De la Violencia Verbal a la Acción Política Directa
Por: Héctor Ramírez Cuéllar
En estos días hemos transitado de la violencia verbal a la acción política directa, en la Cámara de Diputados, lo que preludia que podríamos estar ante las puertas de una nueva situación política, la del uso de la violencia directa y personal, como medio para dirimir nuestras diferencias políticas. La ofensiva la han iniciado los legisladores de Morena, profundamente irritados por haber perdido la votación que finalmente canceló la reforma eléctrica, enviada por el Presidente de la República, la semana pasada, para pasar a la agresión fáctica en contra de quienes estuvieron en contra, todo lo cual permite concluir que estamos ante un recrudecimiento peligroso de la violencia política.
En realidad, fue el propio Presidente de la República el que promovió esta situación al solicitar a los militantes de Morena que exhibieran en las plazas públicas a los diputados que habían sufragado en contra de su propuesta en materia energética, acusándolos de ser traidores a la patria.
Como era de esperarse, Morena actuó de inmediato cumpliendo estas instrucciones y, por lo tanto, varios legisladores de oposición han sufrido las consecuencias de este llamamiento que nos hace recordar momentos en la historia de México, que ya habíamos superado, como el asesinato del senador Francisco Fiel Jurado, porque estuvo en contra de la firma de los Tratados de Bucareli.
Mientras el senador Ricardo Monreal está en contra de esta campaña de hostilidad política extrema, la jefa de gobierno de la ciudad de México, Claudia Sheinbaum, está a favor y, por lo tanto, se identifica con la línea dogmática imperante, que no permite ninguna disidencia política, ninguna diferencia con respecto de las decisiones que toma el Presidente, a quienes refieren como un ser casi divino.
La situación económica, social y política del país está en un grado de agudización inaudita pues está en curso una inflación galopante que aumenta todos los días los precios de los alimentos básicos, el encarecimiento de las materias primas más elementales, se ha incrementado el número de personas desaparecidas, de los asesinatos en términos generales y de los feminicidios en lo particular, por lo menos en siete entidades federativas, los grupos delictivos se expresan de una manera sangrienta en forma ya sistemática y cotidiana y se han polarizado las diferencias que existen entre los partidos de la derecha y el gobierno, llegando a niveles de intolerancia que no habíamos conocido en el pasado inmediato.
Por lo tanto, existen condiciones muy propicias para que se pueda transitar fácilmente de la violencia verbal a la acción política directa pues el camino de las soluciones pacíficas se está obstaculizando y los grandes problemas nacionales se han profundizado de una manera muy irritante y preocupante. El poder legislativo, que había sido un escenario en el cual se efectuaban negociaciones políticas entre los distintos partidos, grupos, sectores, ha dejado de funcionar de esa manera y ahora es un espacio de confrontación y de cerrazón permanentes, en el que ya no existe ningún tratamiento civilizado, entre las fuerzas participantes, en el marco de las concepciones capitalista, sino simple y sencillamente se produce la imposición de quienes tienen la mayoría, ya que ni siquiera se observan las formalidades jurídicas más elementales. Esto hace concluir a algunos militantes que el camino de la vía electoral ya no es procedente, pues el gobierno está pretendiendo controlar todos los órganos e instituciones que existe en este campo.
Afirmar en forma reiterada que todos aquellos que mantienen una posición discrepante con el Presidente son traidores a la patria imposibilita no solo la expectativa de establecer un diálogo político sino siquiera una relación política normal entre partidos y organizaciones políticas y sociales y abre la puerta para la represión abierta, por un lado, pero también para la adopción de medidas de respuesta de similar naturaleza, es decir, muy duras, en correspondencia con la nueva situación existente, desafío que está afectando no solo a la derecha sino también a las fuerzas de izquierda de distintos matices, ya que todas ellas están al borde de ser conducidas a la ilegalidad y la persecución política, por lo tanto.