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El PCM y el Consenso de Nuestra América

Pável Blanco Cabrera
Primer Secretario del CC del PCM

En agosto del año 2016, durante la realización del Encuentro de partidos comunistas y revolucionarios de América Latina y el Caribe realizado en Lima, bajo la organización del Partido Comunista del Perú-Patria Roja y del Partido Comunista Peruano, el Partido Comunista de Cuba propuso se adoptara el Consenso de Nuestra América, lo cual fue cuestionado por el Partido Comunista de México y otros partidos comunistas presentes, y finalmente no fue un documento aprobado por el Encuentro.[1]

Ese mismo documento fue presentado como base para la realización del Foro de Sao Paulo realizado en Managua Nicaragua en Julio de 2017.[2]

Como se sabe, al considerar que el FSP es un espacio de la socialdemocracia, el V Congreso del PCM realizado en Septiembre de 2014 orientó al Comité Central su separación y deslinde, lo cual se concretó durante la realización del XXI Encuentro del Foro de Sao Paulo en julio del 2015, después de pertenecer a él desde el año 2001, cuando ingresó por invitación del Partido Comunista de Cuba, quien efectúo las gestiones necesarias para nuestra membrecía. Durante 13 años asistimos ininterrumpidamente a los Encuentros, y apreciamos que no había debates democráticos, que en general había un deslinde y una condena de las posiciones revolucionarias, por ejemplo la exclusión de las FARC-EP, cuando esta era una organización revolucionaria que luchaba con las armas por la construcción de una Nueva Colombia, que se deslindaba del rumbo radical que mantuvo en sus primeros años el proceso bolivariano de Venezuela; también apreciamos que atravesó por una grave crisis resultado de la derechización de algunos de sus componentes que alcanzaron posiciones gubernamentales, por ejemplo el Partido de los Trabajadores de Brasil, y que durante esa crisis política los Encuentros del FSP se sustituyeron por reuniones informales sostenidas en el marco del Seminario los Partidos y una Nueva Sociedad que anualmente organiza el PT de México; también criticamos el eslabonamiento del Foro de Sao Paulo al Partido de la Izquierda Europea, que nos llevó a la conclusión de un reagrupamiento internacional del oportunismo y la socialdemocracia. El FSP demostró también su ineficacia en luchas concretas antiimperialistas, por ejemplo contra el ALCA y el Plan Colombia, y por ello diversas fuerzas políticas antiimperialistas se agruparon en torno a los Encuentros Hemisféricos de lucha contra el ALCA, y otros espacios; conocido es el desencuentro del FSP con las luchas sindicales y populares; además varios partidos importantes del FSP se involucraron en casos de corrupción y fueron directamente responsables de represión y asesinato de cuadros revolucionarios, tal es el caso del PRD involucrado directamente en la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa y de la muerte de 7 militantes del PCM en el estado de Guerrero.

Consideramos necesario polemizar con el Consenso de Nuestra América que se proponer ser un documento para agrupar a las fuerzas de izquierda y progresistas del Continente y expresar las razones del PCM.

Las coordenadas ideológicas empleadas en las últimas décadas son insuficientes e inexactas, sobre todo aquellas que matizan el antagonismo de la época, que es el que se da entre capital y trabajo, y esa conclusión del IV y V Congreso del PCM nos proporciona una óptica que refuta los eufemismos, tales como “globalización”, “multipolaridad”, “neoliberalismo”, “izquierda”, “movimientos sociales”, que restan cientificidad al análisis y que conducen al equívoco en política. Partiendo de la tesis marxista-leninista de que la teoría debe enriquecerse con la realidad de la lucha de clases y evitar los dogmas, también es cierto que debe prevenirse del eclecticismo, la tergiversación, el reformismo, el revisionismo. Hay que ceñirse – y ello está contra toda manifestación de populismo- al criterio clasista, lo que significa tener, siempre y por encima de todo, los intereses políticos históricos de la clase obrera, sin acomplejarse por modas pasajeras que en ocasiones resultan apabullantes y corroen, desfiguran, e inclusive pueden liquidar a partidos y organizaciones revolucionarias, incluidas las comunistas.

