera, que tiende una espesa red de relaciones de dependencia sobre todas las instituciones económicas y políticas de la sociedad burguesa contemporánea sin excepción: he aquí la manifestación más evidente de este monopolio.”
  4. “El monopolio ha nacido de la política colonial. A los numerosos ‘viejos’ motivos de la política colonial, el capital financiero ha añadido la lucha por las fuentes de materias primas, por la exportación de capital, por las “esferas de influencia”, esto es, las esferas de transacciones lucrativas de concesiones de beneficios monopolistas, etc., y finalmente, por el territorio económico en general. (…) cuando todo el mundo estuvo repartido, empezó inevitablemente la era de posición monopolista de las colonias y, por consiguiente, de lucha particularmente aguda por el reparto y el nuevo reparto del mundo” (Lenin, El Imperialismo, fase superior del capitalismo).

En la época imperialista, la libre competencia del capitalismo ha originado la concentración de la producción a un grado tan elevado, que se trastoca en monopolio.[2] Este proceso no afecta únicamente la organización de los capitales individuales, ni su relación en cada rama económica, sino que termina por subordinar la economía mundial, y con ella la economía individual de cada país, a la competencia entre los monopolios.

Las asociaciones monopolistas de los capitalistas (cárteles, consorcios, trust, etc.), en primer lugar, se reparten entre sí el mercado interior, apoderándose de un modo más o menos completo de toda la producción nacional. Pero en el capitalismo, y aún más en el imperialismo, el mercado interior se encuentra inevitablemente enlazado con el mercado mundial. Y a medida que este proceso ha continuado y se ha ido ampliado, sobre todo a partir de la exportación de capitales, las relaciones de estas asociaciones monopolistas, con el extranjero, ha llevado a acuerdos de carácter internacional entre las mismas, a la constitución de cárteles internacionales (Ibídem).

Los monopolios no sólo se disputan “su” mercado interior, en la búsqueda de materias primas, de transporte para sus mercancías y de mercados para insertarlas; superan los límites de sus países y comienzan a disputarse nuevos mercados y territorios. Además, dado los límites que presenta “su” economía nacional para extraer beneficios crecientes (tendencia a la caída a la tasa de ganancia, tendencia ineludible a las crisis de sobreproducción y sobreacumulación, fuerte movimiento obrero, etc.), los monopolios se ven obligados a exportar su capital y disputarse el mundo con otros monopolios. Con lo cual, no logran más que sobrevivir individualmente a costa de trasladar las contradicciones del capitalismo a todo el mundo.

Sobre la base del reparto y la disputa económica del mundo entre las diferentes asociaciones capitalistas, se establecen alianzas políticas en el seno de los Estados y entre ellos, para el reparto territorial del mundo, la lucha por las colonias y las “áreas de influencia” entre las grandes potencias.

La internacionalización del capitalismo por medio de la lucha entre los monopolios por la repartición del mundo, a partir de la exportación de capitales y el control de mercados, fuentes de materia prima y combustible, rutas de comercio, etc.; y la lucha entre las potencias por la repartición de las colonias y las “áreas de influencia”, llevan al mercado mundial a un nivel superior de entrelazamiento e interdependencia de las economías capitalistas. Lenin utilizó el esquema de “cadena imperialista”, para explicar pedagógicamente a los obreros, que en la época imperialista, las relaciones entre los diferentes países y sus economías se convierten en un sistema general, donde cada uno pasa a formar un elemento, un eslabón en la “cadena de operaciones del capital financiero mundial” (Ibídem).[3] Con esta figura explicativa, Lenin mostraba la interconexión existente entre la economía de las metrópolis, donde predominaba el capital financiero, y la economía de los demás países, principalmente las colonias, para evidenciar la explotación de la clase obrera y las capas populares en todo el mundo, por un puñado de países, y aún más, por un puñado de grupos monopólicos.

De la interdependencia de las distintas economía, convertidos en simples eslabones de la cadena imperialista, se concluye que no hay posibilidad real, bajo el capitalismo monopólico, de una economía propiamente nacional. En segundo lugar, se concluye que las luchas de la clase obrera en los países capitalistas, y las masas populares en los países coloniales, forman también eslabones de una misma lucha contra el imperialismo, el frente “interno” y “externo” como Stalin los denominaría Finalmente este encadenamiento de la economía mundial, entrelaza la crisis económica de cada uno de los países, en una crisis del capitalismo mundial (como se evidenció en 1929 y 2008 sólo por mencionar algunos ejemplos), vuelve ineludible las guerras imperialistas y agudiza la crisis revolucionaria en todo el mundo (Stalin, Fundamentos del Leninismo).

Es sobre esta base, a partir de la cual Lenin sostiene la posibilidad de la revolución socialista en Rusia, y que bastó un año de la publicación de El imperialismo, fase superior del capitalismo, para que fuera confirmado con los hechos. En la cadena imperialista, en la economía mundial, la revolución proletaria no podía concebirse como el resultado exclusivo del desarrollo interior de un país, sino como “resultado del desarrollo de las contradicciones dentro del sistema mundial del imperialismo, como resultado de la ruptura de la cadena del frente mundial imperialista en tal o cual país” (Ibídem).[4]

El Partido Comunista de Grecia (KKE) ha utilizado el esquema de pirámide imperialista, para ilustrar de manera más precisa al sistema imperialista mundial, frente a los intentos del oportunismo de escudarse en citas descontextualizadas de Lenin, para justificar la defensa de “sus” monopolios “nacionales” frente a la competencia del mercado mundial. La imagen de la pirámide imperialista resalta que el imperialismo como fase superior del capitalismo, no es una situación de unos cuantos países, sino que es la base sobre la que se desarrollan todas las relaciones económicas. La posición que ocupe determinado país,  “define las diferentes formas de relaciones entre los capitalistas que se caracterizan por desigualdad”. En el sistema imperialista como sistema mundial, “se incorporan todos los países capitalistas, incluso los que están atrasados o que tienen residuos de formas de economía precapitalistas. Las potencias dirigentes están en la cima; entre ellos existe una fuerte competencia y los acuerdos establecidos son de carácter temporal”, pero “la política imperialista no está ejercida solamente por los países capitalistas que están en la cima sino además por los de otros niveles, incluso por los que tienen fuertes dependencias de las potencias mayores, como potencias regionales y locales”, tal es el caso de países como Turquía o Israel (Papariga, Sobre el imperialismo y la pirámide imperialista). La distribución de posiciones que los países ocupan en la cadena o pirámide imperialista no es algo inamovible, como demuestra Lenin en su folleto, sino algo que está determinado históricamente por el desarrollo desigual del capitalismo, y que permite el ascenso de nuevas potencias a la disputa imperialista; en el periodo de Lenin, Alemania, Japón y Estados Unidos venían a ocupar esas nuevas posiciones, en la actualidad, países como China son las que emergen.

Los países coloniales y dependientes en el imperialismo

El imperialismo, transformó las múltiples relaciones entre los diferentes Estados y naciones, en un conjunto de relaciones encadenadas entre sí, pero con una nítida diferencia entre los países opresores y las naciones oprimidas, los países imperialistas y las colonias. Pero como todo en este mundo, esta contradicción no se halla en estado “puro”, sino en desarrollo; por lo tanto, la contradicción se presenta rodeada de distintos estados en transición. La falta de un criterio dialéctico para abordar la cuestión, ha sido parte fundamental de algunos problemas conceptuales y sobretodo políticos, a los que se ha enfrentado el movimiento comunista, y de los que se ha aprovechado el oportunismo.

Lenin, como no era su costumbre, ni la forma de abordar el problema desde el materialismo dialéctico, no ofreció nunca un catálogo de los diferentes estados de transición ni una definición para las diferentes formas concretas que tomaban los países que eran sujetos de opresión imperialista. Se bastó con explicar la condición esencial de todos estos países usando para ello el caso más elevado de opresión imperialista, la colonia. Sin embargo, el debate sobre estas cuestiones generó serios dolores de cabeza para algunos comunistas que olvidaron analizar el problema de manera dialéctica, como en el caso de las “discusiones del problema del movimiento revolucionario en las colonias” del VI Congreso de la Internacional Comunista, donde Travin (Serguei I. Gusev) resaltaba la posibilidad de 16 combinaciones diferente para caracterizar a los diferentes tipos de colonias en el proyecto de tesis del Congreso. Por lo tanto es conveniente realizar una aclaración respecto a los términos más comunes para referirse a estos países: colonia, semicolonia y países dependientes.

La colonias existieron durante la etapa librecambista del capitalismo, y aún bajo modos de producción precapitalistas, e implicaban en diferente medida, el sometimiento de una o varias naciones a un Estado, el control político la explotación económica de su territorio. La característica esencial, bajo el imperialismo, de la colonia es que dicho sometimiento político y explotación económica es ante el capital financiero, las asociaciones monopolistas, y se materializa en el control que ejercen las potencias imperialistas.

Pero junto a los dos grupos fundamentales de países (los que poseen colonias y las colonias), existen “formas transitorias de dependencia estatal”, una serie de formas variadas de países dependientes, “que, desde un punto de vista formal, político, gozan de independencia, pero que, en realidad, se hallan envueltos en las redes de la dependencia financiera y diplomática. Antes hemos señalado ya una de estas formas, la semicolonia. Modelo de otra forma es, por ejemplo, La Argentina” (Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo).

