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Elementos para una crítica obrera de la militarización en México I. Cuestiones Generales

Fotografía. Internet. Sin crédito para el autor*

 

 

 

Elementos para una crítica obrera de la militarización en México I.
Cuestiones Generales [i]

 

 

Por Fernando Ximénez,
Núcleo Iskra

Para resolver un problema es necesario, en primer lugar, enfocarlo correctamente, evitando confundirlo con lo que no es. Las líneas siguientes pretenden acercar a los obreros del volante, de los almacenes, de las fábricas grandes y pequeñas, así como a los trabajadores con fusil, los soldados, al fenómeno de la militarización en México, desde la perspectiva del trabajador mexicano.

Para cualquiera de nosotros, que encendemos la televisión, desplegamos las hojas del periódico o nos adentramos en el facebook para informarnos de las noticias de nuestro país, se nos presenta la cuestión de la “militarización de México” como un asunto de “emergencia”, de “mucho peligro” y en fin, como de “gran importancia”. El problema del obrero mexicano con aquellos medios de información es que regularmente la crítica de la “militarización” no aclara el asunto, no expresa los efectos inmediatos en la vida cotidiana del trabajador y, mucho menos, los problemas profundos en un largo plazo.

 

“Militarización”, ¿qué es?

Según un “Glosario de términos militares”, de uso común en el Ejército mexicano, el “militarismo” (o militarización) es el “predominio del elemento militar en el gobierno de un país o doctrina que lo defiende”. Siguiendo la definición, y evitando llevar a cabo un despliegue innecesario de argumentos, el observador atento se detendrá al notar que México no se rige en la administración, en la impartición de justicia, en la educación, ni en la producción, por una legislación o normativa militar y, mucho menos, por grupos de comando en la dirección del Estado y sus instituciones. Es decir, no tenemos militares dirigiendo la Secretaría de Hacienda, el Banco de México, delineando la política educativa del país, etcétera. Tampoco hay un discurso de Estado en el que se movilice a la población bajo un esquema jerárquico militar o que imponga leyes marciales para el grueso de la población civil. De tal manera que bajo las condiciones mencionadas es difícil hablar de “militarización de México”.

Tampoco tiene que ver con un proceso de aumento significativo de efectivos de las Fuerzas Armadas, ni con una renovación de sus recursos materiales. En realidad, el presupuesto destinado a las instituciones militares si bien aumentó en los últimos años, sigue siendo modesto. Si nos dejáramos guiar por los recursos económicos destinados a las fuerzas armadas también sería muy complicado hablar de militarización.

Sin embargo, en el día corriente, los mexicanos asistimos a un proceso en el que las Fuerzas Armadas y en particular la Secretaría de la Defensa Nacional (que comprende al Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos y a la recién creada Guardia Nacional) se despliegan en mayor magnitud en los pueblos y zonas del territorio nacional, realizando misiones antes encomendadas a la Policía Federal (extinta), en coordinación con policías estatales y municipales. La presencia de las Fuerzas Armadas es parte de un fenómeno mucho más acotado que la “militarización del Estado”, pero que no por eso es de menor importancia para los trabajadores.

 

Militarización de la seguridad pública

La militarización en México tiene dos ejes fundamentales. El primer eje es la centralidad otorgada desde la dirección del Estado (Presidencia de la República), a las instituciones militares en asuntos de seguridad pública. Lo anterior se manifiesta en la participación militar en los órganos superiores de seguridad ciudadana a nivel nacional (por ejemplo, en el día corriente un militar retirado dirige el Centro Nacional de Inteligencia); en el nombramiento de generales y jefes del Ejército mexicano en altos cargos de las secretarías de seguridad estatales o en los mandos altos y medios de los cuerpos de la Policía Federal (extinta), así como en las estatales; y en el encuadramiento general de efectivos de las Fuerzas Armadas en los distintos cuerpos de policía y seguridad.