La izquierda, una categoría que hoy no dice mucho, y que puede decir lo contrario.

Con la Revolución Francesa, Izquierda y Derecha vinieron a ser la expresión de los intereses del progreso o de la reacción, aunque ya en 1848 con la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, primer documento programático de los comunistas eso quedó superado. Lo exacto para expresar el conflicto político en la sociedad contemporánea se encuentra en la lucha de clases: la clase dominante, la burguesía, que con su poder estatal busca preservar el modo de producción capitalista imperante y el orden social existente de defensa de la apropiación privada de los socialmente producido sustentado en la ideología, las leyes y las fuerzas represivas necesarias que así se lo aseguren; por otro lado el proletariado, la moderna clase obrera, fuerza revolucionaria, por su lugar en la producción, sepulturera nata del capitalismo y portadora de lo nuevo, que tiene la característica de que su emancipación necesariamente va asociada a la emancipación de todos los explotados y oprimidos. La experiencia de la Comuna de París y la construcción socialista en el Siglo XX, sobre todo en la URSS nos demuestran el papel revolucionario de la clase obrera, así como sus potencialidades para llevar a la humanidad al progreso. Además está el campesinado y las capas medias con una tendencia clara a la proletarización. “Izquierda”, “derecha”, “centro” no expresan el antagonismo entre las clases ni las posiciones políticas en conflicto. Hoy en la “izquierda” se encuentra la socialdemocracia que es ya una parte orgánica del capital, una de sus expresiones para ejercer la dominación según convenga; si hacemos la revista de los partidos de “izquierda” que confluyen en el Foro de Sao Paulo podemos confirmar esta apreciación, desde el PRD y MORENA (integrado inoficialmente) en México, varias fuerzas del Frente Amplio en Uruguay, el PT de Brasil, los partidos kirchneristas de Argentina, el Partido Socialista de Chile, Alianza País de Ecuador, PRD de Panamá; en la “izquierda” además está todo aquel que se considere antineoliberal, lo que no quiere decir mucho, pues en general ello representa a quienes suscriben la gestión keynesiana, la intervención del Estado en la economía y presupuestos sociales, un embellecimiento del sistema, unos toques de maquillaje, pero que mantienen intactos y refuerzan los pilares del modo de producción capitalista, que es la causa de los problemas de la clase obrera y los pueblos con la explotación, desvalorización del trabajo, el hambre, la miseria, las enfermedades. También en la “izquierda” se encuentran las corrientes populistas surgidas de la primera ola keynesiana después de la crisis de 1929 como el Cardenismo, hoy continuado por el movimiento de López Obrador en México, el peronismo continuado por el Kirchnerismo, así como el torrijismo, y también en el mismo torrente el chavismo.

También se encuentran fuerzas que inicialmente tuvieron posiciones radicales por su confrontación con las dictaduras militares y que fueron evolucionando a posiciones socialdemócratas como el FSLN, FMLN, URNG.

Pues bien, el Consenso de Nuestra América busca unir a esas fuerzas, junto a los partidos comunistas.

Desde el año de 1999, y por casi dos décadas hasta hoy esas expresiones con plataformas antineoliberales han sido gobierno en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras y Paraguay, y en otros casos sin lograr el gobierno nacional si ganar los gobiernos de ciudades importantes como la Ciudad de México o fracciones parlamentarias con capacidad de decisión. En el PCM caracterizamos a los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador como gobiernos bolivarianos; a los otros como progresistas; la distinción de los bolivarianos la hacíamos sobre dos premisas; la primera es que eran resultado de procesos de abierta rebeldía contra las políticas de choque y ajuste neoliberal, la segunda es que tenían una fuerte base popular que presionaba en una dirección de cambios de sistema y no solo de gestión, lo que configuraba una disyuntiva que temporalmente tenía sus límites por las modificaciones en el cuadro internacional de la lucha de clases, y no hay fecha que no se cumpla, esos procesos han terminado por definirse en la continuidad del capitalismo, entre otras circunstancias porque la vanguardia la han tenido fuerzas socialdemócratas y populistas, lo que corrobora la tesis leninista de que los cambios revolucionarios solo pueden ser organizados y dirigidos por un partido comunista.