El razonamiento metafísico ha permitido, que la países coloniales y “dependientes” sean considerados sin su necesaria interrelación con la economía mundial e ignorando que se encuentran en un proceso de desarrollo. Muchas veces se llegó a pensar el problema colonial como un catálogo cerrado en el cual deban ser encajonados por la fuerza todos los países. Lo cual fue utilizado por el oportunismo y el “izquierdismo”, como excusa para aplicar a manera de receta tácticas que no correspondían a la situación concreta ni a la estrategia revolucionaria, resaltando unilateralmente alguna de las características.

El ejemplo de Portugal que ofrece Lenin en su texto, permite entender la forma correcta de abordar el problema, a partir del materialismo dialéctico. Nos dice Lenin, que Portugal, un país que conserva su independencia política como Estado independiente soberano, se encuentra bajo la dependencia financiera y diplomática de Inglaterra. Lo más importante, Portugal era un país colonialista, en tanto que tenía y explotaba a sus colonias en África, a la vez que era dependiente de Inglaterra. Los oportunistas contemporáneos que se burlan de las tesis de la interdependencia, habrían pensado igual de Lenin: -un país “dependiente-colonial”[5] ¡que disparate!, uno sabe que una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa-. La realidad es necia y se impone, basta pensar el ejemplo de la política colonial de España sobre Marruecos, y de Marruecos con el pueblo saharaui, o la relación entre la política imperialista de la Unión Europea en su conjunto, con los intereses particulares de Francia y Alemania.

Basta con partir del conjunto de todas las interrelaciones del proceso, para no perderse en el camino. En el caso de Portugal, por entender su relación, digamos con Angola durante el siglo XX, para comprender que, así como Portugal mantenía un control político y una explotación económica del país, a su vez se hallaba atrapado en la red de dependencia financiera (y por lo tanto diplomática) de Inglaterra. De forma tal, que la explotación de las masas angoleñas indirectamente acrecentaban el capital financiero inglés, sin que con ellos se suprima, los beneficios que obtenía la burguesía portuguesa de “sus” colonias.

Finalmente, debido a que la realidad existe sólo en movimiento, y por lo tanto todo proceso y fenómeno, junto a sus respectivos conceptos, se encuentran en un incesante cambio, es imprescindible analizar la opresión colonial y  la explotación financiera en su desarrollo. Sólo así se puede entenderla advertencia de Lenin sobre Persia y China, que de ser países semicoloniales, con una independencia limitada, estuvieran en proceso de convertirse completamente en colonias, totalmente subordinadas políticamente.[6] Pero también, permite comprender que la situación colonial o de dependencia no se mantiene estática al pasar de los años, y que un país que se encontraba en dicha situación hace décadas, respondiendo al desarrollo desigual del capitalismo, puede dar el salto y disputar su lugar como país imperialista emergente, como lo han intentado en las últimas décadas, al menos en su región Brasil, Sudáfrica, Irán o Turquía.

 

El debate sobre los países coloniales y dependientes en la Internacional Comunista

La caracterización de los países sujetos a la opresión del capital financiero bajo el imperialismo, fue un problema de suma importancia para la Internacional Comunista, porque de ella dependía la correcta apreciación del carácter de la revolución en dichos países y el establecimiento de una estrategia revolucionaria, con su correspondiente táctica; siendo una de los cuestiones más discutidas el papel a tomar respecto a la burguesía “nacional”.

El problema colonial comenzó a ser analizado de forma particular en el II Congreso (1920) de la Internacional Comunista (IC), en las “Tesis y adiciones sobre los problemas nacionales y colonial”. En lo referente al problema nacional, las tesis incluyen tres advertencias, que es necesario mantener siempre presentes para evitar perder el norte:

  1. “Apreciar con toda exactitud la situación histórica concreta y, ante todo, la situación económica.
  2. Diferenciar con toda nitidez los intereses de las clases oprimidas de los trabajadores, de los exportados y el concepto general de los intereses de toda la nación en su conjunto, que no es más que la expresión de los intereses de la clase dominante.
  3. Dividir netamente las naciones en: naciones, dependientes, sin igualdad de derechos, y naciones opresoras, explotadoras, soberanas” (Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Primera parte: 151-152).

En este congreso el problema nacional y colonial, fueron tratados de forma conjunta, y aunque generalmente se encuentran entrelazados mantienen diferencias cualitativas.[7] Las tesis presentan una diferenciación entre naciones y Estados más atrasados “en donde predominan las relaciones feudales, patriarcales o patriarcal-campesina”, situación que obliga a todos los partidos comunistas entre otras cosas a “1) (…) ayudar al movimiento democrático-burgués de liberación, (…) 4) la necesidad de apoyar el movimiento campesino contra los terratenientes, contra la propiedad territorial, contra toda clase de manifestaciones o resabios de feudalismo, (…) 5) La Internacional Comunista debe sellar una alianza temporal con la democracia burguesa de los países coloniales y atrasados, pero no debe fusionarse a ella y tiene que mantener incondicionalmente la independencia del movimiento proletario incluso en sus formas más embrionarias” (Ibídem: 155-156).

La división que presenta esta tesis es fundamental, aunque pueda pasar desapercibida, ya que imprime tareas obligatorias a los Partidos Comunista. La piedra de toque no se encuentra en elementos formales como lo es la situación de independencia política, sino en la característica esencial del país, su atraso económico, expresado en el predominio de relaciones feudales o patriarcales. Atendiendo a las primeras dos advertencias queda claro que la alianza con la “burguesía nacional” no puede aplicarse en cualquier lugar que presente un problema colonial o nacional, sino sólo en aquellos países atrasados económicamente.

Las tesis suplementarias, escritas sobre la base de la propuesta del comunista hindú M.N. Roy, desdoblaban las relaciones capitalistas de las colonias y definían el carácter de la revolución en ellas. Se explicaba en ellas el papel que tenían las colonias en la cadena imperialista, como “una de las principales fuentes de las fuerzas del capitalismo europeo”, debido a la posesión de grandes mercados y extensos territorios de explotación, lo que dotaba a las “potencias capitalistas de Europa” de mercados suplementarios para la venta de superproducción y fuentes de materias primas, además de la plusvalía obtenida en ellas. La posesión y explotación de las colonias, se convertía en un gran obstáculo para la vencer al capitalismo.

A su vez, el imperialismo extranjero les impide desarrollarse en el orden social y económico, a las colonias, simultáneamente con las clases de Europa y América. “Debido a que la política imperialista obstaculizó el desarrollo industrial de las colonias, no pudo surgir una clase proletaria en el sentido exacto del término (…). Las consecuencias de esto fue que la gran mayoría del pueblo se vio relegada al campo y obliga a dedicarse al trabajo agrícola y a la producción de materias primas para la exportación”. La propiedad agraria se concentró rápidamente en manos de terratenientes, del capital financiero o del Estado y se creó una poderosa masa de campesinos sin tierras, que no pueden ser absorbidas por la industria local (Ibídem: 159).

La conclusión era sencilla, si la dominación extranjera obstaculiza el libre desarrollo de las fuerzas económicas, y por lo tanto la formación de una clase obrera fuerte, el primer paso de la revolución en las colonias debe ser la destrucción de tal poder extranjero. Aunque es importante el matiz, la esencia imperialista implica la explotación económica de las colonias como pilar de la fortaleza del capitalismo, pero es sólo una característica secundaria la obstaculización del desarrollo industrial, que no es parte del imperialismo como fase, sino únicamente una política imperialista, y por lo tanto, temporal.[8]

Las tesis dejaban en claro que la revolución, en su primer estadio, no podía ser comunista, pero sí que desde su comienzo la dirección debería en manos de una vanguardia comunista para no desorientar a las masas. La revolución en las colonias tendría que aplicar reformas pequeño-burguesas en el campo, por ejemplo el reparto de la tierra, pero no necesariamente abandonar la dirección en manos de la democracia burguesa, sino desarrollar propaganda y organizar los soviets de campesinos y obreros, que en estrecha colaboración con las repúblicas soviéticas, conducirán al comunismo sin pasar los diferentes estadios del desarrollo capitalista (Ibídem: 160).

El IV Congreso de la IC (1922) reivindicando las tesis aprobadas en el II Congreso,[9] registra un debilitamiento del poder imperialista sobre las colonias, lo cual además de aumentar la rivalidad entre los diversos grupos imperialistas, “facilitó el desarrollo del capitalismo autóctono en los países coloniales y semicoloniales”. Hasta ese momento el capital financiero de las metrópolis “en su pretensión de monopolizar la plusvalía de la explotación, comercial, industrial y fiscal de los países atrasados, trataba de aislar estos últimos de la circulación económica mundial.” En este congreso se coloca como contradicción irreductible entre los “intereses del capitalismo mundial” y el “progreso de las fuerzas productivas autóctonas en las colonias”, debido a que la “esencia misma del imperialismo implica la utilización de la diferencia de nivel existente en el desarrollo de las fuerzas productivas de los diversos sectores de la economía mundial, con el objetivo de asegurar la totalidad de la plusvalía monopolizada” (Ibídem).

Debido a esta situación la Internacional Comunista determinó apoyar “todo movimiento nacional-revolucionario dirigido contra el imperialismo”, pero sin perder de vista “la vinculación existente entre la burguesía autóctona y los elementos feudo-reaccionarios”, tal vinculación ex tan estrecha, que permite afirmar que ideológica y políticamente, los “nacionalistas depende de la propiedad fundiaria (terrateniente)”, por lo cual está “burguesía autóctona” asume una política híbrida, temerosa a las consignas agrarias, a la que reprimen en la medida de sus posibilidades  (Ibídem: 227). Al inicio, la burguesía y los intelectuales asumen el papel de vanguardia en la lucha colonial, pero cuándo las masas proletarias y campesinas se incorporan a esos movimientos, “elementos de la gran burguesía y de la burguesía fundaría se apartan”.

