La crisis de la crítica política y social en el cine. Sobre ¡Que viva México!, Dir. Luis Estrada.
Sobre ¡Que viva México!, Dir. Luis Estrada, Bandidos Films, 2023, [duración: 191 min].
Por Edgar Martínez Zanabria
Cierto revuelo causó el pasado 29 de marzo en su conferencia conocida como “la mañanera”, el actual presidente de la república al hablar del “churro” filmado por el cineasta “progre” y “buena ondita” Luis Estrada, responsable de obras como La ley de Herodes (1999), Un mundo maravilloso (2006) o El infierno (2010). El primer mandatario alegó sentirse aludido en esta última entrega junto con su gobierno y auguró éxito entre las clases medias y conservadoras de nuestro país.
Este largometraje se centra en la figura de Francisco “Pancho” Reyes (interpretado por Alfonso Herrera), un padre de familia de la clase media, que todos los días se esfuerza por cumplir los caprichos “aspiracionistas” (si nos atenemos a lo expresado por el impresentable ex candidato presidencial Ricardo Anaya) de su esposa Mari (interpretada por Ana de la Reguera) y sus dos pequeños hijos. Un día, su padre (interpretado por Damián Alcázar) lo llama para anunciarle que el abuelo murió y que su presencia es necesaria para dar lectura del testamento.
Pancho Reyes no quiere saber nada de su familia pobre, a quienes abandonó en busca de un mejor futuro, pero su mujer lo anima a regresar a “La Prosperidad” para saber si les dejó algo valioso como herencia, sin saber que esto desencadenará una drástica (y desafortunadamente larguísima) serie de peripecias.
Ahora bien, dicho lo anterior, me parece necesario desmenuzar (dentro de lo posible) el discurso de esta cinta que, para comenzar, y aunque en primera instancia el título de esta nos recuerda a la obra inconclusa del soviético Sergei M. Eisenstein en nuestro país, filmada durante 1930 y 1932, lamentablemente no hay nada más alejado de la realidad.
En primer lugar, si tratamos de intuir esta película como un enjuiciamiento político, después de verla, uno como espectador (o por lo menos en el caso de quien esto escribe) se queda realmente confundido y hasta decepcionado, pues no se alcanza a comprender la crítica “implacable” al actual régimen que nos gobierna, pues las argumentaciones terminan siendo francamente burdas.
Todo se remite a un anuncio espectacular que nos deja ver las “pérfidas” intenciones de reelección del actual mandatario, la aparición en un tercer plano de una sucursal del banco del bienestar (sin que exista alusión alguna a su presencia en el poblado de la historia contada), y las consabidas frases de “este tipo va a convertirnos en Cuba (o Venezuela)” o “este gobierno es igual a los anteriores”. Estos elementos podrían haber sido explorados de mejor manera para que la crítica realmente fuera ácida y perspicaz pero no resultó de esa manera.
El segundo aspecto que llama la atención, radica en que, si, por otro lado, la interpretamos más como una crítica social, las cosas se complejizan, pero en un muy mal sentido pues este pareciera haber sido una especie de ejercicio fílmico realizado no ya con el corazón y a base de pasión, sino más bien con las vísceras y con un afán de revanchismo por parte de Estrada.
Y es en eso en donde surge tal vez la mayor problemática de esta película pues saldría a relucir un cariz que considero peligroso, y que la emparentaría con la también polémica Nuevo orden (2020, Michel Franco). Esto me atrevo a aseverarlo ya que, si esta última fue denostada incluso antes de su estreno como clasista, racista y plagada de dolorosos retratos estereotípicos de las clases alta y baja en México, la de Estrada pareciera estar encaminada en el mismo sentido, pero con personajes todavía más caricaturizados o planos.
Aunque algunos han querido ver una “romantización” de la pobreza en la expresión de “el pueblo bueno” por parte del vigente presidente (expresión empleada en reiteradas ocasiones por varios de los personajes de la cinta en contraposición a los “fifís”), pareciera ser que, por el contrario, para Estrada no existe un pueblo o clase luchona, trabajadora o inconforme y concientizada con respecto a su realidad, sino más bien vividora, floja, ignorante, resentida y pedigüeña, así sin más, desposeída de cualquier tipo de virtud o valor. Mientras que, curiosamente, Pancho y su familia como representantes de la clase media, aunque no son perfectos, por lo menos gozan de deseos de superación.
Así, de la misma manera en la que Michel Franco argumentó sufrir un racismo inverso, por el que una mayoría de los mexicanos que vieron su película le recriminaron airadamente, la cinta de Estrada pareciera un discurso vinculado a posturas pequeñoburguesas (denominadas desde este sexenio como fifís) propias de los discursos de personajes denostables como Carlos Alazraki o Chumel Torres. En resumidas cuentas, los pobres son pobres porque quieren.
Además, pese a que aparecen en pantalla varias referencias a clásicos de nuestra cinematografía como pueden ser Los tres huastecos (1948, Ismael Rodríguez), Los olvidados (1950, Luis Buñuel), Viridiana (1961, Luis Buñuel) o El lugar sin límites (1978, Arturo Ripstein), así como a filmes realizados en otras latitudes como The wild bunch (1969, Sam Peckinpah) o Paris, Texas (1984, Wim Wenders), y que, si bien nos hablaría de un profundo conocimiento cinéfilo por parte del director, pareciera ser que son poco identificadas o apreciadas por la mayor parte de los espectadores, además de que a estas alturas uno ya no sabe si son homenajes o burlas a los mismos.
Es así como, si entendemos que la crítica sociopolítica, y más de corte satírico, debe cumplir con ser inteligente, mordaz y clara casi a partes iguales, esta película de Estrada termina decepcionando a la luz de sus trabajos anteriores en los que sí cumplió, y con creces, con su cometido. Recordemos cómo en La ley de Herodes vimos el entramado corporativista del priismo y la fagocitación de todo a su paso que padecimos durante décadas; en Un mundo maravilloso asistimos al ensanchamiento de las disparidades entre clases sociales durante el periodo neoliberal encabezado por los gobiernos panistas y; en El infierno, fuimos testigos de la podredumbre social a raíz del desenfrenado crecimiento de la violencia y el crimen organizado del que lamentablemente aún no nos libramos.
Así pues, aunque el propio director ha argumentado en reiteradas entrevistas persecución y un boicot por parte del actual gobierno (sobre todo de la Secretaría de Cultura y del Instituto Mexicano de Cinematografía), lo cierto es que su película ha contado con el apoyo de empresas multinacionales como Netflix, Sony Pictures o Cinépolis tanto para su distribución como su exhibición, por lo que esa supuesta maniobra de hostigamiento no se sustenta, y más bien pareciera una simple pero perversa campaña de mercadotecnia.
*El presente artículos forma parte del número del suplemento Cultura y vida, del periódico El Machete, junio 20123.