En cuanto a los gobiernos denominados progresistas, los resultados son contundentes. Las medidas asistencialistas frente a la extrema pobreza no resolvieron el hambre y miseria que padecen esos pueblos, pues no van a la raíz de la cuestión que es la apropiación privada de la riqueza socialmente producida. Además tales medidas asistencialistas fueron temporales y mermadas por la corrupción. Ese maquillaje social del progresismo fe acompañado de brutales medidas de desvalorización del trabajo, como reformas laborales, despojo de tierras para favorecer a los monopolios de los biocombustibles, de la minería y los energéticos. Si bien no se realizaron privatizaciones lo cierto es que la acumulación capitalista se mantuvo con tazas de explotación incrementadas porque el periodo de crisis económica del capitalismo asó lo exigía para preservar las ganancias de los monopolios. Los escándalos de corrupción son muy conocidos.

Ahora bien, es necesaria una nota sobre el asunto de las privatizaciones, porque los comunistas hemos estado defendiendo una bandera ajena. Las empresas estatales, el sector público de la economía, las nacionalizaciones en un país capitalista tienen un sentido capitalista, no han sido de los trabajadores ni de los sectores populares; esa fue la experiencia en México con 1100 empresas estatales que representaban el 70% de la economía, y la mayoría fueron privatizadas en el periodo que va de 1982 a 2016. Lo que podemos afirmar es que las distintas formas de la gestión del capitalismo, van dirigidas a favorecer la acumulación y que cuando la inversión pública es necesaria no es en interés de los trabajadores sino del desarrollo capitalista, de la infraestructura que le es vital para la maximización de las ganancias.

Regresando a la argumentación, tenemos elementos suficientes para concluir que las gestiones progresistas, todas, incluidas las bolivarianas, han sido gestiones capitalistas y que la vida de los trabajadores y el pueblo sigue bajo el yugo de la explotación. Es a esos gobiernos progresistas a los que el Consenso de Nuestra América quiere que apoyemos incondicionalmente.

Otro de los elementos del Consenso es el respaldo al ALBA-TCP, MERCOSUR, UNASUR, CELAC y otros mecanismos de integración. Tales acuerdos interestatales, tienen la característica de ser independientes del centro imperialista norteamericano, pero relacionados con otros centros imperialistas como la UE y el que conforman Rusia y China a través de los BRICS. La presencia económica china aumentó drásticamente en los últimos 10 años en América Latina, pues pasó de tercer socio a segundo, desplazando a la UE, con participación del 13.7 del comercio exterior de la región y con una perspectiva de desplazar la presencia de los capitales norteamericanos. Cuba Socialista participa en la CELAC y ALBA-TCP, pero la suma de las economías participantes determina su esencia capitalista. Si bien los TLC, como el de América del Norte, los de Centroamérica (TLCAN, CAFTA, Plan Puebla Panamá), los bilaterales con otros países, son orientados por los EEUU, y es una tarea estratégica romper con ellos pues las ganancias y beneficios de los monopolios son a costo de la sobreexplotación y miseria de los pueblos y la clase obrera, lo cierto es que las alianzas interestatales promovidas por el progresismo no son distintas en la esencia, y están inscritas en la disputa interimperialista que hoy económica, amenaza con llevar a los pueblos a una nueva guerra.

El marco ideológico y político para colocarse al lado de uno de los polos imperialista en disputa es la multipolaridad, que no es la disputa antagónica entre dos mundos, el de la explotación, la guerra, el imperialismo, y el del socialismo y el poder de los trabajadores, sino la disputa entre tiburones imperialistas, como decía Lenin, que buscan el predominio económico, político y militar.

El Consenso de Nuestra América quiere que nos inscribamos en esa lógica de apoyar acuerdos interestatales capitalistas  y tomar partido en la disputa interimperialista por el polo que lideran Rusia y China y que eso tiene un sentido progresista en la escena internacional. No es la opinión del Partido Comunista de México, que considera que la lucha contra el centro imperialista norteamericano, el de la UE, o el que lideran los BRICS, es la lucha contra los monopolios, y que la única alternativa al imperialismo es el socialismo, y no hay terceros caminos.