El V Congreso de la IC (1924), no generó una tesis particular para el tema colonial,[10] aunque si hubo una discusión en torno al tema, durante la vigésima y vigésimoprimera sesión (30 de junio y 1 de julio de 1924, respectivamente). D. Z. Manuilski, quien fuera miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista desde 1924 y hasta su disolución, anotaba acertadamente que el II Congreso de la IC, había fijado la actitud de los jóvenes partidos comunistas con el movimiento de liberación nacional de la burguesía que sube al poder, pero agregaba que esa situación había cambiado en dos países de Oriente, lo cual implicaba determinar la actitud, para con una burguesía que ya ha llegado al poder (V Congreso de la Internacional Comunista. Informes: 273).

En esta discusión, Manuilski critica a Partido Comunista de Turquía (TKP), por no comprender una situación tan clara, como lo es la posición a tomar en la lucha de clases ante una burguesía que toma el poder. Criticaba al TKP por recomendar “sostener el capital nacional contra el capital extranjero”, mostrando que esa misma tendencia existió en Rusia, con el marxismo legal de Struve, quien invitaba a la clase obrera a sostener al capitalismo. Ambos errores, parte de la confusión entre el desarrollo de las fuerzas de producción con el desarrollo del capital (Ibídem: 273-274).[11]

A diferencia de los anteriores congresos, el VI Congreso de la IC (1928) no desarrolló tesis ni resoluciones sobre los diferentes problemas particulares, sino que estableció un “programa por la dictadura mundial proletaria, un programa de lucha por el comunismo mundial” (VI Congreso de la Internacional Comunista. Primera parte: 249). Debido a ello se hizo un mayor intento por sistematizar los rasgos esenciales en la economía en las colonias y de la política colonial imperialista, a fin de determinar la estrategia y la táctica general para estos países. En la primera afirmación al respecto, la Internacional Comunista asegura que la única forma de comprender la historia de las colonias es si estas son consideradas “como parte orgánica integrante de la historia del desarrollo de la economía capitalista mundial en su conjunto, desde sus formas más antiguas hasta su última etapa, el imperialismo” (Ibídem: 195).

Al ser incorporadas las colonias por el capitalismo a su economía mundial, “todos los rasgos característicos (…) del modo de producción capitalista y del orden burgués de la sociedad vienen a expresarse –como un espejo- en la historia económica y política de los países coloniales y semicoloniales” (Ibídem: 195). De acuerdo con estas tesis, se reproducen en las colonias las nefastas consecuencias del desarrollo capitalista, especialmente en sui primer estadio de existencia, pero no se pueden percibir mayormente las consecuencias progresistas del capitalismo.

Las tesis del VI Congreso distinguían dos tipos de países coloniales, aquellos que fueron áreas de colonización para la población excedente, convirtiéndose en una “prolongación de su sistema capitalista” (Australia, Canadá, etc.) y aquellas que fueron “explotadas por los imperialistas como mercados de consumo, fuentes de materias primas y áreas de colocación de capitales” (Ibídem: 196).

En este Congreso se da una definición muy precisa del “régimen colonial imperialista”[12] como “un monopolio de la burguesía del país imperialista en el respectivo país dependiente, que no sólo descansa en la presión económica sino también en la coerción extraeconómica y, por cierto, un monopolio que cumple dos funciones principales: por un lado, sirve a la explotación inescrupulosa de las colonias (diferentes formas de tributo directo e indirecto, superganancias […] suministro de materias primas baratas […], aprovechamiento de la fuerza de trabajo, etc.); y por otro lado, el monopolio imperialista sirve al mantenimiento y desarrollo de las condiciones de su propia existencia, vale decir cumple la función de esclavizar a las masas en las colonias.” (Ibídem: 197).

La tendencia general de los países imperialistas es de hacer de sus colonias “una parte integrante subordinada del respectivo sistema imperialista e incorporarlas a este sistema en el interés de la garantización (sic) de la autarquía económica para poder enfrentarse con otros sistemas imperialistas, pero, por otro lado, en el sentido de amputar a las colonias de las relaciones inmediatas con la economía mundial en su conjunto y asumir las funciones de intermediarias y reguladoras supremas de todos sus contactos económicos con el mundo exterior” (Ibídem: 200). Para perpetuar el monopolio de la colonia, el país imperialista busca reforzar la dependencia unilateral de las colonias con respecto a la metrópoli, y obligarlo a sacrificar los intereses de su desarrollo autónomo y asumir el papel de simple apéndice económico. El orden económico tradicional de las colonias es destruido y subordinado a la cadena del capital financiero, generando una perturbación en el equilibrio de las ramas de la producción, y con ello a la traba artificial del desarrollo de las fuerzas productivas en las colonias.

La política económica del imperialismo en las colonias va a acompañada del objetivo de “mantener y agudizar su dependencia, agrandar la explotación y trabajar en lo posible su desarrollo autónomo”. La exportación de capital en las colonias, tiende a acelerar el desarrollo de las relaciones capitalistas, pero nunca en función de favorecer la independencia, sino de agudizar la dependencia respecto al capital financiero imperialista. Únicamente bajo la presión de circunstancias especiales, la burguesía de los estados imperialistas puede verse obligada a promover el desarrollo de la gran industria en las colonias. Por ejemplo, ante la necesidad de preparar una guerra, puede llevar a desarrollar algunas industrias como la metalúrgica o la química; la competencia de rivales más fuertes puede obligar a concesiones en política aduanera; o a fin de sobornar a la burguesía de los países coloniales en periodos del movimiento revolución, puede disminuir la presión económica hasta cierto grado. Pero en cuanto estas circunstancias extraordinarias pierden influencia, la política económica de los estados imperialistas apunta de inmediato a la opresión (Ibídem: 204).

Coherente con la intensión de servir de un programa para la revolución mundial del proletariado, el VI Congreso planteó un esquema de los tipos fundamentales de revolución que se entrelazan para conseguir, en su etapa final, la dictadura mundial del proletariado:

  • “Países de capitalismo de tipo superior (Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, etcétera) con potentes fuerzas productivas, con una producción centralizada en alto grado, con una pequeña industria, un pequeño comercio y una pequeña economía agraria que tiene relativamente poca importancia, con un régimen político democraticoburgués establecido desde hace largo tiempo. En estos países, la reivindicación esencial del programa, en el terreno político, es el paso directo a la dictadura del proletariado. (…)
  • Países de un nivel medio de desarrollo del capitalismo (España, Portugal, Polonia, Hungría, países balcánicos, etcétera) con vestigios importantes de relaciones semifeudales en la economía agraria con un mínimo de elementos materiales necesarios para la edificación del socialismo, con un proceso de transformación democrática que se ha quedado a mitad del camino. En algunos de esos países es posible la transformación más o menos rápida de la revolución democráticoburguesa en revolución socialista; en otros, un tipo de revoluciones proletarias con un gran contingente de objetivos de carácter democraticoburgués. (…)
  • Los países coloniales y semicoloniales (China, India, etcétera), y los ´países dependientes (Argentina, Brasil, etcétera) con gérmenes de industria y, a veces, con un desarrollo industrial considerable, insuficiente, sin embargo, para la edificación socialista independiente; con predominio de las relaciones feudal-medievales o relaciones de “modo asiático de producción”, lo mismo en la economía que en la superestructura política; finalmente, con la concentración, en las manos de los grupos imperialistas extranjeros de las empresas industriales, comerciales y bancarias más importantes (…). La transición a la dictadura del proletariado es aquí posible, como regla general, solamente a través de una serie de etapas preparatorias,  como resultado de todo un periodo de transformación de la revolución democráticoburguesa en revolución socialista; edificar con éxito el socialismo es posible –en la mayoría de los casos- sólo con el apoyo directo de los países de dictadura proletaria” (Ibídem: 286-287).[13]

El carácter de la revolución queda esbozado, como se puede ver a partir de las características descritas en cada caso, en el desarrollo de las fuerzas productivas de cada tipo de país, que posibiliten objetivamente la edificación socialista[14]. En el caso de las colonias y los países dependientes, no es su situación como tal, es decir su condición de país explotado por el imperialismo, sino el escaso nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas lo que determinaba que la revolución no pudiese ser inicialmente socialista. [15]

Durante el Informe de la delegación latinoamericana sobre el programa en el VI Congreso, Ricardo Paredes fundado y secretario general del Partido Comunista del Ecuador en 1931, hizo una enorme aportación al problema colonial, al precisar la situación de los países “dependientes”, pero sobre todo por insistir en la necesidad de tomar en cuenta el desarrollo del capitalismo en las colonias y los países dependientes. Ricardo Paredes, argumenta que el programa del VI Congreso “no da una fisonomía propia al desarrollo del capitalismo en los países coloniales y en aquellos llamados semicoloniales”. Y agrega que es preciso “definir de manera clara la forma de dominación imperialista en los países coloniales y semicoloniales, el modo como se desenvuelve el capitalismo nacional, sus relaciones con el imperialismo” (VI Congreso de la Internacional Comunista. Segunda Parte: 177).