El segundo eje es que las instituciones de seguridad pública han adquirido una lógica militar en sus funciones, lógica derivada de la centralidad de las instituciones militares en el tema de seguridad interior. De esta manera, por citar un ejemplo, es que las policías estatales y municipales se despliegan en mayor grado bajo esquemas de intervención militar, adiestrando a sus elementos bajo la dirección de militares (extraídos de los cuerpos de Fuerzas Especiales, Paracaidistas, Ejército Israelí o Armada Americana, por mencionar algunos), igualando progresivamente su armamento y vehículos con los de las Fuerzas Armadas. Es evidente que el proyecto de la Guardia Nacional es parte de este proceso. Nos encontramos pues, con una militarización de la policía.

 

Fotografía. Internet. Operaciones mixtas
y patrullajes coordinados, desde 2005

Por último, cabe destacar que la militarización de la seguridad pública en México no es algo nuevo, pese al mito de que el Ejército se apartó del mundo político con la institucionalización de la Revolución Mexicana. Tampoco es cierto que esta participación militar sea “ilegal”, por lo menos a partir de 1986 en las leyes mexicanas y la propia Legislación Militar se ha contemplado esta intervención en un aspecto general. Las instituciones castrenses desde siempre han colaborado y dirigido la seguridad interior por diversos canales y con distinto grado. Participando en los órganos de inteligencia del Estado, en los distintos cuerpos de policía y en estrategias conjuntas. Es decir, la militarización de la seguridad pública es un fenómeno permanente desde el nacimiento del Estado mexicano en el inicio del siglo XIX.

 

Fotografía. Internet. Blindado Black Mamba B6;
usado en operaciones militares y policiales en
México.

Fotografía. Internet. Blindado Sandcat
para operaciones militares y policiales en
Tamaulipas, Guanajuato, Querétaro, Veracruz,
Tabasco y Jalisco.

Lo que hace particular la etapa actual de la militarización y le dota de sus características propias, es que tiene su origen en un par de fenómenos que han amenazado al poder del Estado. Nos referimos en primer lugar al levantamiento del EZLN en 1994 y a la campaña de combate contra el narcotráfico iniciada en 2006. La declaración de guerra, la sólida organización y el apoyo popular, hicieron del levantamiento zapatista un peligro real para el gobierno mexicano. El levantamiento de 1994 sentó un precedente en temas organización popular y seguridad que permea las actuales líneas de operación militar. Con respecto al combate al narcotráfico, éste ha implicado el fin del proyecto de la Policía Federal que nació entre 1996 y 1998. La desconfianza del actual poder ejecutivo, los altos niveles de corrupción en la policía y el poder adquirido por las organizaciones criminales, que también se han profesionalizado en términos militares, confluyeron en la creación de la Guardia Nacional.

 

Fotografía. Internet. Operación militar en
Chiapas durante 1994.

Fotografía. Internet. Tropas del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional entre
1994 y 1996.

 

El Ejército, algunos aspectos

“Como el Estado nació de la necesidad de frenar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante.” (Lenin:  Estado y la Revolución).

Para entender la militarización en general y al Ejército mexicano en particular hay que situarlos en la realidad. Hablar de las fuerzas armadas, de México y de cualquier país, implica hablar del Estado. En cualquier lugar los ejércitos son la extensión armada del poder del Estado.  En todo caso quien domina el poder en un país dado, tiene las facultades de movilizar al ejército de acuerdo con sus intereses.

El Estado es, por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante…”. El Estado representa y guarda los intereses de la clase dominante. En la etapa moderna de nuestra historia, el Estado se identifica con la burguesía, sin importar la forma particular que adopte: monarquía, república representativa, fascismo o dictadura.

Los ejércitos tienen regularmente la misma misión fundamental: salvaguardar la integridad, independencia y soberanía del Estado. Además de la anterior, el Ejército mexicano, de acuerdo con su legislación vigente desde 1986, tiene las misiones siguientes: “garantizar la seguridad interior”; “auxiliar a la población civil en casos de necesidades públicas”; “realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país”; y “en caso de desastre, prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las personas y sus bienes y la reconstrucción de las zonas afectadas”.