Además se sigue arrastrando el error teórico de hacer del antiimperialismo un antinorteamericanismo, pasando por alto la característica esencial que le atribuye Lenin al imperialismo, como capitalismo de los monopolios. No asimilar esa tesis de Lenin es la fuente de errores garrafales como seccionar a la burguesía en nacional y proimperialista, o, como en éste caso embellecer a un centro imperialista para combatir a otro.

Otro equivoco del Consenso de Nuestra América tiene que ver con reducir la lucha al antineoliberalismo, que no conduce necesariamente al anticapitalismo, sino que puede ser, y en muchos casos es, procapitalismo, como hemos dicho modificando la gestión. Se insiste con la receta de los frentes antineoliberales, de la unidad más amplia, pero ya esta opción entregó resultados que son precisamente las gestiones progresistas, y permítanos la insistencia, gestiones capitalistas. “Unidad más amplia” es la manera de nombrar alianzas interclasistas hegemonizadas por la burguesía. Es verdad que los comunistas tenemos que dar una discusión más profunda sobre los propios virajes que en estrategia y táctica viene dando el movimiento comunista internacional después de la disolución de la Internacional Comunista, para salir de un círculo vicioso que colocó al frente popular como escalón máximo en esa materia. No podemos pasar por alto que la historia internacional de los comunistas, tanto los bolcheviques, la Comintern y cada una de sus secciones inscribió su estrategia y táctica, en general, con lo que se denomina “clase contra clase”, y en la alianza con el campesinado, capas medias, sectores populares y que se criticó duramente la alianza con la socialdemocracia y con la burguesía; más aún la Comintern caracterizó que la socialdemocracia había mutado en socialfascista y que era uno de los pilares de la dominación estatal sobre el conjunto de los explotados. También es necesario subrayar que la línea del frente popular se coloca en situación muy concreta de defensa del país del socialismo y de la amenaza de guerra y barbarie de la contrarrevolución después de la crisis económica del 29, con el surgimiento del fascismo y de su variante más reaccionaria, la nazi de Alemania. Las alianzas amplias que siempre resultan en alianzas con la socialdemocracia y la burguesía, alianzas interclasistas, no son un receta mágica, y  en el acumulado político han resultado un grave error.

Otro asunto del Consenso de Nuestra América, con el que diferimos es el que aborda el sujeto político, que sería según lo que ese documento define un movimiento social y político donde estén progresistas (burgueses keynesianos y populistas), socialdemócratas (vieja y nueva socialdemocracia) y los comunistas, si es que no quieren ser calificados de sectarios, para dirigir a las capas medias, clase obrera, campesinos, pueblos indios, mujeres, en primer lugar en defensa de los gobiernos progresistas hoy en crisis, en defensa de la multipolaridad, es decir de los BRICS y de las alianzas interestatales capitalistas no hegemonizadas por EEUU. Nosotros sostenemos que el sujeto político para la emancipación de los pueblos de América y del Mundo son los partidos comunistas, cuyo rol no puede ser sustituido por fuerza alguna, en su papel de principal organizador y vanguardia del proletariado, la moderna clase obrera y representante de todos los explotados y oprimidos, que están en el deber de agrupar a todas las fuerzas antiimperialistas, antimonopolistas, anticapitalistas, por el pode obrero y el socialismo.

En general esas son las razones por las que el PCM no suscribe el Consenso de Nuestra América, y lo considera un documento negativo pues introduce la confusión cuando aumenta el conflicto de clase y se define sin ambages en el campo del reformismo y la continuidad del capitalismo, “humanizándolo” en algunos aspectos.

 

Artículo publicado en El Machete, no.10-11, Noviembre 2017. pp. 127-136. (Se puede consultar el número completo en la sección de Números Impresos)

[1] El documento presentado por el PCM en dicho encuentro puede consultarse en: https://elmachete.mx/index.php/2016/08/30/contribucion-del-pcm-en-encuentro-de-partidos-comunistas-de-lima-peru/

[2] http://www.cubadebate.cu/noticias/2017/07/18/adopta-foro-de-sao-paulo-concenso-de-nuestra-america/#.WoI5DLyWbIU

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