Para explicar el desenvolvimiento del capitalismo nacional y su relación con el imperialismo, Paredes partía el caso de los países latinoamericanos, en donde principalmente los Estados Unidos e Inglaterra, habían creado en las colonias una industria extractiva la cual se había desarrollado ampliamente. Mientras que buscaban el desarrollo de la industria de transformación en una escala muy mínima, para no perjudicar a la industria de la metrópoli y obligar a esos países a adquirir en las metrópolis productos manufacturados. En contradicción a ello “el capitalismo nacional trata de crear una industria de transformación, pero tiene en su contra toda la política económica del imperialismo”.

En cuanto a los países libres, el imperialismo penetra a ellos por medio del comercio del capital financiero. El imperialismo crea una fuerte posición económica y, paralelamente, conquista posiciones políticas. Pero Paredes refiere que hay algunos países que resisten más a la dominación económica y política, “ya sea porque son más grandes, y por consiguientes más difícil de sojuzgar, ya sea porque ellos sacan partido de su situación geográfica o de la competencia de otros imperialismos. Los países “dependientes” serían aquellos países que debido a una fuerza política bastante grandes, “son capaces de resistir a la penetración imperialista” (como para ser colonizados), tal es el caso de Brasil, Argentina, México. Más adelante agrega, que son “aquellos países donde la fuerza del imperialismo no es preponderante. Esto es debido o bien a la fuerza política de esos países (Argentina, Brasil), o bien a la débil penetración económica del imperialismo (Ecuador). Debido a esa falta de preponderancia del imperialismo, el desarrollo del capitalismo avanza más rápido que en las colonias, lo cual genera un proletariado y una burguesía nacional más fuerte, y por lo tanto una mayor agudización de la lucha de clases entre capital-trabajo. Debido a ellos, Paredes critica que en los países dependientes tienda a subestimarse la fuerza tanto del proletariado, como de la burguesía, y a sobreestimarse la fuerza del campesinado, lo cual modifica la estratégica en dichos países.[16]

En el VII Congreso de la IC (1935)[17], Van Min (Chen Shao Yu) presentó el informe respecto al problema colonial y semicolonial, describiendo los cambios transcurridos durante el periodo transcurrido desde el VI Congreso y 1935. Van Min planteó dos características principales, la ofensiva redoblada del imperialismo en todo el frente contra los pueblos coloniales y semicoloniales y el crecimiento de las fuerzas de las revoluciones coloniales. Estos dos cambios conducían objetivamente a tres consecuencias importantes, en tanto modificaban la táctica del período:

  • El crecimiento del descontento y la indignación de todo el pueblo contra el imperialismo y sus agentes dentro del país, lo que crea premisas favorables para el establecimiento del frente único antiimperialista.
  • Cierta agudización de las contradicciones entre la burguesía colonial y la imperialista, entre las potencias imperialistas competidoras, y entre los grupos y capas de la burguesía y los terratenientes coloniales, lo que da posibilidad de explotar estas contradicciones para desarrollar el movimiento revolucionario de masas.
  • La debilitación de la influencia del nacional-reformismo entre las masas, la formación de alas de izquierda nacional-revolucionaria entre los partidos y grupos nacional reformistas-burgueses.
  • Crecimiento del papel y la autoridad del proletariado y de su partido. (Fascismo, democracia y frente popular. VII Congreso de la Internacional Comunista: 263)

Ante el avance del fascismo y la creciente amenaza a una guerra imperialista, y aún más a una guerra contra la Unión Soviética, la Internacional Comunista dio un giro en la táctica para ese periodo, lo cual tuvo repercusiones también en la cuestión colonial. Hace falta un análisis de las decisiones e implicaciones que tuvo este giro político del VII Congreso, pero independientemente de ello, su propuesta general fue únicamente en el ámbito de la táctica. El problema ocurrió cuando la IC fue disuelta en 1943, y la táctica planteada para ese periodo, comenzó a trastocarse en estrategia de diferentes Partidos Comunistas. El viejo Partido Comunista Mexicano no fue la excepción, terminando atorado varios años en el movimiento de liberación nacional y de impulsar la revolución mexicana junto al ala “nacional revolucionaria” de la burguesía mexicana.

El concepto de la “burguesía nacional”

El concepto de “burguesía nacional”, puede resultar engañoso y ser fuente de varios equívocos, sino se analiza de forma crítica. Actualmente, y para hablar de un caso conocido, en México ha sido usado tal concepto para designar a la burguesía mexicana que tiene como esencia estar contrapuesta al imperialismo y en favor del desarrollo de las fuerzas productivas del país, preferentemente capital industrial de tamaño “mediano”. Tal idea, tiene como matriz ideológica la posición de Vicente Lombardo Toledano, la cual permeó sutilmente en todas las agrupaciones comunistas y revolucionarias en México, incluido el extinto Partido Comunista Mexicano. A tal psicosis puede llevar un concepto usado de manera metafísica, que en México actualmente existen organizaciones que después de buscar infructuosamente, hasta por debajo de las piedras, a “industriales y empresarios nacionalistas” que puedan defender los “intereses de la Nación” y a los cuales debe aliarse la clase obrera, siguiendo el esquema lombardista; han declarado ¡su desaparición como clase social! (Claro, es más fácil desaparecer de un plumazo a una clase social, que aceptar que ésta pueda transformarse o perder una característica no esencial).

Marx y Engels, solían referirse a la burguesía de cada país, con el nombre del mismo; mientras que Lenin, solía burlarse del oportunismo que corroía a la socialdemocracia internacional previo a la Primera Guerra Mundial, evidenciando que la política de participar en la guerra a favor de “su” país, no era más que un intento velado de apoyar a “su” burguesía en la lucha por repartirse el mundo. Mientras el capitalismo se desarrollaba en los Estado-nación independientes, no había razón para ningún equivoco, el concepto “burguesía nacional” era redundante.

La cuestión comienza a tornarse compleja cuando las relaciones capitalistas se extendieron a territorios donde existía la opresión nacional. A raíz de la formación de una burguesía en las naciones oprimidas, comienza “el problema fundamental para la joven burguesía” que es el mercado: “dar salida a sus mercancías y salir vencedora en su competencia con la burguesía de otra nacionalidad: he ahí su objetivo. De aquí su deseo de asegurarse ‘su’ mercado, un mercado ‘propio’. El mercado es la primera escuela en que la burguesía aprende el nacionalismo”. De esta lucha económica por el mercado, se genera una unificación por un lado de la burguesía “de la nación dominadora” para adoptar una serie de medidas restrictivas, que se convierten en represión (limitar la libertad de movimiento, trabas al idioma, restricción de los derechos electorales, reducción de escuelas, trabas a la religión, etc.). A partir de este acoso constante, la burguesía “de la nación oprimida” se pone en movimiento, apelando a las masas populares de su país, “y comienza a clamar acerca de la ‘patria’, haciendo pasar su propia causa por la causa de todo el pueblo” (Stalin, La cuestión nacional). Para Lenin y Stalin, era claro que lo esencial de la burguesía es la búsqueda de ganancia y la acumulación capitalista, lo cual la lleva a la disputa del mercado. La característica “nacional” de determinada burguesía, está sólo en función de la disputa por el mercado y la necesidad de presentar esos intereses, como intereses de todo el pueblo.

En los diferentes Congresos de la Internacional Comunista, dependiendo de la traducción que corresponda, se utiliza indiferentemente el adjetivo indígena, nativa, nacional, autóctona o local, para referirse a aquella burguesía que tiene en común el pertenecer a un país colonial o semicolonial. Evidentemente, la característica principal de este concepto es que los capitales de esta burguesía pertenecen a una nación que se encuentra bajo el yugo imperialista. No son los intereses políticos que defiende en un momento determinado, ni el tamaño, ni el sector económico el que puede definir a la burguesía “nacional”, sino simplemente su pertenencia a determinada nación. Esta afirmación puede ser considerada una gran herejía para aquellos que han interiorizado tanto la idealización de una “burguesía nacionalista”, que merece hacer dos acotaciones para dejar aún más clara la idea:

  • Existen algunas características que solían tener, aquellas burguesías de una nación oprimida que se posicionaba en contra del imperialismo. Por ejemplo, ser principalmente capital industrial, o ser “pequeño y mediano” capital, pero sería un grave error lógico invertir el sentido de la argumentación, que cualquier capital industrial por ese hecho, deba ser nacional, o aún más nacionalista. La posición política que sostenía, en el ejemplo, el capital industrial de un país oprimido, dependía obviamente de intereses objetivos, pero concretos, es decir, determinados por el conjunto de las múltiples contradicciones existentes (un caso simple, la posición contraria de la burguesía industrial regiomontana en 1936 respecto al gobierno cardenista).
  • En las tesis de la IC solía contraponerse a la burguesía que asumía una posición antimperialista, una capa que se encontraba objetivamente ligada a la opresión imperialista, generalmente la burguesía comercial y usurera. Si se leen con cuidado las tesis puede observarse que en la mayoría de los casos, se refiere a una capa o un sector de la burguesía del país oprimido, es decir, parte de la misma burguesía nacional, y no una clase social aparte.[18] A partir de 1925, aproximadamente, tanto la Internacional Comunista como Stalin se referían a la escisión del movimiento nacional, en dos alas: la nacional-reformista y la nacional-revolucionaria, como un reflejo de la escisión de intereses de la burguesía nacional. Fue Mao quien convirtió esa división de la burguesía en dos partes, en la contraposición de dos clases diferentes, la “burguesía compradora” y la “burguesía nacional”, que independientemente que en China se presentara o no esta división como una particular, se transformó en la visión predominante del movimiento comunista internacional, tras la desaparición de la Internacional Comunista [19] Al triunfo de la Revolución en China, llegó aún más lejos con su famosa teoría de la contradicción entre clase obrera y burguesía nacional como una contradicción en el seno del pueblo.[20]

Hasta este punto, se ha intentado evitar tocar problemas de la estratégica y la táctica debido a que estas corresponden directamente a la situación concreta, fundamentalmente al desarrollo de las fuerzas productivas y a la lucha y la correlación de fuerzas a nivel nacional e internacional. Por lo tanto no se abordó, más que incidentalmente la posición a tener respecto a la burguesía nacional, concentrando la atención únicamente en el desarrollo del concepto que es reflejo de las transformaciones de la realidad (tanto de las luchas políticas e ideológicas, como de las transformaciones económicas). El único caso en el que se aborda elementos de la estratégica[21] es respecto al carácter de la revolución el cuál jamás podrá estar subordinado a los vaivenes políticos, ni a la táctica concreta, sino que depende absolutamente del desarrollo objetivo de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. En esto último debe tenerse en cuenta la advertencia de Stalin y del KKE respecto al peligró que existe por confundir la táctica con la estrategia, y de aplicar una táctica que no esté acorde con la estratégica; indudablemente la táctica es una parte de la estrategia, a la que está supeditada y a la que sirve.