Una característica del Estado mexicano, dada su localización geográfica, es la baja probabilidad de un conflicto armado internacional; en el norte se encuentra la potencia militar de los Estados Unidos, que en el contexto actual está lejos de ver en entredicho sus intereses en México y cuenta con su cooperación y subordinación en todos los ámbitos de gobierno y defensa. El sur y el Caribe no representan peligro alguno en términos de conflicto armado internacional, además de ser efectiva la dominación norteamericana en la zona. De lo que se deduce que el Ejército mexicano desde su profesionalización en la década de 1920 se ha concentrado en mayor grado en asuntos de seguridad interior.

Las principales líneas de acción en las que se enfoca la actividad militar, en sus distintos campos (inteligencia, prevención, operaciones) son el crimen organizado (narcotráfico particularmente); protección de los recursos estratégicos (recursos del subsuelo como petróleo y gas); resguardo de las zonas fronterizas y costeras y, como parte de su objetivo de “mantener el orden interno”, el control del pueblo organizado, como bien ejemplifican la represión del movimiento sindical de los trabajadores de Luz y Fuerza, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca y diversas luchas obreras por condiciones dignas de trabajo (sin dejar de lado la violencia selectiva sobre defensores de derechos humanos particularmente en el norte de la República).

 

Fotografía. Internet. En 2006 participaron
militares encubiertos de policías en los
enfrentamientos con la APPO.

 

Elementos ideológicos

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho, en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante” (Karl Marx: La ideología alemana). Es bien sabido que el dominio político del Estado se deriva en gran medida del poder económico. En México los obreros, así como los soldados, asistimos al domino de los grandes empresarios mexicanos y extranjeros y la élite política que les cuida el dinero y sus negocios. Lo que diferencia a los partidos políticos mexicanos no es quién representa los intereses de los trabajadores, ya que en realidad todos están compuestos por empresarios o élites desligados del sector obrero; lo que los hace diferentes es su subordinación a distintos grupos del gran capital. Con el régimen actual vivimos una reorganización de los empresarios y sus subordinados políticos.

Este sector dominante, que tiene nombres concretos y que los podemos escuchar en la radio y televisión en sus combates internos, requiere convencernos día con día de que somos una nación, un solo cuerpo y que en consecuencia necesitamos trabajar de manera conjunta. Sin embargo, la historia no miente al demostrar que empresarios y obreros, a pesar de compartir el origen nacional, somos contrarios en más de un aspecto. Así cuando unos procuran la mayor extracción de riqueza en medio de un ambiente amistoso, seguro y corrupto, los otros vivimos en la explotación cotidiana y en la tragedia de la enfermedad. Uno de los medios para perpetuar esta dinámica de explotación es la difusión de una idea vulgar de la mexicanidad; las fuerzas armadas y su actuar son aquí, también, sujetos manipulados.

“Combate al narcotráfico”: El combate al narcotráfico ha sido la flama que ha hecho explotar el entramado de enriquecimiento y corrupción de empresarios, políticos y jefes criminales. El combate al narcotráfico no es cuestión menor, ha generado niveles de violencia extraordinarios y también innumerables bajas dentro del ejército y la población en general. En este contexto las tropas han sido lanzadas, en más de una ocasión, a cumplir su misión bajo esquemas estratégicos condicionados por la alianza de aquellos empresarios, políticos y jefes criminales. Lo anterior ha provocado muchas veces una cacería ciega y la perdida en operaciones de muchos mexicanos disciplinados, valientes y honestos.

