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El Movimiento obrero, en estado de postración

 

Por: Héctor Ramírez Cuellar

 

El movimiento obrero, durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no ha emprendido ninguna lucha social, económica o política importante y por lo tanto se encuentra transitado por una de sus etapas más críticas y difíciles, en donde la lucha contra el capital y el imperialismo, prácticamente se ha abandonado y ni siquiera se muestra algunos interés por superar los resultados sociales que produjeron los gobiernos neoliberales, en los cuales el poder adquisitivo de los salarios se desplomó un 75 %, del cual solo se ha recuperado una mínima parte en este sexenio debido a los aumentos que se han registrado a los salarios mínimos.

Si bien las organizaciones obreras existen formalmente, como la CTM, la CROC, la CROM, los sindicatos que alguna vez denominados independientes, los grandes sindicatos nacionales de industria, algunas agrupaciones que dirigían militantes de izquierda, en la lucha práctica, en el combate concreto de la lucha clases, se encuentran en estado de declinación o quizá en el peor de los casos, en extinción. Esta desviación de la trinchera de la lucha clasista, explica, que en los pocos casos que se ha emplazado a una revisión de los contratos colectivos de trabajo por medio de una huelga, solo han sido actos de carácter formal, que nunca se traducen en hechos concretos.

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El grupo burgués hoy en el poder, desde un principio, no manifestó ninguna preocupación por aumentar la importancia social y política que tenían los trabajadores en los asuntos públicos y en la formulación de una política justa de distribución de la riqueza y solo impulsó la llamada reforma laboral, la cual fue dictada por el gobierno de los Estados Unidos, incorporándola al Tratado de Libre Comercio, que tenía la finalidad de sustituir las anteriores dirigencias sindicales charras por otras nuevas, democráticas, las promovidas por la socialdemocracia más reformista, encabezada por las organizaciones que dirige y apoya el senador Napoleón Gómez Urrutia, dirigente emergente, alentado por la American Federation of Labor (AFL) y los sindicatos canadienses, que se pensaba, se convertiría en el Fidel Velázquez del nuevo régimen, pero no ha sido posible no solo por lentitud con que ha operada la citada reforma sino por los obstáculos que ha encontrado en algunas organizaciones de trabajadores ubicadas en el norte y el centro del país y también por razones tácticas del propio gobierno en turno.

En virtud de que en el nacimiento de Morena, muchos miembros y grupos sociales del PRI, que pertenecían desde el punto de vista orgánico a los sectores obrero y agrario, se pasaron las filas de esta nueva organización, el Presidente jamás mostró empeño de “destruir “ a las agrupaciones que entonces pertenecían al Congreso del Trabajo y siguió manteniendo estrechas relaciones con la CTM sobre todo cuando se observó que la dirección de senador Carlos del Olmo, no ocasionaría ningún conflicto, ninguna oposición, ninguna resistencia y así ha sucedido, pues la CTM, que antes apoyó al PRI, ahora respalda a Morena en el Congreso de la Unión y la oposición solo se concentra en militantes que fueron del sector popular, que ha sido el menos dañado, el menos debilitado, por el corrimiento de priistas a las filas de Morena. Por lo tanto, en virtud de esa conducta obsequiosa de la CTM, no era políticamente necesario aniquilarla ya que simplemente se acomodó al citado nuevo régimen de la “cuarta transformación”.

En este contexto, se puede concluir que el Congreso del Trabajo, que había operado como un organismo representativo de un gran número de organizaciones obreras, que incluso llegara a contar con muchos diputados, senadores y algunos gobernadores, que se convirtiera en un interlocutor del gobierno para la formulación de ciertas medidas de política económica, ha dejado de existir desde hace tiempo.

Además, el régimen de Morena ha sido excesivamente individualista y caudillesco y por lo tanto no tiene interés alguno en fortalecer a las organizaciones de obreros y de campesinos ya que todo el poder político y social se concentra en la persona del Presidente de la República y pretende que las organizaciones desparezcan como resultado de esta política absorbente y totalizadora, que consiste, entre otros aspectos, en entregar los recursos públicos que se destinan a los programas sociales, a los beneficiarios directos, a los individuos en lo particular, es decir, al margen de sus agrupaciones y de sus dirigentes afirmando que son corruptos y por lo tanto no desea, no acepta intermediarios, sino que desarrollen esa función los burócratas de la Secretaria de Bienestar, es decir, una dependencia gubernamental, para establecer como vínculo político que esos ingresos los envía a los ciudadanos nada menos que el Presidente de la República, es decir, tiene una clarísima finalidad de carácter electoral.

Al presentarse la candidatura de López Obrador y sobre todo tomando en cuenta los nefastos resultados económicos, sociales y políticos que habían producido los regímenes neoliberales, sobre todo el encabezado por Enrique Peña Nieto y al constatar que muchos miembro y grupos del PRI se habían pasado a las filas de Morena, que el programa político central que había tenido ese partido en otra etapa de su existencia, la vía nacional revolucionaria, era muy parecida al que ahora enarbolaba el partido emergente, decidieron respaldar esa candidatura, ya que para ellos se habría la posibilidad de rectificar el camino que había tenido el país en los últimos treinta años.

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Pero han pasado ya cinco años de esos acontecimientos y de estas valoraciones y es posible ahora hacer un balance de lo que ha sucedido en México en esa materia: un crecimiento muy pequeño del Producto Interno Bruto, un reparto muy desigual del mismo, incorporación de cinco millones de personas a los niveles de la pobreza ya existentes, fortalecimiento de un nuevo grupo de la burguesía nacional y agudización de la dependencia de México con respecto de la economía de los Estados Unidos, entre otros aspectos. En este contexto, las medidas positivas, pero absolutamente insuficientes, en virtud del panorama antes descrito, son las siguientes: aumento de los salarios mínimos por encima de la tasa de inflación e incremento de los días de descanso para los trabajadores.

El estado de postración en que se encentra el movimiento obrero en términos generales, desde luego con excepciones locales y regionales, no podrá ser superado por el gobierno en turno, por otro gobierno burgués ya que esa es una tarea fundamental que corresponde impulsar y promover a los grupos, corrientes y personalidades que actúan en ese campo y que inspiran su conducta en las tesis del sindicalismo revolucionario.

 

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