 

El caso de México: el desarrollo de la burguesía nacional ¿monopólica?

A fin de mostrar las transformaciones que tiene la burguesía nacional, ante el desarrollo del capitalismo en sus países y el mundo, en su fase imperialista, utilizaremos el caso de México. Debido a que un análisis del desarrollo de la burguesía nacional, supera los objetivos y la capacitada del artículo, nos conformaremos con ilustrar tres momentos de la situación económica de la burguesía nacional mexicana; lo cual evidenciará las transformaciones que esta ha tenido, sin explicar cómo han sucedido.

 

En 1935, de acuerdo con el historiador soviético Shulgovski (México en la encrucijada de su historia) la inversión realizada en algunas ramas económicas era el siguiente: Industria petrolera, 1% capital nacional y 99% capital extranjero; industria de los metales, 2% capital nacional y 98%; el 100% de la industria eléctrica estaba controlada por el capital extranjero; mientras que la industria de transformación y el comercio y los servicios un 54% y 42% respectivamente pertenencia a la inversión extranjera. Las principales empresas extranjeras que invertían en nuestro país eran las siguientes:

Las principales monopolios en nuestro país eran los siguientes: La Compañía Mexicana de Petróleo El Águila (inglesa), la Standar Oil de New Jersey (estadounidensa) y la Sinclair Pierce (estadounidense), quienes en conjunto controlaban el 95% de la producción total de petróleo. La Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz (canadiense-europea) y la American An Foreign Power (estadounidense), que controlaban aproximadamente el 90% de la industria eléctrica. La American Smelting, la American Metal Co y la Anaconda Koper, las tres de capital norteamericano, manejaban el 90% de la minería en México. En telecomunicaciones, Wester Union (estadounidense), Ericson (sueco-norteamericano) y la Mexicana de Teléfonos (estadounidense) controlaban totalmente el servicio telefónico del país. En los el transporte ferrocarrilero existían 3 monopolios: Ferrocarriles Nacionales de México (controlada en un 49% por capital extranjero), Ferrocarril Mexicano (inglés) y Ferrocarril Sudpacífico (norteamericano). El servicio marítimo de altura era atendido exclusivamente por líneas extranjeras,, tanto de pasajeros como de carga; de igual forma, el transporte aéreo estaba controlado por el Pan American World Airways de capital norteamericano. En la Industria manufacturera, el capital extranjero aumentaba, principalmente en la producción de bienes intermedios y de capital. Por ejemplo, en la producción de automóviles con plantas ensambladoras de Ford Motor Co, General Motors y Chrysler Corporation; la fabricación de llantas con empresas como Goofrich y General Tire. La industria del cemento era monopolizado por la British Cement Manufactures, que operaba las dos plantas más grandes de cemento del país (Tolteca y Cementos Mixcoac) y producía cerca del 90% de toda la producción nacional. Los monopolios extranjeros también participaban en la industria del hierro y el acero mexicano, con la Consolidada (nortemaericana), en papel con la Fábricas de San Rafael y Anexas (francesa) y la de Loreto y Peña Pobre (alemana), en la industria química, con Dupont y American Smeltin, ambas capital norteamericano. Mientras que el comercio estaba principalmente en manos de capital francés con grandes empresas como el Palacio de Hierro, El Puerto de Liverpool, el Centro Mercantil, La Francia Marítima y París Londres. El sistema bancario también se encontraba una predominancia extranjera a través del Banco de Londres y México, y el National City Bank; además de la participación del capital extranjero en el Banco Nacional de México.

Las inversiones extranjeras, en su mayoría tomaban la forma de filiales de grandes monopolios norteamericanos, quienes registraban en libros 3,900 millones de pesos, mientras que el Producto nacional Bruto en ese año (1935) fue de 4,500 millones de pesos. México se hallaba atado directamente al capital financiero norteamericano, que por ejemplo en 1929 había exportado capital a México en Inversión Extranjera Directa 683 millones de dólares; le seguía el capital ingles que en 1930 invirtió 275 millones de dólares, después España con 238 millones de dólares y finalmente Francia, con tan sólo 25 millones de dólares.

Como es evidente el capital extranjero, principalmente el estadounidense, controlaba total, o casi totalmente, las industrias extractivas, energética y los transportes; es decir, controlaba la columna vertebral de la economía mexicana, y por lo tanto tenía en sus manos la dirección del desarrollo del capitalismo en México. La competencia directa entre la burguesía nacional y el capital extranjero se daba en la industria manufacturera y el comercio, donde cada uno controlaba aproximadamente el 50%. La burguesía nacional era una burguesía relativamente débil (comparada con los monopolios extranjeros), que únicamente podía disputar la industria manufacturera y el comercio. Su producción estaba orientada fundamentalmente al mercado interno, aunque existían algunas empresas que comenzaban a eslabonarse a la producción norteamericana vía la exportación sin estar contraladas por ese país, por ejemplo Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey. También en esos años aparecen los primeros gérmenes de un monopolio nacional, con la constitución en 1936 de Valores Industriales (VISA), bajo la forma de Sociedad Controladora (Holding).

Es importante resaltar que la contradicción principal entre capital-trabajo se dio principalmente en los sectores económicos más desarrollados y que coincidían en estar controlados por el capital extranjero; sus trabajadores serían la vanguardia del movimiento obrero y los pilares en la unificación de la clase obrera en la Confederación de Trabajadores Mexicanos: ferrocarrileros, mineros petroleros y electricistas. Esto significa que las luchas decisivas de la clase obrera la enfrentaban directamente al capital extranjero, coincidiendo temporalmente con algunos sectores de la burguesía nacional (lo cual no suprime las contradicciones entre la clase obrera y la burguesía nacional, como quedó demostrado con la enorme oleada de huelgas de 1936-1938).

Por razones que no vamos a analizar aquí, el Estado mexicano apoyado por la clase obrera y los campesinos se enfrentó al imperialismo estadounidense e inglés, nacionalizando los ferrocarriles en 1937 y expropiando la industria petrolera en 1938. Con menores conflictos en 1960 fue nacionalizada la industria eléctrica, a partir de la compra de todas las acciones a las empresas del ramo. Por su parte en 1958 el Estado otorgó facilidades para que empresarios mexicanos adquirieran la totalidad de las acciones del servicio telefónico monopolizado totalmente por Teléfonos de México (que surgió de la fusión de las filiales mexicanas de Ericsson e International Telephone and Telegraph Company), y en 1972 el Estado adquirió el 51% de las acciones y se convirtió en socio mayoritario. Ocurrió algo semejante en el transporte aéreo con la creación de la paraestatal Aeropuertos y Servicios Auxiliares en 1965. Esto significó que en el transcurso de tres décadas el Estado Mexicano desplazó al capital extranjero justo de aquellos sectores que anteriormente referimos como la columna vertebral de la economía mexicana, exceptuando la minería. No es el espacio para analizar como este proceso benefició directamente a la burguesía nacional al asegurarle menores costos de insumos y logística (petróleo, electricidad, transporte y comunicaciones), ni para criticar aquellas posiciones políticas, fundamentalmente el lombardismo y el “nacionalismo revolucionario” que colocaban a las nacionalizaciones como un paso más hacia el socialismo. Lo único que podemos concluir es que el capital financiero extranjero fue desplazado de esos sectores estratégicos, y encontró otros mecanismos para continuar su extracción de plusvalía: a través de la deuda externa, el crédito a las empresas mexicanas o el entrelazamiento al capital bancario mexicano.

En 1965, Arturo Gámiz y Pablo Gómez elaboran un documento de enorme trascendencia en la lucha de clases en México, el Segundo Encuentro en la Sierra “Heraclio Bernal”, con el que justifican la necesidad de tomar las armas y luchar por la revolución socialista en nuestro país, siguiendo el ejemplo cubano. Con un completo enfoque dialéctico y un lenguaje pedagógico para la clase obrera y los campesinos, Gámiz y Pablo Gómez analizaron el desarrollo del capitalismo en México en su fase imperialista:

“La economía nacional tiene un acentuado carácter monopolista y dependencia respecto del imperialismo. Podemos decir que el imperialismo tiene en sus garras el 50% de la estructura económica de la nación, el Estado controla aproximadamente el 30% y el sector privado el 20% restante de la economía nacional. El sector estatal y el sector privado independiente constituyen la burguesía nacional. El sector estatal se fortalece a expensas, hay que reconocerlo, principalmente del imperialismo yanqui, nacionalizando empresas. (…)

La oligarquía nacional que nos gobierna se fortalece a ritmo veloz acrecienta  su poderío a todos los órdenes (…) adquiere unas industrias, participa en otras con los dineros del pueblo. Si en 1955 de las 100 principales empresas sólo 10 eran suyas ahora tiene 24 entre las más importantes, maneja un total de más de 55 empresas y participa en muchas otras.