“Un Ejército de paz”: Sin contradecir su condición de fuerza de Estado y, en consecuencia, brazo del sector gobernante de México (élites políticas estatales y federales, empresarios legales e ilegales, grandes propietarios, banqueros y comerciantes), el Ejército realiza actividades encaminadas a apoyar a los sectores más marginales del país. Ejemplo de lo anterior es el Plan de Defensa Nacional III, que surgió en la década de 1960 para auxiliar a la población en desastres naturales; así como el servicio de comedores, alfabetización, distribución de libros de texto, etcétera. Este es el lado noble y humanitario de las fuerzas armadas que, sin embargo, y sin contradecirlo, es complementario de sus funciones de seguridad.

“El Ejército es pueblo armado”: Sin entrar en detalles del nocivo elitismo en sus filas internas (distinto de la jerarquía necesaria de cualquier ejército del mundo), la composición del Ejército mexicano es popular, una característica heredada de la Revolución Mexicana. El grueso de la tropa es de extracción campesina y en menor grado obrera. El medio militar suele ser una de las pocas oportunidades para jóvenes pertenecientes a zonas carentes de expectativas de vida, y en ella encuentran una forma de ganarse la vida dignamente. Sin embargo, en nuestra época poco reflejan su carácter popular en su alejamiento de los pobres del país.

 

Expectativa

Los obreros no se deben confundir. La crítica intelectual y burguesa de la militarización se concentra en decir que “la militarización acarrea problemas a la democracia”, “afecta los ideales de libertad” y “es campo de cultivo para la corrupción”. Para los trabajadores no existe la democracia de por sí, en tanto que no son funcionales los conductos para la expresión y solución de sus intereses. Intereses que no se han visto mínimamente resueltos desde hace más de 30 años: trabajo digno, garantía de educación y de salud. Cuando ejercen su libertad, los trabajadores son acreedores a los golpes de la corrupción y la represión; cada vez que se agrupan irremediablemente son acosados, reprimidos, desaparecidos. La corrupción es un fenómeno que padecen los obreros día con día, en la existencia de empresas salvajes que los someten a condiciones de esclavitud. En donde al entrar en la fábrica se deja de ser mexicano y ciudadano, y el obrero está maniatado frente a la voluntad del jefe directo, a la del jefe superior y a la del guardia de la instalación. Vive la corrupción en los ministerios públicos en donde no alcanza nunca la justicia, por no poseer los dineros para poder allegársela.

La clase obrera debe entender que las fuerzas armadas, pese a sus acciones sociales positivas, sirven al final del día a los dueños del país; y deben también comprender que dadas las condiciones de seguridad pública del país las próximas luchas políticas por trabajo, salud y educación, se encontrarán en momentos graves con una policía militarizada (en su versión estatal o como Guardia Nacional). Por lo que cualquier estrategia de defensa de los intereses y derechos obreros debe contemplar este punto.

Por último, el soldado debe comprender el proceso directo en el que está inmerso: la expansión de sus facultades y responsabilidades en seguridad aumenta la probabilidad de que en el futuro inmediato deba actuar en contra de los intereses legítimos de los obreros y los campesinos más pobres de México, quienes han sido avasallados por la explotación y la enfermedad; que el fusil en ese caso servirá en la defensa de los intereses de los más poderosos del país, que son los menos, y los menos interesados en el bienestar de la patria.

 

Fotografía. Internet. Veterano revolucionario
zapatista y Capitán de caballería
Baldomero Blanquet. Ejemplo de patriotismo.

 

 

 

[i] Entre otros materiales, en la construcción del texto fueron fundamentales los siguientes: Marcos Pablo Moloeznik: Las fuerzas armadas en México entre la atipicidad y el mito (2008); Sabina Morales Rosas y Carlos A. Pérez Ricart: Militarización. Una propuesta conceptual basada en el caso mexicano 1995-2012 (2014); y la revista Armas.

* Las imágenes presentadas en el cuerpo del presente artículo han sido retomadas de internet con el fin de complementar, diversificar y desdoblar las posibilidades comunicativas de los contenidos presentados en El Machete, sin ningún fin de lucro y como parte de una plataforma gratuita y libre.

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