Tiene el control de la electricidad, el petróleo, la petroquímica, el carbón, el mineral, el fierro, parte de la industria siderúrgica, los ferrocarriles, parte de las telecomunicaciones, parte de la aviación civil, parte de la industria de la transformación, de la industria del papel, de los fertilizantes, varios bancos y financieros, etc.; posiblemente es la oligarquía más poderosa de América Latina”

El análisis del Segundo Encuentro de la Sierra “Heraclio Bernal” da una imagen de en lo que se había transformado la burguesía nacional hasta 1965. Muestra una burguesía que pese a tener tan sólo el 50% de la estructura económica de la nación, controla la columna vertebral y el esqueleto del capitalismo en el país, con lo cual puede imprimirle su propio sello, sin negar su condición de país dependiente. Se expresa por ejemplo en cierta libertad política para ejercer las relaciones exteriores de México durante ese periodo. Esto supone un reto conceptual al pensamiento metafísico: un país dependiente no puede desarrollar sus fuerzas productivas debido a que el imperialismo extranjero controla el eje de su economía y le imprime un desarrollo amorfo, dependiente. Pero que sucede cuando, por una serie de circunstancias concretas, un país dependiente logra tener el control del eje de su economía, sin desatarse completamente de la dependencia imperialista. Arturo Gámiz y Pablo Gómez dan la muestra de lo que ocurre, la monopolización de la economía, no sólo de parte del capital extranjero sino también de la burguesía nacional, y por lo tanto, su fortalecimiento. El desarrollo “independiente y soberano” bajo el capitalismo no podía sino… desarrollar el capitalismo, bajo su fase imperialista, que entre otras cosas implica la concentración y monopolización del capital, la fusión del capital industrial con el bancario, y la búsqueda de nuevos mercados y territorios.

Parte de este proceso fue posible gracias al capitalismo de Estado en México, que de acuerdo con ellos, “significa la integración o fusión estrecha de la maquinaria estatal con el capital nacional, el uso del Estado para facilitar el desenvolvimiento de ese capital, representarlo y protegerlo frente al imperialismo y sobre todo frente al proletariado y buscarle mejores precios a sus mercancías y más mercados. El estado protege los intereses del capital frente al imperialismo mediante la componenda y frente al proletariado y masas populares mediante el control, mediatización y la represión del movimiento revolucionario”. Esto es claro si se compara el desplazamiento de las contradicciones del movimiento obrero, antes enfrentado al imperialismo, ahora se enfrenta directamente con su patrón: el Estado. El movimiento de 1956-1958 de ferrocarrileros, telegrafistas, médicos y profesores van directamente contra el Estado, quien reprimió duramente estos conflictos. También durante la “insurgencia obrera” de la década de los setentas, teniendo como eje a los electricistas y trabajadores nucleares, la clase obrera se enfrentó directamente con la burguesía nacional.

Grandes cambios ocurrieron en la economía del país durante las décadas posteriores al Encuentro de la Sierra, pero de entre ellas destaca los procesos de privatizaciones, por los cuales las grandes empresas estatales pasaron a manos privadas: ferrocarriles, transporte aéreo, telecomunicaciones, petroquímica, satélites, carreteras, televisión, siderurgia, etc., durante un primer periodo de 1984 a 1995. La industria eléctrica y petrolera hasta fechas recientes comenzó a entrar en el mismo proceso definitivo. La privatización se realizó al capital nacional y extranjero, y sus resultados permiten darnos una idea de la correlación de fuerzas en la que se encontraban ambos sectores.[22] Por ejemplo en el caso de la industria siderúrgica, Altos hornos pasó a capital mexicano con el Grupo Acerero del Norte, Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas al Grupo Villareal también capital mexicano (aunque recientemente en 2006 fue adquirido por la empresa europea AcerolMittal) y Fundidora Monterrey fue declarada en quiebra. En el caso de los ferrocarriles, la empresa fue dividida y privatizada en partes, terminando compradas por Transportación Marítima Mexicana, Ferromex y Ferrotur (grupo Carso) y Kansas City Southern, los (recientemente KCS adquirió TFM, y Ferromex, Ferrotur). Y el caso más famoso de la privatización de Telmex que fue vendida a un grupo constituido por Grupo Carso, Southwestern Bell y France Cables et Radio. Al final es muy complicado responder adecuadamente que “grupo” se vio beneficiado más, el capital “extranjero” o el capital “nacional”; lo cierto es que para esos años los capitales se hallaban tan entrelazados (junto al capital bancario) y predominaban formas de asociación monopólica, donde ya no hay una línea divisoria clara entre ambos capitales, aunque es posible encontrar cual capital es hegemónico en el seno de las corporaciones y empresas.[23]

No es necesario mostrar datos para justificar la concentración y centralización del capital, es más que evidente, que es muchísimo mayor que el nivel en el que se encontraba la economía en 1965, para no hablar ya de 1936. Basta con decir que de entre toda la economía, las unidades económicas con más de 1000 personas ocupadas (1,127), registradas por el censo Económica 2009 como “muy grandes”, producen el 43% de la Producción bruta total del país, si a eso se le suma las 7,176 empresas con más de 250 personas ocupadas, se llega a dos terceras partes de toda la producción nacional.

Desde el punto de vista del número de empresas, también se ve una situación diametralmente diferente. De acuerdo con la lista de Expansión de 2011 de las 500 empresas más grandes de México, resulta que el 54% pertenecen al capital nacional y las paraestatales, pero representan en conjunto el 68% de las ventas netas (50% para capital nacional y 18% para paraestatales). Pero si se analiza más a fondo, puede comprobarse que el capital nacional es mayoritario en las empresas con mayor número de ventas netas. Por ejemplo, si sumamos las ventas netas de las primeras 18 empresas, de las cuales cada una tiene más de 100,000 millones de pesos en ventas, el capital nacional representa el 65% con 8 empresas, mientras el capital extranjero representa tan sólo el 35% (5 empresas norteamericanas y 4 de otros países). De aquellas empresas que tuvieron ventas nacionales entre 25,000 y 100,000 las empresas mexicanas representaron el 63% de esas ventas netas, con 26 empresas, mientras que para los estratos de entre 10,000 – 25,000, y 1,000-100,000 millones de pesos, las empresas nacionales representaban el 46 y 49% de las ventas. Como se ve, de las 66 empresas más grandes corresponden más de la mitad de las ventas al capital nacional (65 y 63); y sólo en las más pequeñas, con producciones inferiores a los 10,000 mdp es donde predomina el capital extranjero, por unos cuantos puntos porcentuales. Esto significa que al nivel más grande de centralización el capital nacional, es decir, los monopolios mexicanos tiene mayores ventas que los  extranjeros.

El principal sector donde se encuentran los grandes monopolios de capital estadounidense, de acuerdo con la lista de Expansión 2011, es en el sector de automotriz y auto partes: con Chrysler, Ford y General Motors y Daimier. Al igual, Alemania  con Volskwagen; o Japón con Nissan, Toyota y Honda. Seguido de la electrónica con la coreana Samsung, Celastica de Sigapur. Los bancos principalmente son empresas como las españolas Bancomer y Santander; norteamericanas con Banamex o inglesas con HSBC. Walmart también sobresale, y algunas empresas de alimentos como la suiza Nestlé o la francesa Danone. Mientras que los grupos monopólicos mexicanos más grandes sobre salen la rama de alimentos, minería, bebidas, petroquímica, construcción, siderúrgica. Así como grupos financieros y comercios de autoservicios.

En la siguiente tabla se muestran las primeras empresas y grupos de la lista de Expansión 2011, de acuerdo a las ventas netas que tuvieron, para nombrar a los monopolios más importantes que operan en México, y quienes son los enemigos directos de la clase obrera en nuestro país, independientemente de la nacionalidad o el origen de su capital. Si se rastrea los nombres de algunos de los dueños de esas empresas (o de forma precisa los poseedores de la parte mayoritaria de las acciones de las empresas y grupos) se puede encontrar a los hijos y nietos de aquella burguesía nacional de mediados del siglo XX: Jose Fernández Carbajal, presidente de FEMSA, nuero de Eugenio Garza Lagüera, presidente de Grupo VISA; Armando Garza Sada presidente de Grupo Alfa, hijo de Roberto Garza Sada fundador de HYLSA y Fábricas Monterrey; Alberto Bailleres, hijo de Raul Bailleres, consejero propietario de la serie B del Banco de México de 1941 a 1952. Lo mismo sucede si se buscara en las relaciones y los antecedentes de los monopolios actuales. La conclusión es la misma, son los herederos de la “burguesía nacional” del siglo pasado, son su consecuencia lógica e histórica. La burguesía del siglo XX, esa que apoyaba a los sectores nacionalistas del PRI, que recibían crédito de Nacional Financiera y estaban en CANACINTRA, junto  a la burguesía regiomontana, aquella que se oponía a Cárdenas en los treintas y a Echeverría en los setentas, se transformó. No desapareció, no murió, simplemente siguiendo las leyes del desarrollo del capitalismo terminó por convertirse en una burguesía monopólica, entrelazada entre sí, con los bancos y con el capital extranjero, a la vez que en aguda competencia.

Ventas netas (mdp) Grupo o empresa País Sector Observaciones
953,835 América Móvil y Grupo Carso MX Industria/servicio Telecomunicaciones (Telmex y Telmex internacional; servicios financieros: Telefónica Finanzas México) Holding (Comercio: Sanborns; Inmobiliaria: Inmuebles Carso; Construcción: CICSA; Equipo eléctrico: Grupo Condumex)
351,579 Walmart de México EU Comercio Comercio autoservicio (Restaurantes: Vips; Suburbia)
335,417 Fomento Económico Mexicano MX Industria Bebidas y cervezas (Coca-Cola FEMSA; Comercio: OXXO)
271,634 Grupo Alfa MX Industria Holding (Química-petroquímicos PET-: Alpek; Automotriz y autopartes: Nemak -autopartes de aluminio-; Alimentos: Sigma; Telecomunicaciones: Alestra; Gas natural e hidrocarburos: Newpek)
241,362 Grupo BAL MX Industria Holding (minería: Industria peñoles, Fresnillo PLC; Seguros: GNP; comercio: palacio de hierro; servicios financieros: Valores Mexicanos Casa de Bolsa)
181,299 Grupo Salinas MX Comercio Holding (Grupo Elektra; comercio: tiendas Elektra; servicios financieros: banco azteca; Medios: TvAzteca; Telecomunicaciones: Grupo Iusacell; Automotriz: Italika)
178,260 Cemex MX Industria Cemento y materiales
158,692 General Motors de México EU Industria Armadora
147,813 Organización Techint México ARG/ITA Industria Holding (siderurgia y metalurgia)
146,048 Grupo Financiero BBVA-Bancomer ESP Financieros Servicios financieros (Seguros BBVA-Bancomer; Pensiones BBVA-Bancomer; Afore Bancomer; BBVA-Bancomer Casa de Bolsa)
126,197 Grupo Financiero Banamex EU Financieros Servicios financieros (Acciones y Valores Banamex; Seguros Banamex; Afore Banamex)
123,250 Ford Motor Company EU Industria Armadora (servicios financieros: Ford Credit México)
120,985 Grupo México MX Minería (transporte: Ferromex, Ferrosur e intermodal México; Construcción: México Compañía Constructora MCC, Perforadora México PEMSA, y Consultec;)
117,163 Grupo Bimbo MX Industria Alimentos
110,572 Volkswagen de México ALE Industria Armadora (servicios financieros: Volkswagen Leasing)
106,794 Nissan Mexicana JAP Industria Armadora (servicios financieros: NR Finance México)
93,700 Organización Soriana MX Comercio Comercio autoservicio
88,209 Grupo Televisa MX Servicios Medios (televisa cable y telecomunicaciones; Sky; cablemas; editorial televisa)
85,019 Grupo Modelo MX Industria Bebidas y cervezas
78,000 Chrysler México Holding EU Industria Armadora
68,919 Grupo Financiero Banorte MX Financieros Servicios financieros (Seguros Banorte Generali; Pensiones Banorte Generali; Afore Banorte Generali; Banorte Casa de Bolsa)
64,178 Grupo Industrial Lala MX Industria Alimentos
63,445 Grupo Xignux MX Industria Holding (equipo eléctrico: Viakable, Prolec GE; Alimentos: Qualtia alimentos)
59,579 Grupo Financiero Santander ESP Financieros Servicios financieros (Santander Casa de Bolsa; Seguros Santander)
58,490 Grupo Maseca MX Industria Alimentos (grupo industrial Maseca)
57,227 Pepsico de México EU Industria Bebidas y cervezas
56,533 Controladora Comercial Mexicana MX Comercio Comercio autoservicio (Restaurantes: California)
54,334 Flextronics Manufacturing SING Industria Electrónica
53,789 Grupo Kuo MX Industria Holding (Química y petroquímica: Resirene; Alimentos: Herdez del fuerte, Keken; Automotriz y autopartes: Dacomsa, Tremec transmissions; Asfaltos: Dynasol; Forestaciones operativas de México)

 

 

[1] “Esta expropiación se lleva a cabo por el juego de leyes inmanentes de la propia producción capitalista, por la centralización de los capitales. Un capitalista devora a muchos otros. Paralelamente a esta centralización o expropiación de una multitud de capitalistas por unos pocos, se desarrolla cada vez en mayor escala la forma cooperativa del proceso del trabajo, se desarrolla la aplicación tecnológica consciente de la ciencia, la metódica explotación de la tierra, la transformación de los medios de trabajo en medios de trabajo que sólo pueden ser utilizados en común, y la economía de todos los medios de producción, por ser utilizados como medios de producción del trabajo combinado, del trabajo social, el enlazamiento de todos los pueblos por la red del mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter internacional del régimen capitalista” (Ibídem).

[2] Antes de continuar, es importante reiterar las advertencias que realiza Lenin al respecto de su definición. Primero que la definición que proporciona en dicho texto, debido a los límites que imponía la censura zarista, fue obligado a concentrarse en las características económicas esenciales, dejando fuera algunos otros elementos que sólo son sugeridos en el texto, pero necesario para una definición completa del imperialismo. Por ejemplo, el surgimiento de una aristocracia obrera, como base objetiva de la política oportunista de los partidos socialdemócratas, o la ineludible relación entre el imperialismo y la revolución socialista. En segundo lugar, que la tendencia a la concentración de la producción, y a la monopolización de la economía, no implica la eliminación de la libre competencia, sino la existencia de los monopolios por encima y paralelamente que ésta.

[3] “Todo esto, de una parte, ha convertido las distintas economías nacionales y los distintos territorios nacionales en eslabones de una misma cadena, llamada economía mundial; de otra parte, ha dividido a la población del planeta en dos campos: el de un puñado de países capitalistas “adelantados”, que explotan y oprimen vastas colonias y vastos países dependientes, y el de la enorme mayoría de colonias y países dependientes, que se ven obligados a luchar por liberarse del yugo imperialista” (Stalin, Los Fundamentos del Leninismo).

[4] “Antes, el análisis de las premisas de la revolución proletaria solía abordarse desde el punto de vista del estado económico de tal o cual país. Ahora, este modo de abordar el problema ya no basta. Ahora hay que abordarlo desde el punto de vista del estado económico de todos o de la mayoría de los países, desde el punto de vista del estado de la economía mundial, porque los distintos países y las distintas economías nacionales han dejado ya de ser unidades autónomas y se han convertido en eslabones de una misma cadena, que se llama economía mundial; porque el viejo capitalismo “civilizado” se ha transformado en imperialismo, y el imperialismo es un sistema mundial de esclavización financiera y de opresión colonial de la inmensa mayoría de la población del Globo por un puñado de países “adelantados”.

Antes solía hablarse de la existencia o de la ausencia de condiciones objetivas para la revolución proletaria en los distintos países o, más exactamente, en tal o cual país desarrollado. Ahora, este punto de vista ya no basta. Ahora hay que hablar de la existencia de condiciones objetivas para la revolución en todo el sistema de la economía imperialista mundial, considerado como una sola entidad; y la presencia, dentro de este sistema, de algunos países con un desarrollo industrial insuficiente no puede representar un obstáculo insuperable para la revolución, si el sistema en su conjunto o, mejor dicho, puesto que el sistema en su conjunto está ya maduro para la revolución (Ibídem)

Antes solía hablarse de la revolución proletaria en tal o cual país desarrollado como de una magnitud autónoma, que se contraponía, como a su antípoda, al respectivo frente nacional del capital. Ahora, este punto de vista ya no basta. Ahora hay que hablar de la revolución proletaria mundial, pues los distintos frentes nacionales del capital se han convertido en otros tantos eslabones de una misma cadena, que se llama frente mundial del imperialismo y a la cual hay que contraponer el frente general del movimiento revolucionario de todos los países.

Antes se concebía la revolución proletaria como resultado exclusivo del desarrollo interior del país en cuestión. Ahora, este punto de vista ya no basta. Ahora, la revolución proletaria debe concebirse, ante todo, como resultado del desarrollo de las contradicciones dentro del sistema mundial del imperialismo, como resultado de la ruptura de la cadena del frente mundial imperialista en tal o cual país.

[5] Del lado de las potencias imperialistas también se presenta el mismo problema de las formas transitorias. Por ejemplo, en 1916, Lenin escribía que no sólo existía el “imperialismo colonial” al estilo inglés, sino que la opresión imperialista también podía darse por otros mecanismos, como en el caso del imperialismo franceses al que califica de “usurario”; o el imperialismo alemán, que no tenía colonias grandes y sus capitales se encontraban invertidos en países avanzados de Europa y en Estados Unidos (Ibídem). (-¡Países imperialistas que invierten en otros países imperialistas, qué horror, un atentado contra los esquemas inamovibles! ¿Después de eso que sigue, acusar a China sin colonias de ser imperialista?-)

[6] O en la actualidad con la situación de Palestina o Haití.

[7] En 1920 año en que se realiza dicho congreso, la solución al problema colonial en la Rusia soviética aún se encontraba en proceso, y tardaría aún 3 años más para la fundación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1922. Además, pocos países coloniales participaron en el I y II Congreso, siendo mayoritariamente organizaciones europeas quienes participaron. Por eso mismo, al analizar la cuestión nacional se pensaba principalmente en el caso europeo: los Balcanes, Europa central e Irlanda, principalmente.

[8] En el III Congreso de la IC (1921), se menciona que “el desarrollo de la industria nacional en esos países (países coloniales como América del Sud, Canadá, Australia, India, Egipto) se convierte a su vez en una fuente de nuevas dificultades comerciales para Inglaterra y para toda Europa” (Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Segunda parte: 14-15). Estos países aprovecharon la interrupción de las comunicaciones internacionales para desarrollar su industria nativa; como se entiende el desarrollo o los obstáculos al desarrollo industrial de las colonias no es una enfermedad incurable, sino un punto de disputa concreto entre los intereses imperialistas.

[9] En este congreso el problema colonial, es presentado como “la cuestión de Oriente”, lo que responde al aumento de las luchas de liberación para 1924, en varios países del continente Asiático y del medio Oriente, fundamentalmente China, India, Turquía y Egipto.

[10] En contraparte, hubo una tesis específica “Sobre el problema nacional en Europa central y los Balcanes”.

[11] Esa confusión y su aplicación oportunista, ha sido repetida hasta el absurdo en casos de países imperialistas, como en el caso de la ocupación de las tierras alemanas del Ruhr por Francia, a partir de lo cual Thalheimer (dirigente del Partido Comunista de Alemania, expulsado años después por oportunista y trotskista) comenzó a publicar una serie de artículos donde sustituía la lucha por el socialismo por una lucha de liberación nacional. Manuilski criticando esta posición, mencionando que Thalheimer olvidaba que Alemania tenía un proletariado industrial desarrollado y se encontraba en la fase de transición del capitalismo al socialismo, burlándose de este hecho, como si con la ocupación del Ruhr “ Alemania hubiera regresado, gracias a la ocupación del Ruhr, a un estado económico y social tan primitivo como el de Marruecos” (Ibídem: 274)

[12] No olvidemos aquí la advertencia hecha con anterioridad, que todo los imperialistas aspiren a tener sus propias colonias, para explotarlas y esclavizar a su pueblo, no significa que todo imperialismo es colonial; el capital financiero ha encontrado otras formas para repartirse y explotar al mundo.

[13] El esquema presenta un caso más, el de los países todavía más atrasados, como en algunos lugares de África, donde casi no existe obreros ni burguesía nacional, la mayoría de la población vive en forma de hordas, y el imperialismo  extranjero desempeña el papel de ocupante militar.

[14] Como bien se advierte en las tesis de ese congreso, la posibilidad se transformarse en realidad, bajo condiciones objetivas, favorables de transformarse en realidad, está “determinada por la lucha y sólo por la lucha. Por eso, es deber de todos los comunistas intervenir en favor de tal desarrollo en la teoría y en la práctica y luchar abnegadamente por él.” (Ibídem: 194)

[15] Pero puede darse el caso que el desarrollo capitalista y de las fuerzas productivas avance en las colonias y los países dependientes, como bien anotaba Stalin en 1925: “Hasta ahora, del Oriente solía hablarse como un todo homogéneo. Ahora está claro para todos que el Oriente único y homogéneo ha dejado de existir, que ahora hay colonias desarrolladas o en desarrollo desde el punto de vista capitalista y colonias atrasadas o que van a la zaga, con respecto a las cuales no puede aplicarse una misma medida” (Stalin, Balance de los trabajos de la XIV Conferencia del P.C: (b) de Rusia.

[16] “El papel de la burguesía nacional en los diferentes movimientos del proletariado y del campesinado varía según los diferentes países. En primer lugar, en los países dependientes donde existe ya una burguesía nacional que representa una fuerza política, esta fuerza no es empleada contra los imperialistas, sino contra el proletariado que lucha por sus reivindicaciones de clase. La lucha principal debe ser llevada aquí contra la burguesía nacional, aliada de los imperialistas. (…) En mi opinión, en las tesis se subestima la fuerza de la burguesía nacional” (VI Congreso de la Internacional Comunista. Segunda Parte: 355)

[17] El VII congreso de la Internacional Comunista, tuvo la tragedia de ser también el último Congreso, y que sus resoluciones, informes y acuerdos concretos, que correspondían a un periódico histórico, fuesen convertidos al calor de los años, en esquemas generales. Curiosamente aquellos que se han querido presentar como combatientes del dogmatismo e independientes de la influencia externa, son los que han terminado repitiendo la táctica establecida por el VII Congreso.

[18] En el VI Congreso de la IC esta cuestión es transparente: “La burguesía  nacional de estos países coloniales no asume ninguna posición unitaria frente al imperialismo. Una parte de esa burguesía, en primer término la burguesía comercial, sirve inmediatamente a los intereses del capital imperialista (es la así llamada burguesía compradora), y defiende en línea generales, de modo más o menos consecuente, un punto de vista antinacional e imperialista dirigido contra el movimiento nacional en su conjunto, exactamente como los aliados feudales del imperialismo y los funcionarios locales mejor pagados. La parte restante de la burguesía local, especialmente aquella parte que representa los intereses de la industria local, se ubica en el terreno del movimiento nacional y representa una corriente especialmente vacilante, proclive a los compromisos, a la que se puede calificar como nacionalreformismo (o según la terminología de las tesis del II Congreso, como ‘democrático-burguesa’)”.

[19] En 1935, en su texto Sobre la táctica de la lucha contra el imperialismo japonés: “la burguesía nacional no es igual a la clase terrateniente o la burguesía compradora; entre ella y estas últimas existen diferencias. La burguesía nacional no es tan feudal como la clase terrateniente, ni tan compradora como la burguesía compradora. Un sector de la burguesía nacional mantiene vínculos más o menos numerosos con el capital extranjero y con la propiedad de la tierra en el país; constituye su ala derecha.”

[20] “En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional hace parte de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía nacional es, en general, una lucha de clases en las filas del pueblo, porque la burguesía nacional de China tiene doble carácter. En el período de la revolución democrático-burguesa, ella tenía en su carácter tanto un lado revolucionario como otro conciliador. En el período de la revolución socialista, al tiempo que explota a la clase obrera obteniendo ganancias, apoya la Constitución y se muestra dispuesta a aceptar la transformación socialista. La burguesía nacional difiere del imperialismo, la clase terrateniente y la burguesía burocrática. La contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional, que es una contradicción entre explotados y explotadores, es de suyo antagónica. Sin embargo, en las condiciones concretas de China, esta contradicción antagónica entre las dos clases, si la tratamos apropiadamente, puede transformarse en no antagónica y ser resuelta por medios pacíficos. Pero la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional se convertirá en una contradicción entre nosotros y el enemigo si no la tratamos como es debido, es decir, si no aplicamos la política de unidad, crítica y educación respecto a la burguesía nacional, o si ella no acepta esta política nuestra.” (Mao. “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo”)

[21] “La estrategia consiste en determinar la dirección del golpe principal del proletariado, tomando por base la etapa dada de la revolución, en elaborar el correspondiente plan de disposición de las fuerzas revolucionarias (de las reservas principales y secundarias), y en luchar por llevar a cabo este plan a todo lo largo de la etapa dada de la revolución” (Stalin, Fundamentos del Leninismo)

[22] “Por un lado queremos recordar que jamás hemos hablado de una repartición -llamémosle “equitativa”- entre la burguesía, sino una repartición del mercado basado en la correlación de fuerzas, en el desarrollo desigual y sujeto a duras pugnas inter-monopólicas. Pero por otro lado, la división entre una “burguesía nacional”, supuestamente desarrollista, supuestamente patriota, supuestamente enfrentada al imperialismo y otra foránea es completamente artificial. Sobre todo tomando en cuenta que al vivir en la época del imperialismo vivimos en la época en la que dentro de los propios marcos del modo de producción se ha suprimido la propiedad privada capitalista a favor de la propiedad colectiva capitalista. El proceso para el ascenso de los monopolios no es solamente el de la concentración sino también, inclusive es un proceso dominante, el de la centralización. Las adquisiciones y las fusiones entrelazan los capitales de las empresas anteriormente dispersas y hacen que los diversos grandes burgueses que ahí participan tengan intereses indistinguibles desde la óptica sugerida por la “teoría de la dependencia” (Diego Torres, “Economía de los monopolios y poder de los monopolios en América Latina – Una aproximación)

[23] “¿Dónde comienza y donde terminan dichas burguesías? ¿Dónde no se hallan entrelazados sus intereses? KOF es el resultado de la fusión entre la americana Coca-Cola Company y la embotelladora FEMSA cuyas ventas en México, Centroamérica, Colombia, Venezuela, Brasil, Argentina y Filipinas rebasaron los 37 mil millones de dólares. Mediante 20 mil 100 millones de dólares Grupo Modelo y Anheuser-Busch se aliaron, asociación que resulta en la producción centralizada de 400 millones de hectolitros de cerveza y ventas que superan los 47 mil millones de dólares. Grupo Alusa, resultado de por sí de la combinación de capitales chilenos y peruanos, inició sus operaciones en Colombia con la fusión de grupo Flexa. La empresa Copec de Chile fusionó sus capitales en Colombia con la empresa Inversiones Nordeste. Grupo Sura realizó una transacción de 3 mil 600 millones de dólares para adquirir activos de ING en Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay. La fusión de capitales entre la chilena Concha y Toro, la francesa Rothschild, la norteamericana Fetze, y el control de subsidiarias en varios países latinoamericanos le permite a este grupo la producción de cientos de millones de litros de vino y una creciente predominancia del mercado. Desde China fluyeron en 3 años 15 mil millones de dólares hacia el Caribe para cerrar tratos de fusiones. Banamex ha fusionado su capital con el norteamericano Citibank, en ambos casos con participación de sus respectivos Estados” (Ibídem)

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